Es que las ondas de la mar agita
ya la marea equinocial que avanza:
es que el mar, que sus olas necesita
estender ó romper, con infinita
creciente progresion sus olas lanza
más altas cada vez contra la roca;
y allí abre al mar el socabon su boca,
y allí el oleaje al socabon alcanza,
y el mar al eco con su voz provoca:
es que ya entre aire y mar la lid estalla,
y es que el aire que ocupa la caverna
la defiende del mar: por lo que eterna
es del agua y el aire la batalla.
¡Ya la lid se trabó!—Ya la maréa
se desborda en la cueva: el aire grita,
silba, gime y tenaz puja y jadea
prensado sin cesar: el mar se agita
cada momento más: toca, rodéa
y asalta el antro; de encontrar se irrita
al aire en el cabon: con él pelea
bajo la tierra: embravecido ondea,
y olas sobre olas al echar se comba,
y llena el socabon de espuma y ruido:
el eco, entre agua y aire comprimido
cual de prensa neumática en la bomba,
su hálito arrullador convierte en tromba,
su flébil són en infernal rugido.
Bufa el aire furioso: el mar rebrama
y ondas tras ondas en su auxilio llama: montañas de agua sobre el aire arroja:
él reventando de furor se esprita:
dobla su empuje el agua: el aire afloja
sintiendo que por fin se debilita,
y muge con hondísima congoja:
pero por más tenaz que forcejea,
el agua de delante se le quita,
y él por la encañonada chimenea,
fugitivo huracan, se precipita.
¡Dios! Por el fondo del calcáreo embudo
de ciclones con fuerza estremeciendo
la mole inmensa del peñasco rudo,
aire y eco á la vez salen rompiendo
de la atmósfera el tul en cien girones;
haciendo al desgarrarla más estruendo
que el que harian rugiendo cien leones,
cien ballenas un golfo revolviendo
y reventando á un tiempo cien cañones.
De darle con inútil esperanza
caza en el viento, tras del aire lanza
gigante surtidor de agua en espuma
furioso el mar; pero en su altura suma
de su empuje á pesar ya no le alcanza:
y él, vuelto ya de su pavor, se engrie
y, en lo alto, de él y de su afan se rie.
Entonces, alardeando por despecho,
desplega el agua espléndido penacho
de opalino cristal y perlas hecho,
que en cada grieta cóncava ó picacho
saliente, punta ruin ó áspera escama
del cóncavo peñasco, desparrama
rizos, madejas, cintas, trenzas, blondas
y velos mil sin adhesion ni trama;
cuyos hilos fugaces culebréan,
y van á reunirse con las ondas
del socabon por el conducto estrecho,
en donde serpenteando burbujean,
sin conseguir jamás hacerse lecho.
El aire, que la siente bajo tierra
tornarse hirviendo al mar trás la resaca,
detrás del agua al socabon se arroja;
vuelve otra vez á provocarla á guerra:
otra vez del cabon la desaloja
ella: él entra otra vez: otra le saca
el agua y otras mil... y no se aplaca
de aire y agua la horrísona pelea,
de la caverna en el peñasco hueco
hasta que se retira la maréa,
y vuelve al fin del socabon ya seco
á apoderarse el aire con el eco.