Le estaré siempre agradecida a las tres personas que hicieron que esta novela pasara de ser una idea fugaz a convertirse en una realidad:
Mi esposo Jeffrey, que tuvo una enorme fe en mí y apoyó este proyecto de innumerables maneras;
Mi maravillosa agente y buena amiga Meg Ruley, que lo hizo todo posible; y
Mi asombrosa editora Carolyn Marino, que creyó en una desconocida y me guió con habilidad.
También estoy en deuda con Kara Cesare, Peggy Gordijn, Jennifer Civiletto, Martha Hughes, Randy Dwenger, Triss Stein, Nicole Gruenstein, Annelise Robey, Donald Cleary y Andrea Cirillo, por su consejo y apoyo; Amy Mundorff, de la oficina de Medicina Legal de la ciudad de Nueva York y Lynn Sullivan, M.D., por revisar los detalles sangrientos, y con mi hijo Jack, por su desbordante entusiasmo por este libro y sus espléndidas sugerencias para el título (mi preferido, El malo misterioso).