MELANIE ESTABA TEMBLANDO MIENTRAS APRESU raba el paso por el corredor del hospital buscando la habitación de Amanda Benson. El corredor, sucio y muy iluminado, tenía el aire acondicionado al máximo, pero ésa no era la razón para su temblor. Melanie acababa de imaginarse cómo se vería Amanda Benson en la cama del hospital, mutilada, desfigurada, horriblemente quemada. Todavía se estaba recuperando de haber visto el cadáver de Jed Benson anoche y no sabía si podría soportar ver a su hija.
Supo que había encontrado la habitación tan pronto vio al policía con el corte de pelo militar que leía el periódico sentado en una silla al lado de la puerta, el mismo que atendía las barreras de seguridad en la escena del crimen la noche anterior.
Tan pronto se aproximó, él le hizo un gesto con la cabeza. “La fiscal, ¿cierto? Adelante.”
La niña, pálida y delgada, yacía sin moverse, recostada en la cama en la mitad del cuarto, con los ojos a medio cerrar y la mirada vacía. Tenía un brazo vendado hasta más allá del codo y en el otro tenía un suero intravenoso. Respiraba suavemente a través de la boca abierta y Melanie vio el destello de un aparato de ortodoncia. Era tan joven. Una niña, sólo una niña. La habitación se volvió borrosa.
“¡Corre!” alcanzó a decir Papi. ¡Corre! Pero en lugar de eso Melanie dio varios pasos dentro de la oficina. Vio con horror cómo una gruesa gota de sangre se deslizaba de la quijada de su padre y caía sobre un recibo que había sobre el escritorio, haciendo un sonido seco. ¿Por qué estaba sangrando así?
“Papi, ¿por qué estás sangrando? ¿Te cortaste?” preguntó ella.
Ella preguntó, pero en realidad ya sabía. Sabía que él estaba ahí, podía sentirlo. Un hombre, un hombre grande, que respiraba pesadamente mientras se agazapaba detrás de la puerta.
“¿Quién es usted?” preguntó alguien bruscamente, trayendo a Melanie de regreso al presente.
En la esquina, detrás de la cama de Amanda Benson, una mujer rubia y un hombre alto y negro, con el pelo canoso, hablaban acaloradamente. Los dos levantaron la vista cuando Melanie entró y fue la mujer rubia la que preguntó.
“Estoy buscando al detective Randall Walker,” dijo Melanie.
“Soy yo,” dijo el hombre. Estaba bien vestido, con pantalones de paño y camisa, y tenía un gesto de cansancio y desconsuelo en la cara.
“Melanie Vargas, de la Oficina del Fiscal General.”
“Claro, muy bien, mi compañero me habló mucho de usted. ¿Podemos salir un minuto? Con su permiso, señora.”
Randall tomó a Melanie por el codo y la sacó al corredor antes de que pudiera protestar.
“Qué bueno que hayas llegado,” dijo en voz baja cuando estuvieron lejos de la puerta. “Necesito refuerzos. Ella está en una posición muy complicada.”
“¿Quién? ¿Amanda?”
“No, la mamá. La viuda. Mi visita no la puso muy feliz.”
“Ajá. Y ¿cuál es el problema? Amanda se ve mejor de lo que esperaba. Vendajes y suero, pero no tiene quemaduras.”
“Ella no se quemó.”
“Ya veo. Eso me alivia. Pensé que se vería mucho peor. Pero ¿cómo escapó? A Benson lo incineraron y estaban en la misma habitación.”
“No sabemos. La encontraron fuera de la casa, inconsciente, y nadie sabe cómo llegó allí. Ya entrevistaste al ama de llaves, ¿cierto? ¿Ella no sabe?”
“No, tiene una laguna entre el momento en que oyó el tiro y el momento cuando se encontró afuera.”
“Bueno, si la madre me diera una mínima oportunidad, le preguntaría a Amanda cómo salió. También le preguntaría muchas otras cosas.”
“Entonces, ¿Amanda puede hablar? ¿No está inconsciente?”
“Hablé con el médico antes de entrar. Volvió en sí hace como una hora, por primera vez desde que la trajeron anoche. Estuvo horas en cirugía. Tres dedos cercenados justo por debajo de los nudillos. No se pudieron salvar los dedos. Supongo que ... ay ... los pedazos se quedaron adentro y se quemaron en el incendio.” Apartó la mirada cuando dijo eso. Era una cosa horrible.
¡Cómo ese animal le había hecho daño a una niña inocente! Una vez más Melanie juró que atraparía a Slice. ¿Cómo podría volver a dormir tranquila Amanda, si él estaba suelto? La seguiría mirando por encima del hombro el resto de la vida. Melanie sabía muy bien cómo era eso.
“¿Pero el doctor dijo que la podíamos entrevistar?” preguntó Melanie.
“Dijo que podíamos intentarlo y ver si responde, eso no le va a hacer daño. Perdió mucha sangre. Estaba en shock cuando la trajeron. La durmieron y la operaron para detener la hemorragia. Está saliendo de la anestesia ahora, pero está sedada y con una alta dosis de analgésicos. No obstante, podría estar en capacidad de darnos información básica si su madre nos permite hablar con ella. Le expliqué a la mamá que el médico dijo que estaba bien, pero no cede.”
“Déjame intentarlo.”
“Adelante. Yo no estoy logrando nada.”
Volvieron a entrar a la habitación y Randall le presentó a Melanie a Nell Benson.
“Sra. Benson,” dijo Melanie con verdadera emoción y le tocó las manos, “siento mucho volverla a encontrar bajo estas circunstancias. Nos habíamos visto antes, en eventos de beneficencia. También conocí a su esposo. Fue un hombre sobresaliente. Siento mucho su pérdida. Sólo me puedo imaginar lo que está pasando desde anoche. Debe estar completamente devastada.”
“Gracias, querida. Es muy amable de tu parte,” respondió Nell con frialdad y enseguida retiró las manos. No pareció recordar haber visto antes a Melanie. “Me alegra que haya alguien aquí que entienda la gravedad de la situación.”
Randall miró a Melanie con sarcasmo, como diciendo, ¿Ves con lo que he tenido que lidiar? y Melanie estudió a Nell Benson de más cerca. Una mujer rubia con el pecho voluminoso, que posiblemente fue la reina de su clase en su época, pero que tenía un inconfundible aire de persona conflictiva. El sencillo sastre negro que tenía puesto no alcanzaba a disminuir el acero de sus ojos azules oscuros. Y a pesar de tener el tono cadencioso de las damas, su voz resonaba con la ronquera de quien fuma mucho.
“Tal vez usted y yo deberíamos salir de la habitación para hablar sobre esto un momento sin molestar a Amanda,” le dijo Melanie a Nell. Si esta mujer insistía en pelear, Melanie tendría que ponerse dura. Melanie no estaba segura si Amanda sabía qué estaba pasando a su alrededor, pero de todas maneras no se quería arriesgar a indisponer a una testigo presencial enfrentándose con su madre.
“Yo no necesito hablar de nada. No quiero que la interroguen mientras está bajo la influencia de sedantes.”
“Sólo para que entienda, Sra. Benson, nosotros no tenemos intención de interrogar a Amanda,” dijo Melanie. “Esta pobre niña no es una sospechosa. Es la víctima de un crimen terrible. Y el animal que lo cometió, que asesinó a su marido, todavía está suelto. Tenemos razones para pensar que ahora irá tras los testigos del crimen, entre ellos Amanda. Estamos haciendo todo lo que está en nuestro poder para atraparlo antes de que eso ocurra. Sólo queremos hablar con ella para poder protegerla mejor.”
Nell hizo una maniobra para interponerse entre Melanie y la cama. “No trate de enredarme,” dijo Nell. “Ella es menor de edad. Yo soy su madre y decidiré qué es lo que más le conviene. ¿Cómo puedo permitir que le hagan preguntas cuando ella está en semejante estado?”
“Por favor, Sra. Benson, ¡por lo menos déjenos tratar! Amanda puede tener información que nos lleve hasta los asesinos de su marido.”
“¡No! Dije que no y significa que no. No lo permiteré.”
“Sra. Benson, o su hija habla con nosotros de manera voluntaria, o tendré que citarla para que declare ante el gran jurado. Créame, ésa no será una experiencia fácil para ella. Después de lo que ha pasado, odiaría hacerlo, pero lo haré si usted me obliga. Eso le demuestra lo mucho que creo que debemos protegerla.”
Nell Benson escudriñó la cara de Melanie. Melanie le devolvió la mirada, y se quedó firme, dejando que Nell se diera cuenta que hablaba en serio.
“Tal vez sí deberíamos hablar en privado, afuera,” concedió Nell.
“Claro.”
Cuando Melanie y Randall hicieron el ademán de caminar hacia la puerta, Nell dijo: “Quise decir sólo usted, Srta. Vargas.”
“El detective Walker también es parte de la investigación.”
“No hay problema,” dijo Randall dócilmente. “Tomaré un descanso, pondré los pies en alto por unos minutos.” Luego acomodó su largo esqueleto en una silla de plástico naranja que había en la esquina de la habitación.
“¡No se atreva a hablar con ella mientras estoy afuera!” le dijo Nell por encima del hombro mientras salían.
MELANIE LLEVÓ A NELL BENSON A UNA AUSTERA sala de espera que había visto al entrar. Ocho sillas de plástico naranja estaban alineadas contra una pared en frente de una ruidosa hilera de ascensores y al lado de dos grandes máquinas expendedoras de comida y gaseosa. Las sillas estaban vacías. Melanie le indicó a Nell que se sentara.
“¿Puedo traerle una gaseosa, Sra. Benson?”
“Eso sería magnífico. No he comido ni tomado nada en todo el día.”
“Mire usted, yo tampoco.” Melanie miró su reloj. Había pensado que todavía era temprano, pero ya eran más de las cuatro. No tenía muchas monedas, pero por fortuna las máquinas recibían billetes. Compró dos Coca Colas dietéticas y dos tortas de café.
“Lo siento, es lo mejor que pude encontrar,” dijo Melanie.
“No se preocupe,” dijo Nell. “Me encantan estas cosas. Me da una excusa para comerme una.”
Nell rompió la bolsa de celofán con los dientes y le dio un mordisco a una de las tortas de café. Melanie se sentó y la observó devorarla, mientras se limpiaba las migajas que le caían en el costoso sastre de Chanel. Melanie reconoció la marca por las Cs entretejidas en los botones. Esos sastres cuestan una fortuna. ¡Qué lástima! Porque a Melanie le habría gustado tener uno. Comer en un momento como éste le parecía extraño. Apenas conocía a Jed Benson, su hija no yacía mutilada en la cama de un hospital, y sin embargo Melanie no tenía nada de hambre. Pero claro, debía darle un descanso a la pobre viuda. Su comportamiento no era sospechoso. La gente responde al dolor de maneras diferentes.
“Sra. Benson, entiendo su oposición a permitirnos hablar con su hija. También soy madre. Su primer instinto es protegerla. Pero el hecho de que el asesino ande suelto puede ser peor que hablar con Amanda.”
“¿Se va a comer eso?”
“No, por favor, tome,” dijo Melanie y le dio la segunda torta a Nell, mientras destapaba la gaseosa y tomaba un sorbo. El líquido, amargamente frío, le hizo palpitar una vena en la sien. “Como iba diciendo ...”
“La oí la primera vez. Mire, Srta. Vargas, voy a ser totalmente sincera con usted. Lo que estoy a punto de decir es muy personal.” Nell miró a su alrededor para comprobar que estaban solas, luego se inclinó hacia Melanie y bajó la voz. “Mi hija es una niña muy frágil, Srta. Vargas. Por favor entienda. No puedo permitir que la entrevisten. Antes de permitirle hablar con ella, tengo que consultar con su psiquiatra.”
“¿Cuál es el problema exactamente?”
“Amanda tiene muchos problemas. Drogas, bulimia, de todo. Yo la recluí en un programa en Wellmead. Usted sabe, en Connecticut. Es un lugar muy bonito. Allí van niñas de algunas familias muy prominentes. En realidad es casi como un campo de vacaciones. ¡Pero Jed fue y la sacó! Era un papá tan condescendiente. Se negaba a aceptar que los problemas de Amanda eran graves. No dejo de pensar que si él no hubiera hecho eso, ¡ella todavía tendría dedos, por Dios!”
Nell comenzó a llorar con sollozos incontrolables, pero se aguantaba las lágrimas con los dedos antes de que pudieran dañarle el rímel. Melanie encontró un pañuelo de papel en su bolso y se lo dio. Sus ojos también se llenaron de lágrimas de pensar en lo que Nell estaba pasando. Ella sabía cómo era de terrible que la violencia horrible y vil invadiera tu casa, se colara en tu vida y te la cambiara para siempre. Ella lo había vivido cuando niña y ahora aquí estaba Nell Benson viviéndolo, como esposa y madre. Su marido asesinado, su hija horriblemente mutilada. Dios, ¿qué podía ser peor? Melanie había fantaseado últimamente con la idea de que Steve muriera de manera violenta, pero sabía que en realidad no quería eso. Si llegara a pasar, ¿cómo lo enfrentaría, cómo podría seguir adelante? Y pensar en que su hijita sufriera algún daño, que alguna parte de su precioso cuerpito relleno sufriera una cortada ... no podía imaginar el dolor. Apenas podía manejar el hecho de que Maya tuviese un simple resfriado. Extendió la mano y la puso sobre el hombro de Nell, abrumada por el sentimiento de compasión. Casi de manera instintiva, Nell evitó la mano de Melanie.
“Estoy bien, de verdad,” dijo Nell, mientras luchaba por recuperar la compostura, se aclaraba la garganta y se sentaba derecha.
Sorprendida, Melanie retiró la mano. Esta mujer era difícil. Obviamente no le gustaba que la tocaran.
“Tómese su tiempo,” dijo Melanie, con un tono más frío.
“Está bien, estoy mejor,” dijo Nell y forzó una sonrisa.
Melanie estaba empezando a perder la paciencia. Cada minuto que perdía con Nell era otro minuto que Slice estaba suelto en las calles.
“Gracias por contarme sobre Amanda, Sra. Benson. Entiendo totalmente su preocupación, pero aún así tengo que hablar con ella. Es una testigo ocular. Sencillamente no puedo hacer nada al respecto. Pero le prometo que seré muy suave.”
“¿Acaso usted no entiende? Mi hija puede intentar suicidarse después de lo que vio. ¿Quiere cargar con eso en la conciencia?”
“¿Y por qué tendría que cargarlo en mi conciencia? Yo no maté a su marido. Sólo estoy tratando de atrapar al hombre que lo hizo.” El intento de manipularla había sido evidente y molesto. Melanie tuvo que recordar que Nell acababa de perder a su marido y tal vez no estaba pensando de manera racional.
“Por lo menos insisto en que su psiquiatra esté presente.”
“¿Cuánto tardaría?”
“Realmente no sé. Está en Wellmead. Tendría que llamar y preguntar.”
“Son las cuatro y media. Puedo posponer la entrevista con Amanda hasta un poco más tarde esta noche para darle tiempo al psiquiatra de que esté aquí.”
“No me puedo comprometer a eso. No sé siquiera si está disponible esta noche.”
Melanie suspiró y tomó un sorbo de gaseosa para darse un minuto para pensar. De todas maneras Amanda estaba tan sedada que entrevistarla ahora probablemente sería inútil. Tal vez tenía sentido aguardar unas pocas horas en espera de que el psiquiatra de Amanda llegara con el fin de ganarse la cooperación de Nell. Después de todo, la otra alternativa era obligar a la chica a presentarse ante el gran jurado. Y aun si Melanie hacía a un lado sus propios escrúpulos, ante el gran jurado se vería raro el hecho de forzar el testimonio de Amanda. Se preguntarían qué pasaba, por qué Melanie no había logrado que Amanda hablara de manera voluntaria. Hasta ella misma se lo estaba preguntando.
“Podría acceder a esperar hasta mañana por la mañana, Sra. Benson, pero con la condición de que procederemos con la entrevista esté presente el psiquiatra o no. Ah, a propósito, ¿dónde estaba usted anoche cuando su marido fue asesinado?” La pregunta simplemente surgió.
“Estaba en East Hampton, cenando con unas amigas. Puedo darle sus nombres, si quiere verificar.”
Nell miró a Melanie directo a los ojos mientras decía eso. Su mirada era tan fría y tan natural que Melanie se preguntó si tal vez Nell estaba esperando esa pregunta. Melanie decidió verificar la historia de Nell. Sacó un cuadernito de su bolso y retiró el pequeño bolígrafo dorado que estaba metido en el lomo.
“Si no le molesta,” dijo Melanie, y se lo alcanzó a Nell. Pero Nell no pareció sentirse incómoda mientras anotaba con cuidado varios nombres con una escritura infantil.
“También le estoy dando sus números telefónicos. No dude en llamar. Ellas estarán encantadas de responder cualquier pregunta sobre mí. Son mis compañeras de los Hampton. Llevamos años pasando el verano juntas. Cenamos juntas todos los lunes por la noche.”
“¿Sin los maridos?”
“Por supuesto. Las esposas y los niños pasamos los veranos allá. Por lo general, los hombres están en la ciudad durante la semana, haciendo lo que sea que hagan.” La mirada condescendiente de Nell resaltó el abismo social que había entre ellas.
“Claro,” dijo Melanie. Tomó de nuevo su cuaderno y miró los nombres. Las llamaría a todas, pero estaba segura de que la historia se confirmaría de una u otra manera. Su imaginación estaba trabajando horas extras. Sin duda, Nell Benson era totalmente inocente en lo que se refería al asesinato de su marido. Y si no lo era ... bueno, sería lo suficientemente inteligente como para crear una buena coartada.
De regreso en la habitación, bajo la mirada vigilante de Nell, Melanie le dijo a Randall que la entrevista tendría que esperar. Melanie estudió el rostro de Amanda Benson, mientras Randall dobló el periódico que había estado leyendo y se puso de pie. La niña estaba pálida como la nieve y ahora tenía los ojos cerrados. Yacía con tal apatía que apenas parecía respirar. ¿Cuánto los podría ayudar en este estado, de todas maneras? Melanie sintió una terrible tristeza por la niña. Podía predecir lo que le pasaría a Amanda: las pesadillas, los recuerdos, el extenuante miedo que la perseguiría a todas partes durante muchos años. Asaltada por la culpa, Melanie se reprendió por armar semejante problema con Nell Benson por la entrevista de Amanda. ¿No debería ella, entre todo el mundo, tener un poco más de sensibilidad?
POCOS MINUTOS DESPUÉS, CUANDO ESTABAN SOLOS en el ascensor, Randall dijo: “No lo entiendo. ¿Por qué nos estamos echando para atrás?”
“Se vería terriblemente raro llevar a la hija mutilada de la víctima ante el gran jurado por la fuerza, ¿no te parece?” El tono de Melanie era defensivo. A pesar de sus sentimientos de empatía, no estaba convencida de haber tomado la mejor decisión para la investigación. “Le estoy dando a Nell Benson la oportunidad de colaborar de manera voluntaria. Ella dice que Amanda tiene problemas psicológicos. Quiere que el psiquiatra de la chica esté presente cuando la entrevistemos. Tiene razón si consideramos lo que vivió Amanda.”
“Digamos que hacemos lo que pide. ¿Realmente crees que cooperará cuando el psiquiatra llegue?” preguntó Randall.
“¿Tú no?” La mirada de incredulidad de Randall contestó la pregunta de Melanie. “También tienes un raro presentimiento sobre ella, ¿cierto?”
“Reconozco cuando alguien quiere entorpecer un asunto,” dijo.
“¿Crees que pueda estar involucrada en el asesinato del esposo?”
“¿Es posible? Normalmente diría que sí. Llevo mucho tiempo en este trabajo. Cuando encuentro un cuerpo en una zanja con un tiro, lo primero que hago es verificar el arma del cónyuge. Nueve de cada diez veces todavía huele a pólvora. Pero en este caso tenemos información confiable de un tercero de que hay otros jugadores involucrados. Incluso si la esposa normalmente sería sospechosa, no veo a Nell Benson asociada con pandilleros, ¿tú sí?”
“Difícilmente,” estuvo de acuerdo Melanie.
“No obstante, tengo mis dudas.”
“Sí yo también, ¿pero será porque ella se da aires de bruja rica e irritable? No quiero dejarme influenciar por una animosidad personal.”
Randall levantó una ceja con escepticismo. Él confiaba en sus instintos.
“Bueno, entonces,” siguió Melanie, “tal vez Nell de verdad está tratando de proteger a su hija. Quiero decir, bueno. La chica acaba de perder sus dedos a manos de un asesino psicópata y vio cómo torturaban a su padre hasta la muerte. Ponte en el lugar de un padre que ve sufrir a su hija de esa manera.”
“No lo había mirado de esa manera,” dijo Randall y cambió la voz. “Quizás tienes razón.”
El ascensor llegó al vestíbulo. Cuando las puertas se abrieron, Melanie vio en el rostro de Randall la imagen de alguien que ha visto sufrir a un hijo durante años.
“¿Cuántos años tienes, Randall?” le preguntó, mientras salían del ascensor y se dirigían a la salida.
“¿Yo? Cuarenta y siete. Pero son años de policía, que son dos veces más largos que los de la gente común y corriente, así que en realidad tengo noventa y cuatro.” Sonrió y luego se puso serio. “Pero, ¿por qué preguntas?”
“No sé. Algo en tu cara. Te ves como alguien que ha visto muchas cosas.”
Randall sonrió con cansancio. “Así es. Entre ellas, muchas cosas que preferiría olvidar.”
Melanie no le iba a preguntar directamente acerca de la muerte de su hijo por sobredosis. No le parecía bien. Randall podría molestarse si sabía que Dan le había contado a ella.
“El trabajo tiene un precio,” dijo Melanie cambiando la conversación, mientras salían a la calle. “¿Cuánto te falta para la jubilación?”
“No mucho, será muy pronto. Y luego ya nunca más me verás por aquí. Voy a tomar mi pensión y mis ahorros, y compraré una casita en algún lugar que tenga un riachuelo cerca. Un lugar donde haga calor, bueno para la salud de mi esposa. Atraparé un pez para la cena todas las noches y ella lo cocinará.”
“Suena bien. Demasiado tranquilo para mí, pero bien.”
“Ah, deberías darle una oportunidad a la tranquilidad. Es buena para el alma. Cualquiera que te mire a los ojos puede ver que tú la necesitas tanto como yo.”
Melanie no contestó. No podía, estaba tan desconcertada de que él pudiese ver a través de ella sin dificultad.
“¿Quieres un aventón?” preguntó Melanie después de una pausa. “Tengo una cita en la oficina de abogados de Benson en veinte minutos, pero puedo dejarte en algún sitio en el camino.”
“No, gracias. Tengo el auto en la esquina.”
“Bueno, entonces nos vemos después.”
“Sip. Cuídate, niña.”
Melanie entró en el auto, lo prendió y se metió en el congestionado tráfico. Debido a que su conversación se había ido por el lado personal, Randall no la había cuestionado más respecto a su decisión de no entrevistar a Amanda Benson. Pero, pensando en la poquísima información que había obtenido de esta visita, ella se lo cuestionó.