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La chica mala aprende una lección

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Afortunadamente Lorena era lista y no presentó cargos en mi contra. Ella sabía que se lo había ganado. Dos semanas después de haberla golpeado salí de mi habitación. Érica y yo teníamos planes para ir de compras. Cuando bajamos a la planta baja, pude escuchar voces. Papá estaba hablando con alguien. Detrás de mí Érica me pellizco en el brazo.

“¡Oh por Dios! Es sexy. ¿Quién es?”

Me quité su mano de encima. “Ni idea”, Papá ha estado hablando sobre contratar a otro guitarrista. Ya sabes que corrió a Sebastián”.

“Este chico se ve muy joven como para estar en el grupo de tu papá. Vamos, veamos quién es”.

Entramos en la habitación y los dos hombres se pusieron de pie.  

“Angélica. Me da gusto que estés aquí. Quiero presentarte a John Vargas. El será tu guardaespaldas de ahora en adelante. El irá contigo a todas partes y se asegurará de que nada te pase”.

Miré al hombre. Maldición, estaba muy bueno. “Papá, no creo necesitar una niñera. Sin ofenderlo señor”, le dije a John.

“Después de lo que pasó en el club, yo creo que sí. No habrá discusión. No intentes escapar de él, te encontrará”.

Un escalofrío extraño recorrió mi espalda cuando papá dijo eso. Miré a aquel hombre que no podía ser mucho mayor que yo. Sé que Dios sabía que él era sexy. Su cabello corto no era negro, más bien una mezcla de negro con café, con corte militar. Su piel color olivo era suave, delatando su herencia latina. Pero lo que captó mi atención fueron sus ojos azules. Eran los ojos azules más oscuros que había visto en mi vida. El me miró, recorriendo mis facciones, como si quisiera aprendérselas de memoria.

“Encantado de conocerte, Angélica”, dijo suavemente. Su voz era grave y la manera en que pronunció mi nombre me hizo temblar, y más abajo también.

“Hola,” respondí lentamente. Le estreché la mano. Tuve que contener un suspiro cuando su palma caliente se cerró sobre la mía.

Para no quedarse fuera, Érica también le estrechó la mano. “Soy Érica, la mejor amiga de Angélica. Un placer conocerte”.

John le estrechó la mano, dándole la misma inspección que me dio a mí. Por primera vez en todos los años en los que Érica y yo habíamos sido amigas, tuve celos de que alguien la mirara. Me enojaba que estuviera tratando de llamar la atención de John.

“Encantado de conocerte también”.   Él sacó un par de tarjetas de negocio y nos dio una a todos. Érica frunció el ceño.

“Puede que necesite de tus servicios en algún momento,” dijo ella tímidamente. John le lanzó una mirada a mi padre antes de darle una tarjeta a ella también.

“John, Angélica será tu prioridad, pero ya que está siempre con Érica, te pagaré extra para que cuides de ella también cuando esté con Angélica”, dijo remarcando.  Bien hecho papá, pensé. Él había notado como se encendían los ojos de Érica cuando la incluyó en las tareas de John. Por alguna razón, eso me molestó. No quería que ella intentara algo con esa lindura estoica de ojos azules.

Eso fue suficiente para molestar un poco más a mi padre. “Papi, ¿No crees que ya estoy suficientemente grande para tener una niñera? Digo, me puedo cuidar sola”.

“Obviamente no. Pudiste haber sido arrestada y tuviste la fortuna de que esa mujer no levantara cargos en tu contra”.

“Ella lo empezó. No tenía derecho de hablar sobre mamá”.

Mi papá me lanzo una mirada severa. “Por esa razón John está aquí. Fin de la discusión”. Su voz se suavizo. “No quiero que nada te pase, eres todo lo que tengo”. Miró a John. “Saldré de la ciudad por esta semana. Confió en que estará segura y fuera de problemas”.

John asintió, “Si señor”.

Mmm... John no tenía ni idea para lo que se apuntó. Yo siempre encontraba la manera de romper a las personas y John Vargas era como cualquier otro hombre. Y podía romperlo.

*****

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Jugué mi papel de niña buena por tres días. Me aseguré de decirle a John mis planes para todo el día y el me siguió a todos lados. Era un poco molesto tenerlo siguiéndome todo el día aunque guardara cierta distancia entre nosotros.

De pronto, quise ver si podía romperle su caparazón. Nunca lo había visto sonreír o enojarse. Solo quería ver si podía llegar a él. Entré a una tienda de lencería en el centro comercial. Lo miré por el rabillo del ojo. El único gesto que hizo fue levantar la ceja cuando elegí una prenda de dos piezas que consistía básicamente en un par de lazos verdes. Le lancé una mirada traviesa mientras le daba mi tarjeta de crédito a la mujer. No titubeé cuando me dijo el costo de la prenda y los ojos de John nunca dejaron de mirarme. Me preguntaba si se estaría imaginando como me vería con esa lencería puesta. Lo sabrás pronto papi, pensé.

Espere hasta que Carmen y los demás empleados se retiraran por la noche. Podía escuchar a Jorge y a John hablar en la mesa. Después de un rato Jorge se retiró para ir a dormir. Sonreí. Era momento de hacer mi movida. Espere un poco, tomándome el tiempo para estar lista. Sabía que John estaría en su habitación haciendo ejercicio. El hombre era completamente predecible, haciendo lo mismo todas las noches. Supongo que el entrenamiento militar y de la policía les enseñaba eso. Me miré por última vez en el espejo y me puse mi bata de seda alrededor de mi cuerpo semi desnudo.

Podía escuchar a John golpeando el saco que tenía en su habitación. Él le había dicho a mi papá que el kickboxing lo mantenía en forma y listo para todo. Así que mi padre se lo consiguió. De esa manera, el siempre estaría cerca de mí. Camine descalza y entre silenciosamente por la puerta. John no volteó ni pareció haberme escuchado. Pero yo sabía que él sabía que yo estaba ahí. Él me daba la espalda y admiré su piel bronceada. Mis palmas ardían de ganas de tocarlo. Mientras lo miraba, él se sentó en la banca y se recargó. Flexionando sus dedos, tomó la barra y la levantó. Sus bíceps sobresalían mientras la levantaba y la colocaba cerca de su pecho. Me enderecé y comencé a mojarme mientras nos imaginaba a los dos en esa banca.

De pronto ya era demasiado para mí y me acerque a donde él estaba sentado. Sus ojos azules se cruzaron con los míos. Pero él no estaba sorprendido. Él ya sabía que yo estaba ahí. Eso era tan sexy para mí, saber que él sabía que yo estaba ahí pero que él era demasiado tranquilo o quizás demasiado disciplinado como para dejar mostrar sus emociones. Oh, él iba a ser una bestia en la cama.

Espere a que terminara sus repeticiones y que me pusiera atención antes de hablar. Para mi sorpresa, el no habló, en lugar de eso comenzó otra repetición. Comencé a enojarme por el hecho de que se atreviera a ignorarme. Las personas no me ignoraban. Luchaban por mi atención. Pero John no. Continuó con su ejercicio, levantando la barra hacia su pecho y lentamente retirándola. Está bien, si así quiere jugar, juguemos.

Espere hasta que levantara de nuevo la barra y lentamente me abrí la bata de seda. Lentamente deje que cayera la tela por mis hombros hasta tocar el suelo. John no pestañeó pero sus ojos azules dieron un vistazo a la lencería que tenía puesta. Recorrí mis dedos por las tiras delgadas y deslizándolos por mi piel. Mi otra mano se movía lentamente por mis pechos hacia mi vientre y más abajo, dentro de mis pantis. Aunque sus ojos estaban mirando, John continuó levantando la barra, como si no le importara que una mujer sexy semi desnuda estuviera frente a él. 

Finalmente, decidí que no me importaba y me senté sobre sus caderas en la banca. El no reacción, lo único que hizo fue poner la barra en su lugar. Me incliné hacia adelante y deslice mis dedos por su pecho. “Tienes un cuerpo increíble”, le susurré, dándole una mordida en su barbilla con mis dientes. El aún no se movía. Me hice hacia atrás, mirándolo.

“¿Qué pasa?” I asked. “¿No piensas que soy sexy?”

Su mirada se fue hacia mis pechos y luego a mi rostro. “Eso no me corresponde decirlo”.

“¿Por qué no? Si piensas que soy sexy, entonces dilo. ¿Crees que soy sexy o no?”

“Eres la hija del jefe” respondió. “Y por lo tanto, estas fuera de mi alcance”.

Moví mi dedo por su pecho. “Oh, por favor John. Solo estamos tú y yo. Puedes decirme la verdad”.

Se enderezó, tratando de levantarse. Sentí su bulto en los pantalones presionando contra mí y gemí suavemente, lamiendo mis labios. Él se puso duro. “No puedo”, dijo tranquilamente.

Me moví rápidamente hacia atrás, tocándolo a través de los shorts. “Él me desea”, susurré contra sus labios.

Él no me domina.”

Me reí. “Bueno, ella me domina en este momento. Y te desea”. Me rocé contra él y gemí suavemente.  Tomándolo por la nuca lo acerque a mi pecho. John no se movió mientras moví hacia un lado el brassiere y tenté sus labios contra mis pezones. Sentí el calor por todo mi cuerpo y quería que él dejara de hacerse el difícil y que me hiciera el amor.

“¿Siempre obtienes lo que quieres, verdad princesa?” preguntó.

“Así es”.

Me tomó por las caderas y me levantó. “No esta vez”. Dijo, levantándose.

Yo estaba sorprendida de que me hubiera rechazado. “¿Qué rayos haces? Solo quiero tener sexo”.

“Yo no”.

“¿Cuál es tu problema? ¿Qué no te gustan las mujeres?”

Se encogió de hombros. “Me gustan las mujeres. Pero tú necesitas aprender que no puedes tener todo lo que quieras cuando quieras. La lección número uno comienza ahora".

Y con eso, me sacó de la habitación y cerró la puerta en mi cara. No pude haber estado más sorprendida, aún si me hubiera dicho que era homosexual. ¿Cómo se atrevía a rechazarme? Obviamente él no sabía quién era yo o quién era mi padre. Nunca me había rechazado un hombre. Y aunque estaba enojada por su manera directa de rechazarme, también me intrigaba y me prendía más que nadie. Incluso más que JD, pero eso no excusaba sus acciones.

Me fui a mi habitación, jurando que lo tendría y me metería en sus pantalones. Él podría tener todo ese entrenamiento militar y esas cosas. Pero era un hombre. Y un hombre podría ser derrotado.

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*****

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Al día siguiente no le dije nada a John sobre lo que pasó (o no) entre nosotros. De hecho, no le dije mucho. El me siguió obediente de nuevo al centro comercial. Él no dijo mucho pero podía sentir que me estaba mirando.

Y yo me aseguraría de que mirara. Los shorts que usé eran tan cortos que podrían ser ilegales. Sabía que partes estratégicas de mi anatomía sobresalían y eran visibles cuando me sentaba. Esa era mi intención. Quería que él me notara. Quería que él me deseara.

Cuando regresamos a la casa, subí por las escaleras, John detrás de mí. Ladeé mis caderas tanto como pude mientras subía. El no dijo nada y se fue hacia su habitación. Me estaba volviendo loca. Entré a mi habitación y cerré la puerta de golpe. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué él no tomaba la carnada que le estaba ofreciendo?

“No,” grité.  “No, él no me hará dudar de mi misma. Yo puedo tener a cualquier hombre que quiera. Que se joda John”.

“¿Ah sí?”

Me di la vuelta y lo vi en la esquina de mi puerta. ¿Qué haces aquí? Le dije. “Lárgate”

En vez de eso, entró por completo a mi habitación y cerró la puerta. “No lo creo”.

“Le diré a mi padre y te va a despedir”.

“Claro que sí princesa”.

Me giré para tomar mi teléfono de la mesa, pero John fue más rápido. Me tomó por detrás y me jaló hacia su cuerpo trabajado. Agarrándome de un brazo, me quitó el teléfono y lo tiró a la cama.

“¿Qué estás haciendo? ¡Voy a llamar a mi papá!”

“¿Y qué le vas a decir, Que estás molesta y quieres que me despidan porque no quise hacerte el amor? Meneo la cabeza. “¿Cómo crees que le caerá eso al viejo?”

Él tenía razón.

“Solo déjame en paz ¿Quieres?”

Los labios de John pasaron por mi cuello y sus manos tomaron mis pechos. “No lo creo”.

“Necesitas que te den una lección princesa. No puedes ir por ahí pidiendo que los hombres caigan a tus pies como crees que deberían hacerlo”.

“Esto no es gracioso”.

“No me estoy riendo”.  Me sacó la blusa y después el sujetador. Y no podía evitar tomar aliento cada vez que sus manos tocaban mi carne. Me tocó gentilmente hasta que yo sentía que me volvía loca de deseo.

Estaba tan perdida sintiendo sus manos en mí que no me di cuenta de que había desabrochado mis shorts hasta se habían deslizado hasta mis tobillos. No tuve tiempo de protestar cuando metió dos dedos dentro de mí.

“John,” gemí.

“Vamos a hacer esto a mí manera” murmuró en mi oído. “Con mis términos”.

Gemí más fuerte cuando me puso boca arriba sobre la cama. No perdió el tiempo en poner su boca sobre mis pechos. El calor me pegó más duro que el sol y arqueé mi espalda. Traté de jalarlo hacia arriba para que me besara pero se resistió. En vez de eso me separó las piernas y se hundió entre ellas. Me llegó el orgasmo rápidamente y tan fuerte que acerque mis caderas a sus labios, buscando más placer del que él me estaba dando.

Pero como otras veces, no era suficiente. Yo quería más. “Por favor” susurré. “Estoy ardiendo”.

“Eso es bueno princesa” dijo suavemente. “Estás aprendiendo”.

Y luego, él estaba ahí, tan dentro de mí. Moviéndose rápido y duro, llevándome más lejos de lo que había estado antes. Esta vez mi orgasmo me dejo temblando y sollozando como un gatito en sus brazos.

John me abrazó. “¿Todavía quieres llamar a tu papá?” dijo bromeando y acariciando mi cabello.

Meneé la cabeza. “Creo que hay cosas que la niña de papi necesita guardar en secreto”.

“Buena chica”, murmuró.

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