LOS EMPRENDEDORES NOVELES

LAS DEFINICIONES PROHIBIDAS DE:

Autoempleo

Emprendedor

Madera de emprendedor

Idea de negocio

Modelo de negocio

Socios

Plan de empresa

Business Angel

Friends and Family

Crédito al emprendedor

Franquicia

Forma legal

Costes de constitución

Internacionalización

Sector de actividad

Éxito

Fracaso

Libertad del emprendedor

Emprendimiento

He querido en este libro incluir todo un capítulo a los emprendedores noveles porque desde unos años acá esta es un área llena de disfunciones. Si bien las cosas que no interesa que sepan los nuevos emprendedores afectan a muchas menos personas (solo a ellos), el impacto de un error sobre su economía personal suele ser importante. Emprender cuando no toca o no se está preparado puede hacerte perder mucho dinero.

Se abordan en este capítulo cuestiones empresariales, como en el anterior. Pero merece hacerse en un epígrafe aparte por dos motivos: primero porque abordo conceptos exclusivamente referidos a empresas de nueva creación y no a empresas en marcha. Y en segundo lugar, porque —al contrario al anterior capítulo (lo que las empresas no quieren que sepamos)— aquí advierto sobre aspectos que se ocultan al nuevo empresario, desconocedor aún del mundo en el que se adentra.

Lo primero que quiero denunciar es un término que me parece absolutamente lamentable y que además está en el origen de la gran campaña a favor del emprendimiento que viene observándose en bastantes comunidades autónomas españolas desde los últimos años. Me refiero al concepto de «autoempleo».

Afirmar que el emprendimiento es una forma de autoempleo es como sostener que ser futbolista profesional es una forma de perder peso. Es confundir la inercia con la velocidad. El hecho de que un emprendedor se dé empleo a sí mismo es no solo circunstancial, es casi hasta anecdótico en la mente de un auténtico emprendedor. El emprendedor auténtico no piensa en términos de empleo propio, sino en términos de proyecto empresarial, de proyecto vital, de una ilusión. Emprender no es una forma de ganarse la vida, es una forma de vida. Para los emprendedores genuinos el proyecto está por encima de la dimensión salarial. Un emprendedor no piensa en el sueldo o en empleo. De hecho, ignora esas dos dimensiones. Hay una ilusión previa, una motivación enorme. El hecho de que emprender lleve asociado dedicarse al proyecto y, por tanto, ser su empleo es un efecto colateral y, como digo, anecdótico.

Escribí hace ocho años un pequeño librito titulado El libro negro del emprendedor, que analiza los errores más comunes de los emprendedores con el fin de que los que se inician puedan evitarlos y aprender de donde se equivocaron otros. Realicé un importante trabajo de campo, entrevistando a multitud de emprendedores cuyos negocios hubiesen fracasado. Se trataba de entender los factores clave del fracaso. Siguiendo a Pareto, busqué aquel 20 % de errores que explican el 80 % de los fracasos. Pues bien, uno de los principales problemas que identifiqué provenía de confundir dos términos: «motivo» y «motivación». Entonces escribí que motivos para emprender hay muchos, casi tantos como personas. Pero que son irrelevantes porque lo importante es la motivación, las ganas, la ilusión. Entre los motivos más lamentables cité precisamente el autoempleo. El que una persona decida emprender porque no encuentra trabajo es la crónica de una muerte anunciada. Ignoro a qué lumbrera de político se le ha ocurrido vincular emprendimiento con autoempleo. Es lo peor que se puede hacer. Ese no es el discurso, no es la línea de trabajo. El emprendimiento se ha de es­­­timular a partir de deseos, no a partir de frustraciones. El emprendimiento no puede nunca ser una solución a una falta de trabajo, sino la respuesta a un vacío creativo, a una ilusión vital.

Sinceramente se lo digo. Si está pensando en emprender como una forma de autoempleo y no hay nada más (ilusión, ganas, proyecto, deseo, intención de luchar como un jabato por la nueva empresa…), déjelo porque la castaña puede ser de órdago.

AUTOEMPLEO

Versión oficial:

El autoempleo es una actividad emprendedora, alternativa al mercado laboral, gracias a la cual una persona puede realizar una actividad económica de forma independiente trabajando para sí misma a través de un negocio.

Versión prohibida:

El autoempleo como motivo para emprender es una de las principales causas de fracaso de los emprendedores.

Hay mucha gente a la que, antes de emprender, le preocupa saber si es un emprendedor. En España se viene produciendo una distinción que a mí me resulta muy llamativa. La figura del empresario está mal vista y la del emprendedor está bien vista. El empresario español es un señor grueso, que tiene un Mercedes y una fábrica en la que paga poco y gana mucho, con un par de casas de veraneo, que se pelea con los sindicatos y que defrauda a Hacienda todo lo que puede. En nuestro país, el empresario es percibido como un canalla. Por su lado, el emprendedor es un chaval joven bienintencionado al que es menester ayudar y subvencionar, lleno de ideas fabulosas en las que ninguna entidad financiera cree y que va de puerta en puerta explicando su proyecto a personas de otra generación que no entienden nada de cómo va a funcionar el mundo a partir de ahora.

Pues bien, sepan que igual que toda mariposa fue gusano, todo empresario fue emprendedor. Y que si la creencia popular es cierta, el emprendedor es un canalla en potencia, solo que aún tiene que pervertirse, a medida que alcance éxito.

Esta distinción es solo temporal. Si alguien tiene duda de si es un auténtico emprendedor tiene que preguntarse y responder a la pregunta de si le apetece ser empresario. Porque un emprendedor es una persona que tiene buenas ideas y las pone en marcha, pero un empresario es el que las convierte en negocio. Ser emprendedor supone zambullirte en el mundo de la empresa con todo lo que conlleva. Si a una persona no le apetece ser empresario, es que no es emprendedor; y si es un auténtico emprendedor, le apetecerá ser empresario. Porque ser empresario no es más que la consolidación del proyecto, es la materialización de su sueño.

La distinción entre empresario y emprendedor, en el ámbito de la cultura popular, me parece una solemne chorrada. Hablando ­claro.

EMPRENDEDOR

Versión oficial:

Se denomina emprendedor/a a aquella persona que sabe descubrir, identificar una oportunidad de negocio en concreto, y entonces se dispondrá a organizar o conseguir los recursos necesarios para comenzarla y, más adelante, llevarla a buen puerto.

Versión prohibida:

Un emprendedor es un empresario, solo que unos años antes de serlo.

Les voy a dar un dato espeluznante. Todos esos políticos que financian planes de emprendimiento, foros para emprendedores, que promueven en medios de comunicación el «autoempleo» y pregonan a los cuatro vientos que una de las soluciones para que España salga de la crisis es compensar el empleo destruido con autoempleo ignoran este dato. Digo que lo ignoran porque, si lo saben y lo ocultan, es para juzgarlos por actuar con temeridad, nocturnidad y alevosía. El dato es el siguiente: entre un 75 % y 95 % de los proyectos de emprendimiento fracasan antes del primer año. El espectro que he dado es amplio porque hay varias fuentes que lo miden.

Esto no se explica porque interesa mucho más que la gente capitalice la prestación por desempleo o que se dé de alta como autónomo y así rebajamos el número de personas apuntadas al INEM, y puede, en año de elecciones (todos los años hay algún tipo de comicios), argumentarse que el paro desciende.

No dudo de que hay estamentos y políticos honestamente comprometidos con el emprendimiento, pero no se habla de este con franqueza ni se organiza de forma adecuada.

De todas formas, les reconoceré algo. A la gente le da igual este índice de fracaso. En España se emprende poco, pero el motivo no es el ratio de fracaso, ni siquiera el hecho de que en nuestro país se estigmatiza a quien cierra un negocio. Llevamos mal el fracaso en nuestra cultura. No es tampoco el motivo. Yo estoy bastante convencido de que ni la dificultad o baja probabilidad de éxito, ni tampoco el miedo a fracasar, son el motivo de que se emprenda poco. El motivo es que la gente no quiere problemas. Y emprender en España es una fuente de problemas. De tipo burocrático, de tipo fiscal, de tipo legal. Consecuencias de todo tipo, dificultades, eventuales reclamaciones de las Administraciones públicas, obligaciones para con la Agencia Tributaria, con la Seguridad Social, con el Registro Mercantil, con el Ayuntamiento, con las autoridades autonómicas, obligatoriedad de un Impuesto de Actividades Económicas, presentar liquidaciones de impuestos aunque la base imponible sea cero (de lo contrario eres sancionado); obligación de ponerse en manos de una gestoría administrativa a la que abonar una cuota mensual para evitar errores por desconocimiento que pondrán a la Administración detrás de uno; permisos municipales; y un largo etcétera de «problemas». Y ya no hablemos si las cosas se tuercen mínimamente. El número de problemas aumenta exponencialmente en cuanto se empieza a necesitar personal y empiezan las relaciones laborales. Como se dice vulgarmente, cada persona es un problema del cual se derivan multitud de obligaciones legales.

Y por eso en España se emprende menos que en otros países. Mucha gente prefiere ingresar una cantidad pequeña al mes, pero desentenderse, despreocuparse, poder olvidarse al acabar la jornada de cien obligaciones más que no añaden valor alguno. Sé de lo que hablo. Soy y he sido emprendedor y me he visto en situaciones de todos los colores. Me he visto expuesto a situaciones grotescas, kafkianas y dantescas por parte de la Administración pública. Veces en las que realmente he pensado, por unos momentos, que no valía la pena, que no me interesaba emprender porque solo iba a complicarme la vida, a tener más problemas de los que ocuparme.

Por eso mucha gente que se pregunta si tiene madera de emprendedor puede responderse a sí misma basándose en esta definición:

MADERA DE EMPRENDEDOR

Versión oficial:

Espíritu y conjunto de cualidades en relación con el riesgo, el positivismo y la visión y habilidad para capturar oportunidades que son propias de los emprendedores.

Versión prohibida:

Tiene madera de emprendedor aquel que está dispuesto a tener problemas.

Definidos de forma cruda los temas relativos a la persona, el emprendedor, vamos con los elementos propios del proyecto. La gente, por lo general, le da una excesiva importancia a la idea de negocio. Tengo una idea, entonces tengo un negocio. Si la idea es buena, entonces el negocio irá bien. Si la idea es mala, entonces el negocio irá mal. El emprendedor en potencia piensa, erróneamente, que todo depende de la idea. Se pasa el día pensando en su idea. Vive obsesionado con que nadie la copie, con que ningún otro emprendedor o empresario la ponga en marcha antes que él y se le adelante. La guarda en secreto. Arde en deseos de explicarla y comprobar qué reacciones suscita, pero tiene miedo de hacerla pública. Sin embargo, la idea de negocio es un elemento mucho más circunstancial de lo que vulgarmente se cree.

Si algo sobra en el mundo, son buenas ideas. Una idea no es un negocio, es solo el germen de una iniciativa, de una voluntad. En realidad la idea es una excusa para arrancar. Es cierto que la idea define los próximos elementos del emprendimiento: qué voy a vender, cómo lo voy a vender, dónde lo voy a vender, cómo se va a dar a conocer… Pero la idea no deja de ser algo teórico, conceptual, que flota en el aire y que habita solo nuestra mente.

Una de las características de una idea es que, en el momento en que se lleva a la práctica, hay que modificarla, adaptarla, cambiarla para que se acomode lo mejor posible a lo que el cliente percibe y necesita. Por eso sostengo que la idea no es demasiado importante. Es solo un inicio. El secreto está en la ejecución de esa idea, en cómo se aterriza, en qué se materializa. No es importante el «qué» es importante el «cómo» y «el porqué». Explico muy a menudo a emprendedores en potencia que no me cuenten su idea de negocio, sino que me razonen «por qué les van a comprar». Eso es un negocio, un «por qué».

Todos tenemos un «por qué» a la hora de escoger el producto o servicio que compramos o consumimos.

Pongamos un ejemplo muy simple, el bar donde a media mañana nos tomamos un café. Tal vez acudimos a ese bar porque nos gusta la amabilidad del camarero que nos atiende en la barra. El dueño del establecimiento piensa que yo acudo ahí por la calidad del café, por la comodidad del local o similares. Pero yo acudo por la amabilidad en el trato. Si ese camarero se va y el dueño contrata a otro seco y cortante, probablemente dejaré de ir a ese bar, dado que no veo reflejado el «por qué» que en realidad me lleva ahí cada mañana. Cuando la gente repite un producto lo hace para ver refrendado y repetido un «por qué» muy concreto.

Y después está el «cómo». El «cómo», que hace referencia directa a la materialización, a cómo se hace tangible la idea.

Insisto muy a menudo que más vale una idea mediocre brillantemente ejecutada que una idea brillante que, por difícil ejecución, se transforma en una ejecución mediocre.

A la hora de emprender es mejor ideas simples, conocidas, no demasiado brillantes o excepcionales, no deslumbrantes, pero cuya ejecución sí es nueva, brillante o excepcional. De hecho, mi experiencia me dice que cuánto más deslumbrante es la idea, más problemas acarrea la ejecución. Y con los años he ido comprobando que los emprendedores a los que mejor les ha ido tenían ideas muy, pero que muy simplonas, que ejecutaron de una forma brillante, detallada, trabajada y flexible.

Así que si se está planteando montar un negocio, no busque ideas raras, busque ideas que ya existan o ideas muy simples, de esas que todo el mundo te dice que no es nueva. Y luego trabaje intensamente en el «cómo» y en el «por qué». Ahí está, en realidad, la idea de negocio.

IDEA DE NEGOCIO

Versión oficial:

Es una descripción corta y específica de lo que será tu negocio. Es encontrar un enfoque diferente o un concepto que todavía no haya sido explotado en el ­­mercado.

Versión prohibida:

Es una descripción del «cómo» voy a vender y el «por qué» me van a comprar.

Ese «cómo» y ese «por qué» son la forma de la idea. Y es lo verdaderamente clave.

Aclarado lo que en realidad pienso que es la idea de negocio, creo que esta debe acompañarse de otro elemento bastante incomprendido y que se denomina «modelo de negocio». Para mucha gente el modelo de negocio se resumiría en «cómo genera ingresos una empresa». Es una definición clásica que sirve de muy poco.

Yo prefiero definir «modelo de negocio» como el entramado de relaciones con todos aquellos que lo rodean. ¿Cómo me relaciono con los clientes? ¿Cómo les vendo? ¿Cómo les cobro? ¿Cómo me relaciono con los proveedores? ¿Y con los que financian al negocio? ¿Y con los empleados? ¿Y los colaboradores?

Yo sostengo que un modelo de negocio es en realidad una arquitectura de relaciones. Tanto en lo legal como en lo económico y empresarial. En las escuelas de negocios y en los libros de empresa o emprendimiento se habla mucho de la empresa, de la idea, de la forma jurídica…, pero poco de las relaciones; y en el mundo actual, máxime con las nuevas tecnologías y el acortamiento de las distancias que estas permiten, lo esencial son las relaciones, las reglas de juego que voy a establecer con todos los agentes que rodean al negocio, incluidos los socios.

MODELO DE NEGOCIO

Versión oficial:

Se considera el modelo de negocio el modo en que la empresa genera ingresos.

Versión prohibida:

El modelo de negocio es la forma en que vamos a relacionarnos con quienes nos rodean.

Con las definiciones de «idea» y «modelo» se obtiene lo que particularmente considero la definición de un negocio. Vistos el negocio y la persona, hablemos ahora de los recursos: y empezaremos con los socios.

¿Socios? ¿Los socios son un recurso? Pues sí, aunque no se diga abiertamente, los socios son un recurso, pero con una particularidad. Es el recurso más caro de todos porque se remunera con la rentabilidad que usted logre en la empresa.

Durante mi trayectoria como divulgador de temas económicos, siempre he escrito sobre el asunto de los socios aspectos que ningún libro de empresa ni universitario aborda por estar mal visto, verdades que han suscitado tanto fuertes críticas como agradecimientos.

El emprendedor novel se asocia, en la mayoría de los casos, por miedo. Emprender produce vértigo y la gente prefiere llorar con alguien que reír a solas. Es típico que el emprendedor explique su negocio a un amigo y automáticamente, al ver que el otro se emociona y se implica, verse de pronto hablando de la posibilidad de emprender conjuntamente. Craso error. Hay que pensarse muy bien a quién se invita a montar una empresa, que es un asunto muy serio donde uno se juega no solo dinero, sino tiempo, prestigio y un montón de energía.

Las desavenencias con socios son la causa número uno de las disoluciones empresariales, esto lo ratifiqué en ese trabajo de campo que realicé y en que entrevisté a multitud de emprendedores que habían cerrado negocios. Causa primera del cierre: problemas con los socios.

Al comienzo de un proyecto de emprendimiento todo son ilusiones y buenos deseos, pero enseguida llegan los problemas porque el camino de montar y desarrollar un negocio genera muchísima tensión. Que si mi socio trabaja menos que yo, que si mi socio no aporta clientes, que si mi socio no entiende la dinámica del negocio, etc. Y te vas quemando del socio.

¿Cómo evitar esto? Considerando que existen dos tipos de socios: los socios capitalistas y aquellos con los que se va a compartir tanto propiedad como trabajo. Los problemas se suelen producir en el segundo de los casos. En el primero también, por supuesto, porque los socios capitalistas, si el negocio va mal y se pierde dinero, van a disgustarse. Pero las reglas están claras: unos ponen dinero y, si el tema no va, lo perderán.

El problema aparece cuando se mezclan propiedad y trabajo. Mi recomendación es aquí muy simple. Si, equivocadamente, invitó a alguien a meterse en el negocio que va a emprender, debe imaginarse que tienen ustedes una doble relación. La relación propia de socios capitalistas y la relación propia de empleados.

En la primera vertiente de su relación, hablen solo como puros inversionistas, como dos socios capitalistas que no trabajan en la empresa. En la segunda vertiente, hablen como empleador y empleado, como si fuera otra, y no la suya propia, la empresa que les da trabajo.

¿Que al principio no hay dinero y no se puede pagar lo que exigirían de sueldo a un tercero? Pues pacte según lo haría con ese tercero. Dentro de cuánto tiempo le pagará, qué pasa si no le puede pagar y cómo resolverán su relación laboral, por ejemplo. Hay que hablar en términos estrictos de relación laboral entre cada uno de ustedes y esa sociedad que, como hemos visto en páginas previas, tiene personalidad jurídica propia.

Y eso es lo mejor porque los problemas casi siempre provienen de mezclar la relación societaria con la laboral. Esto que difícilmente pasaría en una empresa muy grande o consolidada es el pan nuestro de cada día en las microempresas de los emprendedores. Ahí todo es pequeño, todo queda en las mismas personas, así que los pactos se entremezclan y se intercambian conceptos tan dispares como sueldos por acciones; aportaciones por trabajo; horas por financiación… Los pactos donde se mezcla capital y trabajo, y que llegan a hacer los emprendedores que se asocian, son surrealistas y no resistirían el más mínimo análisis económico. Carecen de todo sentido común y están concebidos con el único objetivo de poner el negocio en marcha. De lo que no se dan cuenta los emprendedores es que estos acuerdos condenan su propia relación personal y esa relación personal dañada arrastrará al incipiente negocio.

Hay que ponerse dos sombreros, ser una especie de doctor Jekyll y mister Hyde. Pactos de socios y pactos laborales. Será la única forma de que no acaben peleados. Y aun así probablemente acabarán discutiendo. Por eso recomiendo también, antes de iniciar el negocio, dejar hablado cómo se separarán en caso de que las cosas no vayan bien, o simplemente a uno de los socios le apetezca dejarlo, o no quiera continuar.

Esto es algo que está mal visto afirmar, pero es la mejor de las recomendaciones que puede hacerse a un emprendedor: antes de asociarse hay que pactar cómo separarse.

De esa forma se evitarán también los clásicos chantajes en el momento en que uno quiera separarse del resto.

SOCIOS

Versión oficial:

Personas que suscriben parte del capital y que comparten la propiedad de un negocio.

Versión prohibida:

Recurso innecesario la mayoría de las veces, que se busca por miedo y que suele ser la causa número uno de disolución de negocios.

Lo siguiente que los socios van a aprender a realizar es el denominado «plan de empresa» o «plan de negocio». En el mundo de la empresa hay un dicho que reza: «el papel lo aguanta todo», y que se emplea como evidencia de que en el papel o en la hoja de cálculo de un presupuesto o de un plan de negocio puede uno poner lo que quiera porque debe simplemente aguantarse en el papel, no en la realidad. Los planes de empresa de un emprendedor pasan normalmente por tres fases.

A la primera la podemos llamar «fase realista» y en ella el emprendedor refleja en el papel lo que verdaderamente piensa que va a necesitar y lo que realmente podrá vender. Al comprobar, estupefacto, que hará falta mucha inversión para ganar poco, de pronto, la gran idea de negocio se viene abajo junto con la ilusión. Y eso sí que no puede ser. Es inaceptable que un papel con números destroce una idea que, previo a concretarse y vivir en la imaginación, ganaba dinero por todos lados. Es algo demasiado difícil de digerir para el emprendedor.

Se entra entonces en una segunda fase, que podemos denominar «fase irrealista». En esa fase, uno empieza a separarse de la realidad y a modificar sutilmente alguna cifra. Tal vez hará falta menos dinero; quizá encontraré un alquiler más barato; apretaré a los proveedores; venderé un poco más caro; tendremos más clientes…

Las variaciones que se introducen en el plan de negocio res­­ponden inicialmente a cierta lógica, pero poco a poco se van apartando de la realidad hasta que desconectan del todo de la misma. Al final de esta fase, uno ya no proyecta números, sino que juega con ellos para que la cifra final refleje la factibilidad de nuestro sueño, sea plausible o no. Llegamos entonces a la tercera y última de las fases, «la surrealista».

La tercera fase aparece cuando ese plan de negocio, mostrado a posibles inversores y bancos, resulta insuficiente. Si no conseguimos financiación, no podremos iniciar nada, así que empezaremos a plasmar en ese papel que todo lo aguanta las cifras que los prestamistas o inversores quieren ver. Total, como en la segunda fase ya nos hemos desconectado de la realidad y los números son solo números, se trata simplemente de seguir inflando cifras de forma que el plan de negocio resulte sexy. Lo que en este momento reflejarán las cifras ya no es irreal, es «surreal».

El plan de empresa no es lo que en realidad la gente piensa:

PLAN DE EMPRESA

Versión oficial:

Documento que describe las diferentes etapas previstas para la empresa de nueva creación, con un detalle pormenorizado de las necesidades de inversión, gastos e ingresos.

Versión prohibida:

Autoengaño por escrito para que la realidad no eche por tierra un sueño.

Bueno, ya tenemos al emprendedor, tenemos su idea, el plan y los socios. ¿Qué falta para arrancar el negocio?

Más dinero. Casi siempre, para montar un negocio, hace falta más dinero. Puede que los socios aporten cierto capital, pero por lo general hace falta más y no se tiene. Entramos en el difícil y crítico capítulo de la financiación.

Lo que se explica sobre financiación a emprendedores dista mucho de lo que en la realidad nos encontramos.

En los foros de emprendedores que organizan multitud de Ayuntamientos o comunidades autónomas, se invita a fondos capital riesgo o los denominados Business Angels. Gente o fondos de inversión que buscan negocios nuevos y originales en los que invertir.

No hay nada más peligroso que un desmedido ambicioso con dinero, loco por invertirlo en algún sitio que lo multiplique por cuatro.

Pero todavía es más peligroso el emprendedor ilusionado y ciego con una idea de negocio que cree que va a multiplicar por cuatro el dinero que le preste alguien.

Unidos por el destino, o por un foro de start-up que organiza un Ayuntamiento para promover el emprendimiento, el ambicioso y el soñador coinciden y se conocen. Se han juntado el hambre con las ganas de comer. Nace el Business Angel. Cegado por el brillo de los ojos del emprendedor iluso, el Business Angel, en realidad un demonio disfrazado de angelito, le proporciona unos cientos de miles de euros al emprendedor a cambio de un dossier con un plan de negocio. Es ese papel que lo aguantaba todo. Y en ese papel está clarísimo que se va a multiplicar la inversión por diez en tres años. El Business Angel empieza su proceso de mutación a demonio en el tercer año, cuando empieza a darse cuenta de que va a perder todo o parte de su dinero. Al principio, eleva la voz y frunce el ceño. Al cabo de poco, la espuma sale por su boca y grita. Entonces se le caen las alas, le sale rabo y cuernos, y hace de la existencia del emprendedor un infierno en el que él es Lucifer.

Solo lo sacará de las brasas si el emprendedor es capaz de lograr una nueva ampliación de capital, para lo cual este deberá encontrar otro Business Angel. Lo hará en el siguiente foro que organice el Ayuntamiento.

Y así sucesivamente. Algunos Business Angels tienen éxito y rentabilizan su inversión. Como se creen exitosos, suelen buscar otra operación. Dada la probabilidad de tener éxito en los negocios, su mutación a demonio queda sencillamente postergada. Porque es inevitable.

BUSINESS ANGEL

Versión oficial:

Un inversor angelical (en inglés Business Angel) es un individuo próspero que provee capital para una empresa de nueva creación, usualmente a cambio de participación accionarial. Además del capital financiero, aporta sus conocimientos empresariales o profesionales adecuados para el desarrollo de la sociedad en la que invierte.

Versión prohibida:

El Business Angel es un demonio disfrazado de angelito con alas.

Cuando un emprendedor no logra convencer a los fondos de capital riesgo o a los Business Angels, desesperado, acude a los familiares y amigos, y los invita a invertir en su nuevo negocio. Aquí ya no cabe hablar de disfunciones, sino de auténticos dislates que conllevan la pérdida de amigos y la ruptura de lazos familiares. No en vano los ingleses denominan la fuente de financiación Friends and Family como triple efe: FFF. ¿La tercera efe? Fools. Friends, Family and fools. Porque realmente hay que estar loco para meter dinero en un proyecto de emprendimiento de un amigo o familiar, en una empresa que no vamos a controlar; si va mal, nos tocará asumir la pérdida y, si va bien, está por ver cómo se computan y reparten los beneficios.

Le voy a ser muy franco. Si está pensando poner algo de dinero en el negocio de un amigo o un familiar, considérelo una ayuda personal a fondo perdido. Una forma de caridad, de prestar una ayuda desinteresada a alguien que estima. Invertir en la empresa de un familiar o un amigo le asemeja a una ONG. Dé ese dinero totalmente por irrecuperable. ¿Por qué digo esto? Pues porque es la única forma de que, además del dinero, no pierda también al amigo o la relación con el familiar. No considere la más mínima opción de recuperar esa aportación o de sacarle rentabilidad.

Si no está dispuesto a hacerme caso y quiere ayudar recuperando su dinero, no entre en el capital, no invierta como socio. Concédale un crédito personal y pídale un aval de algún tipo. ¿Lo ve muy bestia? Pues entonces no invierta.

Con amigos y familiares solo hay esas tres opciones inteligentes: prestar con aval o garantía, entrar en el capital dándolo todo por perdido, o excusarse con «en estos momentos no me va bien invertir porque estoy con una inspección de Hacienda que va a acabar con una sanción de vértigo». De verdad, cualquier otra opción supondrá una pérdida personal además de económica. Solo hay una excepción: que el familiar o el amigo ponga el doble de lo que invierte usted y exactamente en sus mismas condiciones. En tal caso, puede considerar factible la recuperación de la in­­versión.

Si resulta que después las cosas van bien y efectivamente el familiar o el amigo le reconoce sus beneficios, reparte dividendos y respeta su peso y rol en el accionariado, pues considérelo un beneficio extraordinario, no previsto, similar a un premio de lotería.

Los ingleses son muy listos. Recuerde: Friends, Family and Fools. Fools…, por algo será.

FRIENDS AND FAMILY

Versión oficial:

Opción de financiación que consiste en dar entrada en el capital a familiares y amigos.

Versión prohibida:

Donación caritativa a un ser querido para ayudarlo a salir adelante.

Bueno, ya sea a través de conocidos o desconocidos, ya tenemos un cierto capital para invertir. Pero normalmente es necesaria más liquidez. La opción más habitual es la de buscar financiación normal y corriente, esto es, un crédito. Hay que pasar por el tubo y llamar a la puerta de un banco.

¿Dan los bancos crédito a los emprendedores? A ver, sí y no. Lo publicitan mucho más de lo que lo hacen porque queda muy guay en medios de comunicación y en pósteres decir que «Soy una entidad financiera que cree en los emprendedores, que promueve el autoempleo, que ayuda al desarrollo empresarial del país». Campañas del tipo «Ven a vernos con tu idea», «Hacemos realidad tu proyecto» y similares.

Algunas entidades financieras sí que ofrecen alguna condición especial para dar algo de tiempo a que el emprendedor genere ingresos antes de tener que empezar a devolver el crédito. Pero por lo general los bancos organizan el asunto de una forma muy simple. Acotan y delimitan una bolsa general de dinero que dedicarán a dar crédito a emprendedores. Esa bolsa es pequeña, es la única sujeta a condiciones especiales y es la que publicitan a bombo y platillo hasta el punto de que ha habido casos donde ciertos bancos se gastan más dinero en la publicidad que en la bolsa total que van a prestar.

Los créditos a emprendedores son una excelente campaña de imagen pero el riesgo de estas operaciones crediticias es muy elevado. Los bancos lo delimitan de dos maneras. La primera es a través de Obra Social o Fundaciones, si es que la tienen. Ahí igual no solicitan aval. Pero aviso que como mucho le van a dar entre 6.000 y 12.000 euros y solo hay presupuesto para una docena de emprendedores, a lo sumo. Lo que va fuera de obra social ya se vincula a avales y garantías. Si entra en blogs de emprendedores y foros verá la de gente que está quemada de llamar a las puertas de los bancos y mostrar planes de negocio para que luego le denieguen el crédito. Las cosas como son: los bancos tienen una pequeña asignación para ayudas de verdad. El resto han de ser créditos recuperables porque de eso viven las entidades financieras. Claro que alguien podría preguntar si también solicitaban los planes de negocio de las promociones inmobiliarias que financiaban alegremente, durante la famosa burbuja, y luego resultaron fallidas.

Sea como sea, la financiación para un emprendedor está dificilísima y para que sea fácil va a necesitar un avalista. El banco no va a querer correr riesgos. Ellos conocen ese ratio del que les he hablado antes. Si entre un 70 % y 95 % de los nuevos negocios fracasan antes del primer año ese es el riesgo que tienen de que el emprendedor no devuelva el préstamo. Y un banco no da créditos con riesgos de impago de ese calibre. ¿Solución? Aval. Así que quien en realidad corre con el riesgo es el avalista: padres o familiares que creen que si el banco da el crédito, es que el riesgo no es tan elevado. Total, que en realidad el banco, cuando pide aval a los emprendedores, lo único que hace es avanzar el dinero de los avalistas. Si el negocio va bien, la entidad financiera ganará los intereses del crédito. Y si val mal, ejecutará el aval. Entonces… ¿no tendría más sentido que fuesen los avalistas quienes se llevaran los intereses?

CRÉDITO AL EMPRENDEDOR

Versión oficial:

Dinero que las entidades financieras prestan para que las personas puedan arrancar un negocio.

Versión prohibida:

Dinero que los bancos avanzan a los avalistas, quedándose sus intereses.

Ante las dificultades de los Business Angels y los bancos, el emprendedor, desesperado por obtener financiación, ve que se queda sin proyecto. Dará mil vueltas y, finalmente, recurrirá entonces a otra figura que bien daría para un libro entero y de la cual no se dice apenas lo que en realidad supone.

Bienvenidos al maravilloso mundo de las franquicias. En una franquicia se juntan dos miedosos. Un miedoso a tener demasiada gente en plantilla y un miedoso a no saber montar un negocio. El primero es el franquiciador. El segundo es el franquiciado.

El franquiciador posee una marca potente, productos que gustan al público, métodos de venta, procesos comerciales y productivos. Lo tiene todo. ¿Por qué comparte los beneficios de unos puntos de venta que podrían ser propios? Por miedo a tener demasiadas tiendas y demasiado personal en plantilla. Que no me digan que es por falta de recursos porque una marca que funciona tiene cola de bancos para prestarle dinero.

Por su parte, el franquiciado es un emprendedor que quiere abrir una tienda, pero tiene miedo. ¿Y si no encuentra un nombre ganador? ¿Y si no sabe hacer publicidad? ¿Y si no escoge los productos que gusten a la gente? ¿Y si le falta financiación?

Los miedos de ambos son el objeto del intercambio. Te cambio el riesgo a equivocarme por el riesgo de ser demasiado grande. Y ambos renuncian a un beneficio que tal vez podrían conseguir igualmente por sí solos.

En la mayor parte de las franquicias, franquiciados y franquiciadores acaban hartos los unos de los otros. Nacen como colaboradores y terminan como enemigos. La suya es una lucha sin fin, ya que cuando las cosas van bien, cada uno piensa que es gracias a lo que él aporta. El franquiciador, la marca. El franquiciado, el local y su público.

El desencuentro aparece porque ninguno experimenta ya los miedos que justificaron el acuerdo. Es el problema que tienen los acuerdos comerciales que nacen no a partir de un deseo, sino de un miedo.

Tal vez el lector piense que no estoy en lo cierto. Pues fíjese en lo siguiente. Cuando oiga que alguien está pensando en firmar una franquicia pregunte si ya tiene alguna. Solo he oído a gente decir que quiere abrir una franquicia cuando nunca la ha tenido. Si tiene la oportunidad de hablar con franquiciados, pregunte cómo lo llevan y si quieren otra. «Hasta la coronilla», es lo más suave que oirán.

FRANQUICIA

Versión oficial:

La franquicia es una concesión de derechos de explotación de un producto, actividad o nombre comercial, otorgada por una empresa a una o varias personas en una zona determinada. Es un acuerdo entre el franquiciador y el destinatario o franquiciado por virtud del cual el primero cede al segundo la utilización y el aval de su marca para que sea comercializada.

Versión prohibida:

La franquicia es un intercambio entre miedosos disfrazado de acuerdo co­­mercial.

Sigamos avanzando. El emprendedor, ya sea como franquicia o como negocio propio, con socios o sin ellos, con financiación propia o externa, va para adelante. Ahora va a necesitar dar de alta la empresa.

Se producen aquí dos típicas disfunciones. Una es la forma legal. El derecho mercantil y la experiencia han ido ayudando a conformar diversas tipologías de sociedades, cada una de ellas con una serie de características basadas en aspectos tanto económicos como de relación de los socios entre sí, con la propia sociedad y con terceros. La forma legal es una importante decisión que debe decidirse dependiendo del modelo de negocio. Si definíamos al modelo de negocio como una arquitectura de relaciones, entonces la forma legal debe ser la mejor forma de reflejar en lo jurídico tales relaciones. Pero esto no funciona así. A la gestoría que se pide dar de alta la sociedad no se le explica el modelo de negocio, sino que se le plantea directamente la cuestión de: ¿cuál es la forma más barata de constituir una sociedad? Los emprendedores tienen pocos recursos y las primeras decisiones se toman por coste. Es una disfunción total porque la forma legal va a determinar muchas de las posibilidades futuras de crecimiento, ampliación, tributación y responsabilidades de los socios. En la decisión de la forma legal se da aquello que se decía antiguamente: «No me puedo permitir el lujo de comprar barato». La forma legal más barata puede más adelante salir muy cara, especialmente en asuntos referentes a impuestos y, sobre todo, en las responsabilidades de los socios y para con la Administración pública.

FORMA LEGAL

Versión oficial:

Tipología de sociedad mercantil más afín al modelo de negocio de una ­empresa.

Versión prohibida:

Forma más barata, aunque sea inadecuada, de disponer de una sociedad.

La verdad es que, aunque la anterior es una disfunción importante, es hasta cierto punto comprensible. Es lamentable el esfuerzo fiscal que se exige a un emprendedor. Es cierto que hay algunas deducciones y rebajas en, por ejemplo, cotizaciones a la Seguridad Social, pero toda empresa que nace está sujeta a unos costes de constitución: dar de alta la sociedad, notaría (según el tipo de sociedad mercantil), obtención del NIF, inscripción en el Registro Mercantil, alta de Impuesto de Actividades Económicas, etc.

La empresa no ha arrancado y la Administración pública ya está pidiendo una parte de algo que todavía no existe. Siempre he considerado los costes de constitución de una nueva sociedad por parte de emprendedores como el antiguo derecho de pernada de los señores feudales, que consistía, como se sabe, en el derecho a pasar la primera noche de bodas con cualquiera de las mujeres de su feudo que contrajese matrimonio. Era una barbaridad moral y ética.

Los costes de constitución tienen una cierta similitud. Son moral y éticamente reprobables porque la función de la Administración es facilitar el emprendimiento, ayudar a los que empiezan y no agenciarse de forma preferente derechos sobre beneficios que ni siquiera se han producido aún. La Administración pública se reserva el derecho de pernada de las nuevas sociedades de los emprendedores porque se reserva para sí los primeros rendimientos cuando ni siquiera el propietario se ha beneficiado de ellos.

COSTES DE CONSTITUCIÓN

Versión oficial:

Gastos administrativos y tributarios derivados de dar de alta una sociedad mercantil.

Versión prohibida:

Versión moderna del derecho de pernada del señor feudal a favor de la Agencia Tributaria.

El siguiente concepto que requiere una aclaración entre emprendedores y, dicho sea de paso, también entre empresarios es el de «internacionalización». En España tenemos una pereza enorme a ir al extranjero. Es, por lo general, la última opción. Si nos va bien cerquita de casa, intentaremos emprender cerca de casa. La gente prefiere invertir en su localidad, luego en su región, como tercera opción en otro lugar de España y, como última opción, en el extranjero. Esta última no es solo la opción menos preferida, sino que está a años luz de la tercera.

En España somos provincianos. Madrid incluido. Y Barcelona. El resto ya no digamos. Vamos de cosmopolitas pero nos cuesta mucho viajar al extranjero y no digamos ya instalarnos fuera de nuestro país. Como dice una buena amiga en un manuscrito que me pasó y que puede que pronto vea la luz, cuando dices que te vas a vivir al extranjero, la gente te dice: «¡Ostras!, pobre, ¿y cómo lo llevas?». En otras palabras, te compadece.

Debería ser lo contrario. Irse al extranjero es una experiencia formidable que aporta una riqueza cultural y un bagaje extraordinario. O sea, que todo el mundo habla de internacionalización de la empresa española pero lo cierto es que al 95 % de los emprendedores o empresarios les da mucha pereza y lo evitarán, si es posible. España es un país con una balanza comercial totalmente sesgada por el factor turismo. Si no fuera por el turismo, nuestro déficit comercial con el extranjero sería uno de los más elevados del mundo. En cuanto a implantaciones en el exterior no digamos. Las empresas españolas con presencia física en el extranjero son muy pocas en comparación a otros países desarrollados.

Y eso nos permite entrar en la siguiente consideración, que es la confusión generalizada entre exportar e internacionalizar. La gente piensa que vender a países extranjeros es internacionalizar la empresa. No es verdad. Eso es exportar, que está muy bien, pero internacionalizar es otra cosa. Supone implantarse físicamente en otros países, poner una pica en Flandes, como se dice vulgarmente.

Eso no va con nuestra cultura empresarial provinciana, vinculada al poder político, al favoritismo y a la contratación pública. Pensamos que si exportamos es que somos internacionales, cuando en realidad significa ser competitivos en precio. La gran asignatura pendiente del emprendedor español es la internacionalización. Tiempo atrás fuimos tierra de conquistadores. No nos tembló el pulso para conquistar medio mundo, incluidas las Américas. Desde entonces, no solo lo hemos perdido todo, sino que ya nos hemos desanimado ante la idea de volver a salir de casa.

INTERNACIONALIZACIÓN

Versión oficial:

Capacidad de una empresa de implantarse fuera de su país de origen.

Versión prohibida:

Última opción del emprendedor español.

Con la internacionalización pasa algo similar que con el sector de actividad. La gente no se plantea demasiado en qué sector se mete ni si tiene experiencia en ese sector. En su lugar, hay una obsesión por el producto o la idea que se le ha ocurrido al emprendedor. Si, por ejemplo, al emprendedor se le ha ocurrido un tipo de camisa muy original, piensa solo en términos de la camisa y no de que se va a adentrar en el sector moda o sector textil. Si se le ha ocurrido un concepto de comida rápida, piensa solo en sus menús, y no en que va a emprender en el sector de restauración. El sector de actividad es tanto o más importante que el producto porque determina elementos tan importantes como reglamentación, momento económico del sector y experiencia. ¿Tiene experiencia en el sector moda el emprendedor al que se le ocurrió esa camisa tan original? Al final, el éxito o fracaso de la idea está en directa relación con las posibilidades de ese sector de actividad. Hay sectores de actividad que rezuman liquidez, dinero, que crecen, que son rentables, en los que hay poca competencia. Y hay otros sectores que son un auténtico drama. Un emprendedor no lanza una idea, sino que emprende en un sector de actividad determinado que tiene que ver con sus probabilidades de éxito más que con la idea en sí. Pero de eso casi nadie habla.

Es muy sencillo. Imagine meterse en el sector inmobiliario ­ahora. Le aseguro que cuando vaya al banco a pedir un crédito no van a considerar su idea ni dos minutos. Directamente lo denegarán porque de ese sector la banca no quiere saber nada. Durante unos años ha sido y todavía será un sector «apestado», para desgracia de muchos grandes profesionales del mismo.

He visto a los mismos emprendedores fracasar en sectores difíciles, mientras que habían tenido éxito en otros sectores boyantes. La persona era exactamente la misma y estoy completamente seguro de que las diferencias obtenidas no fueron producto de que una idea fuera buena y la otra mala, sino de que un sector era atractivo y el otro estaba hecho un desastre.

Me atrevería a asegurar, de hecho, que el 50 % de las posibilidades de un emprendedor dependen del sector de actividad.

Solo hay una excepción a la recomendación de meterse en un sector en decadencia: el hecho de que empezar de cero constituya una gran ventaja competitiva. Eso sucede en sectores donde la crisis del mismo se ha debido a una innovación disruptiva. Un ejemplo es el sector de la prensa, por ejemplo. Es un sector hecho polvo, pero el principal problema proviene de la irrupción de la prensa digital, que ha tirado por tierra la sostenibilidad de los modelos de negocio tradicionales. Crear ahora un diario o una revista supone meterse en un sector muy complicado; realmente ningún banco va a confiar en el proyecto y tendrá que conseguir recursos por otro lado, pero si el proyecto se sustenta en una ventaja competitiva basado en un modelo de negocio que subsana las desventajas de las estructuras de redacción tradicionales, puede tener algún viso de éxito. De éxito, pero no de financiación bancaria.

SECTOR DE ACTIVIDAD

Versión oficial:

Cada sector se refiere a una parte de la actividad económica cuyos elementos tienen características comunes, guardan una unidad y se diferencian de otras agrupaciones. Su división se realiza de acuerdo a los procesos de producción que ocurren en el interior de cada uno de ellos.

Versión prohibida:

Decisión más obviada por los emprendedores pero que más determina sus posibilidades de éxito.

Posibilidades de éxito. Quiero terminar este capítulo hablando de la dimensión más cultural de lo que supone el emprendimiento en España y de cómo ello afecta y viene afectando sobremanera al ánimo por emprender, arriesgar y crear.

En nuestro país y en la cultura mediterránea en general, los conceptos de éxito y fracaso son demasiado unívocos y extremos. Asociamos el éxito a un reconocimiento social y público, a la valoración que desde fuera se realiza sobre nuestros logros. El éxito lo medimos por lo que los otros piensan o creen y no por lo que nosotros consideramos.

¿Es éxito montar una empresa y que funcione para poder vivir aunque no crezca pero se mantenga en un tamaño muy pequeño durante años? Tal vez para un emprendedor ambicioso no lo sea, pero si el emprendedor de ese negocio tiene suficiente con eso y es lo que realmente desea, debemos hablar de un éxito enorme. ¿Es éxito montar una empresa que funcione durante tres años, pero que deba cerrar después? ¿O es fracaso? ¿Dónde está el límite? ¿Dónde está el rasero? ¿Es fracaso montar una empresa y que no llegue ni siquiera a vender un solo euro? Obviamente, no es un éxito, pero imaginemos que durante ese tiempo el emprendedor ha logrado darse a conocer a potenciales clientes y uno de ellos le ofrece integrarse en su estructura o su negocio, o simplemente le ha servido para adquirir una experiencia que le permite más adelante montar un segundo negocio que sí que funcione. ¿No ha obtenido algo?

En Estados Unidos se ha calculado que para que un emprendedor fragüe su negocio se necesita, en promedio, pasar por 3,75 cierres previos. Es decir, la gente que consolida negocios pasa previamente por lo que aquí denominamos «fracasos».

El no sacar adelante un proyecto empresarial es en nuestro país un verdadero estigma que proviene de una herencia: la de la ruina familiar. Cuando alguien se arruinaba, su apellido se veía manchado durante mucho tiempo. En nuestro país hay pánico a parecer un arruinado y digo parecer porque en realidad el país entero está arruinado. Pero, como digo, hablamos de percepciones ajenas y herencias culturales. Y este es nuestro drama; valoramos a los emprendedores según parámetros totalmente absurdos. Este discurso no existe en otros países. Les explicas esto y alucinan, no saben de qué les hablas.

El éxito de un emprendedor es ser emprendedor. Su decisión, su valentía. Ahí empieza todo su éxito y acaba todo su fracaso. Porque el mayor fracaso es desear emprender y no hacerlo por miedo al qué dirán «en caso de que no salga bien…».

Por otro lado, está la variable «tiempo». Lo que en un momento del tiempo percibimos como un fracaso el tiempo lo puede convertir en un éxito. El mundo de la empresa está plagado de ejemplos así. Por otro lado, está toda la experiencia adquirida. Como explicaba con anterioridad, en Estados Unidos, si uno se presenta a una candidatura para una oferta laboral y ha montado negocios propios que no han funcionado será mucho pero que muchísimo más valorado que otra persona que no tenga tal experiencia en su curriculum vitae. En España es todo lo contrario. No nos fiamos de quien no le ha ido bien. En el extranjero, en cambio, piensan que el aprendi­­zaje, el bagaje, lo adquirido en una etapa de emprendedor no consolidada es insustituible y no puede equipararse a la mejor de las formaciones, no hay curso que pueda sustituir la experiencia, interrumpida o no, de un emprendedor.

Éxito proviene del latín exitus, que, a su vez, proviene del verbo exitere, que significa «salir». El éxito no es un punto de llegada; es un punto de partida. La concepción del éxito y del fracaso en nuestra cultura es uno de los principales impedimentos para emprender y para que el emprendedor tenga la valoración y reconocimiento social que se merece. Tengo un amigo que sostiene que en todas las plazas de los pueblos debería haber una estatua parecida a la del soldado anónimo, con un hombre o una mujer sin identidad definida y con una placa que diga: «Homenaje al emprendedor».

Los emprendedores y los empresarios crean valor, riqueza y empleo. Su motivación puede ser económica, pero crean valor. En su lugar, machacamos al empresario y estigmatizamos al emprendedor que no sale adelante. El resultado de todo ello es que todavía en las encuestas que se realizan a universitarios españoles, la inmensa mayoría desea ir a trabajar a un banco o a la Administración pública antes que montar un negocio. En otros países, los emprendedores son héroes nacionales.

ÉXITO

Versión oficial:

Cumplimiento de los objetivos empresariales.

Versión prohibida:

El éxito en emprendimiento es, simplemente, el acto de emprender.

FRACASO

Versión oficial:

No consolidación del negocio propio, que obliga a abandonar el proyecto, suponiendo un estigma social y precedente para los bancos en caso de impago.

Versión prohibida:

Opinión ajena sobre los propios logros.

Antes de finalizar con la definición de «emprendimiento», quiero dedicar un pequeño espacio a definir «libertad», que parece un concepto poco económico, pero que está intrínsecamente vinculado a la economía. La prosperidad económica de un país, de una nación, de una empresa o de una persona permite gozar de mayor libertad. El término «dependencia económica» de algún modo lo indica. Quien es dependiente de otro es menos libre.

Una de las motivaciones de los emprendedores es el gozar de libertad. No depender de un horario, de un jefe, de constantes órdenes superiores, de una cultura empresarial determinada, de unos propietarios, de unos objetivos… El emprendedor piensa que gozará de libertad en dos ámbitos: tiempo y acción. Libertad que le permita tener tiempo para otras cosas (lo que se denomina «conciliación») y libertad sobre sus propias decisiones.

La primera no se da nunca. La segunda se da relativamente. Emprender es una ocupación total, sobre todo a nivel mental. La cabeza está permanentemente en el trabajo porque el proyecto del emprendedor auténtico es un proyecto vital y va a mezclarse con su vida. Es cierto que dispondrá de libertad para organizar su tiempo, pero su libertad mental va a ser cero. Cuando trabajas por cuenta ajena te puedes llevar problemas a casa, pero no toda la responsabilidad de la empresa. Libertad física, toda. Libertad mental, ninguna.

Y, respecto a la libertad física, un matiz. El emprendedor sabe que puede tomarse cualquier día que precise para cualquier necesidad personal. Pero la realidad es que nunca lo hace. Hay demasiado trabajo, demasiadas cosas por hacer. Sin embargo, es cierto que solo el hecho de saberlo, de saber que, si quieres, te tomas el día libre, ya te da fuerzas para ir a trabajar un día más.

LIBERTAD DEL EMPRENDEDOR

Versión oficial:

Capacidad de decidir en todo momento qué hacer con el tiempo propio.

Versión prohibida:

Posibilidad latente de un emprendedor que raramente se ejerce.

Creo que con todo lo anterior he podido desvelar al emprendedor lo que realmente significa emprender y las verdades sobre muchos aspectos que se visten y disfrazan de otro modo por el interés político en que haya menos gente en la cola del INEM.

Podría resumir lo que nadie dice sobre lo que es el emprendimiento en una definición que en cierta ocasión, durante un encuentro organizado por la Asociación de Jóvenes Emprendedores de Murcia, dijo una persona y que he escrito en algunas de mis obras anteriores porque es una definición nada común, que se prohibiría en cualquier manual de empresa, pero que es más cierta e innegable que la redondez de la Tierra.

EMPRENDIMIENTO

Versión oficial:

Acto de emprender, de llevar adelante un proyecto propio.

Versión prohibida:

Acto mediante el cual se convence a quienes quieren trabajar para nuestra empresa de que el mundo no es incierto.