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MELANIE NUNCA HABÍA VISTO AL HOMBRE QUE estaba detrás de su escritorio, pero sintió como si lo conociera. Cuando se miraron a los ojos, el tipo se sonrojó y perdió el hilo de la conversación.

“No te oí bien. ¿Qué decías?” le dijo a la otra persona, haciendo un esfuerzo evidente por mirar hacia otro lado.

Debía ser Dan O’Reilly, el detective del que le había hablado Bernadette. Melanie entró y se recostó contra su archivador, mientras examinaba al tipo. Era un hombre grande y apuesto, tenía una cara muy masculina y el pelo grueso y oscuro, y le parecía increíblemente familiar. Tal vez lo había visto por ahí, o tal vez simplemente tenía esa apariencia deportiva y americana que tienen muchos policías y detectives. Pero era más como si ella hubiese estado esperando conocer a alguien así. Incluso el sonido de su voz—el tono profundo y agradable, un ligero acento neoyorquino—parecía el correcto, como algo que ella hubiese estado esperando escuchar durante un buen tiempo sin darse cuenta. Mientras hablaba, él le lanzó varias miradas a Melanie. Finalmente colgó.

“¿Melanie Vargas?” preguntó.

“La misma.”

“Debí saber que eras tú. Te pareces a tu nombre.”

“¿Sí? Alguien me dijo una vez que tenía nombre de bailarina nocturna.” Melanie se sonrojó tan pronto dijo eso.

“Sin comentarios,” dijo él, sonriendo con cortesía. Tenía un aire de chico bueno, pulcro, dulce. “Soy Dan O’Reilly.”

“Eso me imaginé. ¿Bernadette te dijo que me asignó a este caso?”

“Dijo que probablemente lo haría, pero tenía que encargarse de los detalles.”

“Ya está todo arreglado, así que en este momento estás mirando a tu fiscal,” dijo Melanie y se sentó frente a él, mientras recogía unas carpetas que él había estado revisando en su escritorio. “¿Qué me tienes?”

“No tan rápido,” dijo, tomando la carpeta que ella había cogido. Sostuvieron una pequeña batalla por la carpeta, sin dejar de mirarse a los ojos. Melanie bajó la guardia un minuto y la soltó.

“¿Qué pasa, no dejas que tu fiscal vea tus archivos?” dijo ella sin aliento y le pareció que su voz sonaba novata y tonta. No más, se reprendió. Actúa como una profesional.

“Antes me gusta entrenar a mis fiscales. Yo manejo mis archivos y tú los tuyos,” dijo Dan. “De esa manera no terminamos acusándonos mutuamente de perder nada o de entregarle a la defensa información confidencial. Así las cosas se mantienen en términos amigables.”

“Muy bien, entonces, si ésos son tus archivos, ésa es mi silla, amigo. Fuera,” dijo Melanie y sintió la necesidad de tomar el control de la situación.

“Está bien, está bien,” dijo Dan, sonriendo. “Supongo que todavía hay que ver quién va a entrenar a quién.”

“Correcto.”

Cambiaron de puesto. Dan todavía estaba sonriendo cuando abrió la carpeta y tomó un par de órdenes de captura impresas en papel amarillo de computador. Ella observaba cómo movía las manos. Eran unas manos musculosas fuertes. No llevaba anillo de matrimonio.

Melanie hizo un gesto señalando las órdenes de captura. “¿Ya tienes sospechosos? ¡Qué rapidez! Estoy impresionada.”

“No podemos saber con certeza si son los asesinos de verdad. Ramírez tiene la teoría de que Benson fue asesinado en venganza por encerrar a Delvis Díaz hace casi diez años.”

“Ah, sí. Bernadette dijo que Díaz fundó una banda importante.”

“Sí, una célula de la banda, por lo menos. ¿Has oído hablar de la pandilla Blades?”

“Claro. Están por todas partes. Puertorriqueños, principalmente dedicados al comercio de heroína, ¿no es así?”

“¡Caramba!”

“Tú sabes, soy puertorriqueña. Bueno, medio puertorriqueña. . . ,” dijo Melanie, mientras estudiaba a O’Reilly.

“¿De verdad? Eso pensé por el nombre, pero luego vi que hablabas como una de esas presentadoras de noticias de la televisión.”

“Éste es mi trabajo. Aquí hablo inglés oficial. Además, soy de segunda generación. Apenas hablo español en casa.”

“¿Sí? ¿Dónde vives?”

“Ahora vivo en Manhattan, pero originalmente en Queens.”

“¿En dónde? Yo también soy de Queens.”

“En realidad en el límite entre Brooklyn y Queens. Técnicamente es Bushwick,” dijo sonrojándose.

“¿Bushwick? No puede ser,” dijo O’Reilly, claramente sorprendido. “Ése es un vecindario difícil.”

“Bueno, cerca de Ridgewood.” Se estaba portando como su madre, pensó Melanie, molesta consigo misma. Su madre odiaba Bushwick y solía decir que eran de Ridgewood cuando en realidad no era cierto. Buschwick era difícil, es cierto, y ésa fue la principal razón por la que Melanie se esfarzó por salir de allí.

“Tú sabes,” dijo Dan, “Díaz fundó un grupo llamado los C-Trout Blades, en honor a la esquina de Central y Troutman en Bushwick. Así que si Ramírez tiene razón, los asesinos probablemente sean muchachos de Bushwick.”

“Sí, claro, mamá nunca nos dejaba ir por esos lados.”

“No la culpo. Central y Troutman es un gran supermercado de droga desde hace veinte años.”

“Lo sé.”

“¿Seguro que eres de Bushwick? Porque no lo parece,” dijo Dan, mirando los diplomas en la pared, y luego miró a Melanie y la estudió con cuidado, como si estuviera tratando de resolver un rompecabezas.

“Créeme, todavía lo llevo conmigo. Puedes sacar a la chica del barrio, pero no puedes sacar el barrio de la chica. ¿Y tú? ¿De dónde en Queens?”

“Belle Harbor, en los Rockaways,” replicó. Un vecindario de clase media compuesto mayoritariamente por policías y bomberos.

“Ah,” dijo ella y asintió con la cabeza.

“Podrías haberlo adivinado, ¿cierto? No he llegado tan lejos en la vida. Me pusieron en un camino y ahí me quedé.”

Dan miró hacia los papeles que tenía en la mano, con un gesto de repentina timidez. Había algo atractivo en él.

“Bueno. Díaz era un gran capo local. Benson lo encerró por homicidio triple y distribución de heroína hace cerca de ocho años,” dijo Dan.

“¿Todavía está en prisión?” preguntó Melanie.

“Sip. Cumpliendo tres cadenas perpetuas consecutivas en Otisville. Morirá allá.”

“¿Así que sólo tenemos que buscar a los socios conocidos de Díaz que no están en prisión y, bingo, encontramos al asesino? Suena demasiado fácil. Además, si Díaz ya lleva ocho años en prisión, ¿por qué vengarse de Benson ahora?”

“Buen punto, consejera. La venganza normalmente no espera tanto. Mira, no estoy diciendo que ésa sea la respuesta. El golpe pudo tener razones totalmente distintas, pero tengo que admitir que hay cierta razón en la teoría sobre Díaz.”

“¿Cuál?”

“Tenemos dos testigos. La hija adolescente de Benson, que todavía no se ha recuperado lo suficiente para hablar, y el ama de llaves filipina, Rosario Sangrador. Mi compañero y yo ya entrevistamos a Rosario. Está muerta de miedo.”

“Por lo que vi anoche, no la culpo.”

“¿Estuviste en la escena del crimen?”

“Sí.”

“Ahora soy yo el que está impresionado. Vi las fotos de la autopsia esta mañana. Fue una cosa horrible. Eres una chica con muy buen estómago.”

Dan hizo un gesto de admiración durante un largo segundo. Tenía los ojos muy azules. Melanie bajó la mirada hacia el escritorio, tratando de no prestarle atención a la mirada. ¿Qué tenía este tipo? Era apuesto, sí. Pero normalmente eso no la impresionaba.

“Y ¿dónde está el ama de llaves ahora?” preguntó Melanie.

“¿Qué?” dijo Dan, mientras la miraba, todavía con una sonrisa.

“El ama de llaves. ¿Dónde está?”

“Escondida fuera de la ciudad para que nadie pueda encontrarla. Tiene mucho que contar. Un típico asalto de morada del crimen organizado. Cuatro o cinco sujetos con máscaras. Encontramos una de las máscaras en un bote de basura cerca de la escena. Está en el laboratorio para buscar cabellos y fibras. Un sujeto llama a la puerta. Cuando abre la puerta, la empujan. Llevan un perro grande, ¿extraño, no? Ella nunca les ve la cara, pero los oye hablar y retiene algunos apodos. Tengo que admitirlo, los alias aparecen en los registros como miembros conocidos de los C-Trout Blades. Eso es lo que me hace pensar que Ramírez puede tener razón con su teoría de la venganza. ¿Por qué otra razón atacarían estos pandilleros a Benson? De todos modos, es un punto de partida. Mira, te mostraré.”

Dan abrió una carpeta y sacó las fotos de dos convictos.

“A propósito, la razón por la cual Randall y yo fuimos llamados para este caso es que nosotros interceptamos las líneas telefónicas de los C-Trout Blades hace unos años. Seguimos cerca de cuarenta sujetos y aprendimos mucho sobre la organización. Son un grupo peligroso.”

Dan puso las dos fotos en frente de Melanie. Ella tomó una, la examinó y sintió un estremecimiento, como si ya lo hubiese visto. El muchacho de la fotografía parecía de unos trece o catorce años, pero tenía una cara angulosa, salvaje, con ojos pequeños y una expresión fría y tenebrosa que le heló la sangre.

“¿Quién es éste? Me parece muy conocido,” dijo Melanie.

“Se le conoce como Slice, pero no tenemos su verdadero nombre.”

“Tienes una fotografía del archivo policial, así que está fichado. ¿Cómo es que no tienes su nombre verdadero?”

“La fotografía es de un arresto juvenil de hace cerca de diez años. Aparentemente fue arrestado con el nombre de Junior Díaz, pero resultó ser un nombre falso.”

“¿Díaz? Como el jefe de la banda.”

“Sip, una coincidencia interesante.”

“Tal vez no es una coincidencia. Un familiar de Delvis Díaz encajaría con la teoría de la venganza, ¿no es así? Algo como, digamos, el hermano menor de Delvis atacando a Benson para vengarlo por su condena o algo así,” dijo Melanie. “Pero ¿por qué dices que es un nombre falso?”

“No se pudo verificar. En el momento del arresto, dio un número de seguridad social falso, una dirección falsa. Aparentemente no se dieron cuenta sino hasta después.”

“Ummm,” murmuró Melanie. Estaba sopesando el mismo tipo de reservas que tenía cada vez que estaba frente al sospechoso perfecto. Un típico chico de Bushwick, puertorriqueño, violento, un pandillero. Algunas cosas encajaban, pero otras no. Este sujeto era demasiado joven y, de acuerdo con la descripción física de la ficha, demasiado bajito. Melanie no entendía cómo podía ser el mismo sujeto, ése que ella llevaba buscando desde hacía tanto tiempo.

“¿Dices que Slice te parece conocido? ¿Tal vez te lo encontraste en un caso?” preguntó Dan.

“No lo sé. No lo puedo ubicar ... es sólo una sensación. ¿Qué más tienes sobre él?”

“Nada concreto. Es muy cuidadoso. No habla de negocios por teléfono, no negocia con extraños si no es a través de un subordinado de confianza, ese tipo de cosas. Pero mi informante de cuando realizamos la interceptación me contó cosas sobre el Slice de esa época. Dice que es el mejor. Tal vez veinte muertos a sus espaldas. Un verdadero psicópata. Le gusta torturar a sus víctimas primero, mutilándolas. De ahí viene su apodo. Ah, y generalmente mata a todos los testigos. Así es como se mantiene fuera de las rejas.”

“Entonces tal vez no es el mismo sujeto. Nuestro asesino dejó testigos. No mató ni al ama de llaves ni a la hija de Benson,” señaló Melanie.

Dan se quedó callado por un momento, mientras pensaba en eso. Los dos debían estar pensando lo mismo, porque cuando él abrió la boca para hablar, Melanie ya sabía lo que iba a decir.

“No las ha asesinado, todavía.”

“Todavía,” repitió Melanie.

“No te preocupes. Las tenemos bien cuidadas a las dos. De hecho, ya mismo voy a llamar para decir que los vigilantes no se retiren de sus puestos ni para ir al baño.”

“Sí. Hazlo. Soy bastante buena, pero ni siquiera yo puedo armar un caso si los testigos están muertos.”

 

MIENTRAS HABLABAN. MELANIE LLENABA PÁGInas de un bloc de hojas amarillas con notas sobre lo que tenían que hacer. Y hacer pronto. Identificar y atrapar a Slice era la prioridad más urgente. Si él era el asesino, podían suponer que trataría de eliminar al ama de llaves y a la hija de Jed Benson. Tenían que detenerlo antes de que hiciera más daño.

Dan señaló la segunda foto, un sujeto grande y corpulento que tenía el pelo en trenzas recogidas con una liga. “Jason Olivera, conocido como Bigga, un miembro reconocido de los C-Trout Blades. Deberíamos ir tras él pues va a ser más fácil de encontrar que Slice. Bigga tiene un largo historial de arrestos, la mayor parte por ofensas menores, pero feas. Asalto, posesión ilegal de armas. Lo han arrestado durante toda la vida, nunca ha cumplido más de seis meses y ha dejado una lista de direcciones. Voy a empezar a buscarlo por todas partes, a revisar todas las guaridas de esa vieja red de narcotraficantes, a ver qué sale de ahí.”

“Muy bien, organiza tus archivos de las interceptaciones telefónicas,” dijo Melanie, mientras escribía en el bloc de notas con un marcador. “Yo pediré los archivos del caso de Delvis Díaz, el que llevó Jed Benson hace años. Quién sabe, tal vez esos lugares todavía están activos. Y ¿qué pasa con el informante que mencionaste? ¿Tiene alguna pista sobre el paradero de Bigga?”

“Si puedo encontrar a mi informante, encontraré a Bigga,” dijo Dan. “Pero hasta ahora el desgraciado no me ha devuelto las llamadas. Llevo algún tiempo en la división de terrorismo y no he mantenido contacto con mis antiguos soplones de narcóticos.”

“¿Qué tal enviar una orden de búsqueda a otras jurisdicciones de la policía?”

“Ya lo hice. Mi oficina envió toda la información que tenemos sobre Slice y Bigga a todas las estaciones de policía, así como al Servicio de Inmigración y Aduanas. Si entran en contacto con la ley o tratan de salir del país, lo sabremos. Pero ésa es una posibilidad muy poco probable. Puede tomar años antes de que algo como eso dé resultado. Para encontrarlos rápido, no hay nada mejor que la vieja técnica de ir de puerta en puerta.”

“Quiero hablar con el ama de llaves y la esposa de Benson enseguida,” dijo Melanie, “y con la hija, tan pronto esté en condiciones.”

“Anota eso. Ah, y yo llamaré al laboratorio para que nos envíen copias de los resultados de las pruebas. Ya me llamaron esta mañana. Aparentemente los de criminalística encontraron una huella digital latente en una lata de queroseno que había detrás de la casa de Benson. No han podido identificar la huella. No es de ningún miembro de la familia, pero tampoco coincide con la de ninguno de los fichados del FBI. Si es de uno de los asesinos, no tiene historial.”

“¿La compararon con las huellas de nuestra gente?” preguntó Melanie.

“Normalmente no lo hacen, a menos de que tú lo pidas especialmente. Es como si dijeras que alguien arruinó la escena del crimen, que manipuló evidencia.”

“Tienen que hacer esa verificación. Quiero enterarme antes que el gran jurado si la escena del crimen fue contaminada. No me puedo preocupar por la posibilidad de herir susceptibilidades,” dijo, e hizo otra anotación.

“De acuerdo. Ésa es tu tarea.”

“Eso es todo lo que se me ocurre por ahora,” dijo Melanie y sacudió la mano para evitar que se le encalambrara.

“Es una buena cantidad para empezar. Préstame esa lista para sacarle un par de copias, por favor. Voy a reunirme con Randall Walker y nos dividiremos el trabajo.”

Melanie arrancó las hojas y se las entregó. Cuando él se puso de pie para dirigirse a la fotocopiadora, ella lo detuvo.

“Oye, ¿puedo preguntarte algo acerca de Randall?”

“¿Qué pasa con él?”

“Esta investigación va a ser bastante frenética. Él está preparado para el trabajo, ¿cierto?”

Dan se volvió a sentar y arrugó la frente. “¿Qué significa eso?”

“Bueno ... Bernadette dijo que Randall está bastante acabado.”

“¿Acabado? Esa maldita bruja. Tiene que hablar mal de todo el mundo.”

“¿Entonces no es cierto?”

Dan suspiró con frustración. “Mira, normalmente yo no me tomaría el trabajo de responder a una basura como ésa. Pero tú pareces una buena persona. Detesto ver que Bernadette te está envenenando la cabeza con mentiras incluso antes de que tengas la oportunidad de conocer a Randall Walker, que es uno de los mejores detectives con los que he trabajado en la vida.”

“Está bien, entonces ¿él está en forma? ¿Tú das fe de eso?”

“Tal vez tiene ahora demasiadas cosas encima en el aspecto personal, pero todavía es un gran detective.”

Así que había algo. Melanie miró a Dan a los ojos. “¿Cuál es el problema? ¿La bebida? ¿Problemas matrimoniales?”

“No me gusta hablar sobre los asuntos privados de mi compañero.”

“Sólo dime lo suficiente para que pueda entender.”

“Está bien, pero no debe salir de estas paredes.”

Melanie asintió y se sintió honrada de que él confiara en ella. “Tienes mi palabra.”

“El hijo de Randall murió de una sobredosis hace cerca de cinco años. Era su único hijo. Randall está bien, pero su esposa no. Nunca lo superó. Ella tiene muchos problemas mentales y físicos. Diabetes, asma, depresión. Eso realmente lo pone muy mal.”

“¡Es horrible!”

“Sí. Pero, de verdad, Randall realmente hace su parte.”

“Está bien.” Melanie lo miró directo a los ojos y trató de saber si le estaba diciendo toda la verdad. Dan se movió con nerviosismo bajo la intensidad de su mirada.

“Y si por alguna razón él no puede hacer su parte, yo la hago por él.”

“Esta bien. Ahora sé cómo es la situación.”

Dan se puso de pie de nuevo y sacudió la cabeza.

“¿Qué?” preguntó Melanie.

“Nada,” respondió y sonrió.

“¿Qué?”

“No, es sólo que ... tengo que tener cuidado contigo. No es bueno contarle todo al fiscal. Eso sólo trae problemas. Pero desde ahora puedo ver que vas a sacarme muchas cosas, ya sea que te las quiera contar o no.”

Dan la estaba mirando con vehemencia, de una manera que a ella le pareció al mismo tiempo halagadora e incómoda. ¿Podría ser que ella le gustaba? Instintivamente, Melanie agarró la fotografía de Maya que estaba sobre su escritorio en un marco que decía: TE QUIERO MAMI.

“¿Es tuya? ¿Puedo verla?” preguntó Dan en voz baja, mientras observaba el anillo de matrimonio que ella llevaba puesto. Melanie se acordó de que estuvo a punto de no ponérselo por la mañana. Qué bueno que lo hubiera hecho. No le gustaría dar una impresión equivocada.

“Se llama Maya,” dijo y le alcanzó la fotografía.

Dan sonrió. Todo el mundo sonreía al ver esas mejillas.

“¡Qué ternura! ¿Cuánto tiene?”

“Seis meses.”

“Siempre quise tener hijos. Siempre pensé que tendría varios. Pero supongo que la vida nunca es como uno espera,” dijo, y la mirada se le ensombreció cuando le devolvió la foto a Melanie.

Melanie la puso con cuidado en su sitio y Dan se fue a sacar las fotocopias. Cuando estuvo segura de que él se había ido, se besó el dedo y lo pasó con suavidad por la foto de Maya. Se sentía rara. Triste y extrañamente culpable al mismo tiempo. Se dio cuenta de que era porque Dan le parecía atractivo y el hecho de encontrarlo atractivo la hizo acordarse de lo mal que estaba su matrimonio.

Dan regresó de la fotocopiadora. Cuando le devolvió la lista, ella lo miró a la cara y no pudo evitar preguntarse cómo alguien como él estaba soltero. Debía tener alrededor de unos treinta años y tan bien parecido ... tal vez sólo era un mujeriego. Tal vez todo eso de querer tener hijos no era más que charla. Sin embargo, ella no creía que fuera así. La tristeza que se había reflejado en su cara cuando habló sobre los niños parecía genuina y la había hecho identificarse con él, desear oír la historia que había detrás de su soledad. Pero nunca le preguntaría a él sobre eso. Mantendría la relación en el plano profesional, obviamente eso era lo que había que hacer. Sólo que tenía el extraño presentimiento de que tal vez no iba a ser tan fácil.