17

CON LA RESPIRACIÓN ENTRECORTADA, MELANIE corrió alrededor del edificio hasta la plazoleta que estaba al lado de la torre donde funcionaban los tribunales. La plaza, cavernosa y resonante, estaba desierta, excepto por un mendigo que tenía puesto encima una bolsa plástica, pero en la avenida los autos pasaban aceleradamente. Empapada, Melanie corrió hacia la calle y se dispuso a tomar un taxi y salir corriendo de ahí. Pero el hecho de ver autos pasando le permitió calmarse lo suficiente como para ceder a la curiosidad. Cuando se sintió un poco más tranquila, miró por encima del hombro. Nadie la estaba siguiendo. Dio un enorme suspiro. Pero luego se acordó del bolso, que se había quedado trancando la puerta de metal. No tenía con qué pagar un taxi hasta su casa.

Se quedó parada bajo la lluvia, preguntándose si debía regresar a buscarlo. No podía dejarlo allí. No sólo contenía evidencia que había buscado durante toda la noche, sino que allí también estaban su billetera y sus llaves. Si la persona que la estaba siguiendo las tomaba, podría entrar en su apartamento, donde Maya dormía. Pero tampoco era capaz de regresar. Quienquiera que la hubiese perseguido, todavía podía estar ahí abajo. Ella no iba a arriesgarse a encontrárselo de nuevo. ¿Quién demonios sería? ¿Cómo había podido entrar? El edificio tenía mucha vigilancia últimamente: alguaciles federales durante el día y guardias de una compañía de seguridad privada durante la noche, todos antiguos policías. Había un guardia en la entrada principal y varios que patrullaban el interior del edificio. No obstante, esa persona había logrado entrar.

Mientras estaba allí como una estúpida, sin saber qué hacer, alguien la llamó desde atrás. Melanie se dio vuelta. Dan O’Reilly se dirigía a grandes zancadas hacia ella y parecía venir del edificio.

 

“¡GRACIAS A DIOS QUE ESTÁS AQUÍ!” GRITÓ

Melanie cuando vio a Dan.

“¿Por qué? ¿Qué pasa,” dijo Dan, mientras corría hasta donde ella estaba. “¿Estás bien?” Melanie le contó lo del sótano, cómo las luces se habían apagado, y lo del intruso que la estaba acechando.

“Oye, oye, relájate. Está bien. Probablemente fue un guardia o algo así, pensó que las luces se habían quedado encendidas por error y las apagó. Pero, vamos, regresemos y recojamos tu bolso antes de que alguien se lo lleve.”

“No, Dan, te digo que no era un guardia. Alguien me perseguía. ¡Estoy asustada!”

“No temas. Mira.” Dan se levantó la camiseta para mostrarle la culata de un arma plateada que sobresalía del cinturón de sus jeans. A pesar de la angustia que estaba sintiendo, Melanie notó la suavidad de los músculos del estómago de Dan. Trató de no fijarse en eso, pero simplemente estaban a la vista.

“Está bien,” dijo Melanie.

“Voy a estar contigo y estoy armado. ¿De acuerdo?”

“De acuerdo.”

Dan se bajó la camiseta, tomó el brazo de Melanie con un gesto protector y suavemente la condujo hacia el edificio. Estando con él, Melanie se tranquilizó. Se sintió segura, a pesar de que sospechaba que él sólo le seguía la corriente para calmarla.

“En todo caso, ¿qué demonios estabas haciendo allá abajo tú sola?” preguntó Dan.

“Estaba trabajando,” dijo ella, haciendo un esfuerzo por parecer casual. “Mientras tú holgazaneas por ahí pidiendo servicio a la habitación para Rosario, alguien tiene que resolver el caso. Ah, y hablando de Rosario, ¿quién está ...”

“Hace un par de horas apareció un tipo del Departamento de Policía, así que me fui a hacer otras cosas. Luego pensé en pasar por aquí para asegurarme de que los archivos de la interceptación hubiesen llegado bien. ¿Llegaron?”

“Sí, llegaron, y, amigo, son estupendos. No vas a creer lo que encontré.”

Antes de que Melanie pudiera describirle a Dan la evidencia, llegaron al edificio. El guardia de seguridad, un ex policía amargado, se negó a dejarla entrar sin su identificación.

“La dejé en el sótano ...”

“No me importa si la dejó en la luna,” replicó el guardia. “Las reglas son reglas. Tiene que mostrar su identificación o no puede entrar.”

“Déjeme explicarle. Estaba en la sala del archivo muerto y alguien apagó las luces. Quienquiera que fuera comenzó a perseguirme. Tuve que salir por la salida de emergencia.”

“Entonces ¿fue usted la que abrió la puerta de emergencia? ¿Sabe que disparó la alarma?”

“¡Estaba escapando de alguien! Ha habido una falla en el sistema de seguridad. ¡Deberían investigar!”

“Oiga, señorita, estoy de turno desde la seis de la tarde y he revisado a todo el que entra y sale. La única falla en la seguridad hoy fue usted cuando activó la alarma. Hay dos guardias allá abajo tratando de entender qué fue lo que pasó.” Mientras sacudía la cabeza, el guardia se quitó un walkie-talkie que tenía colgado del cinturón y presionó un botón.

“Oye, Pete, es Artie. ¿Me copias?” vociferó cerca del aparato.

El walkie-talkie chisporroteó fuertemente. “Sí, Artie. ¿Qué hay por allá?”

“Tengo a una fiscal aquí en frente que dice ser responsable de todo el asunto. Oyó un ruido y pensó que alguien la estaba persiguiendo,” dijo Artie, de manera sarcástica. El guardia que estaba al otro lado de la línea soltó una carcajada y luego dijo que iba a subir. Melanie comenzó a protestar, pero Dan la detuvo con un golpecito en el brazo.

“Estaba pensando que tal vez ella oyó a un guardia,” le dijo Dan al guardia. “¿Hay alguien limpiando hoy allá abajo?”

El guardia encogió los hombros. “La gente del aseo limpia las oficinas después de que todo el mundo sale, pero no tienen ninguna razón para ir abajo al archivo muerto. Tal vez fue una tubería o algo lo que la asustó.”

Dan dijo: “Ella olvidó su cuaderno de notas, así que la voy a acompañar abajo para recogerlo, ¿está bien? Voy a bajar con ella y le avisaré si encontramos al ... al intruso,” dijo Dan y prácticamente le hizo un guiño al guardia.

“Está bien, siempre y cuando usted se responsabilice de ella. Firme aquí,” le dijo a Melanie. “Verificaré su identificación cuando salga. Y por amor de Dios, doña, hágame un favor: manténgase lejos de las salidas de emergencia,” concluyó el guardia y volvió a su periódico, mientras sonreía con presunción.

Dan y Melanie subieron al ascensor y Melanie presionó el botón del sótano con furia.

“¡Qué imbécil!” dijo, después de que las puertas se cerraron, mientras temblaba de la rabia. “¿Cómo pudiste ponerte de su parte? ¿No me crees?”

“No me puse de su parte, lo estaba engañando. Odio a los tipos como ese. Trabajan los veinte años de rigor, patrullando debajo de algún puente, haciendo caso omiso de sus radios, y cuando se retiran, ya todo es cuesta abajo. No sería capaz de encontrar su propio trasero en la oscuridad, ni siquiera con una linterna. Así que me aseguré de que los dos entráramos, para hacer nuestra propia investigación.”

Cuando llegaron al sótano, las puertas del ascensor se abrieron. Melanie vaciló un momento y tragó en seco. Pero Dan estaba con ella. Todo estaría bien.

“Por aquí,” dijo Melanie, y condujo a Dan a través del corredor amarillo mostaza hasta la puerta metálica.

“Viniste aquí sola, ¿sin un guardaespaldas armado? Caramba, tienes nervios de acero.”

“Sí, y ¡debiste ver las fotos de la autopsia que estaba mirando cuando las luces se apagaron! Extremidades mutiladas y todo.”

Melanie se sonrió. Con Dan a su lado, toda la experiencia podría haber sido una divertida travesura, o por lo menos eso era lo que trataba de decirse a sí misma. Pero cuando llegaron a la puerta metálica, la sonrisa se le congeló en los labios. La puerta estaba cerrada y su bolso negro no estaba.

“¡Mi bolso no está!”

“Umm. ¿Sería que los guardias lo encontraron?”

“Pero nos habrían dicho algo.”

Dan miró de un lado a otro del corredor. El bolso estaba en el piso, unos metros más allá, al pie de unos botes de basura.

“¿Allá está!” dijo Dan.

Melanie corrió y lo agarró. Lo puso de cabeza y dejó caer al piso todo lo que había adentro. Luego comenzó a revisar las cosas para ver qué faltaba.

“¿Falta algo?” preguntó Dan, mientras se acercaba a Melanie en el momento en que abría su billetera.

“Tenía como treinta dólares en efectivo,” dijo Melanie. “Ya no están, pero mis tarjetas de crédito están todas aquí. ¡Ay, mira, el compartimiento de la chequera está abierto! Siempre lo mantengo cerrado.”

“¿Falta algún cheque?”

“No. Pero los cheques tienen la dirección de mi casa impresa. ¿Crees que por eso lo abrieron? ¿Para ver dónde vivo?”

“Pudo abrirse cuando el tipo sacó la billetera. A juzgar por el dinero que falta, diría que todo parece un simple robo.”

“¡Espera un momento!” exclamó Melanie, cuando se dio cuenta de lo que en efecto no estaba en el suelo.

“¿Qué pasa?” preguntó Dan.

Melanie agarró el bolso y miró adentro. Parecía totalmente vacío. Metió la mano hasta el fondo para estar segura. Nada. La cinta y las Polaroids de los animales torturados estaban ahí y ahora no estaban. Tampoco estaban en el suelo. Habían desaparecido. Melanie miró a Dan, asombrada.

“Encontré una prueba importante en tus cajas de la interceptación, pero ya no está. ¡No lo puedo creer! ¿Por qué se interesaría en eso un ladrón?”

“¿Qué prueba?”

“La grabación de una conversación telefónica y unas fotografías. De un apartamento a nombre de Jasmine Cruz. ¿Quién es ella?”

“Era la suscriptora de la línea telefónica más ocupada. Una bailarina de un club en Times Square, si recuerdo bien. Probablemente la novia de algún capo. Nunca le interceptamos una llamada relacionada con drogas, y por eso la dejamos fuera cuando cerramos el caso. ¿Por qué?”

“Creo que era la novia de Slice.”

“¿Qué te hace pensar eso?”

Melanie describió detalladamente las fotos, cómo mostraban al perro negro mientras lo entrenaban para matar, y cómo las fotos la llevaron a la transcripción de la conversación entre Slice y Jasmine.

“Recuerdo esa llamada,” dijo Dan. “Era bastante siniestra la manera como el tipo hablaba. Estábamos tratando de identificar al sujeto cuando cerramos el caso. Les puse la grabación a todos los colaboradores del caso y todos dijeron que no reconocían la voz. Más de una vez me pregunté si me estarían mintiendo.”

“Estoy segura de que así era. Estaban muertos de miedo de delatar a Slice.”

“Sí. Ummm.” Dan parecía preocupado por algo.

“Pero, Dan, ¡han desaparecido! La grabación y la transcripción y las fotos de las torturas. Ah, y también algo más. Información acerca de una mujer joven que trabajaba en la firma de abogados de Jed Benson. Creo que puede saber algo. Puedo entender que alguien quiera robar dinero, pero ¿para qué un ladrón se llevaría pruebas de un caso? Nadie querría esas cosas a menos que estuviera involucrado en el caso.”

“Dios, mira eso,” dijo Dan, mientras observaba con atención algo encima de la cabeza de Melanie. Ella se puso de pie y se dio la vuelta, siguiendo la mirada de Dan. Una cámara de seguridad, instalada en el cielo raso, apuntaba directamente a la entrada de la sala de archivo. Melanie no la había visto antes. Como era bastante alto, Dan se empinó en las puntas de los pies y estiró el brazo para alcanzarla. Luego retiró del lente un pedazo de cinta adhesiva gris y se lo mostró.

“Esta cinta parece nueva. Alguien la puso sobre el lente, probablemente mientras tú estabas adentro.”

“¿Quién haría eso?” preguntó Melanie, aunque ya tenía una idea.

“Alguien que realmente no quería que lo filmaran,” dijo Dan con tono grave.

“Pero no fue un guardia, ¿cierto?” dijo Melanie y sintió un escalofrío que le recorría la columna.

“Dudo que un guardia piense en tapar un lente, aun si es un ladrón y está planeando robarte la billetera. Eso es algo que hacen los profesionales cuando están planeando un golpe grande. Podrían haberte hecho daño.”

Dan miró a Melanie con intensidad, como si tuviera miedo de que ella desapareciera.

“¿Crees que fue Slice?” preguntó Melanie, expresando sus temores más profundos.

“No tengo manera de saber eso con certeza. Pero pudo ser.”

“Pudo ser ¿no es cierto? ¿Quién más pudo ser? ¿Jasmine Cruz porque deseaba escuchar el sonido de su propia voz?” dijo Melanie con una risita nerviosa, mientras todo su cuerpo temblaba. “¿Cómo diablos pudo entrar aquí Slice? De lejos se ve que es un matón. Incluso si el guardia de la entrada está dormido en el conmutador, habría notado a alguien como Slice. Y el resto del edificio está totalmente cerrado. Ninguna ventana abre y todas las puertas exteriores tienen alarma.”

“De acuerdo, es raro,” dijo Dan.

“Quiero decir, ¿cómo habría podido saber dónde buscarme? Debe haber tenido ayuda desde el interior.”

“¿De quién, de un guardia?” preguntó Dan con escepticismo. “Ésa es una acusación muy seria. Creo que un guardia no haría algo como eso. Ser perezoso es una cosa, pero ser un criminal es otra totalmente diferente.”

“¿Entonces cómo, Dan? Explícamelo.”

“No lo sé. Si podemos atrapar a quien sea que te persiguió, le preguntaremos cómo entró, ¿de acuerdo? Quién sabe, tal vez fue Slice, y tal vez todavía anda por ahí. Tengo que hacer una búsqueda por todos los pisos.”

“Voy contigo. No me voy a quedar aquí sola,” dijo Melanie.

“Por supuesto que no. En primer lugar, no deberías haber estado aquí abajo sola. Éste es un caso serio. Deberíamos tomar más precauciones. Puedes esperarme en el auto. No te quiero en la línea de fuego si llego a encontrarme con ese tipo.”

En otras circunstancias ella habría protestado, pero ahora estaba demasiado atemorizada. Cuando decidió perseguir como un demonio el caso Benson, nunca se imaginó que el asesino podría poner sus ojos en ella.