La primera cosa que Albahaca recordaba de
su vida era el aire frío. Una niña posó el tiesto de Albahaca en el
escalón de la puerta principal.
Al lado de la puerta, Albahaca vio una gran
maceta. Era azul brillante y sobre ella había pintado un dibujo de
un gato naranja.
—¡Qué animal tan aterrador! —pensó Albahaca.