Ruhn caminaba frente a la televisión de Bryce con el teléfono al oído. Los tatuajes de sus antebrazos se movían debido a la tensión de sus músculos por lo apretado que tenía el teléfono. Pero su voz sonó tranquila y pesada cuando dijo:
—Está bien, gracias por investigar, Dec.
Bryce miró a Ruhn a los ojos cuando colgó el teléfono y supo exactamente lo que iba a decir.
—¿No hubo suerte?
Ruhn se recargó con desgano en los cojines del sofá.
—No. Lo que vimos en el brazo de Sofie no aparece en ninguna parte.
Bryce se acurrucó contra Hunt al otro lado del sofá. El ángel estaba hablando con Isaiah por teléfono. Al llegar a Lunathion, gracias a unas cuantas de las motos acuáticas de la Corte Azul, Tharion fue Abajo a ver a su reina. Era improbable que la Reina del Río supiera lo que significaban los números y las letras tallados en el bíceps de Sofie, pero no perdían nada con preguntar.
Cormac regresó para toparse con treinta mensajes de su padre, que quería saber dónde estaba. Así que había decidido visitar la villa del Rey del Otoño para convencerlo, y así también convencer a su padre, de que había acompañado a Bryce a Nidaros.
Bryce supuso que debería avisarles a sus padres cuál era la historia oficial que estarían usando como coartada, pero no había logrado convencerse de hacerlo aún. Necesitaba tranquilizarse un poco antes de hacerlo, calmar su mente acelerada.
Francamente, era un milagro que la Cierva y sus necrolobos no estuvieran esperándola en el departamento. Que los noticiarios no estuvieran transmitiendo todos sus retratos con un letrero donde se leyera TRAIDORES REBELDES debajo. Pero una revisión superficial de las noticias mientras Ruhn hablaba con Dec no había revelado nada.
Así que Bryce había pasado los últimos minutos esforzándose por teletransportarse del sofá a la cocina.
Nada. ¿Cómo lo había hecho mientras tenía sexo? No tenía clase con Ruhn y Cormac hasta el día siguiente, pero quería presentarse con alguna idea.
Bryce se concentró en los taburetes de la cocina. Aquí estoy. Quiero ir allá. Su magia no se inmutó. Dos puntos en el espacio. Estoy doblando un pedazo de papel para unirlos. Mi poder es el lápiz que perfora el papel y los une…
Hunt dijo:
—Sí. Ember me interrogó pero estamos bien. La pasamos bien —le guiñó a Bryce aunque el gesto bromista no se reflejaba en sus ojos—. Está bien. Nos vemos en la reunión más tarde —dijo Hunt y colgó el teléfono con un suspiro—. A menos que le estén clavando una daga a Isaiah en la espalda, parece que no tiene idea sobre lo que sucedió en Ydra. O que la Cierva nos vio.
—¿A qué está jugando? —preguntó Ruhn mientras movía el piercing de su labio—. ¿En serio no crees que Isaiah pudiera estar fingiendo para convencerte de ir al Comitium más tarde?
—Si quisieran arrestarnos, habrían estado aquí esperándonos —dijo Hunt—. La Cierva se está reservando esto.
—¿Pero por qué? —preguntó Bryce con el ceño fruncido—. ¿Sólo para fastidiarnos?
—¿Honestamente? —dijo Hunt—. Es una posibilidad. Pero si me lo preguntas, creo que ella sabe que estamos… tramando algo. Creo que quiere ver qué haremos a continuación.
Bryce lo consideró.
—Hemos estado tan concentrados en Emile y Ophion y los demonios que olvidamos una cosa clave: Sofie murió en posesión de información vital. La Cierva lo sabía… le tenía tanto miedo que la mató para asegurarse de que esa información muriera con Sofie. Y si no fue tan difícil para Tharion averiguar que Sofie y Danika se conocían e informarnos, estoy segura de que la Cierva también ya lo sabe. Ella tiene hackers a su servicio que podrían haber encontrado los mismos correos entre ambas.
El ala de Hunt le rozó el hombro y se curvó a su alrededor.
—¿Pero esto cómo se relaciona con Danika? Sofie no obtuvo la información hasta dos años después de la muerte de Danika.
—No tengo idea —dijo Bryce y recargó la cabeza contra el hombro de Hunt. Una intimidad despreocupada y tranquilizante.
El sexo en el submarino había alterado su vida. Alterado su alma. Sólo la había… alterado. No podía esperar a volver a hacerlo suyo.
Pero se despejó ese pensamiento de la cabeza cuando Ruhn preguntó:
—¿Hay alguna posibilidad de que esto de alguna manera esté relacionado con el hecho de que Danika estaba investigando su linaje Fendyr? —se frotó la sien—. Aunque no veo cómo algo de esto podría ser información digna de ocultarse porque cambiaría el curso de la guerra o por la cual matar.
—Yo tampoco —dijo Bryce con un suspiro.
Había dormido la noche anterior acurrucada al lado de Hunt en su camastro, entrelazados de extremidades y alas y aliento, pero seguía exhausta. A juzgar por las sombras bajo los ojos de Hunt, sabía que él estaba igualmente cansado.
Tocaron a la puerta y Ruhn se paró para abrir. Hunt la tomó del cabello y tiró un poco de los mechones para que Bryce levantara la vista hacia él. Le besó la nariz, la barbilla, la boca.
—Tal vez esté cansado —dijo como si hubiera percibido sus pensamientos—, pero estoy listo para la segunda ronda cuando tú lo digas.
A ella se le calentó la sangre.
—Bien —le murmuró en respuesta—. Odiaría que no pudieras seguirme el paso a tu avanzada edad.
Ruhn se paró frente a ellos y les dijo:
—Siento interrumpir su festival del amor, pero el Mastín del Averno está afuera.
Baxian no les dio tiempo de prepararse porque entró de golpe detrás de Ruhn, con las alas negras ligeramente abiertas.
—¿Cómo carajos llamaron esa embarcación?
—¿Tú qué estabas haciendo allá? —preguntó Hunt en voz baja.
Baxian parpadeó.
—Asegurándome de que siguieran enteros.
—¿Por qué? —preguntó Ruhn.
—Porque quiero participar —dijo Baxian y se sentó en un taburete.
Bryce tosió y dijo inocentemente:
—¿En qué?
El Mastín del Averno la miró con ironía.
—En lo que sea que hizo que se reunieran con Ophion y luego volaran toda su mierda en pedazos.
Bryce dijo sin inmutarse:
—Pensamos eliminar a Ophion antes de que arruinaran la paz de Valbara.
Baxian resopló con una risotada.
—Sí, claro. Sin apoyo, sin avisarle a nadie.
—Hay simpatizantes de la rebelión en la 33ª —dijo Hunt con firmeza—. No podíamos arriesgarnos a que se enteraran.
—Lo sé —respondió Baxian con la misma tranquilidad—. Yo soy uno de ellos.
Bryce se quedó mirando al metamorfo fijamente y dijo con la mayor calma que pudo:
—Sabes que podríamos llevarle esta información a Celestina. Serías crucificado antes de que anochezca.
—Quiero que me digan qué está sucediendo —respondió Baxian.
—Te lo acabo de decir. Y tú acabas de arruinarte —dijo Bryce.
—Si empiezan a hacer preguntas sobre cómo saben que yo soy simpatizante, ¿crees que alguien les va a creer su cuento de que estaban ahí para salvar a Valbara de los aterradores rebeldes humanos? ¿En especial cuando le mintieron a Celestina y le dijeron que iban a la casa de tus padres? —rio Baxian.
Hunt se había quedado tan inmóvil que Bryce supo que estaba a nada de matar al ángel, aunque no se veían relámpagos centelleando a su alrededor. Baxian continuó:
—Los asteri le permitirán a la Cierva empezar a trabajar en ustedes de inmediato y entonces veremos cuánto tiempo se sostienen esas mentiras bajo sus cuidados.
—¿Por qué no está la Cierva aquí todavía? —preguntó Bryce. No confirmaría nada.
—No es su estilo —dijo Baxian—. Quiere darles suficiente cuerda para que se ahorquen ustedes solos.
—¿E Ydra no fue suficiente? —se le salió a Ruhn.
Bryce lo miró molesta. Su hermano no le hizo caso y conservó su atención letal en Baxian.
—Si tuviera que adivinar, diría que ella cree que la conducirán a lo que quiere.
Ruhn gruñó:
—¿Pero tú qué quieres?
Baxian se recargó en la isla de la cocina.
—Ya les dije. Quiero participar.
—No —dijo Hunt.
—¿Acaso no les advertí ayer? —preguntó Baxian—. ¿No te apoyé cuando vino Sabine furiosa? ¿Le he dicho algo a alguien sobre esto?
—La Cierva juega juegos que duran años —le respondió Hunt como una suave amenaza—. Quién sabe qué estarás planeando con ella. Pero no somos rebeldes, de cualquier manera, así que no hay nada a lo que te puedas unir.
Baxian rio, sin dicha, sin ninguna diversión, y se bajó del taburete de un salto. Se dirigió directo a la puerta.
—Bueno, tarados, cuando quieran respuestas reales, búsquenme —azotó la puerta a sus espaldas.
En el silencio que se produjo tras su salida, Bryce cerró los ojos.
—Entonces… fingimos demencia —dijo Ruhn—. Averiguamos cómo ser más listos que la Cierva.
Hunt gruñó aunque no sonaba convencido. Ya eran dos.
Algo vibró y Bryce abrió los ojos y vio que Ruhn miraba su teléfono.
—Flynn necesita que regrese a la casa. Llámenme si saben cualquier cosa.
—Ten cuidado —le advirtió Hunt pero Ruhn sólo dio unas palmadas a la empuñadura de la Espadastral antes de salir. Como si la espada fuera a servir de algo contra la Cierva.
A solas en el departamento, finalmente solos en verdad. Bryce movió las cejas con un gesto insinuante.
—¿Quieres que nos olvidemos de todo con un revolcón entre las sábanas?
Hunt rio y se acercó para besarle la boca. Se detuvo a unos milímetros de sus labios, lo suficientemente cerca para que ella pudiera sentir su sonrisa, y le dijo:
—¿Qué te parece si me cuentas qué carajos sabes sobre Emile?
Bryce retrocedió.
—Nada.
A Hunt le centellearon los ojos.
—¿Ah, sí? Spetsos casi lo dijo, ¿no? Con sus menciones de serpientes —los relámpagos brillaron en sus alas—. ¿Qué te pasa? ¿Estás loca? ¿Mandar a ese niño con la Reina Víbora?