Epílogo

 

 

 

Poste Restante

GPO Port Blair

Andamán Central

Islas Andamán

Imperio británico

 

2 de septiembre de 1906

 

Querida Amelia:

Volveré a casa dentro de un mes o tres, calculo. Estoy liquidando mi trabajo seguramente más rápido de lo que debería, pero la vida aquí, en las Andamán, ya no es la misma desde que murió el pobre Brodie Moncur.

Lo más curioso fue que todas las mañanas, cuando se abrían las puertas de la casa, el perrito de Brodie, César, iba corriendo al cementerio, que está como a medio kilómetro de distancia, y luego pasaba todo el día sentado sobre su tumba. Si no hubiese mandado a Lokima a recogerlo, se habría quedado allí toda la noche. Me parecía muy raro, pero también me conmovía mucho.

Y luego ocurrió algo muy sorprendente: la semana pasada llegó una joven rusa. Rubia, atractiva. Se presentó con un sirviente y un montón de baúles con sus cosas; está claro que tiene bastante dinero. Fue directamente al Hotel Deemer, donde preguntó por el señor Moncur, y entonces le dieron la triste noticia y sugirieron que viniera a verme. Me dijo que se llamaba Lydia Kilbarron. Por supuesto, caí en la cuenta de que era la famosa «Lika». Le hablé con todo el detalle que pude de la vida que Brodie había llevado en Port Blair. Le conté lo que estaba dispuesta a contar, o sea, no todo. Fuimos caminando hasta el cementerio y encontramos a César sentado en la tumba del pobre Brodie. El perrito se alegró mucho de verla, al parecer ya la conocía.

La dejé sola delante de la tumba unos cinco minutos, y luego la acompañé al hotel. Noté que había estado llorando (los ojos rojos, la cara descompuesta), pero ya estaba más serena. Me contó que su marido, el señor Kilbarron, había muerto de repente al caerse de un puente en París. Un accidente horrible: a ella se le llevó el viento el sombrero, él fue a recuperarlo y al intentar cogerlo perdió el equilibrio y se cayó de un puente muy alto. Afligida por la muerte de su esposo, había decidido viajar alrededor del mundo. Sabía que su amigo Brodie Moncur vivía en Port Blair, así que dio un rodeo para ir a visitarle. Yo me limité a asentir con la cabeza, hice el paripé; le dije que sí, que qué triste, que qué interesante, etcétera, etcétera. Me contó que pensaba continuar el viaje, que si el ánimo la acompañaba llegaría hasta China y Japón. Me preguntó si se podía llevar a César como compañero de viaje y yo le dije que sí, por supuesto. Le informé de que iba a volver a Estados Unidos, y además el perro era de Brodie, no mío. Y así nos despedimos. En realidad, me lo callé todo, aunque quizá no hiciese falta contar nada. La dama se marchó con el perrito.

Pensé que ya no la volvería a ver, pero al día siguiente se presentó de nuevo y me dio algo de dinero —varios cientos de rupias— y me pidió que hiciera grabar unos cuantos versos en la lápida de Brodie, que es de madera, como todas las de aquí. Los escribió en un papel, y yo se los di a un carpintero local, que los grabó cuidadosamente en la madera. No sé de dónde proceden los versos, pero allí están, como epitafio dedicado a Brodie y su breve vida. Tenía apenas treinta y seis años y era un hombre dulce, encantador. Parece osado por mi parte decirlo, mientras vierto una lágrima egoísta, porque le traté poco tiempo.

En cualquier caso, Lika, la señora Kilbarron, reemprendió el viaje con su perrito. Confieso que tras su marcha estuve deprimida unos días. Qué injusta es a veces la vida, qué cruel y qué difícil. En cuanto a Brodie Moncur, las dos teníamos nuestros secretos y no quisimos revelarlos. Dos mujeres que se ocultan tantas cosas la una a la otra. Admito que su visita me afectó mucho, y me entraron aún más ganas de marcharme de aquí.

Así que volveré a casa pronto. Mi gran aventura ha terminado, y ahora empieza el trabajo duro.

Con todo el amor de tu doliente hermana,

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P. D.: Por cierto, estos son los versos que figuran inscritos en la lápida. La señora Kilbarron (Lika) me hizo prometerle que se grabarían con esmero. He cumplido la promesa.

 

My bonny man has gone tae sleep,

His journey o’er... he’s heard the call.

Birth tae death is the shortest leap,

The grave is waiting for one and all.