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EVA PERÓN

(1919-1952)

EN SU LABERINTO

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Eva tenía una sensibilidad especial para la injusticia. Por eso, cuando a los 15 años llegó a Buenos Aires desde Junín con la idea de ser actriz y figurar en las revistas, la ciudad no solo le pareció enorme, sino también tremendamente injusta.

La vida en la capital no le resultó fácil, pero ella no iba a darse por vencida así como así. Desde que había nacido en 1919, en Los Toldos, una pequeña localidad en la provincia de Buenos Aires, había aprendido a enfrentar las dificultades. Su padre, Juan Duarte, tenía una familia “oficial”, paralela a la que tenía con su madre Juana. La pareja había tenido varios hijos a los que Duarte había reconocido, a excepción de Eva, a quien no le dio ni siquiera el apellido, lo que la hizo cargar con el peso de ser “ilegítima”.

Fueron muchas las puertas que golpeó y las concesiones que Eva tuvo que hacer en Buenos Aires para conseguir que le dieran algún papel en el teatro y en la radio. Hasta que por fin logró tener un programa propio y actuar en varias películas. Eso le permitió mejorar sus condiciones contractuales y también determinó que en enero de 1944, la convocaran junto a otras figuras del espectáculo para participar de un festival benéfico en ayuda a las víctimas del fatal terremoto de San Juan.

Allí conoció a Juan Domingo Perón, con quien comenzó a compartir la vida e inició una relación amorosa que pasaría a la historia.

Cuando en 1946, Perón fue electo presidente de la nación, Eva decidió tomar un rol activo y ocuparse de los más necesitados. Se suponía que en su carácter de primera dama, iba a poder realizarlo como presidenta de la Sociedad de Beneficencia, pero las señoras de la oligarquía porteña se lo impidieron con el pretexto de que era demasiado joven. Eva entendió de inmediato el mensaje y decidió crear su propia fundación.

En 1947, consiguió que se sancionara la ley del voto femenino y al siguiente inauguró la Fundación Eva Perón con el propósito de brindar verdadera asistencia social a los más humildes, especialmente a las mujeres, los niños y los ancianos. A través de sus gestiones, se ocupó de dar trabajo y viviendas, y de construir hospitales, escuelas, asilos y hogares en todo el país. Eva se ganó así la devoción de los desamparados e incrementó el odio que ya le tenían las clases acomodadas. En 1951, los sindicatos le pidieron que se presente en las elecciones junto con Perón, como candidata a vicepresidente. Pero para los sectores más conservadores, era inaceptable que una mujer ocupase ese cargo, de modo que presionaron sin descanso hasta que Evita, inducida por Perón, finalmente renunció “a los honores pero no a la lucha”. Para entonces, además, ya estaba gravemente enferma.

El cáncer de útero que padecía siguió avanzando, dejándola casi postrada, pero el 4 de junio de 1952, se puso un arnés metálico y acompañó a su marido en su segunda asunción como presidente.

Esa fue su última aparición pública. El 26 de julio de 1952, la cadena nacional anunció que la señora Eva Perón, jefa espiritual de la nación, había fallecido a la edad de 33 años.

El pueblo desconsolado se dio cita en las calles para despedirla y ser protagonista del velatorio más imponente de la historia argentina. En los años siguientes, su cuerpo embalsamado fue secuestrado y sufrió innumerables vejaciones, hasta que finalmente pudo ser recuperado y devuelto a Perón. La dictadura cívico-militar de 1976 dispuso que Evita fuese enterrada en el Cementerio de la Recoleta, un lugar no muy apropiado para la “abanderada de los humildes”, que todavía es venerada por los más necesitados.

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“CONFIESO QUE TENGO UNA AMBICIÓN, UNA SOLA Y GRAN AMBICIÓN PERSONAL: QUISIERA QUE EL NOMBRE DE EVITA FIGURASE ALGUNA VEZ EN LA HISTORIA DE MI PATRIA”.

EVA PERÓN