Un libro de estilo no es una gramática ni un diccionario al uso. Es simplemente el código interno de una Redacción de cualquier medio informativo, que trata de unificar sistemas y formas expresivas con el fin de dar personalidad al propio medio y facilitar la tarea del lector en el caso de los periódicos. Por eso nadie debe ver en esta segunda edición del Libro de estilo de EL PAÍS un intento de aportaciones novedosas al campo de la lingüística o de la gramática, ni se debe asombrar de las lagunas evidentes que para un lector de la calle el libro ofrece.
La redacción del Libro de estilo de EL PAÍS es el fruto de la experiencia de casi cuatro años de periódico y ha sido elaborada por un amplio equipo de periodistas responsables de las áreas informativas del diario. No sería de justicia, sin embargo, no mencionar aquí la tarea ímproba de Julio Alonso, redactor jefe de EL PAÍS, que ha coordinado los trabajos, ordenado y sintetizado el diccionario y aportado numerosas sugerencias.
Este manual ofrece aún, sin duda, numerosos defectos —aunque se han corregido muchos de los que se apreciaban en su primera edición de 1977— y de ninguna manera creemos por eso que pueda considerarse un texto definitivo. A la postre, la propia dinámica del periódico seguirá indicándonos fallos y proponiendo nuevas soluciones a los problemas con que nos encontremos. Pero, en tanto la edición no sea revisada, el libro es de obligado cumplimiento para todos los redactores de EL PAÍS, y se recomienda a los colaboradores que no desprecien las normas en él establecidas. Por lo demás, creemos también que este trabajo, destinado exclusivamente a facilitar la tarea de los periodistas de nuestro diario, puede ser de alguna utilidad en las facultades de Ciencias de la Información y en los centros de preparación de profesionales y de investigación sobre la prensa.
El libro se compone de dos partes claramente diferenciadas. Una primera donde se exponen las normas de redacción, tanto en lo que se refiere a sistemas de trabajo como a la preparación y presentación de originales. Nuevamente es preciso señalar que no pensamos que las convenciones o soluciones a las que se ha llegado para resolver problemas concretos —formas de titular, puntuar, etcétera— sean las mejores, en abstracto, ni sienten tipo alguno de doctrina. Son, en cambio, las que nos han parecido más adecuadas a las características de nuestro periódico y más útiles para nuestros lectores.
La segunda parte está compuesta básicamente por un diccionario de siglas, palabras de significado dudoso o ambiguo y un gran número de expresiones en idiomas distintos al castellano, con las que no pocas veces tienen que lidiar los periodistas, sin más ayuda que los diccionarios de uso común, poco familiarizados con las técnicas y la jerga del periodismo y llenos de lagunas en lo que se refiere a nombres de organismos extranjeros o internacionales. Se incluyen también, en un apéndice, tablas de equivalencias de medidas, los signos de corrección más usuales y otros datos de utilidad.
Por último, debemos aceptar que, aun siendo el libro de obligado cumplimiento para la Redacción de EL PAÍS, el error humano y nuestros propios defectos de organización ocasionarán, sin duda, dificultades y fallos en ese mismo cumplimiento. Pensamos, no obstante, que una aplicación rigurosa del libro eliminará un altísimo porcentaje de los errores cometidos por EL PAÍS, y no sólo no rechazamos, sino que anhelamos vivamente la colaboración de cuantos en este terreno quieran ayudarnos.
JUAN LUIS CEBRIÁN
Director de EL PAÍS
Marzo de 1980