ORACIÓN*

¡Grito!

¡Lloro!

La oración solo nace de lo profundo, espontáneamente.

¿Oirá Alguien mi oración?

¿O será solo un viento del abismo a la nada?

motivo

Grito de gozo – y en alabanza canto

porque amo.

Lloro de pena – y gimo de dolor

porque no me siento indiferente.

¿Quién lo hace?

No creo que venga de mí

– no de mi voluntad;

y sin embargo me atraviesa

– quizá de mi corazón.

¿Pero de dónde?

Mi corazón está tocado por lo Externo.

¿A quién se dirige?

No lo sé.

No sé darle un nombre.

Todos los nombres se me hacen sospechosos.

Y no obstante, sé que no necesito saber.

motivo

Una oración auténtica no es consciente de sí misma.

No resistiría replegarse sobre sí

y estallaría en su reflexión.

¿Entonces no rezo, cuando quiero rezar?

¿O solo soy consciente de que un Espíritu reza en mí?

¿Con qué fin, si es Espíritu divino?

¿Quién, si es único el Mismo?

¿Rezan solo los ignorantes?

¿Los que saben quiénes son?

Un Mismo solitario no reza.

¿Si tú fueras yo, rezarías también?

¿Quién soy, pues, yo para Ti?

No soy tu creación.

No podrías rezar a tu propia criatura.

¿Quién eres, Tú para mí?

Ciertamente no creación mía.

¿Podría ser que yo sea Tú y Tú seas Yo?

¿Tú mi verdadero Yo, y yo tu verdadero tú?

Tat tvam asi (Tú eres aquel),

¿o es todo un monólogo?

¿Tuyo, mío?

¿O no somos dos, sin ser uno?

¿Debería llamarse advaita, o quizá Trinidad?

motivo

Hace milenios que ora la gente.

Desde tiempos remotos los paṇḍit «son los que más saben»

y construyen bellas teorías.

Usan muchas palabras

y pronuncian muchos nombres.

A veces son términos genéricos.

Todos significan Potencia:

Señor, bhagavan, creador, pati...

Y yo me siento confuso.

A veces son nombres propios:

Viṣn.u, Yahvé, Alá...

Y yo me siento confuso.

También yo tengo mi iṣṭadevatā,

pero no me atrevo a mencionar su nombre,

por temor de que otros, y yo mismo, oyéndolo, lo tomemos por el Absoluto.

Solo digo el nombre cuando puede perdonar mi descaro y mi presunción.

motivo

¿Puede ser que la oración nos divida?

¿O que combatamos, porque Tú no eres el Tú de todos ellos?

¿Es posible rezar juntos en pleno silencio?

¿Está prohibido gozar de la sinfonía?

¿O queremos que sea nuestro Dios quién dirija la orquesta?

¿Tanto conocemos a nuestro Dios?

¿No será entonces mejor dejar las plegarias?

No puedo creer que haya guerra también en el cielo.

¿No hay paz en el devaloka?

Entiendo que no «rezamos a la misma cosa».

No hay tal «cosa».

¿O quizá la oración es tan solo una necesidad psíquica?

Decir que Tú tienes Todos-los-Nombres

es afirmar que Tú no tienes Ningún-Nombre,

que Tú eres anónimo,

que la oración no puede tener nombres,

ni conceptos ni ideas.

Mi oración acaba — frustrada.

¿O es este acabarse, después de tanto hablar, la verdadera plegaria?

¿Me habré equivocado desde el comienzo?

Et clamor meus ad Te veniat!

motivo

Una oración puedo decir todavía.

Una oración: dirigida sobre todo a mis semejantes.

Es un gemido de compasión,

es un grito de esperanza:

que haya paz y armonía

entre la gente que reza.

¿No revela la oración nuestra precariedad?

¿Nuestra contingencia?

¿Nuestro tocar el infinito, aunque sea en la singularidad de un punto?

¿Soy hindú o soy cristiano?

¿O quizá soy buddhista?

¿Por qué etiquetas cuando estamos orando?

Sí, puedo rezar en muchas lenguas.

Ninguna de ellas dice lo mismo

porque la fe carece de objeto.

Pero todas dicen, cantan, sufren, gozan...

Todas estas oraciones son también las mías,

y de mis hermanas y de mis hermanos.

Quizá solo pueda rezar con sus mismas plegarias.

Y por esto estoy inmensamente agradecido.

 

 

* El texto de esta oración era inédito y se publicó por primera vez en italiano en R. Panikkar, Opera Omnia I.1, Milán, Jaca Book, 2008, págs. 349-352 (trad. de Jesús Silvestre y Antoni Martínez Riu).