No quisiera faltar al respeto al lector explicándole una novela que entenderá sin ayuda, pero me siento obligado a apuntar un par de cuestiones, no tanto para aclarar qué he escrito, sino qué no he escrito. Esto no es un libro de historia, ni una biografía de Felipe González, ni una crónica periodística, ni un ensayo político. Quien busque esos géneros los encontrará en abundancia en otros sitios. Aquí se novela una parte de la historia de España (de 1969 a 1997, con unas catas en el tiempo de escritura, los años 2018-2022) a través de quien fue el presidente que asentó la democracia y propició el cambio histórico más profundo y espectacular del país. Quien lo narra es un hijo de la democracia, un escritor nacido en 1979 que observa a la generación de sus padres.
En los códigos audiovisuales, la etiqueta «basado en hechos reales» significa que el autor ha contado una historia de ficción a partir de sucesos y personajes que existieron o existen. La correspondencia entre lo narrado y lo que los historiadores consideran cierto depende tan sólo de la voluntad del narrador, y cualquier espectador entiende que la Isabel II de la serie The Crown es un personaje inspirado en la Isabel II real, pero no pretende ser ella. En la literatura, esto sólo funciona así con la novela histórica, donde se sobreentiende que el novelista hace más o menos lo que quiere con su Julio César, aunque para construirlo haya estudiado al Julio César real.
La única diferencia entre una novela histórica y esta es que la persona que inspira a mi protagonista, así como muchos personajes secundarios, está viva, y los sucesos reales en los que me baso son tan recientes que muchos lectores los tendrán frescos en su memoria. Sin embargo, dada su importancia incalculable para España, los considero ya tan históricos y literarios como el Julio César de Shakespeare. En ese sentido —en otros no—, he actuado como un novelista histórico o, mejor, como el guionista de una película basada en hechos reales: muchos diálogos y algunas escenas son invenciones mías, aunque estén inspirados en documentos y testimonios que he reunido durante la investigación. Otras veces, son transcripciones y citas literales.
Tampoco se cuenta todo. El historiador o el biógrafo echará de menos algunos episodios y personajes históricos importantes y me reprochará que doy demasiado espacio a otros que se consideran menores. Para contar la novela que quería contar he recurrido a la elipsis y he escardado la cronología como mejor me ha parecido, con propósitos narrativos, no historiográficos. Por eso, muchas veces la anécdota se impone al hecho mayúsculo, porque el carraspeo de un presidente en una tribuna suele ser más significativo que el contenido de su discurso.
Aclarado esto, Un tal González se basa en un trabajo de estudio e investigación exhaustivo: he vaciado la abundante bibliografía sobre la época y el personaje (biografías, memorias de políticos, libros de crónicas, historiografía y ensayos académicos de politología, sociología y economía), he consultado hemerotecas y archivos (sobre todo, el de la Fundación Felipe González), he viajado a los escenarios históricos, en Francia y en España, y he conversado con decenas de testigos y protagonistas de aquellos años, incluido el propio Felipe González, que me han proporcionado impresiones y testimonios de primera mano que no pocas veces se contradicen entre sí, pues la memoria es frágil y está hecha de ficciones tanto o más que la literatura.
No abundaré en el insulto al lector explicando por qué he escrito este libro y para quién, pues queda clarísimo desde el principio. Me entrego, pues, a su indulgencia.