Mi madre me mira con una ternura que nunca había visto en sus ojos. Me doy cuenta de que siempre ha estado ahí, pero me negaba a verla. El té verde que tomamos hace que las manos y el resto del cuerpo entren en calor. En la pequeña casa reina un frío glacial. No había vuelto en semanas, con el fin de respetar el deseo de Noé de que nadie vea lo que había empezado a construir, pero ha aceptado que le enseñe nuestro dominio secreto a mi madre. Antes he tenido que jurarle que no revelaré a Aziliz el regalo de cumpleaños que le está construyendo… Quiere que siga siendo una sorpresa. ¡No cabe duda de que se asombrará cuando descubra lo que le ha construido! Yo mismo estoy pasmado por su trabajo… pero no diré más.
Nuestra cabaña no ha cambiado, por así decirlo. Las filtraciones de agua son menos graves de lo que me temía, y el interior ha seguido más o menos en el mismo estado en el que lo dejamos. Mi madre mira a un lado y otro con admiración.
—Este lugar es magnífico, Gabriel… Una vez reformado, quedará de ensueño. Vine a casa del tío Yann en raras ocasiones, y no sabía que hubiese esta construcción. Me pregunto incluso si él mismo lo sabía.
—Pero el catastro indica que está en nuestro terreno.
Me alegro de que a mi madre le guste, ella enseguida percibe el verdadero valor y la belleza de las cosas.
—Entonces, ¿los primos están de acuerdo?
—¡Claro, Gabriel! Estaban encantados con la idea de que la granja y el terreno se quedasen en la familia. Los primeros compradores eran unos ingleses y, como ya sabes, querían convertirla en una casa de huéspedes.
—Da las gracias otra vez a tus primos por haber bajado el precio de venta…
—Al señor Le Gall no le ha hecho tanta gracia, claro, porque su comisión se verá revisada a la baja, pero así son las cosas. He tenido que hacerle entender que no era él, sino mis primos, quienes escogían al comprador. Ahora, ¡cuéntamelo todo! ¿Cómo vais a hacer para comprarlo? ¿Invertiréis el dinero de Clara y Ludo? Bueno, ¿el dinero de Aziliz?
El hecho de emplear el dinero de mi sobrina aún me hace sentir un poco culpable.
—Yo en principio no quería, pero hemos encontrado una solución equitativa para todos, que además protege el capital de Aziliz. Vamos a crear una sociedad civil inmobiliaria, y ella poseerá la práctica totalidad de la finca en principio.
—Y la repartiréis más tarde, ¿no es así?
—Sí. Con el resto de su herencia, podremos reformar la casita, y también la casa de labor, que pensamos alquilarla a un joven que se dedica a la agricultura ecológica. El lugar le interesa. Los ingresos del alquiler nos servirán para volver a comprar los dos tercios de la finca a Aziliz. Según los cálculos que he hecho con el notario, cuando cumpla los dieciocho, cada uno de los tres tendrá una parte proporcional de la finca.
—Es perfecto, Gabriel. No veo ninguna razón para que no funcione. ¿Y tú? ¿Vas a seguir con la construcción?
—Sí, si es necesario. Me gusta el trabajo, pero no creo que sea mi vocación. Noé y Aziliz han encontrado la suya con el proyecto de apicultura. Noé va por la décima colmena, y Aziliz ha sembrado flores por todas partes. Imagínate el claro en primavera, va a estar precioso. Por mi parte, voy a intentar reformar todo lo que pueda de la casa, empezando por el tejado… Luego ya veré lo que me reserva la vida.
—Es prudente por tu parte… Has cambiado mucho, ¿sabes, Gabriel? Te noto menos inquieto, y has recuperado esa energía que tenías cuando eras más joven, cuando querías cambiar el mundo, ¿te acuerdas?
—¡Claro que me acuerdo! ¡Y quiero hacerlo de nuevo! Comenzando por cambiar el mío, mi mundo.
—Clara debe de estar orgullosa de ti, estoy segura de que te observa desde dondequiera que esté… Bueno, ¿vamos a recoger a Aziliz a la salida de la escuela? Es casi la hora, ¿no? ¡Tengo tantas ganas de ver a mi pequeña hada!
—No tantas como ella, créeme. Cuando le dije que venías a vernos, estaba tan emocionada que costó trabajo que se fuera a la cama.
Kernawen, 7 de marzo
La vida me parece muy tranquila desde que se han resuelto nuestros problemas. Mamá se marchó después de firmar el compromiso de venta. Me muero de ganas de regresar a nuestra cabaña, desde que fui con ella no he vuelto. Ahora que de verdad es nuestra casa, me ha invadido una nueva energía, y me siento listo para mover montañas. Tras discutirlo con Noé, acordamos que volveríamos después del cumpleaños de Aziliz, a principios de abril. Aún faltan semanas, pero es lo más razonable, con el frío que hace. Entretanto, nada me impide que vaya cuando ella está en clase para comenzar las obras. El techo de la casa solariega está casi acabado y voy a tener mucho tiempo libre. En un mundo perfecto, todo iría bien si Enora no ocupara últimamente todos mis pensamientos. Es como si las preocupaciones se escondieran unas detrás de otras: en cuanto desaparece un problema, surge otro… No he vuelto a verla en ninguna fest-noz, pienso que quizá me está evitando. Con todo, visualizo nuestros encuentros al menos dos o tres veces al día. Sin noticias del universo… Nada da resultado… Nunca he abordado el tema de los misterios del amor con Efflam, por pudor, sin duda, pero algo me dice que debería hacerlo. Después de todo, fue delante de su casa donde me topé con Enora por primera vez…
El sol de los primeros días despejados caldea la terraza acristalada. Las dos mesas están abarrotadas de semillas y empiezan a asomar algunos brotes. En los maceteros, el ajo ha brotado ya, y las lechugas de invierno han salido por completo. Efflam riega sus pequeños protegidos mientras piensa en mi problema.
—Comprendo —acaba diciendo—. Y cuando te imaginas con la joven de la fest-noz, ¿te sientes alineado?
He preferido no desvelarle que se trata de Enora, porque no quiero ponerlo en un compromiso, ya que es probable que sea una de sus pacientes. Es más, debería habérselo preguntado a Enora en nuestros encuentros, pero no lo hice. Lástima, porque me habría simplificado la tarea…
Contesto a la pregunta del druida.
—Bueno… sí y no. Me parece evidente y totalmente imposible al mismo tiempo.
—Hum… Es probable que aún tengas creencias limitantes… Cuesta acabar con ellas, ¿sabes?, sobre todo en lo que respecta a los sentimientos amorosos…
—Sobre todo si ella también tiene sus miedos.
—Los miedos no condicionan totalmente nuestra vida. Por suerte; si no, sería un verdadero infierno para la mayoría de nosotros. De media, solo el cinco por ciento de nuestros miedos se hacen realidad.
—¿Quieres decir que la mayoría de los miedos evitan la ley de la atracción?
—El miedo, en esencia, impide gozar del momento presente. Cuando temes que Aziliz caiga del árbol al que trepa, no es probable que tu miedo la haga caer, pero no disfrutarás de la alegría de tu sobrina en ese instante. Dejarás pasar de largo el momento presente imaginando lo peor.
—Tienes razón… —digo con un suspiro—. El miedo me ha hecho soslayar cosas esenciales… pero, volviendo a la chica de la fest-noz, necesito tus sabios consejos. ¿Qué puedo hacer?
—Tus deseos deben estar en sintonía con el objetivo de tu alma. Lo que yo denomino alma es la parte eterna de tu ser, la que no se ve alterada por el ciclo de las muertes y los nacimientos, al contrario que tu cuerpo físico y tu mente. Debido a su inmortalidad, el alma tiene a menudo una perspectiva y unos proyectos distintos de los de tu mente. Desde su punto de vista eterno, tu vida presente no es más que un episodio muy breve. Además, el alma no vive de la ilusión de la separación, como la mente. Permanece conectada en todo momento a la Diosa.
—¿Me estás diciendo que, si mi alma ha decidido que no tenía nada que hacer con esa mujer, nada será posible entre nosotros?
—Yo no he dicho eso. Eres un ser dotado de libre albedrío, así que puedes actuar a tu antojo. No obstante, el alma siempre te ofrece la experiencia más hermosa. Te desea lo mejor. Tu mente también, de otra manera, salvo porque, al contrario que tu alma, la mente solo posee una parte ínfima de los datos. Tu alma está conectada con lo que ha sido, es y será, y eso significa que tiene acceso a toda la información necesaria. Conoce la esencia de esa joven, sus cualidades, sus heridas, sus proyectos íntimos… Puede explorar el futuro para saber lo que te aportaría una experiencia de pareja con ella.
Me siento repentinamente frustrado ante la idea de que la parte invisible de mí mismo decida todos mis proyectos de vida en algún lugar de otro espacio-tiempo…
—Debo confesarte algo, muchacho —continúa Efflam—. Yo nunca utilizo la ley de la atracción para pedir cosas.
—¿Nunca utilizas la ley de la atracción?
—Para pedir cosas —precisa.
—Entonces ¿para qué la utilizas?
—Me visualizo en un solo estado, de una felicidad perfecta. Conectado, anclado, con plena salud, vivo… Poco importa el camino, es lo único que me interesa de verdad y, sin duda, estoy seguro de que es lo que desea mi alma.
—Comprendo… Así estás seguro de no fallar…
—De no fallar a mi alma.
—Me interesa lo que dices… ¿Y funciona?
—Tengo setenta y cinco años, y nunca he estado tan bien.
—¿Y cómo lo haces?
—Cuando mi intención ha sido enviada con claridad, escucho la respuesta del universo.
—Pero ¿cómo te llega?
—Gracias a la intuición, la mensajera del alma. La intuición te guía de forma infalible, porque tiene todos los datos.
—Y la intuición, ¿cómo se expresa?
—De mil maneras: mediante señales, sincronicidades, principalmente…
—¿Sincronicidades?
—Es cuando convergen varias señales. Al abrir un viejo libro, por ejemplo, te topas con la foto de un amigo al que has perdido de vista, y te encuentras al amigo en cuestión esa misma tarde. ¡Eso es la sincronicidad! Indica que hay algo que vivir en esta dirección. Pero la intuición también te habla con esa vocecilla que viene del fondo de tu ser. Todos tenemos una.
—Ya sé a qué te refieres. Mi madre me habló de esa vocecilla y a veces intenté escucharla. Algunas veces el resultado fue sorprendente en el buen sentido, y otras, en el malo, por desgracia. Al final llegué a la conclusión de que era interesante pero poco fiable.
—¡Eso está bien, está muy bien! Te fías más de tus experiencias que de lo que te dicen, y tienes razón: esa voz interior no es solo el canal de la intuición. De hecho, es una mezcla de todo lo que no es consciente: la intuición, pero también el inconsciente, los miedos, las pulsiones… Y cuesta discernir qué parte de ti te habla a través de ese canal.
—¿Cómo se consigue captar la diferencia?
—Se perfecciona con la práctica, pero puedes también aplicar el juicio. ¿Qué alimenta las palabras de la voz: el amor o el miedo? Si es el miedo, hay muchas posibilidades de que provengan de tu mente… También hay otras técnicas. Algunas emplean el péndulo. Yo, por ejemplo, hago un test celular, algo así como un test kinesiológico.
—¿Puedes concretar?
—Será más sencillo que te lo muestre. Sí, intuyo que es lo que hay que hacer —me dice con una sonrisa—. Afianza bien las piernas, cierra los ojos y concéntrate… Vale, ¿listo?
Asiento con la cabeza.
—Bueno, pide ahora a tus células que te den un sí claro, rotundo y preciso, y observa con atención la sensación que atraviesa tu cuerpo.
Al instante experimento una expansión interna, una sensación de circulación en cada punto de mi ser. Indico a Efflam con otro asentimiento que el ejercicio es concluyente.
—Muy bien. Ahora haz lo mismo pidiendo un no.
Obedezco. Enseguida me invade una sensación de cierre, pesada, desagradable, incluso.
—¡Funciona, es increíble! —exclamo en voz alta.
—Ahí lo tienes, sabes reconocer el sí y el no de tu cuerpo. Ahora puedes formularle una pregunta.
Cierro los ojos de nuevo y me concentro en lo que deseo con fuerza: «¿Tengo algo que vivir con Enora?». No experimento ningún cambio. Ni expansión ni cierre.
—No ocurre nada, Efflam.
—Imagino que tu pregunta concernía a la joven de la fest-noz. No me sorprende que no haya pasado nada. A menudo es preferible no saber lo que nos espera antes de que sea el momento justo… En ese caso, el test permanece en silencio. La ventaja de este método es que proporciona matices. No se contenta con decir sí o no, también dice «quizá», «no es el momento de saberlo», «no es ideal, pero está bien…» —concluye, observándome con aire divertido.
—¡Voy a intentar desarrollarlo con más fuerza! Pero si el test no quiere decirme más, ¿puedo usar mi intuición de otra manera?
—No intentes querer controlarlo todo, muchacho. Deja un poco de lado las visualizaciones… ¡Hay algo en proceso, lo noto, palabra de druida! Deja que la vida haga su trabajo. El tuyo es escuchar tu intuición. Aprende a escucharla y te guiará de forma infalible.
Sin transición, como tiene por costumbre, Efflam se levanta y se pone a regar el sembrado.
—¿Qué tal si me ayudas a plantar todas estas semillitas de amor? —me pregunta señalando una serie de maceteros de encima de la mesa.