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YA VERÁN CÓMO SE PONE CUANDO ESTÁ BRAVO, Y no es nada agradable. No le gustaba la manera como las cosas se estaban desarrollando. Sentado en un maldito armario en un maldito hotel en Jersey. Tratando de mantenerse tranquilo, pero empezando a emputarse. Siente cómo va creciendo ese zumbido en su sangre. Toma esa energía y la pone a funcionar. Siempre se siente así antes de hacer algo.

Primero, interrumpen su concentración. Es lo que más odia en la vida. Ese maldito soplón lo llamó antes con la ubicación de la sirvienta. Preocupado de que ella estuviera hablando, mientras él estaba persiguiendo a otra persona. Como si no lo hubiera echado a perder todo anoche poniéndose a discutir y atrayendo a la policía. Ese hijo de perra tenía que irse. Sí, claro, a él también le preocupaba la sirvienta hablando, pero sólo una cosa a la vez. Todo el mundo iba a cantar en este trabajo, por eso tenía que matarlos a todos. Pero ésa no era razón para interrumpir lo que estaba haciendo. Para romper el ritmo. Uno se pone nervioso, saca el arma, comete errores. Debió quedarse donde estaba, encargarse primero de la otra. Esa otra perra china, la arquitecta. No recuerda haber matado antes a una china. Mató a una tal China, pero era colombiana, sólo la llamaban así porque tenía ojitos rasgados. No, definitivamente no ha matado antes a ninguna china, y ahora parece que va a matar a dos en una misma noche. Cuando uno está de buenas, está de buenas. Ja, le da risa.

La lluvia. Era otra cosa que lo emputaba. Lo ponía triste. Y eso era malo para la planeación, además. Todas las películas de terror la cagaban cuando mostraban asesinatos que ocurrían en noches de tormenta. A ningún asesino en serie le gusta trabajar bajo la lluvia. Lo vuelve a uno más lento, como vuelve lento a cualquiera que esté haciendo cualquier mierda. ¿Cómo va a estar uno a la intemperie, vigilando, cuando está lloviendo de esa manera? Estuvo un rato sentado entre los botes de basura en el estacionamiento. Buen lugar, además. El lugar estaba desierto, sacaba la cabeza y veía qué estaba pasando en la ventana de esa malparida. Pero luego empieza a llover tan duro que se empapa. No puede ni encender un cigarrillo. Las gotas cayéndole encima. Entonces encuentra una puerta abierta atrás, antes de estar realmente listo para entrar. La lluvia lo apresura a uno. Sin mencionar que iba a tener que regresar conduciendo desde Jersey bajo la maldita lluvia. Odiaba manejar bajo la lluvia.

Así que se mete debajo de la escalera por un rato, pero no es un buen sitio. Demasiado abierto. Todo el maldito lugar está desierto, pero aun así tienen muchachas limpiando y mierdas así. Encuentra un armario en el mismo piso donde está esa mujer, y se sienta allí por largo rato en la oscuridad, esperando. Sabe que la puerta está vigilada, pero le preocupa que la perra esté cantando. Si no puede ver la ventana, no puede saber si está durmiendo. Tendrá que esperar hasta bien tarde si quiere saltarle encima. Eso es mejor en un lugar como éste, para que nadie oiga nada. No llegó hasta aquí tomando decisiones estúpidas.

No cree en los relojes. Sabe calcular la hora mentalmente y siempre tiene razón. Es brillante en mierdas como ésa, no sólo la hora, sino qué tan lejos está una cosa de la otra, por cuál ventana hay que entrar para llegar a cuál apartamento. Tiene el cerebro perfecto para este trabajo. Así que sabe que tendrá que esperar tal vez otra hora antes de que esté dormida. La cerradura no es un problema, y tiene los ojos acostumbrados a la oscuridad. Sin armas esta vez. Demasiado ruido. Le gusta más su cuchillo, de todas maneras. Se levanta el pantalón y lo saca de la funda en la pierna. Le gusta sentirlo en la mano. Tal vez está reflejando la luz de la rendija de debajo de la puerta, porque incluso en la oscuridad brilla como una estrella.

 

ROSARIO ESTABA SEGURA DE QUE SE HABÍA dormido con la televisión prendida, pero debía estar equivocada. Cuando se despertó de un sueño vívido, inducido por las pastillas, con la boca seca y el cuerpo pesado hasta el punto de la parálisis, estaba apagada. No sabía cuánto tiempo llevaba durmiendo. En el sueño estaba en casa. La fuerte luz del sol y los colores brillantes se le habían quedado en los ojos, irradiando círculos de luz azul en la negra oscuridad de la habitación del hotel.

Sus ojos se adaptaron rápidamente a la oscuridad, pero sentía la cabeza confundida y lenta a causa de los analgésicos. Sabía que la figura que vislumbraba encima de su cama era importante, así que se esforzó por descifrar su significado. Lentamente recordó por qué estaba en esta habitación. Los horrores de la noche anterior, la sangre, el fuego. De repente entendió qué era esa figura. Abrió la boca para gritar en el momento preciso en que la mano del asesino saltó, rápida como una bala, y la agarró por el pelo. Como desde lejos, oyó el sonido gutural y burbujeante que salió no de su boca, sino de su garganta acuchillada.