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Bryce intentó no estremecerse con deleite cuando un ala de Hunt chocó con ella mientras caminaban hacia los peldaños pandeados de la entrada a la casa de Ruhn.

Una pequeña reunión, les había dicho Ruhn cuando los invitó a que fueran después del ballet. Ante la posibilidad de que su madre la interrogara de nuevo sobre su trabajo, su vida sexual y su estatus de princesa, y consciente de que eso la orillaría a la bebida de todas maneras, Bryce y Hunt habían decidido dejarlos en el hotel. Pasaron a su departamento a cambiarse de ropa —Hunt había insistido en eso al decir entre dientes Tengo que quitarme este puto traje— y luego volaron hacia casa de Ruhn.

Por lo visto, toda la Vieja Plaza también llegó a la reunión: hadas y metamorfos y personas de todas las Casas estaban bebiendo y bailando y platicando. En el patético jardín frontal de la casa un grupo de ninfas de río con el cabello verde y unos faunos, hembras y machos, jugaban cornhole. Un conjunto de hadas estaba detrás de ellos, probablemente miembros del Aux, a juzgar por su musculatura y la postura como si se hubieran tragado un palo de escoba. Se entretenían en algo que parecía ser una partida absolutamente cautivante de bochas.

El día árido se había convertido en una noche dulce y suave, lo suficientemente cálida para que todos los bares y cafés y clubes de la Vieja Plaza, en especial alrededor de la calle Archer, se llenaran de personas de fiesta. Incluso con el sonido aturdidor de la música que brotaba de la casa de Ruhn, Bryce alcanzaba a distinguir la vibración de los bajos que salían de otras casas en la misma calle, en el bar de la esquina y de los automóviles que pasaban por ahí.

Todos celebraban estar vivos.

Como debía ser.

—Fury y June ya están aquí —le gritó Bryce a Hunt para que la escuchara a pesar del ruido. Iban subiendo los escalones frágiles y salpicados de cerveza hacia la casa de Ruhn—. June dijo que están en la sala.

Hunt asintió aunque tenía la mirada fija en el grupo de invitados. Incluso aquí, una gran parte de la gente notaba la llegada de la princesa astrogénita y el Umbra Mortis. Les abrían el paso y algunos incluso retrocedían un poco. Bryce estaba tensa pero Hunt continuó caminando impasible. Estaba acostumbrado a esta mierda; tenía tiempo de estar acostumbrado a esto. Y aunque ya no era oficialmente la Sombra de la Muerte, la gente no había olvidado lo que alguna vez hizo. A quién le había servido.

Hunt se dirigió a la sala que quedaba a la izquierda del pasillo de entrada. La ridícula musculatura de sus hombros se movía con cada paso. Estaba expuesta casi obscenamente porque había decidido usar una camisa negra sin mangas. Bryce tal vez podría haber sobrevivido a ese espectáculo de no ser por la gorra blanca de solbol volteada hacia atrás, como Hunt la usaba por lo general.

De hecho, prefería esa gorra al traje elegante.

Para su sorpresa, Hunt no protestó cuando una duendecilla de aire enfiestada flotó a su lado y les puso un collar de tubitos de luzprístina. Bryce se lo quitó y se lo envolvió en el brazo como pulsera. Hunt se dejó el collar sobre el pecho. La luz provocaba sombras contrastantes en los músculos profundos de sus pectorales y sus hombros. Que los dioses la salvaran.

Hunt apenas había dado un paso hacia la sala cuando se escuchó resonar la voz de Tristan Flynn desde el vestíbulo a sus espaldas:

—¡Qué carajos, Ruhn!

Bryce rio y pudo ver entre la multitud al lord hada en uno de los extremos de la mesa de cerveza pong donde había dibujado la imagen de una enorme cabeza de hada que se comía un ángel entero.

Ruhn estaba al otro extremo de la mesa, con ambos dedos medios levantados hacia sus oponentes. El piercing de su labio brillaba bajo las luces tenues.

—Paguen, pendejos —dijo su hermano. El cigarrillo que tenía entre los labios subía y bajaba con sus palabras.

Bryce acercó la mano a Hunt. Sus dedos le rozaron las alas suaves y él se puso rígido y volteó a verla. Las alas de los ángeles eran muy sensibles. Era como haberlo cogido de los testículos. Sonrojada, ella señaló a su hermano con el pulgar.

—Dile a June y Fury que iré en un segundo —gritó—. Quiero ir a saludar a Ruhn.

No esperó a que Hunt contestara antes de abrirse paso hacia su hermano.

Flynn gritó de gusto cuando ella apareció. Era obvio que su recorrido por el sendero hacia una borrachera legendaria ya estaba bastante avanzado. Típica noche de martes para él. Consideró si debía enviar una fotografía de su estado etílico a sus padres y hermana. Tal vez así ya lo pensarían un poco antes de mirarla con esas muecas de desdén.

Declan Emmet parecía estar ligeramente más sobrio junto a Flynn y dijo:

—Hola, B.

Bryce lo saludo con un movimiento de la mano porque no quería gritar por encima de la multitud reunida en lo que alguna vez fue un comedor. Ahora parecía ser un espacio dedicado al billar y los dardos. Perfectamente apropiado para el príncipe heredero de las hadas de Valbara, pensó Bryce con una media sonrisa y se acercó a la persona que estaba junto a su hermano.

—Hola, Marc.

El enorme metamorfo de leopardo, todo músculos debajo de la piel oscura, la miró hacia abajo. Sus impactantes ojos de topacio resplandecían. Declan llevaba un mes saliendo con Marc Rosarin. Había conocido al empresario de tecnología durante una fiesta elegante de las compañías de ingeniería en el Distrito Central de Negocios.

—Hola, princesa.

Flynn se quejó:

—¿Desde cuándo permites que Marc te llame princesa?

—Desde que me cae mejor que tú —le replicó Bryce y se ganó una palmada en el hombro de Marc y una sonrisa de Ruhn. Luego, le dijo a su hermano—: Una pequeña reunión, ¿eh?

Ruhn se encogió de hombros. Los tatuajes de sus brazos se movieron con el gesto.

—Flynn tiene la culpa.

Flynn levantó su cerveza en gesto de saludo y bebió.

—¿Dónde está Athalar? —preguntó Declan.

—Con June y Fury en la sala —respondió Bryce.

Ruhn asintió para saludar a uno de sus invitados y luego preguntó:

—¿Cómo estuvo el ballet?

—Increíble. June estuvo genial en sus solos. Ovación de pie.

Bryce había sentido que la piel se le erizaba en todo el cuerpo cuando su amiga bailó. Los ojos se le llenaron de lágrimas cuando Juniper recibió esa ovación de pie al terminar. Bryce nunca había escuchado tantas aclamaciones en el BCM. La imagen del rostro sonrojado y dichoso de Juniper, que agradecía con reverencias al público, le hizo saber a Bryce que su amiga también estaba consciente de eso. Sin duda, pronto recibiría un ascenso a bailarina principal.

—El espectáculo más codiciado del momento —dijo Marc con un silbido—. La mitad de mi oficina hubiera vendido su alma para poder estar ahí esta noche.

—Me hubieras dicho —dijo Bryce—. Teníamos unos cuantos lugares en nuestro palco. Podríamos haberlos invitado.

Marc la miró con una sonrisa de aprecio.

—Para la próxima.

Flynn empezó a reacomodar los vasos del cerveza pong y le gritó:

—¿Cómo están mami y papi?

—Bien. Me dieron mi lechita y me leyeron un cuento antes de salir.

Ese comentario le provocó risa a Ruhn, que se había vuelto cercano a Ember, y preguntó:

—¿Cuántos interrogatorios desde que llegaron anoche?

—Van seis —contestó Bryce y apuntó hacia la sala del otro lado del pasillo de entrada—. Por eso voy a ir a beber algo con mis amigas.

—Barra libre —dijo Declan con un gesto magnánimo hacia sus espaldas.

Bryce se despidió con un movimiento de la mano y se fue. Sin la figura imponente de Hunt, muchas menos personas se fijaban en ella. Pero cuando la veían… surgían burbujas de silencio. Ella intentó no hacer caso y casi suspiró aliviada cuando reconoció el par de cuernos que sobresalía de los rizos recogidos en un elegante chongo, el peinado usual de Juniper. Estaba sentada en el sillón sucio de la sala, muslo a muslo con Fury, con los dedos de sus manos entrelazados.

Hunt estaba de pie frente a ellas. Mantenía las alas en una posición relajada mientras hablaba con sus amigas. Levantó la mirada cuando Bryce entró a la sala y ella podría haber jurado que sus ojos negros se iluminaron al verla.

Ella trató de controlar su dicha y se dejó caer en los cojines al lado de Juniper. Se acercó a ella con cariño. Luego acercó su cara al hombro de su amiga.

—Hola, mi talentosa y brillante y hermosa amiga.

Juniper rio y apretó un poco a Bryce.

—Lo mismo para ti.

Bryce dijo:

—Le estaba hablando a Fury.

Juniper le dio un manotazo en la rodilla y Fury rio al verlas.

—Ya está empezando a actuar como una prima donna.

Bryce suspiró con dramatismo.

—No puedo esperar a ver a June montar una rabieta por el estado de su camerino.

—Las dos se están portando horrible —dijo Juniper pero rio con ellas—. En primer lugar, ni siquiera voy a tener un camerino privado en años. Dos

—Ahí vamos —dijo Fury y, cuando June hizo un ruido para objetar, ella sólo rio y le besó la sien a la fauna.

Ese detalle cariñoso y despreocupado revelaba una intimidad que hizo que Bryce se atreviera a mirar en dirección a Hunt, quien sonreía un poco. Él la miró de regreso y Bryce tuvo que resistir la tentación de cambiar de posición, de pensar en cómo ellos podrían estar así, haciéndose cariños en el sillón y besándose. Hunt simplemente dijo con voz rasposa:

—¿Qué te traigo de beber, Quinlan? —asintió hacia la barra en el fondo de la habitación, apenas visible por las grandes cantidades de personas que intentaban conseguir la atención de los cantineros.

—Whisky, cerveza de jengibre y limón.

—Hecho.

Con un saludo militar, Hunt se alejó entre la gente.

—¿Cómo va ese convenio de nada de sexo, Bryce? —preguntó Fury con ironía mientras se acercaba para poder ver bien su cara.

Bryce se recargó derrotada en el respaldo del sillón.

—Cabrona.

La risa de June vibró por todo su cuerpo y su amiga le dio unas palmadas en el muslo.

—Recuérdame, ¿por qué están haciendo eso?

Bryce miró hacia atrás para asegurarse de que Hunt siguiera en la barra antes de responder:

—Porque soy una pendeja y ustedes dos cabronas lo saben bien.

Juniper y Fury rieron y la segunda dio un sorbo a su vodka con soda.

—Sólo dile que cambiaste de opinión —dijo la mercenaria y colocó el vaso sobre su rodilla envuelta en cuero negro. Bryce no lograba comprender cómo Fury podía vestir ropa de cuero con este calor. Shorts, camiseta y sandalias era lo único que ella podía soportar con las temperaturas ardientes, incluso de noche.

—¿Y romper nuestro acuerdo antes del Solsticio de Invierno? —siseó Bryce—. Nunca me permitiría olvidarlo.

—Athalar ya sabe que quieres romperlo —dijo Fury con voz pausada.

—Ay, claro que lo sabe —agregó Juniper.

Bryce se cruzó de brazos.

—¿Podemos no hablar de esto?

—Pero eso no sería divertido —la contradijo Fury.

Bryce pateó la bota de cuero de Fury e inmediatamente hizo una mueca de dolor porque su pie, que sólo tenía la sandalia dorada como protección, chocó contra el metal duro.

—¿Punta de acero? ¿En serio?

—Esto es una franca fiesta de fraternidad universitaria —dijo Fury con una sonrisa burlona—. Tal vez haya la necesidad de patear algunos traseros si alguien le insinúa cualquier cosa a mi novia.

Juniper brilló de felicidad al escuchar el término. Novia.

Bryce no sabía qué demonios era ella para Hunt. Novia sonaba ridículo al tratarse del puto Hunt Athalar. Como si Hunt hiciera algo tan normal y común como salir en una cita.

Juniper le clavó un dedo en el brazo.

—Oye, pero en serio. Recuérdame por qué tienen que esperar hasta el solsticio para hacerlo.

Bryce se hundió varios centímetros más en el sillón. Estiró los pies y tiró varias latas vacías de cerveza bajo la mesa.

—Es que…

El zumbido familiar de poder y virilidad que era Hunt llenó el aire a sus espaldas y Bryce cerró la boca justo cuando apareció frente a ella un vaso de plástico lleno de líquido ambarino y decorado con una rebanada de limón.

—Princesa —canturreó Hunt. Bryce volvió a sentir que los dedos de los pies se le enroscaban. Parecían tener esa costumbre cada que Hunt rondaba a su alrededor.

—¿Ya podemos usar ese término? —preguntó June y se enderezó deleitada—. Me he estado muriendo de…

—Por supuesto que no —le respondió Bryce y dio un trago a su bebida. Le provocó una arcada—. ¿Cuánto whisky le pediste al cantinero que le pusiera, Athalar? —tosió como si eso fuera a aliviar el ardor.

Hunt se encogió de hombros.

—Pensaba que te gustaba el whisky.

Fury resopló divertida pero Bryce se puso de pie. Levantó el vaso hacia Hunt en un brindis silencioso y luego hacia June.

—Por la próxima bailarina principal del BCM.

Luego se tomó todo el vaso de un trago y permitió que el ardor la quemara hasta el fondo del alma.

Hunt se permitió, sólo por un puto segundo, mirar a Bryce. Admirar el golpeteo constante y firme de su sandalia sobre el piso desgastado de madera al ritmo de la música, las piernas largas y musculosas que brillaban bajo las lucesprístinas de neón, sus shorts blancos que contrastaban con el color bronceado de su piel en verano. Aparte de la marca en su pecho, no le quedaba ninguna cicatriz de todo el mierdero de la primavera pasada, aunque aún tenía la curva gruesa de la cicatriz en el muslo.

Su feroz, fuerte y hermosa Bryce. Había hecho un esfuerzo por no fijarse en la forma de su trasero en esos shorts cuando venían en camino a la fiesta, el movimiento de su cabellera larga contra su espalda baja, las caderas amplias que se mecían con cada paso.

Era un puto animal estúpido. Pero siempre había sido un puto animal estúpido alrededor de ella.

Casi no pudo prestarle atención al ballet, al baile de June, porque Bryce lucía tan… deliciosa con ese vestido azul. Lo único que evitó que pensara demasiado en meter su mano por debajo del material semitransparente y subir por su muslo fue la presencia de sus padres en la fila de enfrente.

Pero eso no era parte del plan. En la primavera, no tuvo problema con el acuerdo. La deseaba pero estuvo de acuerdo con el concepto de conocerse mejor antes de agregar el sexo a la ecuación. Sin embargo, ese deseo había empeorado en los últimos meses. Vivir juntos en su departamento se había convertido en una especie de tortura en cámara lenta para ambos.

Los ojos color whisky de Bryce lo miraron. Ella abrió la boca y luego volvió a cerrarla al detectar algo en su expresión.

El recuerdo de aquellos días después de las muertes de Micah y Sandriel enfrío un poco su lujuria creciente.

Vayamos poco a poco, le había pedido ella. Siento que llegamos aquí a tropezones y, ahora que las cosas empiezan a normalizarse, quiero hacer esto bien contigo. Conocerte en tiempo real, no mientras estamos corriendo por toda la ciudad intentando resolver asesinatos.

Él estuvo de acuerdo porque… ¿qué más podía hacer? Aunque había llegado a casa del Comitium esa noche con el plan de seducir a Quinlan hasta enloquecerla. Ni siquiera había llegado a la parte de besarla cuando ella anunció que quería meter el freno.

Él sabía que había algo más detrás de esta decisión. Sabía que probablemente tenía algo que ver con la culpa que sentía por las miles de personas que no pudieron salvar ese día. Permitirse a sí misma estar con él, estar feliz… Necesitaba tiempo para aclarar todo. Y Hunt se lo daría. Lo que Bryce quisiera, lo que fuera, se lo daría gustoso. Él ya era libre de hacerlo, gracias al tatuaje en la muñeca que lo marcaba como liberado.

Pero en noches como ésta, con ella vistiendo esos shorts… era realmente un maldito esfuerzo enorme.

Bryce se levantó del sillón con un salto y caminó hacia él. Dejó a Juniper y Fury a solas para que platicaran. Fury estaba ocupada refrescando el sitio web de la sección de artes del Diario de Ciudad Medialuna en busca de la reseña de la actuación de Juniper.

—¿Qué pasó? —le preguntó Hunt a Bryce cuando ella llegó a su lado.

—¿Te gusta venir a estas fiestas en realidad? —lo cuestionó Bryce con un ademán en dirección a la multitud. El tubito de luzprístina alrededor de su muñeca brillaba intensamente—. ¿Esto no te provoca repulsión?

Él pegó un poco más las alas al cuerpo.

—¿Por qué me provocaría repulsión?

—Porque has sido testigo de toda la mierda que sucede en el mundo y te han tratado horriblemente y esta gente… —se echó la larga cabellera por encima del hombro—. Muchos no tienen idea. O simplemente no les importa.

Hunt examinó con atención su rostro serio.

—¿Por qué venimos a estas fiestas si te molesta?

—Bueno, hoy estamos aquí para evitar estar con mi mamá —Hunt rio pero Bryce continuó—. Y porque quiero celebrar que June es genial —le sonrió a su amiga en el sillón—. Y estamos aquí porque Ruhn me lo pidió. Pero… no lo sé. Quiero sentirme normal, pero luego me siento culpable por sentirme así, y después me enojo con todas estas personas que al parecer ni les importa tanto como para sentir culpa, y creo que esa píldora detectora de veneno que seguro le echaste a mi whisky tenía alguna especie de poción entristecedora porque no sé por qué estoy pensando en esto ahora.

Hunt trató de disimular su carcajada.

—¿Poción entristecedora?

—¡Tú me entiendes! —le dijo con una mirada irritada—. ¿En serio a ti no te molesta esto?

—No —miró a la gente que celebraba a su alrededor—. Prefiero ver a la gente disfrutando sus vidas. Y no puedes asumir que porque estén aquí, eso signifique que no les importe. No puedes saber si muchos de ellos perdieron familiares y amigos en la primavera. A veces la gente necesita cosas como ésta para volver a sentirse vivos. Para encontrar una especie de consuelo.

Era la palabra equivocada. Él ciertamente llevaba tres meses de no encontrar ningún puto consuelo, de no ser el de su propia mano. Había intentado no pensar si Bryce abría el cajón de su mesita de noche, donde guardaba sus juguetes, con la misma frecuencia que él se masturbaba en la ducha.

Cuatro meses para el Solsticio de Invierno. Sólo cuatro.

Bryce asintió porque su mente obviamente seguía en el tema que estaban platicando.

—Yo creo que… A veces me descubro disfrutando un momento y me preocupo de estarlo disfrutando demasiado, ¿sabes? Siento como si permitirme demasiada diversión o acostumbrarme mucho a sentirme feliz es arriesgarme a que llegue algo y lo arruine todo.

—Conozco esa sensación —no pudo evitar enroscar las puntas del cabello de Bryce entre sus dedos—. Tomará algo de tiempo adaptarnos.

Él también se estaba adaptando. No podía acostumbrarse a andar por ahí sin un hueco en el estómago preguntándose constantemente qué horrores le tendría reservados ese día. Ser dueño de sí mismo, de su futuro… Los asteri le podían quitar todo de nuevo, si así lo deseaban. Sólo le habían permitido vivir porque él y Bryce eran dos figuras demasiado públicas como para matarlos. Los asteri querían que vivieran discretamente el resto de sus vidas. Y si no lo hacían… Bueno, Rigelus había sido muy claro en su llamada con Bryce hacía meses: la Mano Brillante de los asteri mataría a todas las personas cercanas a Bryce y Hunt si desobedecían. Así que no tenían alternativa salvo vivir discretamente.

Hunt no tenía problema con hacer justo eso. Ir al ballet y a estas fiestas y fingir que nunca había sido distinto. Pensar que Bryce no tenía tatuado el Cuerno en su espalda.

Pero cada mañana, cuando se ponía la armadura negra habitual de la 33ª, lo recordaba. Isaiah le había pedido que lo apoyara justo después de la muerte de Micah y Hunt lo hizo gustoso. Y decidió permanecer como el comandante no oficial de Isaiah. No era oficial sólo porque Hunt no quería encargarse de todo el trabajo burocrático que hubiera tenido que hacer si lo asignaban formalmente.

Pero la ciudad había estado tranquila. Concentrada en sanar. Hunt no se quejaría.

Su teléfono vibró en el bolsillo trasero de sus jeans negros y lo sacó para encontrarse con un correo electrónico de Isaiah. Hunt lo leyó y se quedó inmóvil. Sintió que el corazón se le iba a los pies y de regreso.

—¿Qué pasa? —preguntó Bryce mientras se asomaba por encima de su hombro.

Hunt le pasó el teléfono con manos sorprendentemente tranquilas.

—Se han elegido nuevos arcángeles para los territorios de Micah y Sandriel.

Ella abrió los ojos como platos.

—¿Quiénes? ¿Qué tan mal está la situación?

Él le indicó que leyera el correo de Isaiah y Bryce, que todavía tenía el tubito de luzprístina enroscado en la muñeca, obedeció.

Demos la bienvenida había escrito Isaiah como único comentario al correo electrónico reenviado del secretario imperial de los asteri sobre las nuevas posiciones.

—No está tan mal —dijo Hunt con la mirada perdida en los asistentes a la fiesta que estaban reunidos alrededor de un hada parada de manos sobre el barril de cerveza en el rincón—. Ése es el problema.

Bryce frunció el ceño y leyó rápidamente el correo.

—Ephraim… él comparte Rodinia con Jakob actualmente. Sí, parece decente. Pero él irá al norte de Pangera. ¿Quién…? Oh. ¿Quién demonios es Celestina?

Las cejas de Hunt se juntaron.

—Se ha mantenido fuera de los reflectores. Ella supervisa Nena… con una población de unos, no sé, cincuenta. Tiene una legión bajo su mando. Una. Ni siquiera tiene triarii. La legión está controlada literalmente por los asteri, todos guardias de la Fisura Septentrional. Ha funcionado solamente como una representante sin poder.

—Es una promoción importante, entonces.

Hunt gruñó.

—Todo lo que he escuchado sobre ella suena inusualmente amable.

—¿No cabe la posibilidad de que sea verdad?

—¿Entre arcángeles? No —se cruzó de brazos.

Fury dijo desde el sillón:

—Para tu tranquilidad, Athalar, yo tampoco he escuchado nada malo de ella.

Juniper los miró.

—Entonces el nombramiento es prometedor, ¿no?

Hunt negó con la cabeza. No era buena idea tener esta conversación en público, pero dijo:

—No puedo comprender por qué los asteri la asignarían aquí, cuando sólo ha estado a cargo de un pequeño territorio. Debe ser una marioneta de ellos.

Bryce ladeó la cabeza y lo miró de ese modo descarnado y profundo que hacía que se le apretaran los testículos. Dioses, era hermosa.

—Tal vez sea algo bueno, Hunt. Nos han sucedido tantas putas desgracias que tal vez ahora ya no confiamos que algo sea bueno de verdad. Pero podría ser que sea una suerte que hayan nombrado a Celestina.

—Yo me inclino por pensar que Urd nos está concediendo este favor —dijo Juniper.

Fury Axtar no dijo nada. Sus ojos brillaban mientras pensaba. La mercenaria probablemente era la única que tenía una noción realista del proceder de los asteri. Aunque, por supuesto, no revelaría ningún detalle sobre sus tratos con ellos.

—Celestina quiere reunirse con lo que queda del triarii de Micah cuando llegue. Parece ser que habrá una especie de reestructuración —dijo Hunt cuando Bryce le devolvió el teléfono—. Lo que sea que eso signifique. El comunicado de prensa no saldrá hasta mañana por la mañana, así que no digan nada.

Las tres mujeres asintieron aunque él tenía la sensación de que Fury no mantendría su palabra. Las personas con quienes trabajaba, los valiosos clientes a quienes servía, probablemente se enterarían antes del amanecer.

Bryce se acomodó el cabello rojo detrás de las orejas puntiagudas.

—¿Cuándo llega Celestina?

—Mañana por la tarde —dijo Hunt y se le cerró la garganta.

Juniper y Fury empezaron a conversar entre ellas, como si quisieran darles algo de privacidad. Bryce detectó su intención y también bajó la voz.

—Eres un hombre libre, Hunt. Ella no puede ordenarte que hagas nada que no quieras hacer —envolvió la muñeca de Hunt con sus dedos cálidos y pasó el pulgar sobre el SPQM tachado—. Tú elegiste reenlistarte en la 33ª. Tienes todos los derechos de un ciudadano libre. Si ella no te agrada, si no quieres servir con ella, entonces no tienes que darle ninguna explicación para irte. No necesitas su permiso.

Hunt asintió con un gruñido aunque todavía sentía el puto nudo en el pecho.

—Celestina puede hacernos la vida muy difícil.

Bryce levantó la mano. La luzastral brilló e hizo que su piel se volviera luminosa. Un borracho idiota cerca de ellos dejó escapar un oooooh. Bryce no le hizo caso y dijo:

—Me gustaría que lo intentara. Yo soy la Superpoderosa y Especial Princesa Mágica Astrogénita, ¿recuerdas? —él sabía que era broma, pero ella apretó los labios—. Yo te protegeré.

—¿Cómo olvidarlo, oh Mágicamente Poderosa y Superespecial… lo que sea que hayas dicho.

Bryce sonrió y bajó la mano. Se había estado reuniendo con Ruhn una vez a la semana para explorar su magia, para aprender más sobre lo que recorría sus venas, el poder de tantos que la alimentaba. Su magia sólo se manifestaba como luzastral, un don puramente hada. No tenía sombras, como Ruhn, ni fuego, como su padre. Pero la fuerza pura de su poder provenía de todos aquellos que habían cedido una gota de su magia a las Puertas a lo largo de los años. Todo combinado para crear una especie de combustible que aumentaba la potencia de su luzastral. O algo así. Bryce había intentado explicarlo, por qué la magia se manifestaba como un talento hada, pero a Hunt no le importaba de dónde viniera siempre y cuando la mantuviera a salvo.

La magia significaba protección en un mundo diseñado para matarla. La protegía de su padre, que bien podría decidir eliminar la amenaza de una hija que lo sobrepasaba en poder, aunque fuera sólo por una fracción.

Hunt todavía tenía dificultad para entender que la mujer a su lado se había vuelto más poderosa que el Rey del Otoño. El poder de Hunt técnicamente seguía siendo mayor que el de ella y el de su padre pero, con el Cuerno tatuado en la espalda, ¿quién podía saber en realidad la magnitud del poder de Bryce? Si atendían a las órdenes de Rigelus de ser discretos, Bryce en realidad no podía ponerse a explorar cómo afectaba el Cuerno a su magia. Además, después de lo sucedido en la primavera… era poco probable que Bryce estuviera tentada a experimentar con el Cuerno de cualquier manera.

Notó que Axtar estaba observando a Bryce pero la mercenaria no dijo nada.

Así que Hunt continuó, a un volumen que indicaba que también quería que Fury y Juniper se enteraran.

—No sé qué signifique este asunto de Celestina, pero los asteri no hacen nada por la bondad de sus corazones.

—Necesitarían tener corazones para hacer eso —susurró Juniper. Era un comentario venenoso poco característico de ella.

Fury bajó la voz.

—La guerra está empeorando en Pangera. Valbara es un territorio clave repleto de recursos vitales. Designar a alguien que, según todos los informes, es benévola parece una estupidez.

Juniper arqueó las cejas. No por lo que estaban comentando sobre los asteri, supuso Hunt, sino porque Fury hubiera mencionado espontáneamente la guerra al otro lado del océano. La mercenaria rara vez hablaba de eso. Lo que había hecho allá. Lo que había visto. Hunt, que había combatido en muchas de esas batallas, tenía una buena idea de ambas cosas.

—Tal vez en verdad quieren un títere —dijo Juniper—. Alguien que sea una figura sin poder para que puedan darles órdenes a todas las tropas de Valbara en el extranjero sin encontrar resistencia.

Fury se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja. Axtar tenía apariencia completamente humana. Pero era definitivamente vanir. De qué raza, de qué Casa, Hunt no tenía idea. Flama y Sombra parecía ser lo más probable, pero no podía adivinar más allá de eso. La mercenaria dijo:

—Incluso Micah podría haberse resistido a una orden así.

El rostro de Bryce palideció al escuchar el nombre de ese bastardo. Hunt reprimió su deseo de abrazarla con el ala. No le había contado sobre sus propias pesadillas, en las que se veía forzado a ser testigo, una y otra vez, de Micah brutalizándola. Todas las pesadillas de ella corriendo por las calles, perseguida por hordas de demonios provenientes de los rincones más oscuros del Averno. Del misil de azufre que iba dirigido hacia ella en la Vieja Plaza.

—Podemos pasar toda la noche tratando de adivinar —dijo Bryce recuperando el control sobre sí misma—, pero hasta que tengas esa junta mañana, Hunt, no sabremos nada. Sólo ve con mente abierta.

—O sea, me estás pidiendo que no busque pleito —respondió con una sonrisa torcida. Fury rio un poco.

Bryce apoyó la mano en la cadera.

—Lo que digo es que no vayas a esa reunión en tu papel de Patán Intimidante. Tal vez podrías intentar algo como Patán Accesible.

Juniper soltó una carcajada y Hunt también rio suavemente. No pudo controlarse y le dio un golpe suave con el ala a Bryce por segunda ocasión en esa noche. Prometió:

—Seré un Patán Accesible entonces, Quinlan.