Advertencia al lector
Todos los biógrafos del incomparable escritor ruso Liev N. Tolstói han reconocido en el protagonista de estas Memorias, Nicolás Petrovitch Irteneff, al novelista mismo, que con maravilloso arte y rara sinceridad expone en ellas todo el desarrollo intelectual y moral de su vida hasta la época de juventud.
Escritas entre los años 1831 y 1857, quedaron interrumpidas, a pesar de que el autor promete en las últimas líneas del libro una segunda parte, que nunca llegó a publicarse.
El que desee conocer los acontecimientos posteriores a este conmovedor relato, puede leer la novela del mismo autor titulada Anna Karénina; en uno de cuyos personajes, Levine, quiso Tolstói encarnarse con su carácter, sus ideas, sus gustos y tendencias. Aunque Levine de cara al exterior se distingue del novelista, en el fondo los dos personajes son idénticos y se confunden en una misma aspiración ideal, que ha producido las páginas más hermosas de Resurrección y que cortó en flor la existencia del primer Nekliudof.
Nicolás Irteneff, Demetrio Nekliudof, Levine... Estos nombres evocan el recuerdo de cosas lejanas y representan el deseo de una vida mejor, término de todos los males y principio de la verdadera felicidad. Por más que estas ideas parezcan irrealizables, no cabe dudar de la bondad de la doctrina ni del generoso propósito en que ésta se ha inspirado. Todos los hombres deben aceptar una promesa que suscita grandes esperanzas. Si la esperanza es un bien, Tolstói habrá logrado lo que ningún otro escritor podía alcanzar: que la suma de los bienes debidos a la lectura de un libro exceda de los lisonjeros cálculos dictados por la imaginación.
Se debe buscar la dicha en la posibilidad de realizar ciertas aspiraciones, y no en las cosas realizadas, que carecen de belleza porque las contemplamos muy de cerca; y desde este punto de vista, el autor de Polikuchka es superior a todos los novelistas modernos.
En la Utopía de Tomás Moro, todos los hombres eran felices «porque no esperaban serlo». Las sublimes concepciones de Tolstói abren el corazón a la esperanza y nos permiten entrever el esplendor de los tiempos nuevos. ¡Qué importa que estos tiempos estén por venir!
Estas Memorias tienen además la ventaja de un estilo cuya sencillez no puede ser imitada, porque guarda relación con la pureza del pensamiento. También se distingue este libro por la exactitud de las observaciones que contiene y el vigor de los caracteres, trazados de un modo admirable, hasta el extremo de que en toda la literatura contemporánea no se encuentra un personaje mejor descrito que el pobre Carlos Ivanovitch, «predestinado por su bondad innata a la desgracia, y cuya mayor hazaña consistió en perdonar la vida a un granadero del ejército francés».