Epílogo

 

Cuatro meses después

 

Había llegado.

El día que Amelia llevaba esperando desde los cinco años. Y antes de lo que creía.

Al posponerse una boda al final del verano, Tyler y ella habían aprovechado la oportunidad para reservar la capilla de la empresa de Amelia.

A partir de entonces, pasaron meses llenos de planes y emoción. A pesar de que ella había moderado sus aspiraciones, cuando comenzó a organizar la boda se dio cuenta de que había ciertos detalles a los que no estaba dispuesta a renunciar.

El traje era una preciosidad, un deslumbrante modelo de marfil y cristal. El velo era largo, le llegaba hasta el suelo y se extendía por la alfombra. El cura leía un pasaje sobre el amor y los vínculos matrimoniales mientras Amelia miraba a los ojos del hombre al que amaba.

Al volverse brevemente hacia la multitud que llenaba la capilla, distinguió con facilidad los rostros de los familiares y amigos que estaban allí. Era tal y como ella lo había imaginado: las personas que eran importantes en su vida eran testigos de aquel trascendente momento.

Amelia había planeado durante años una boda sin novio. Pero al mirar a Tyler a los ojos, supo que él era lo más importante del día, más que un vestido bonito o una rica tarta.

Habían organizado la boda de esa manera porque él quería que ella tuviera ese recuerdo, pero no hubiera sido necesario. Los ingredientes fundamentales, él y ella, ya estaban presentes en la primera boda. La única diferencia era que estaban realizando el ritual y repitiendo las palabras con amor y que las lágrimas hacían que les temblara la voz. Las palabras significaban mucho más esa segunda vez.

–Yo os declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.

Tyler la tomó en sus brazos sonriendo. Amelia sintió que el corazón le dejaba de latir durante unos segundos al ver cómo la miraba. Deseó y esperó que la siguiera mirando así toda la vida.

–Te amo –susurró él.

–Yo también te amo. Y –añadió con una sonrisa– estoy embarazada.

Él la miro con los ojos como platos antes de sonreírle emocionado.

–¿De verdad?

–Sí.

Los labios de él presionaron los suyos, y ella sintió que se derretía. Los cientos de personas que los rodeaban se esfumaron. Los aplausos se convirtieron en un débil zumbido de fondo y el flash de la cámara de Bree no pudo competir con los fuegos artificiales que estallaron bajo sus párpados.

Un escalofrío le recorrió la columna vertebral. Hasta que el cura no carraspeó no se separaron.

–Más tarde –les aseguró el hombre.

La multitud rio.

Amelia se sonrojó mientras Whitney, su hermana, le devolvía el ramo. Agarró a Tyler del brazo y se volvieron hacia los presentes y hacia su nuevo y emocionante futuro.

–Damas y caballeros, les presento a los señores Dixon.

Del brazo, recorrieron la nave, llena de pétalos de rosa, para iniciar su vida en común. Mientras salían de la capilla como esposos, Amelia se dio cuenta de que ese era el momento con el que había soñado: no la boda, sino el comienzo de una vida juntos.

Al final, eran felices y comerían perdices.