Que yo recuerde, en mi vida solo fui empleado 3 o 4 veces: esta vez que les voy a contar, otra en la Policía Nacional como oficial, en una oficina de abogados y en medios de comunicación, televisión y radio . La primera vez que tuve un jefe yo tenía 15 años y me ofrecieron la oportunidad de vender seguros para conductores para que, en caso de accidente, no tuvieran que ir a una cárcel normal, sino a una cárcel “especial”
.
Para poner esta historia en contexto, lo interesante del asunto era que mi papá me tenía absolutamente prohibido trabajar (¿recuerdan que les conté?) . Nada le ofendía más que yo dijera que me gustaría trabajar en algo
.
Antes de que digan algo de mi papito (porque ya sé que van a empezar a criticar sin conocer), les voy a contar lo que él me decía
: “Hijo, usted tiene que disfrutar su juventud, estudie, viva, que yo trabajo
, ya va a tener que trabajar muchos años y muy duro, es más, tal vez va a tener que ayudarme cuando yo esté viejo y no pueda trabajar más, pero por ahora estudie y sea feliz así”
. Suena muy tierno y todo, pero mi viejo me lo decía era en tono alto y sonoro
, jajajaja. Mi papá siempre ha sido un hombre maravilloso, amoroso pero estricto y jodido
.
Bueno, pero no se me distraigan, sigamos con la historia. A escondidas de mi papá y con solo 15 años, acepté mi primer trabajo. En la capacitación el producto se veía muy fácil de vender: se trataba de un seguro por un año a solo 15.000 pesos que debían pagar los conductores que querían estar protegidos de ir a una cárcel normal si atropellaban a alguien
. A mí me iban a pagar 3.000 pesos por cada seguro que vendiera
. Obviamente, yo no iba a salir a repetir únicamente lo que me habían enseñado en la capacitación
, no soy de hacer las cosas igual que todo el mundo
. Camino a mi casa analicé
que, si es difícil vender algo que se puede tocar, oler, probar, mirar, mostrar, vaya y venda algo invisible, intangible
, un seguro para “por si acaso”, un “por si de pronto le sucede”, que puede que lo use o puede que no
, porque la verdad sea dicha, hay seguros de seguros
. El seguro funerario, por ejemplo, tiene una justificación
y es que todos en algún momento nos vamos a morir, es decir, y como cantó Darío Gómez, “Nadie es eterno en el mundo”
.
Entonces me pregunté a mí mismo: “Mí mismo, ¿qué motiva a una persona a comprar un seguro”? Y yo mismo me respondí: “No tengo ni la más mínima idea”,
jajajajajaja. Acuérdense de que tenía 15 años, cero experiencia, ¿qué iba a saber qué motivaba a una persona a comprar un seguro?
Me puse a estudiar y la conclusión a la que llegué fue que a una persona solo una cosa la motiva a comprar un seguro: EL MIEDO
, el pánico a lo impredecible, a lo inevitable, a lo que no podemos controlar
. Así que yo tenía que encontrar la estrategia necesaria para abordar a mis clientes y en tres minutos llenarlos de tanto miedo que no quisieran subirse de nuevo al carro sin estar protegidos por mi maravilloso seguro
.
Pero la gente no come cuento fácil, es más, yo creo que santo Tomás, el que dijo la frase “Ver para creer”, era de mi ciudad , porque acá a la gente hay que mostrarle todo, mejor dicho, acá hasta que no ven el muerto, no arrancan a llorar, jajajaja. Pues, amigos, armé mi propia escena del crímen automovilístico
, me fui para la hemeroteca de la Biblioteca Pública Gabriel Turbay y busqué los periódicos en los que salían los accidentes de tránsito
y les saqué fotocopias, en especial a los más sangrientos (sí, ya sé lo que van a decir otra vez, soy lo peor, jajaja
, y esperen que avancen los capítulos
, pero pues yo era un niño de 15 años y fue la única estrategia que se me ocurrió
).
Me armé una carpeta con las fotocopias para llevar al trabajo y empezar a vender mi seguro. Parecía que todo estaba perfecto, ¿no? . Por lo menos yo estaba convencido
. Es más, dije: “Con esta estrategia ni porque me pongan al lado al tigre de Suramericana en persona me va a quitar los clientes
”, mejor aún, si la gente identifica un tigre que vende seguros, yo iba a ser ese tigre
, y pues desayuné Zucaritas, jajajajaja, para que sacaran el tigre que hay en mí, jajaja (mentiras, esto se me ocurrió ahorita
). En fin, sigamos
. Llegué a la estación de gasolina cerca de cañaveral ubicada en la paralela, vestía la camisa de mi uniforme, que escondía en la casa de mi novia
, y luego de cuatro horas no había vendido nada
y el olor a gasolina me tenía mareado
. Era mucho más difícil de lo que yo pensaba, yo muy amable me acercaba a la gente y le preguntaba: “¿Tiene 5 minutos?
” y la gente respondía: “No, gracias”, no se dejaban ni hablar
, a veces me estaba acercando y ya desde lejos me decían: “Ya sé qué es eso y no me interesa
”. O sea, yo no había ni podido sacar la carpeta sangrienta
en la que me había gastado toda la plata de la semana del colegio
.
Entonces cambié de estrategia. Pilas pues
:
A los hombres los seleccionaba de acuerdo con la marca del carro, jaja (no se pongan ahora acá con moralismos que estamos es vendiendo), no le iba a seguir ofreciendo un seguro a alguien que llegara en un carro todo feo y desbaratado, oxidado , lo cual al principio pensé que era buena idea. A un señor le dije: “Uy, cómo está ese carro de feo, yo creo que se va a quedar es sin frenos
y va a terminar atropellando a alguien (jajaja), y le cuento que si no lo mata en la atropellada, lo mata el tétano que le da con esas latas todas oxidadas”,
jajajaja, y en lugar de convencerlo, el señor se puso fue bravo conmigo
. Entonces dije: “Mejor me enfoco en hombres que lleguen en carros caros”. El primer día vendí un solo seguro
, me dolían las piernas, no había almorzado, olía a gasolina, pero había aprendido mucho. Era extraño, pero estaba feliz, cada NO me había enseñado algo y me hacía cambiar de estrategia; la vida y el trabajo en las ventas me empezaban a enseñar sobre la personalidad de la gente.
Al otro día regresé y estuve de nuevo ocho horas ahí parado, batí récord en ventas, señores, ¡vendí dos!
Es muy difícil, a pesar de mi parlamento, hay gente que después de media hora le dice a uno: “No, gracias”
, o le dice: “¿No tiene una tarjeta?”, y uno piensa “Uy, no, amigos, no hay derecho”. Y eso sin contar que uno se inventa cuanta cosa sea para convencer
; yo hasta me inventaba leyes para decir que el seguro era obligatorio sin saber si al frente mío estaba un abogado pensando “Qué tipo tan bruto
”.
En ese trabajo solo duré dos días, y no fue que me quedara grande ni que me diera por vencido , ojo, no crean, fueron causas de fuerza mayor: el lunes después del colegio, pasé por el consultorio de mi papá, y mi mamá, que a la vez era su secretaria, me dijo: “Su papá no se demora, está atendiendo a un visitador médico, espérelo
”, y yo obedecí. Se abre la puerta y sale el visitador primero, mi papá detrás, y le dice: “Mire, le presento a mi hijo
”, y el visitador: “Ah, sí, yo lo conocí ayer, él es el que vende los seguros en la estación de gasolina”.
Mi papá se puso rojo de la rabia
y me miró con una cara que me hizo pensar: “El que va a necesitar un seguro funerario soy yo
y el que va a terminar en la cárcel es mi papá porque me va a matar
”.
Amigos, de ese trabajo aprendí muchas cosas. Primero a admirar a los vendedores de seguros, a ellos mi cariño y mi respeto eterno.
Tenía solo 15 años y aprendí en dos días cosas que aplico para el resto de mi vida: yo mismo capacito mis vendedoras en Super Nice Rent a Car y adivinen qué es lo que más vendemos después de las rentas de los carros. Exacto, ¡EL SEGURO!