Prólogo

 

DEME UNA buena razón por la que debería ayudarlo.

El hombre sentado frente a él se encogió levemente de hombros. Parecía ser una persona orgullosa y a Nick no le hizo ninguna gracia tener que presionarlo, pero necesitaba saber cuál era el fondo del asunto y dar vueltas sobre el tema no haría que él estuviera a la altura de las circunstancias.

–¿Señor Broomfield?

–No puedo… no puedo darle una razón. Ni siquiera sé por qué estoy aquí… –volvió a encogerse de hombros.

–¿Entonces por qué vino a verme?

–Gerry me dijo que así lo hiciera. Gerry Burrows… el año pasado usted lo ayudó.

–Lo recuerdo. Compramos su compañía.

–Oh, hizo más que eso. Le salvó la vida. Él estaba destruido y su mujer a punto de abandonarlo. Usted le dio un giro a su vida.

Aquel hombre también parecía estar necesitado de ayuda. Nick se preguntó cuántos amigos más tendría Gerry Burrows que estuviesen desesperados.

–Gerry Burrows tenía un negocio que merecía la pena comprar. Todavía no conozco nada sobre usted o su negocio. Ni siquiera sé lo que quiere de mí, así que por qué no me empieza a contar lo que tiene en mente.

La carcajada que emitió Andrew Broomfield fue amarga y llena de desprecio hacia sí mismo.

–Ni siquiera me he parado a pensar tanto…

–Entonces tal vez debería hacerlo. Si le voy a ayudar, señor Broomfield, necesito una razón para hacerlo.

–No hay ninguna buena razón. Sólo un loco lo haría. Nosotros nos dedicamos a comprar y vender empresas en quiebra, de todas las clases. Estaba marchando bastante bien, pero compramos varias tiendas para ver si podíamos vender al por menor y todo empezó a marchar muy mal. Ahora todas están hipotecadas. Yo debería haber salvado la situación, pero me ha sido imposible. Si no encuentro a alguien que intervenga nos declararán en suspensión de pagos. Sólo nos queda un activo, que no es suficiente para solventar todo esto.

–Quizá sea lo mejor.

–No –dijo el señor Broomfield, cerrando los ojos–. Para mí sí sería lo mejor; es lo que me merezco. Pero mi mujer está embarazada y nos acaban de decir que algo raro le pasa al bebé y que va a necesitar ser operado varias veces, empezando desde el mismo momento en que nazca. Mi mujer no sabe nada de que el negocio está en crisis. No le puedo hacer eso… hacerle que se quede sin casa justo antes de que nazca el bebé. Pero no veo ninguna manera de salir del embrollo…

Aquel hombre había tocado el tema que más le afectaba a Nick. No parecía que todo aquello hubiese sido calculado, parecía como si le hubiese salido del corazón.

–¿Quedarse sin casa? –quiso saber Nick.

–Fui un idiota y puse la casa como garantía. No es gran cosa… es sólo una pequeña casa adosada de tres dormitorios. Pero es nuestro hogar y no se lo puedo arrebatar…

Nick se quedó mirando a aquel hombre. Sabía que las emociones se estaban apoderando de él.

–Cuénteme sobre el activo que le queda.

–Es sólo un antiguo colegio casi en ruinas, con una capilla abandonada. Lo compré hace un par de años. El año pasado obtuvimos el permiso para reformarlo; deberíamos haberlo vendido entonces, pero pensé que le sacaríamos más partido si lo reformábamos nosotros, pero no tuve en cuenta el coste que implicaba la reforma.

–Así que ya ha comenzado a reformarlo.

–Sí, pero nos hemos quedado sin dinero. No podemos ni siquiera pagar al constructor.

–¿De cuánto dinero estamos hablando? –preguntó Nick.

–No estoy seguro… millones. Probablemente cientos de millones.

Nick asintió con la cabeza, preguntándose cómo aquel hombre se habría endeudado tanto sin saber siquiera la cifra exacta. Imaginaba que ésa sería la razón.

–Y los demás endeudamientos que tiene su negocio, ¿a cuánto ascienden?

–Más o menos la misma cantidad… o quizá más. El negocio tiene muchos problemas, pero tal vez usted pueda arreglar algo. Si pudiera vender las tiendas, con lo que le dieran casi podría pagar la hipoteca. Pero llevaría tiempo y eso es lo que precisamente no tenemos. El solar es en realidad lo que tiene valor. Pero para serle sincero, ahora vale menos que cuando lo compramos.

A Nick le gustaba la sinceridad y nadie podía acusar al señor Broomfield de intentar esconder algo. Estaba siendo enormemente sincero, aunque ello suponía ir contra sus propios intereses. Pero para Nick aquello funcionaba. Hasta cierto punto.

–Está bien. Dentro de un par de días, cuando vuelva de Nueva York, intentaré encontrar un hueco para ir a ver el solar… mientras tanto quiero que me documente las cantidades exactas del endeudamiento y la cartera de clientes de su negocio.

–Si sólo pudiera quedarme con la casa…

–No estoy prometiendo nada. Yo voy a hacer esto por caridad, señor Broomfield… haré lo que pueda.

 

 

–¿Tienes idea de lo que vas a comprar?

Nick se quitó la chaqueta y la dejó caer sobre la silla de su escritorio mientras observaba la cara de incredulidad de su asistente personal.

–¿Me quieres explicar de qué estás hablando?

Tory suspiró y se sentó en una silla.

–El acuerdo con Broomfield… el solar para construir.

–¿Qué pasa con eso? –dijo Nick–. Según ha dicho él, se trata de un destartalado colegio antiguo. Nada especial, pero tiene potencial.

–¿Nada especial? –Tory resopló–. Supongo que no les has echado un vistazo a los planos que te mandé por fax, ¿no es así?

–Soy culpable –confesó Nick, sonriendo.

–Lo suponía. Los destartalados edificios que componen el colegio son de estilo victoriano y se construyeron simulando una villa italiana. Es cierto que hay algunas partes que necesitan ser derribadas, pero nada más. Incluso ya se han caído ellas solas. El resto es una joya. ¡Por el amor de Dios! Está frente al mar, en una excelente zona residencial, en Yoxburgh, Suffolk. Por lo menos podrías mostrar un poquito más de interés.

Nick conocía Yoxburgh… cuando era niño solía ir allí y su madre, en aquel momento, vivía muy cerca.

–Has dicho algo de los planos –le recordó a Tory, mirando la carpeta, pensativo.

–Oh, sí. Planos detallados y permisos para remodelarlo y convertirlo en apartamentos y viviendas familiares. Aquello es una mina de oro y está a punto de ser tuyo… si tienes un poco de sentido común.

–¿Sabemos algo sobre el constructor?

–Sí… tiene una empresa de construcciones por la zona. Se llama George Cauldwell. Aparentemente tiene una reputación excelente. Ha estado en el negocio de la construcción durante años y no he podido encontrar ningún cliente insatisfecho. Si tuviera tanto éxito como con sus otros proyectos, sería muy interesante y merecería la pena pagar una fortuna por él. Alguien está siendo muy descuidado… o no tienen ni idea de lo que vale aquel terreno.

–Yo diría que alguien está muy desesperado –Nick pensó en Andrew Broomfield, en su esposa y en el bebé de ambos y sintió un poco de alivio al pensar que quizá, sólo quizá, pudiesen salir de la situación en la que se encontraban. No merecía la pena comprar el negocio de Broomfield, así que el solar tendría que ser realmente maravilloso para justificar hacer un gesto tan altruista.

–¿Por casualidad son ésos los planos? –preguntó Nick, señalando la carpeta.

Tory se la acercó y él sacó los planos y los puso sobre su escritorio; entonces se dio cuenta de la trascendencia del acuerdo.

–Les voy a echar un vistazo –dijo, volviendo a poner los planos en la cartera–. … a ver si puedo entusiasmarme con ello.

–Bien. Programaré una reunión…

–No. Ahora me marcho.

–Pero habías quedado para comer con Simon Darcy…

–Tú te puedes ocupar de eso. Simon te adora… simplemente no le dejes que te convenza de que vayas a trabajar con él, eso es todo lo que pido. No necesitas que yo esté allí. Necesito que me dé el aire. Volveré más tarde…

–Entonces los voy a llamar por teléfono… para decirle al contratista que vas a venir. Han estado acosando a Andrew Broomfield para que pague durante todo el tiempo que tú has estado en Nueva York; está desesperado por saber tu respuesta. Creo que ya no sabe qué mentiras inventarse y ellos estarán encantados de verte.

–No. No les adviertas. Quiero ver cómo es este George Cauldwell antes de comprometerme. Odiaría que chafaras mi sorpresa.

–Está bien. Pero deja tu teléfono encendido –pidió Tory.

Pero él no lo iba a hacer. De repente se había dado cuenta de lo aburrido que estaba y de que el trabajo estaba ocupando gran parte de su vida. Había estado en Nueva York cerrando otro acuerdo y sólo había dormido seis horas en tres días. Estaba cansado y sofocado. Necesitaba un poco de tiempo libre.

Y por esa razón, aquel día, Nick Barron se tomó un respiro.