Las normas del Libro de estilo son de obligado cumplimiento para todos los cargos y redactores del periódico, y nadie estará exento de esta normativa.
ADVERTENCIAS DE USO
Los criterios aplicados en los diccionarios de palabras y de abreviamientos (siglas y acrónimos) derivan de la parte teórica que los antecede.
No hay que olvidar que se trata de un libro de estilo, no de un diccionario de uso o una obra de aplicación general. Sólo es normativa para los periodistas de EL PAÍS, con el objetivo de conformar un estilo común de sus productos. Muchos términos desechados aquí son correctos en cualquier otro ámbito.
A diferencia de lo que ocurre en otros diccionarios, en el presente léxico no se sitúa siempre la explicación o definiciones de una palabra en la forma cuyo uso se prefiere, sino en la que se supone será buscada por un periodista en primer lugar, a fin de facilitarle el trabajo y ganar en rapidez.
Eso lleva a que, en ciertos casos, las definiciones aparezcan repetidas, y algunos vocablos en dos lugares. Por ejemplo, ‘birdie’ tiene entrada propia pero también figura en la entrada ‘golf’.
Los principios más importantes del vocabulario están basados en la elección de términos españoles frente a los extranjerismos que van entrando en el lenguaje de políticos, economistas, deportistas o periodistas, pero que tienen equivalente en español; en la adopción como palabras normales —escritas en redonda— de vocablos creados recientemente que son de uso extendido —por ejemplo, ‘sida’, ‘sídico’, ‘ovni’, ‘porro’, ‘canuto’, ‘láser’— y en la necesidad de no emplear nunca expresiones técnicas o excesivamente cultas que resulten ajenas al lector.
Los nombres de ciudades extranjeras se escribirán en español si tienen traducción a este idioma, salvo las excepciones recogidas en el siguiente diccionario.
El uso de la cursiva en este vocabulario es restrictivo: se reserva para palabras de otro idioma cuyo uso se admite (‘striptease’, ‘yuppies’, ’green’...), para términos de significado diferente al habitual (los ‘tiburones’ de la Bolsa, un ‘camello’ de cocaína, ‘mi amigo me vendió muy buen chocolate’) y para algunos neologismos.
En cuanto a las letras, las expresiones se han ordenado sin entender como letras independientes la ch y la ll. Este sistema del presente Libro de estilo tiene dos razones: que un diccionario debe ordenar letras, y no sonidos; y que permite una mejor clasificación de las palabras de otros idiomas. Así, por ejemplo, la ç figura ordenada como una c (así sucede en el caso de la palabra calçots). No obstante, y al margen del orden establecido para este vocabulario, la ch sigue considerándose una letra más del alfabeto español, y de ese modo deberá emplearse en las siglas (por ejemplo, PCCh para Partido Comunista Chino).
Algunas palabras se han incluido en este diccionario no precisamente para que se usen, sino para orientar al redactor sobre su significado de modo que pueda encontrar una alternativa mejor. Especialmente cuando haya de manejar textos escritos en otros idiomas y en los cuales una transcripción literal pueda inducir a equivocaciones.
Un término ‘no debe usarse’ cuando esté a cargo del redactor o editor. Las palabras cuyo uso se prohíbe en este Libro de estilo sí pueden utilizarse si están contenidas en una declaración textual hecha en español o castellano y van en un entrecomillado. En ese caso, se escriben como queda indicado en la entrada correspondiente. Lo mismo sucederá con las colaboraciones de opinión escritas por personas ajenas al diario. Ahora bien, en los textos informativos conviene explicar todo término confuso o poco conocido, aunque figure en una cita. Por ejemplo, si un político habla de que ‘el proyecto incurrió en un sobredimensionamiento’ se debe reproducir así esa palabra prohibida por estas reglas de estilo, pero también se puede explicar a continuación: ‘Tras referirse a ese exceso, Fulano de Tal añadió...’.
Un término ‘se prefiere’ a otro cuando es el que ha de utilizarse como primera o única referencia; pero ello no impide que en referencias posteriores del mismo artículo se emplee el menos aconsejado, si queda claro que se usa como sinónimo y no induce a error; y siempre que no se trate de meras alteraciones ortográficas (en ese caso, ha de plasmarse siempre con la misma grafía). Por ejemplo, se prefiere ‘jerga’ frente a ‘argot’; pero esta última voz se puede utilizar si aquella se ha escrito ya varias veces. Ahora bien, un mismo texto no puede contener ‘ucranio’ y ‘ucraniano’, ni ‘omóplato’ y ‘omoplato’ (aunque todas esas formas resulten correctas), sino solamente ‘ucranio’ y ‘omóplato’ porque son las grafías que prefiere EL PAÍS.
No siempre se explica en cada entrada el motivo de esa elección, pues generalmente las razones se derivan del capítulo correspondiente situado en la primera parte del presente Libro de estilo. A veces se trata de criterios etimológicos, o de mayor tradición en el propio periódico o simplemente más cortos.
Las palabras que aparecen en negrita dentro de una definición tienen una entrada propia en el presente diccionario.