CAPÍTULO 11

Padre John Reilly

Agente de la Orden de Bruder Klaus

El sujeto está de pie frente a una ventana, observando las luces de abajo. Tiene las manos y los pies esposados, aunque esboza una sonrisita.

Entrevistador: ¿Ve algo interesante?

Padre Reilly: Bueno, en primer lugar, no puedo creerme que estemos en la ciudad de Nueva York y, en segundo, no puedo creerme que haya una ventana en esta habitación. Hace tiempo que no veo una.

Entrevistador: Era la única habitación disponible y tiene ventana. ¿Qué le vamos a hacer? En fin, me han dicho que la probabilidad de que escape de nuestra actual ubicación es de menos del 40%.

Padre Reilly: A mí me parece un número bastante alto.

Entrevistador: Estamos bastante altos. No me quejo.

El sujeto apunta a la ventana.

Padre Reilly: Debemos de estar a setenta plantas de altura, como mínimo. Veo el Zoo de Central Park, el Rockefeller Center, y eso será la tienda de Apple, justo abajo… Madre mía, ¡estamos en el 432 de Park Avenue! ¡Estamos en la Billionaires’ row! ¡La calle de los millonarios!

Entrevistador: Estoy impresionado. Tiene una estupenda percepción geográfica.

Padre Reilly: Entonces, ¿qué multimillonario le esté dejando usar su lujoso hogar?

Entrevistador: ¿Por qué no empezamos con las preguntas? ¿Les afectó a usted y a su orden el ascenso del gobernador Claremont?

Padre Reilly: Cuando oí que Nick Bindon Claremont se presentaba a gobernador de Nuevo México, me sorprendió lo deprisa que los crepusculares pasaban de ser una élite misteriosa a miembros más aceptables de la sociedad humana. Ya se habían infiltrado en la cultura pop y ahora iban a dar un peligroso paso adelante.

Para mi sorpresa, la Orden de Bruder Klaus decidió en su conjunto no sabotear la campaña de Claremont; teníamos demasiadas operaciones en curso para lograr socavar unas elecciones de esa envergadura. Aunque sí accedieron a iniciar la vigilancia del candidato. Yo me opuse con vehemencia y se me ocurrió intentar evitar que un crepuscular se convirtiera en gobernador del estado.

Me convertí en la sombra del director de campaña, Joseph Barrera, durante un par de semanas. Había hecho los deberes: Barrera era un demócrata de toda la vida que parecía comprometido con las causas progresistas. Me pregunté por qué una persona tan cultivada apoyaba de repente a un crepuscular republicano. También parecía bastante estresado, sin dejar de fumar, con las manos temblorosas y aspecto descuidado.

Entrevistador: Hmmm. De esto no sabía nada. Adelante.

Padre Reilly: Tenía que acercarme a Joseph, pero estaba rodeado de personal de la campaña y de otros asesores día y noche. Se alojaba en el Holiday Inn que estaba junto al espacio de oficinas que habían alquilado como sede de la campaña. Muchas noches se llevaba a distintas mujeres al hotel, lo que añadía otra dificultad a mis intenciones de hablar con él a solas.

Me pasé un tiempo observándolo, a la espera de un momento solitario. Entonces, una noche, estaba sentado en un banco cerca del edificio con bajo de escaparates en el que organizaban la campaña. El banco no estaba paralelo a la fachada de cristal, sino algo de lado. Vi que Barrera salía sobre las cuatro de la mañana, solo. Me levanté del banco, pero me fijé en que había una furgoneta negra con ventanas tintadas bastante cerca. Me fui en dirección contraria a Barrera y, efectivamente, la furgoneta negra empezó a seguirme. Es probable que me estuvieran siguiendo desde que aterricé en Albuquerque, si no antes; y me enfadé conmigo mismo por no haberme preparado bien. Caminé otra manzana, retrocedí a la manzana anterior y salté al interior de un enorme contenedor de basura metálico. Me pasé las dos horas siguientes metido en aquella asquerosidad grasienta y apestosa, hasta que supuse que ya era seguro salir… o que era mejor hacerlo antes de que llegara el camión de la basura.

Regresé a mi hotel envuelto en una nube hedionda. Decidí seguir a Barrera de un modo más inteligente. Dos días después, reservé habitación en su Holiday Inn, una planta por debajo de su habitación doble de la quinta.

Procuré asegurarme de que no me vigilaran mientras observaba las idas y venidas de los clientes y el personal del hotel. Entré en el servidor del establecimiento para tener acceso a las cámaras de seguridad del interior y del exterior. Tres noches después, en la cámara exterior, vi a Barrera salir de la sede y cruzar la calle: estaba solo.

Cambié a la vista del vestíbulo. Estaba vacío. Era mi oportunidad.

Salí corriendo de mi habitación y subí las escaleras hasta la quinta planta, donde me planté frente al ascensor. Recé a toda prisa por que estuviera solo. Cuando se abrió la puerta, Joseph estaba delante de mí bebiendo de un vaso del McDonald’s con una pajita. Me aparté, y él me miró al pasar.

—Joseph Barrera —le dije.

—Sí —respondió, y se quedó inmóvil—. ¿En qué puedo ayudarlo?

Parecía cauteloso, pero el cansancio era más fuerte que cualquier mecanismo de autodefensa que tuviera.

—¿Tiene un minuto? Me gustaría hablar con usted.

—Mire, me encantaría, pero estoy destrozado y tengo que levantarme temprano mañana. Llame a mi oficina. Concertaremos una cita para otro momento de esta semana.

Me acerqué más. Necesitábamos entrar antes de que alguien me viera en el pasillo.

—No soy periodista, pero tengo que hablar con usted de algo muy importante —insistí mientras miraba hacia el ascensor, temiendo que se abriera la puerta en cualquier momento—. Es sobre Nick Bindon Claremont y la campaña.

Vi que los cansados ojos de Joseph se despertaban.

—Soy miembro de la Orden de Bruder Klaus, creo que nos conoce. —Se lo dije sin más preámbulo—: No puede permitir que gane.

Se relajó. No era la reacción que me esperaba.

—Mire —me dijo—, me llegan tipos como usted todas las semanas. No se ofenda, pero…

Era mi única oportunidad, tenía que convencerlo.

—Creo que no entiende quién soy. Soy un miembro de una organización que se ha infiltrado en los más altos escalafones de la sociedad crepuscular. Si les consigue esa posición, arrasarán el país sin importarles…

—Estoy con él hasta el final —me interrumpió—. Tiene que entenderlo. Nada de lo que diga me hará retroceder. Puede que haya tenido mis dudas, pero ya no las hay, y no podría irme ni queriendo. —Enderezó los hombros y señaló el ascensor—. Váyase, por favor.

Había juzgado mal a aquel hombre y me había juzgado mal yo.

—Me iré, pero regresaré con pruebas —le aseguré—. Entonces lo sabrá.

Joseph asintió como si ya hubiera oído todo eso antes.

—Buenas noches —me dijo.

Después me observó hasta que llamé al ascensor y entré en él. Incluso metió la mano para pulsar el botón del vestíbulo y la sacó antes de que se cerrara la puerta.

El ascensor se paró en la planta de abajo. Apenas tuve tiempo de levantar la vista antes de recibir el primer golpe en la sien. Retrocedí dando tumbos y vi a dos hombres con pantalones de deporte negros y chaquetas negras acercárseme mientras yo rebotaba contra la pared. Mi entrenamiento de autodefensa entró en acción, junto con un buen dolor de cabeza; lancé una patada que acertó en la nariz del rubio. La sangre manó al instante, lo que no lo detuvo ni un segundo. Supe que no podría solo con ellos y que necesitaba salir de allí, así que salí disparado hacia la puerta de las escaleras. Lo malo era que había hecho justo lo que ellos querían, y me agarraron en cuanto abrí la puerta.

Uno de los tipos me dio un puñetazo en la espalda, junto a los riñones, y caí al suelo, muerto de dolor. Entre ellos me agarraron y me arrastraron a las escaleras. El cuerpo me temblaba al derrumbarme…

La cabeza de uno de los hombres se echó hacia atrás, se separó de los hombros (vi cabello rubio alejarse flotando con ella) y aterrizó en los escalones como una pelota de baloncesto desinflada.

Creyendo que alucinaba, levanté la vista y vi a una mujer joven de pelo negro rizado enviar al otro tipo contra la pared de una sola patada. Quería ayudarla, pero tenía la pierna derecha entumecida y mi cabeza era un embrollo de chispas y molinillos.

La vi descargar las dos palmas de las manos contra las orejas del tío, que se derrumbó, mientras ella sacaba de nuevo la hoja curva y la movía a una velocidad mayor de lo que hubiera creído posible. También la cabeza de aquel hombre rodó por el suelo.

La mujer me miró, algo exasperada, lo que me desconcertó.

—Levanta. Tenemos que irnos —me dijo—. Has estado causando muchos problemas, y no sé cuántos tipos de estos habrá ahí fuera.

Así conocí a Sara Mesley.

Entrevistador: Ah, sí. Sara Mesley. Llevamos un tiempo detrás de ella.

Padre Reilly: Y yo. Una vez en la carretera, recorriendo a toda velocidad la autopista hacia el aeropuerto, por fin conseguí decir:

—No sé qué decir. Sara Mesley… Eres como un fantasma o algo así. Confieso que no me esperaba que fueras tan joven. Quiero decir, te has encargado de esos tíos como si…

—No pienses ni por un segundo que ya está, que hemos ganado —dijo Sara—. Tienes suerte de que la orden no esté más enfadada contigo. Nos has fastidiado unos cuantos planes. He tenido que dejar lo que estaba haciendo para venir a salvarte el pellejo. Todavía me sorprende que seas el mismo tío que hizo lo del Vaticano. Esto te venía muy grande.

No hice caso de la pulla.

—Tenemos que evitar que lo elijan gobernador. ¿Soy el único que se da cuenta?

Sara miró por el retrovisor por enésima vez.

—Puede que lo sea, padre. La orden ha decidido que Nick Bindon Claremont debe ser gobernador.

—¿Por qué?

—No estamos llegando a ninguna parte con nuestras actuales operaciones. Sí, podemos acabar con un crepuscular poderoso cuando queramos, pero cada vez es más difícil. Nuestros avances son graduales. Necesitamos que la sociedad en su conjunto vea lo que pretenden los crepusculares y lo que suponen sus objetivos. No basta con que nos oigan hablar de ello. Estamos perdiendo la batalla de la opinión pública. Hay que dejar que los crepusculares alcancen el puesto de gobernador, y entonces no podrán contenerse. Y la gente tendrá pruebas concretas de sus intenciones. Y ganaremos.

MommyBlogsGalore.com

Foro #24958583933

Hawkeye Mom

Madre de 31 años de Des Moines (Iowa)

Sé que me la voy a cargar por decir esto, pero ¡no confío en estos crepusculares! Y, antes de que los moderadores me bloqueen, no promuevo la violencia. Sólo digo que no son de fiar. ¿Es eso americano? ¡¡Sólo salen de noche!! ¿De qué va eso? Y se supone que son muy cariñosos. ¿Qué me he perdido? Todos sabemos que son los responsables de todos esos asesinatos sin resolver. Supongo que es cuestión de opiniones, pero…

Todos quieren serlo. Es el síndrome de «yo también lo quiero» que tienen todos nuestros hijos. Missy y Wayne me suplicaron que los llevara a ver a ese grupo de chavales, Hit This, que firmaban autógrafos en el centro comercial… Uno de ellos es crepuscular. Vale, así que fuimos y era espeluznante. Parecía de plástico, como un Ken viviente. En mi asociación de padres nadie confía en ellos. Si vais a una tienda o a una feria, oiréis lo mismo. 22:28.

DitmasParkmom—

¿¿¿«Es eso americano»??? ¿Quién dice semejante cosa? Seguro que eres el alma de la fiesta. Seguro que tu Facebook es la pura imagen de la tolerancia y está lleno de parientes con cara de atontaos. 22:31.

Hawkeye Mom—

¡De eso estaba hablando! Cualquier opinión diferente se responde con odio. ¿Eso me convierte en mala persona? Pero te perdono. 22:33.

DitmasParkmom—

Gracias. Dormiré mejor sabiendo que me has perdonado. Resulta que creo que los crepusculares traerán consigo una diversidad mayor a nuestra población. Puede que sea la evolución o algo así. He visto algunos aquí, en Nueva York, y parecen muy civilizados y correctos. Y estrechan la mano de cualquiera con paciencia, dispuestos a responder sus preguntas, por absurdas que sean. Y hacen buenas obras; el Consejo Crepuscular dona comida y juguetes que ayudan a miles de niños en la zona metropolitana de Nueva York. No sólo toman, también dan. 22:40.

Hawkeye Mom—

Nunca aparecen por esta parte del país, y creo que es una pena. Quizá si vinieran más a menudo a mi estado los consideraría aceptables. Lo único que oímos sobre ellos son los rumores. Y, a veces, los rumores resultan ser ciertos. Que se esfuercen un poco. 22:41.

DitmasParkmom—

No tienes ni idea… 22:42.

Hawkeye Mom—

¡Vete a la mierda! Eres la clase de madre que les da a sus hijos quiche de potito casero. ¡No me vengas llorando cuando les chupen la sangre a tus bebés! 22:44.

[El moderador ha cerrado el hilo.]