LOLA MORA
(1866-1936)
EL ARTE DEL ESCÁNDALO
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Lola Mora tenía 29 años cuando en 1896, llegó a Buenos Aires desde Tucumán. Quería conseguir una beca para perfeccionar sus estudios y lo consiguió: el gobierno argentino le dio una subvención para estudiar pintura en Roma, Italia, una ayuda que era insólita tratándose de una artista mujer.
Lola, nacida Dolores Candelaria Mora Vega e hija de una pareja de la elite local, desembarcó en Europa un año más tarde, donde el célebre pintor Francesco Paolo Michetti la aceptó como discípula y donde pudo desarrollar su talento.
Para entonces, en su Tucumán natal ya había tomado clases con el pintor italiano Santiago Falcucci y sus retratos de personajes encumbrados la habían vuelto una celebridad.
En Roma, fue también alumna del escultor Giulio Monteverde, a quien algunos consideraban “el nuevo Miguel Ángel”, y que la alentó a ser escultora.
Lola fue ganando prestigio y comenzó a moverse con comodidad en círculos de artistas que admiraban su trabajo. Realizó algunas exposiciones e incluso ganó una medalla de oro en la Exposición Universal de París. Sin embargo, aunque le sobraban oportunidades para quedarse, en 1900 regresó a la Argentina. Ya tenía una bien ganada fama, por lo que el gobierno de Tucumán le encargó una estatua de Juan Bautista Alberdi; el de Salta, unos relieves conmemorativos; y ella, por su parte, presentó su proyecto más ambicioso: la Fuente de las Nereidas, que la municipalidad porteña aprobó con la idea de colocarla en la Plaza de Mayo.
Apenas se supo que las estatuas de la fuente mostraban desnudos, estalló el escándalo. Para la pacata sociedad de la época, era inconcebible que una obra semejante fuese instalada frente a la catedral, de modo que la ubicaron en la actual Plaza Colón. Su inauguración, en 1903, convocó a un público ávido por ver la obra que había causado tanto revuelo.
En los años siguientes, Lola continuó recibiendo encargos, varios internacionales y millonarios: Australia le pidió una estatua de la reina Victoria y Rusia otra del zar Alejandro I, aunque la escultora los rechazó porque para realizarlos debía adoptar las nacionalidades de esos países.
Aceptó en cambio hacer un busto del presidente Julio Roca –de quien se dijo que fue amante– y muchas otras estatuas, monumentos y obras para gobiernos provinciales y para el Congreso Nacional. La mayoría, la artista las realizó nuevamente en Roma y las fue entregando en los años siguientes.
Cuando tenía 42 años, en 1909, se casó con Luis Hernández Otero, diecisiete años menor que ella e hijo de un exgobernador de Entre Ríos, con lo que volvió a escandalizar a su entorno. El matrimonio se instaló en Italia pero no duró demasiado: cinco años más tarde, él la abandonó.
Lola se mudó otra vez a Buenos Aires, aunque esta vez nada iba a salirle bien: contrajo deudas, murió su protector, Julio Argentino Roca, con lo que sus adversarios se transformaron también en “enemigos” de la escultora, y en 1915, quitaron sus obras del Congreso de la Nación tildándolas de “adefesios horribles”. Como si algo le faltaba, en 1918, luego de una nueva campaña en la prensa protestando porque la Fuente de las Nereidas, con “esas estatuas completamente desnudas”, estaba demasiado cerca de la Casa Rosada, le pidieron que la trasladase a su emplazamiento actual, en la Costanera Sur, prácticamente fuera de la vista del público.
Cansada de tantas críticas, decidió abocarse a otros proyectos vinculados a la incipiente industria cinematográfica, la minería y el transporte ferroviario, pero ninguno prosperó.
Pobre y enferma, estuvo al cuidado de una sobrina, hasta que en 1935, el gobierno acordó otorgarle una pensión. Ese mismo año sufrió un accidente cerebral que la dejó postrada y que le ocasionó la muerte en 1936, a los 69 años. El 17 de noviembre, día de su nacimiento, es en la actualidad, el Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas.
CUANDO LOLA MORA MURIÓ, EL DIARIO LA NACIÓN PUBLICÓ:
“EL DECIDIRSE POR EL ARTE YA HABÍA SIGNIFICADO UNA PROEZA, RECORDEMOS LA FECHA DE SUS COMIENZOS Y SU ACTUACIÓN INICIAL. MUJER Y ESCULTORA PARECÍAN TÉRMINOS EXCLUYENTES. LOS PREJUICIOS CEDIERON, SOBREPUJADOS POR LA EVIDENCIA DE SU OBRA”.