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La mujer, el sabio y el ignorante

 

 

Las viejas crónicas relatan la historia de una hermosa mujer, tan perversa como caprichosa.

Aquella doncella se enamoró de un hombre sabio y de buenos sentimientos.

Y cierta noche, sentados a la orilla de un río, la mujer descubrió en el agua el reflejo blanco y redondo de la luna. Y presa de uno de sus caprichos, pidió al hombre que le trajera aquel reflejo.

El sabio, desconcertado, trató de razonar, exponiéndole lo absurdo de sus pretensiones. Pero la mujer insistió una y otra vez, pasando de las zalamerías a las lágrimas y los reproches. Tanta fue su insistencia que el noble sabio se arrojó al río en busca del ondulante reflejo de la luna.

Y cuentan las crónicas que pereció en el empeño.

Algún tiempo después, aquella bella mujer volvió a enamorarse. Esta vez, de un hombre idiota, cruel y de torpes instintos.

Y sucedió que una noche, sentados a la orilla de aquel mismo río, la enamorada vio de nuevo el reflejo de la luna sobre la superficie de las aguas.

Deseando poseerlo sugirió a su amante que le gustaría conseguirlo. Y aquel hombre, tomando a la mujer en sus brazos, la arrojó al río.

(En verdad, las mujeres pueden con los hombres sabios. El ignorante, en cambio, puede con ellas.)

 

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