EPÍLOGO

En la escuela tuve un profesor de matemáticas y ciencias que ejerció una poderosa influencia en mi vida. Me sacó de la última fila del aula y me motivó para buscar la excelencia. En el instituto se lo recompensé suspendiendo la geometría, dos veces. Simplemente, no podía asimilar el material por mí mismo y no tenía el lujo de un gran profesor para apoyarme como necesitaba. Con el tiempo, en la universidad, logré entenderlo. Pero fue un recorrido frustrante. Ojalá hubiera tenido entonces un libro como este.

Avancemos una década y media. Mi hija convirtió los deberes de matemáticas en una forma de tortura sobre la cual Dante no se habría atrevido a escribir. Chocaba con una pared una y otra vez. Cuando, finalmente, dejaba de llorar, empezaba de nuevo y tarde o temprano hallaba la solución. Pero nunca conseguí que simplemente lo dejara un rato y volviera a empezar sin ponerse dramática. Le dejé este libro para que lo leyera. Lo primero que dijo fue: «¡Ojalá hubiera tenido este libro cuando iba a la escuela!».

Los científicos han aportado una larga serie de consejos potencialmente productivos acerca del estudio. Desgraciadamente, dichos consejos raramente han sido comunicados de forma que el estudiante medio pudiera asimilarlos y usarlos con sencillez. No todos los científicos tienen gancho comunicativo, ni todos los escritores tienen una buena comprensión de la ciencia. En este libro, Barbara Oakley resuelve el problema. Su uso de vívidos ejemplos y sus explicaciones de las estrategias revela no solo lo útiles sino también lo creíbles que son esas ideas. Cuando le pregunté a mi hija por qué le gustaban los consejos del libro, a pesar de que le había mencionado algunas de las técnicas cuando estaba en la escuela secundaria, dijo: «Te explica el porqué y tiene sentido». ¡Otro golpe a mi ego como padre!

Ahora que has leído este libro, se te han expuesto algunas estrategias simples pero potencialmente poderosas. Estrategias, por cierto, que pueden beneficiarte no solo en las matemáticas y las ciencias. Como has descubierto, dichas estrategias se han desarrollado a partir de considerables indicios acerca de cómo funciona la mente humana. La interacción entre las emociones y el conocimiento, aunque raramente se expresa en palabras, es un componente esencial de todo aprendizaje. A su propia manera, mi hija subrayó que estudiar no se reduce a las estrategias. Tienes que estar convencido de que pueden funcionar realmente. Las pruebas claras y convincentes que has leído en este libro deberían darte confianza para intentar usar técnicas sin la duda y la reticencia que a menudo sabotean nuestros mejores esfuerzos. Desde luego, el aprendizaje es empírico a un nivel personal. Las pruebas definitivas llegarán cuando evalúes tu rendimiento y actitud tras aplicar seriamente estas estrategias.

Ahora soy profesor de universidad y he aconsejado a miles de estudiantes a lo largo de los años. Muchos intentan evitar las matemáticas y las ciencias porque «no se les dan bien» o «no les gustan». Mi consejo para ellos ha sido siempre el mismo que di a mi hija: «Haz que se te den bien y luego piensa si todavía quieres dejarlas». Ante todo, ¿no se supone que el aprendizaje consiste en adquirir habilidad en cosas que te plantean un reto?

¿Recuerdas lo difícil que fue aprender a conducir? Ahora es casi automático y te da una sensación de independencia que valorarás durante toda tu vida adulta. Con una mentalidad abierta a estrategias como las de este libro, los estudiantes ahora tienen la oportunidad de pasar de la ansiedad y la evitación hacia la maestría y la confianza.

Ahora te toca a ti: ¡Mejórate a ti mismo!

DR. DAVID B. DANIEL,

profesor del departamento de Psicología

de la Universidad James Madison