“¡DIOS MÍO, ROMMIE, TE DEBERÍAN COLGAR UNA campana del cuello!” exclamó Melanie. “¡Casi me causas un infarto! ¿Cuánto tiempo llevas ahí parado?”
“Lo siento, mi niña. No quise asustarte,” dijo Rommie desde la puerta. “Pasé por aquí para ver a tu jefa, pero ya se fue. Luego se me ocurrió visitarte a ti.”
“¿Ah sí?” dijo Melanie. Rommie nunca había mostrado tanto interés en ella. ¿Estaría entrometiéndose de nuevo?
“Espero no estarte molestando ni nada parecido,” añadió Rommie enseguida, al percibir la cautela en la voz de Melanie. “Es difícil para mí quedarme fuera del caso. Jed era mi amigo y soy cercano a la familia.”
“Entonces ¿por qué te saliste?”
Rommie entró y medio que se sentó, se recostó contra el escritorio. Luego cruzó los brazos sobre el pecho y asintió con aprobación mientras observaba las cajas abiertas y los papeles esparcidos por todas partes.
“Oye, parece que de verdad te estás ganando tu salario aquí. Bien, excelente. ¿Por qué me salí del caso? Tu jefa, hija. Dice que tengo un conflicto de intereses. Tú sabes, por eso de que Jed y yo éramos amigos. Eso es lo que ella dice. Pero en realidad le preocupa que yo arruine un caso de alto perfil y ésa sería la última puntilla en el ataúd de sus esperanzas de convertirme en jefe encargado. Como si eso fuera posible.”
Rommie se veía abatido. Era como una estrella de la televisión, casi demasiado guapo para ser policía, con los ojos negros y los dientes blancos y perfectos que contrastaban con la piel morena, constantemente bronceada por la lámpara de rayos ultravioleta, y un poderoso físico que despertaba rumores sobre consumo de esteroides. Pero había algo vacilante en su manera de ser, como si tuviera miedo de no gustarle a la gente.
“¡Estoy segura de que ella no piensa eso!” Pero eso era más o menos lo que había sugerido Bernadette.
“Ella trata de promoverme, tú sabes, pero ¿cómo es ese dicho sobre las peras y los olmos?”
“No te subestimes, Rommie.”
“Como sea. Hago lo mejor que puedo, pero no tengo ningún delirio de grandeza. De todas maneras, le estoy agradecido a Bernadette por cuidar de mí. Es una mujer dura, tu jefa, pero es un caramelo por dentro.”
Las confidencias personales estaban haciendo que Melanie comenzara a sentirse incómoda. Demasiada información, mil gracias. Melanie no necesitaba saber cómo era Bernadette por dentro. La relación entre esos dos era una de esas clásicas relaciones de conveniencia mutua, sólo que con los géneros a la inversa. Rommie era atractivo, de una manera ostentosa y obvia, y Bernadette era poderosa. Sin embargo, en estos días Melanie no estaba en posición de juzgar.
“¿Así que viniste a saber cómo va la investigación?” preguntó Melanie, cambiando el tema.
“Sí, tú sabes. A ver cómo va la cosa, si puedo contribuir con un consejo. ¿Qué es lo que tienes ahí?” dijo Rommie y estiró la mano.
“Fotografías de animales torturados del viejo caso Blades,” dijo Melanie, mientras se puso de pie y le alcanzó las Polaroids que había estado mirando. “¿Ahora entiendes por qué pegué un brinco cuando llegaste sin avisar?”
Rommie las ojeó rápidamente y se las entregó sacudiendo los hombros. “¿Y qué?”
“Fueron encontradas en una bodega de heroína en Evergreen Avenue cuando Dan O’Reilly y Randall Walker llevaron ese famoso caso contra los Blades hace cuatro años. Creo que es el mismo perro que atacó a Jed Benson.”
“Estamos buscando a una persona, no a un perro.”
“Ja, ja, muy gracioso. Yo entiendo eso, pero es un vínculo, ¿no te das cuenta?”
“Mira, Melanie, estoy de acuerdo en que debes mirar hacia el pasado para resolver el asesinato de Jed. Pero no hace cuatro años, más atrás. Delvis Díaz, el capo, el gran jefe, el capitán. Jed lo encerró. Delvis quería venganza, así que pagó para que lo mataran. Tan simple como eso. No tienes que perder tu tiempo con esta basura,” dijo Rommie y descartó todas las cajas de la interceptación con un gesto de la mano.
“Estoy explorando todos los ángulos, Rommie. No te preocupes, planeo investigar exhaustivamente tu teoría sobre Díaz.”
Rommie miró a Melanie con una expresión de perro apaleado. “Ya sé. No soy ningún genio. No me tomas en serio.”
“¡Yo no dije eso! Ya te dije, planeo explorar tu teoría.”
“No me crees. Puedo verlo en tu cara. Pero, de verdad, yo estuve ahí, Melanie. Yo sé. Estaba en la Corte cuando leyeron el veredicto de culpable. Vi la mirada de Delvis Díaz. Un odio como ése no desaparece. Esperó el momento oportuno y atacó.”
“Bien, bien, ya entendí.”
“No es algo que me sale de la cabeza,” dijo, golpeándose la cabeza. “Viene del corazón. Lo sé de corazón.”
“Muy bien, ya,” dijo Melanie, riéndose.
“Ya sé, estoy actuando como un tonto, pero es muy difícil para mí, Melanie. Conocía a Jed desde hacía mucho tiempo, lo quería como a un hermano. Quiero ver pudrirse a los malditos que lo mataron. No quiero que nada se interponga.”
“Te entiendo. No me estaba burlando, Rommie. Te prometo que estoy tomando tu idea muy seriamente.”
“Bien, porque confío en ti, niña. Eres joven, pero ambiciosa. Estoy seguro de que lo vas a resolver.”
Melanie se sonrojó de placer al oír los elogios de Rommie. Por lo menos alguien tenía confianza en ella.
“Dime exactamente qué pasos crees que debería seguir,” dijo Melanie.
“Primero, lee un poco sobre Díaz. Mira con tus propios ojos la clase de basura que era. Revisa los archivos viejos. Busca similitudes entre el modus operandi del crimen de Jed y la manera como Díz asesinó a esos tres chicos. Estoy seguro de que hallarás semejanzas. Luego ve a hablar con el propio Díaz. Está confinado en Otisville. Ve con Randall Walker. Él es de los viejos. Estaba por aquí en esa época. Él sabrá cómo manejar a Díaz.”
“¿Acaso crees que Díaz va a confesar que mandó a matar a Jed Benson?”
“Probablemente no. Te lo concedo. Pero pregúntale a Díaz qué piensa de Jed. Te garantizo que escucharás toda una arenga. Así tal vez podamos hacerle justicia a Jed.”
“Todo eso suena muy razonable. Encontraré la manera de encajar tus propuestas. Te juro que te ves más abatido por la muerte de Jed Benson que su viuda ...”
Se detuvo en la mitad de la frase. ¡Qué metida de pata! Se dio cuenta cuando acababa de decirlo. Nell Benson tenía toda la confianza de Rommie, ya se había quejado sobre ella una vez hoy. Nell tenía comunicación directa con Rommie, quien, a su vez, tenía línea directa con Bernadette. De todos los casos que hubiera podido conseguir, tuvo que elegir el más difícil en lo que al aspecto político se refería.
“Lo siento,” dijo rápidamente. “No quise ...”
“No, no, está bien.”
“No quise decir ...”
“Tranquila. Sé que Nell se puso difícil contigo hoy. Ésa es en parte la razón por la que yo estoy aquí.”
“¿Sí?”
“Sí, me envió para disculparse. Nell es una mujer complicada y está totalmente trastornada por lo que pasó. Pudo haber sido agresiva. Pero lo hizo con buena intención, de verdad. Quería que te dijera que se siente mal por la manera como actuó.”
“Ah, está bien,” dijo Melanie con escepticismo.
“De verdad. A veces tiene una coraza dura, pero es sólo porque ha tenido una vida dura.”
“¿Nell?”
“Lo sé, parece la dama de un castillo, ¿no es cierto? Pero tuvo una infancia miserable. Una madre que la maltrató, un padre alcohólico, todos los problemas imaginables. Luego se casó con Jed y pensó que había encontrado la paz, y mira lo que sucedió.”
Un cierto tono posesivo en la voz de Rommie al hablar de Nell llamó la atención de Melanie. De repente se sintió preocupada por Bernadette. Nell sería una estupenda conquista para alguien como Rommie. Atractiva y con todo ese dinero. Pobre Bernadette. Pero no, Melanie estaba imaginando cosas, ¿no es verdad? ¿Proyectando sus propios problemas sobre todos los demás? Su experiencia con Steve la hacía pensar que todo el mundo engañaba a los demás. No obstante, Rommie tenía su reputación y tenía antecedentes. Ya estaba involucrado con Bernadette cuando todavía se estaba divorciando de su segunda esposa.
“Bernadette me dijo que me alejara un poco y le diera espacio a la familia,” dijo Melanie.
“Eso sería muy amable,” dijo Rommie. “Sé que Nell lo agradecerá.”
“Muy bien, entonces eso es lo que haré.”
“Amanda ya era una chica con muchos problemas antes de que todo esto pasara.”
“Eso me dijo Nell.”
“Además, tienes muchas otras pistas para seguir. Haz lo que te dije, estudia lo de Delvis Díaz.”
“Está bien, está bien. Empezaré hoy mismo. Bajaré al archivo y revisaré en las cajas viejas.”
“Haz eso. Y entrevista a Díaz también. Entretanto, buscaré a algunos informantes que puedan entregártelo en bandeja de plata.”
“¿Qué quieres decir?”
“Tú sabes, sujetos de su organización que estén dispuestos a testificar que él mantuvo contactos con el exterior, ese tipo de cosa.”
“Estupendo, muy bien. Agradeceré cualquier ayuda que me puedas dar.”
Rommie sonrió y le dio unos golpecitos en el brazo. “Eres una buena chica, ¿sabes? Se ve que vas a llegar muy lejos.”
“Ja, claro. Esta noche no voy a ir a ninguna parte, excepto al archivo.”
¡Qué demonios! pensó Melanie, mientras veía marcharse a Rommie. Era un buen tipo. Y tal vez tenía razón sobre la hipótesis de venganza de Delvis Díaz. Lo investigaría, tal como había prometido. Después de terminar con todas las cajas que estaban en el suelo, iría al archivo y buscaría unas veinte o treinta más. La noche todavía era joven.