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TITA MERELLO

(1904-2002)

SE DICE DE MÍ

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“Soy insolente de nacimiento y temperamento. No recuerdo si tuve una infancia precoz. Lo que sé es que fue muy breve. La infancia del pobre siempre es más corta que la del rico”, decía Tita sabiendo de lo que hablaba.

Su infancia no solo fue breve, sino que tuvo de todo menos alegría. Cuando nació, en 1904, sus padres vivían en un conventillo en San Telmo, hasta que a los siete meses, su padre se fue y su madre, una planchadora que necesitaba trabajar para comer, la dejó en un orfanato. Allí quedó Laura Ana Merello, tal el verdadero nombre de Tita, juntando miedo y tristeza, hasta que un tío vino a buscarla.

El hombre se la llevó al campo, donde la pequeña Tita trabajó a la par de la peonada, solo por casa y comida.

A nadie se le ocurrió mandarla a la escuela, así que cuando más tarde Tita volvió a Buenos Aires, no sabía ni leer ni escribir.

En 1920, con apenas 15 años, empezó a trabajar como corista en locales de mala muerte donde descubrió que cantar, bailar y mostrar las piernas, ser bataclana, como ella misma decía, no solo se le daba bien, sino que le servía para pelearle mejor al hambre. También tuvo la suerte de encontrar a un amante que, con paciencia, le enseñó a leer lo básico.

Su impresionante figura y su inconfundible voz, le permitieron llegar a los teatros de revistas de prestigio, donde le dieron la oportunidad de cantar su primer tango. El público y los críticos reconocieron enseguida el talento de esa chica con aires de arrabal, y su suerte comenzó a cambiar. En alguna función tuvo, incluso, un espectador de lujo como Carlos Gardel, que la alentó a seguir con su carrera.

Tita no quería quedar anclada en el papel de milonguera. Por eso, cuando en 1930 le ofrecieron actuar en una obra dramática, aceptó el desafío. Su actuación confirmó sus dotes para el género, por lo que desde entonces, desordenadamente y bien “a la que te criaste”, según era su estilo, siguió actuando en los escenarios de la revista porteña y en obras de teatro, haciendo radio y presentándose como cantante, a lo que le sumó un papel en Tango, la primera película sonora del cine argentino, que fue un gran un éxito.

En todos los escenarios, Tita brillaba. Era una figura popular, reconocida en Latinoamérica, que no se presentaba como una frágil mujercita, sino como una muñeca brava de lengua filosa y carácter indomable. Frontal y peleadora si era necesario, en las películas y obras que hacía, representaba mejor que nadie a las mujeres del pueblo, a las trabajadoras, las sufridas, las madres solteras. Por todo eso, la gente la quería, y para ella, que había padecido la falta de afecto, todo ese cariño era una bendición.

Tita misma contó que por su vida habían pasado varios hombres, pero su gran amor fue el actor Luis Sandrini, con quien en 1942 inició una relación apasionada y una convivencia sin papeles.

En 1948, Sandrini tenía que viajar a filmar a España y quería que Tita, como siempre, lo acompañase, pero ella decidió quedarse para protagonizar Filomena Marturano, lo que determinó el fin del romance.

La obra la consagró definitivamente como actriz y le posibilitó protagonizar luego grandes películas. Sin embargo, ella no pudo disfrutarlo porque estaba destrozada por la ruptura con Sandrini, de la que nunca pudo recuperarse del todo.

Por su origen y actitud, a Tita se la consideró peronista, así que cuando Perón fue derrocado, comenzó a ser perseguida y ya no pudo trabajar. Se exilió en México y en los 70, volvió al país y a las pantallas. A partir de entonces, además de hacer varias películas, participó y condujo programas de televisión que le permitieron acercarse a nuevas generaciones de argentinos.

Cuando el cuerpo comenzó a fallarle, “Tita de Buenos Aires” vendió su casa, donó el dinero al Hospital de Niños y se instaló en la Fundación Favaloro, donde murió en 2002, a los 98 años.

Tita sigue brillando en el cielo como una estrella, ya que desde 2016, en su honor, un satélite argentino lleva su nombre.

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“ME COSTÓ TRABAJO APRENDER A VIVIR, PERO APRENDÍ A VIVIR, A LEER, A PENSAR POR MI CUENTA. SI FUERA VERDAD QUE LA INTELIGENCIA SE DESARROLLA MEJOR CUANDO ENCUENTRA RESISTENCIA, YO TENDRÍA QUE SER LA MUJER MÁS INTELIGENTE DEL MUNDO. FUI RESISTIDA Y RESISTENTE”.

TITA MERELLO