PIRÍ LUGONES
(1925-1978)
UNA MUJER HERIDA
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“Hola, soy Pirí Lugones, la nieta del poeta e hija del torturador”, decía Pirí para presentarse. Era una provocación y un intento por quitarle dramatismo a la trágica historia de su familia.
Susana “Pirí” Lugones había nacido en 1925 en Buenos Aires, y ya en su infancia padeció una enfermedad que la dejó renga para siempre.
Pirí era nieta de Leopoldo Lugones, “el poeta de la patria”, pero también un declarado fascista que en 1924, dio los fundamentos ideológicos y políticos para el golpe de Estado de 1930.
A los 52 años, estando casado y habiendo cantado loas a la fidelidad conyugal, Lugones se enamoró de Emilia Cadelago, una estudiante de 25 años que se convirtió en su amante. Un “comisario” interceptó las encendidas cartas que el poeta le escribía a la muchacha, y se las llevó a los padres. Amenazada por el comisario, la joven terminó su relación con Lugones.
En 1938, deprimido y acosado, el escritor se refugió en el Tigre y se envenenó bebiendo whisky con cianuro.
El comisario que le había contado todo a la familia de Emilia, y lo había amenazado con denunciarlo como insano, era nada menos que su propio hijo, Leopoldo “Polo” Lugones, padre de Pirí.
La historia de Polo es incluso más oscura que la de su padre. El hombre era comisario “político” y quien comenzó a utilizar la picana eléctrica —que se usaba para mover a las vacas— para torturar a los detenidos.
Fue violento también con Carmen Aguirre, su esposa y la madre de Pirí, quien lo abandonó. Pero esto no iba a poner fin a los sufrimientos de Pirí, porque cuando tenía 12 años, su madre se casó en segundas nupcias con el neurólogo Marcos Victoria, que abusó de ella durante años.
Ninguno de estos espantos impidió que Pirí se recibiera de maestra e ingresara en la Facultad de Filosofía y Letras. Por esos años, se casó con Carlos Peralta, escritor y humorista, con quien tuvo tres hijos y del que se separó en 1958.
Pese a haber crecido rodeada de perversos y represores, Pirí tenía un irónico sentido del humor y una deslumbrante inteligencia que la transformó en una referente de la vida intelectual y artística de Buenos Aires.
En 1959 viajó a Cuba con Rodolfo Walsh, con quien convivió algunos años, para participar en la fundación de la agencia Prensa Latina.
Para entonces, ya era una ferviente guevarista, luchaba contra el sometimiento de las mujeres y pregonaba el amor libre.
Como periodista, Pirí trabajó en La Opinión, Siete Días y Crisis, entre otros medios importantes, y fue también editora y traductora en la vanguardista editorial de Jorge Álvarez.
En 1971, ese padre al que siempre despreció, se suicidó. Dos meses más tarde, a los 20 años, víctima de una profunda depresión y siguiendo lo que era ya una tradición familiar, su hijo Alejandro se colgó de un árbol en el Tigre, muy cerca del recreo donde se había suicidado su bisabuelo.
Golpeada, pero cada vez más comprometida políticamente, Pirí se sumó a las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) y empezó a trabajar en el diario Noticias. Cuando las FAP se fusionaron con Montoneros, Pirí se incorporó a la lucha armada. Por esos años, ya estaba en pareja con Carlos Collarini, médico ginecólogo y también militante.
Con el golpe de Estado de 1976, pese a que desaparecían muchos de sus compañeros y que tenía más de 50 años, Pirí no quiso irse.
En 1977, fue secuestrada y trasladada a un campo de concentración donde fue salvajemente torturada, cuentan que decía: “Ustedes no saben torturar, torturador era mi viejo”. Pirí fue asesinada el 18 de febrero de 1978, exactamente el mismo día pero cuarenta años después del suicidio de su abuelo. Las dos muertes no se emparentan ni hay maldición familiar que pese, porque Pirí fue una de las muchas víctimas del terrorismo de Estado, que no pudieron elegir nada.
“¿TRABAJADORA? MUCHO. MELANCÓLICA, QUIZÁS, EN SUS MOMENTOS BAJOS. VALIENTE, POR SUPUESTO Y TAMBIÉN LÚCIDA E INTENSA. AÑADIRÍA POR SU HISTORIA, SUS PENAS, LAS MUERTES Y VIOLENCIAS QUE SUFRIÓ A LO LARGO DE SU VIDA, QUE TAMBIÉN ERA UNA PERSONA HERIDA”.
PIRÍ POR SU HIJA, TABITA PERALTA LUGONES.