“Arias, cuyas virtudes parece no eran otras que aquellas
sembradas en su corazón por la tosca mano de la naturaleza
—como que por su condición social y por el medio en que se
desenvolvió su vida, no había tenido ocasión para recibir ni
el ejemplo del hogar de rango, ni los principios morales que
educan y forman el espíritu de los grandes ciudadanos—, no
estaba impuesto ni podía amar el deber y el bien como es
debido, porque sus obligaciones y preceptos no le eran
conocidos suficientemente.(...)
Su propia gloria vino a ser aquí el genio de su perdición.
Militó con denuedo; escarmentó a los enemigos: se burló de
ellos; fue premiado ostentosamente por el gobierno de la
nación con grados y condecoraciones; oyó su nombre resonar
en las ciudades con la admiración y el respeto tributado a
los héroes, y sintió su influencia moral pesando
profundamente desde las sierras de Humahuaca hasta las
llanuras del Chaco, influencia que lo convertía en caudillo
de tan dilatada región. Mas tanta opinión, tanta loa, tanta
gloria, hincharon su vanidad y descompusieron su seso;
pero a extremo tanto, que la vanidad se transformó en
soberbia, y así como Luzbel engreído de su hermosura y
satisfecho de su esplendor, bebió a sorbos tan grandes la
soberbia que se consideró igual y aun más que el Eterno
poderoso, y capaz, por ende, de derribarlo de su trono
inmortal, así de manera semejante cegó el orgullo los ojos
de este famoso gaucho, sintiendo sus dotes tan fuertes, tan
grandes y excelentes, que se consideró en un momento de
demencia superior a Güemes.”
BERNARDO FRÍAS, Historia del General Martín Güemes y de la
provincia de Salta, o sea de la independencia argentina.