—Algún día tenía que pasar… De todos modos, siempre es así, la vida no nos regala nada.
—Vaya, esa es una creencia interesante —me suelta él, divertido.
Me dispongo a replicar, pero me contengo… Intento entonces poner en práctica lo que mi amigo druida, sentado de nuevo delante de mí en su gran sillón, me ha enseñado: permanecer en la creación y no en la reacción. Detener el mecanismo cerebral defensivo que se activa de manera automática y tomarme el tiempo de sentir y observar mi emoción. Interrumpo enseguida mi programa por defecto y él me ofrece la posibilidad de sustituirlo por otro: ¿la creencia «la vida no nos regala nada» me sirve para ser feliz o no? La respuesta se impone sola.
—Tienes razón, Efflam… Voy a intentar cambiar mi punto de vista al respecto… Eso no impide que mi situación difícilmente podría ser más catastrófica.
—Hum… ¿Ya has oído hablar de la ley de la atracción? —me pregunta.
—Eh… vagamente. Es como el pensamiento positivo, ¿no?
—Con frecuencia se entiende así, pero eso no es más que un aspecto de un concepto mucho más profundo. Deja que repase sus fundamentos, podría aportar una nueva aclaración a tu situación. Formas parte del universo. Literalmente, solo eres uno con él, lo que también significa que este solo es uno contigo. ¡Esta unidad de todo lo que existe es la respuesta a tantos misterios! Es la clave de la armonía entre los hombres. Por eso el simple hecho de conectarse con la naturaleza constituye un medio de sanación tan poderoso, porque la naturaleza es tu naturaleza profunda.
Todo mi ser vibra ante lo acertado de sus palabras. Cada vez que me tomo el tiempo de adentrarme en el bosque, tengo la impresión de fusionarme en un todo sin fin, pese a tener paradójicamente la sensación de ser más yo mismo que nunca.
—En tu extensión máxima, eres, pues, todo lo que es —continúa—. Ahora bien, si eres todo lo que es y tus medios son infinitos, ¿por qué negarte nada?
—¿Quieres decir que puedo recibir todo lo que pido cobrando consciencia de ser todo? Como si, de alguna manera, recibiese todo lo que me permito darme.
—Tú lo has dicho…
—Pero entonces, ¿por qué recibo tantas catástrofes en mi vida? No las he deseado.
—Todo lo que te ocurre lo has pedido tú. El universo es una máquina increíblemente compleja, y una de sus principales funciones es responder a todas tus peticiones. Comprender este mecanismo lo cambia todo, porque entonces puedes utilizar esta ley de manera consciente. Tu alma utiliza la ley, pero tu mente también. Por el momento, lo hace de manera inconsciente, lo que deja gran parte del poder a tus miedos: «El agente va a vender nuestra casa», «Me van a quitar Aziliz». Estas frases no son anodinas, son peticiones al universo. Así funciona la ley.
—Admitamos que quiero utilizar esta ley de la atracción de manera más eficaz, ¿qué debo hacer concretamente?
—Cambia la polarización de tus pensamientos, cambia tu punto de vista. Imagina un futuro en el que tienes la custodia de Aziliz, créelo de verdad. Al creerlo, lo creas. Agradece al universo la creación de ese futuro. La gratitud te dispone en armonía con la vida y te sitúa en un estado de creación óptimo. Está correlacionada con el resultado. Tenemos la costumbre de dar las gracias por los resultados obtenidos, pero esto funciona en los dos sentidos: al dar las gracias, obtenemos los resultados. Y, sobre todo, no te quedes en la fase del pensamiento. Pasa a la acción. ¡Actúa!
—Absolutamente nada en mi vida me demuestra que eso que dices funciona.
Cuando pienso en la forma en la que encontramos nuestra casa, me doy cuenta de que no es del todo cierto. Decido no mencionar esta reflexión cuando Efflam me responde.
—¿Absolutamente nada? ¿Estás seguro?
—… ¿Crees de verdad que funciona?
Efflam estalla en risas.
—¡Prueba! Ya verás… ¿Qué tienes que perder? Hablando de eso, muchacho, tengo que ir a recoger al huerto los ingredientes para la sopa de esta noche…
Dudo un instante. No sé cómo anunciárselo. Al volver de casa de Efflam, al anochecer, me he pasado media hora larga con los pies en la tierra, intentando conectar con mi naturaleza profunda con el fin de prepararme para anunciarles la noticia. Al empujar la puerta enseguida han visto, por la cara que traía, que algo no iba bien. Sin ponerse previamente de acuerdo, Noé y Aziliz se han sentado en el sofá. Sin moverse, sumidos en un silencio perturbador, esperan a que les cuente qué me preocupa. Incluso Mélusine, sentada sobre las patas traseras, parece toda oídos. Negándome a ceder a la desesperación, me encaramo a la mesa y emprendo una arenga enérgica.
—Compañeros, esta es una hora crítica… Las fuerzas oscuras del imperio administrativo parisino han descubierto nuestra evasión. Envían a uno de los suyos para juzgar nuestra capacidad para acoger a la princesa Aziliz.
Los ojos de mi primo brillan al instante. Entra en el juego de inmediato.
—¡Bribones! ¿Qué podemos hacer nosotros, señor Galabriel?
—Sus fuerzas son demasiado numerosas, no tenemos más opción que ceder a sus condiciones, si no, nos arrebatarán a la princesa…
—¡No dejaremos que lo hagan! —estalla Noé, que envuelve a Aziliz con sus brazos en un gesto protector—. ¿No es así, sire Galabriel?
—¡Jamás! ¡La casa Kernaël no será destruida por los asaltos de la burocracia!
Tiendo los brazos hacia ellos. Se levantan y colocan de inmediato sus palmas sobre la mía.
—¡Hasta el final de nuestros sueños!
—¡Hasta el final de nuestros sueños! —contestan ellos a coro.
—En esta ocasión, la fuerza no nos será de ninguna ayuda —prosigo cuando la emoción se aplaca un poco—. Habremos de actuar con astucia para engañar al emisario enemigo.
—¿Qué debemos hacer? —pregunta la princesa con una vocecilla inquieta.
—Quieren comprobar que nuestra morada es adecuada para acogerte.
—¡Nuestra casa es perfecta! Yo la adoro —se rebela ella.
—Lo sé, pero es a la funcionaria a quien habrá que convencer.
—Entonces, ¿qué debemos hacer? —pregunta Noé.
—Debemos convencerla de que tenemos todas las comodidades modernas.
—Eso va a ser difícil —suelta Aziliz recorriendo el espacio con la mirada.
—¡Si vencemos sin riesgos, triunfamos sin gloria! No será fácil, y no espero nada menos que vuestro apoyo absoluto.
—¡Puedes contar con nosotros, señor Galabriel!
—Bueno, la funcionaria llega el 12 de noviembre. Noé, desde ahora tienes la misión de hacer acopio de una reserva enorme de leña… Ese día tendrá que hacer suficiente calor para que podamos pasearnos en camiseta. También despejarás a fondo el sendero que conduce hasta aquí, así como las zarzas de alrededor: es necesario que se lleve una buena primera impresión. ¿Cómo lo ves?
—¡Dalo por hecho!
—¿Y yo?
—Aziliz, habrá que dejar la casa como una patena. Ni una telaraña ni una mota de polvo…
—Es duro, para las arañas —remarca Noé.
—Es una situación de emergencia.
Noé sopesa rápidamente los pros y los contras antes de asentir.
—Y tú, Gab, ¿tú qué harás?
—Yo levantaré un tabique para añadir una habitación pequeña ahí —señalo el espacio que tengo a la espalda—, donde habrá una ducha y un váter. Si el enemigo descubre que utilizamos los aseos secos exteriores y que nos lavamos en una palangana, estamos muertos.
—¿Y cómo lo harás? Aquí no llega el agua corriente, ¿no? —pregunta la princesa.
—¡La magia de la ilusión! Lo importante es que ella crea que tenemos cuarto de baño. Será como un decorado de cine… La alcachofa de la ducha que fijaré a la pared no estará unida a nada. Hay pocas posibilidades de que abra los grifos.
—¡Bravo, Gab! ¡Funcionará, seguro!
Noé también está entregado a la tarea al cien por cien. Incluso me cuesta impedirle que vaya a recoger leña en plena noche.
Esta estrategia, por precaria que sea, aplaca mis temores. Nuestro plan de acción establece un objetivo y me ayuda a no pensar en las terribles consecuencias que nos aguardan si fracasamos. Me niego a barajar esa hipótesis e impido que mi mente continúe por esos derroteros, que pueden resultar fatales.