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CON TODO LO QUE TENÍAN QUE HACER, LO MEJOR era que se separaran. Randall iría al hospital y vería cómo estaba Amanda Benson. Dan iría a Brooklyn para buscar informantes que pudieran saber sobre el paradero de Slice. Y Melanie volvería a su oficina. Su tarea era recoger los archivos que habían pedido y estudiarlos para buscar pistas sobre Slice, pero además ella tenía su propia agenda, una que no compartió con Dan y Randall.

Las fallas en el sistema de seguridad en el caso Benson le preocupaban mucho a Melanie. Primero el intruso en el sótano que le había robado la evidencia, luego el hecho de que Slice hubiese localizado a Rosario. ¿Cómo lo había logrado? ¿Cómo supo dónde buscar? A Melanie le preocupaba que hubiese una fuga de información en alguna parte, tal vez en su oficina, o tal vez entre los policías o agentes. Tal vez una fuga por descuido, o tal vez una intencional. Dan y Randall habían desechado sus preocupaciones. Está bien, allá ellos. Melanie iba a investigar e iba a llegar al fondo de esto, con o sin ellos, si era necesario. Había buscado que le asignaran este caso y lo llevaría hasta el final, sin importar a dónde la llevara o lo que implicara.

Pero Melanie reconocía que actuar completamente sola no era la estrategia ideal. Indagar sobre errores o negligencia en su propia oficina o en el FBI con seguridad iba a generar resistencia. Melanie necesitaba el apoyo de alguien con influencia. Su jefa era la persona obvia.

Con eso en mente, Melanie timbró para pasar la puerta de seguridad y se dirigió directamente a la oficina de Bernadette, sin pasar siquiera por su oficina para dejar el portafolios. Shekeya estaba sentada en su escritorio comiendo una Big Mac con papas fritas, mientras leía una ajada revista People.

“¿Ya volvió?” preguntó Melanie, sin aliento. “Necesito verla enseguida.”

Shekeya hundió una papa en salsa de tomate y la masticó lentamente.

“Nop. Está en Washington. Tenía una reunión en el Departamento de Justicia.”

“Ya sé, ¿pero no se supone que ya debía haber vuelto?”

“Ella no me informa de todos sus movimientos.”

“Bueno, tú le reservaste el vuelo, ¿no? ¿Podrías mirar, por favor?”

“¿Tienes mucha prisa, niña? ¿No ves que estoy comiendo?”

“Shekeya, es importante.”

“Mi almuerzo también es importante.”

Melanie cruzó los brazos con exasperación, con los ojos fijos en Shekeya.

“No me mires así. La jefa no va a regresar más rápido porque tú te quedes ahí con esa cara. Cuando termine mi hamburguesa, revisaré. Ahora, regresa a tu oficina.” Shekeya le hizo a Melanie una señal de que se marchara con la mano untada de salsa de tomate.

Melanie suspiró con dramatismo, pero no tenía otra alternativa. Dio media vuelta y caminó hacia el corredor. Conocía lo suficientemente a Shekeya para confiar en que obtendría la información correcta pero cuando ella quisiera.

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UNA HORA DESPUÉS, MELANIE ESTABA SENTADA en su escritorio revisando los registros telefónicos de Jed Benson y pensando en la manera de conseguir el registro de visitantes de la portería del edificio, cuando Bernadette golpeó en la puerta abierta de la oficina.

“Shekeya me dijo que me estabas buscando, querida,” dijo Bernadette.

“Oh, Bern, qué bueno que estás de vuelta,” dijo Melanie, mientras sentía crecer sus esperanzas. De verdad necesitaba la ayuda de Bernadette y era un alivio que su jefa pareciera estar de tan buen humor, para variar.

Bernadette entró a la oficina y se sentó frente a Melanie en la silla para las visitas. Luego se inclinó hacia delante, con un gesto de preocupación maternal. “Me enteré de que tu testigo fue asesinada. ¿Cómo te sientes?”

“Muy mal. Realmente necesito hablar contigo.”

“Ay, querida, siento no haber estado aquí antes. Al menos habrías tenido un hombro donde llorar.”

“No, no es eso, Bern. Estoy preocupada por el caso. Tuvimos dos grandes fallas de seguridad en las últimas veinticuatro horas, y estoy comenzando a pensar que hay una fuga de información en alguna parte. Realmente necesito que me aconsejes cómo manejar esto.”

“¿Una fuga de información? ¿De qué estás hablando? Estoy segura de que tu testigo lo dañó todo contándole a alguna vecina imbécil o algo así dónde estaba.”

“No, Bern, Rosario estaba totalmente aterrorizada. No le habría contado dónde estaba ni a su propia madre.”

“La gente es más estúpida de lo que piensas. Hazme un favor, revisa los registros telefónicos de su habitación y luego ven y dime si estoy equivocada. Te apuesto diez dólares a que vas a encontrar una llamada a alguna prima en Queens que le contó a todo el planeta.”

“Realmente no creo. Además, el asesinato de Rosario no fue la única falla de seguridad. Alguien me persiguió en el sótano anoche y se llevó evidencia de mi bolso ...”

Bernadette se rió. “Sí, ya oí esa historia. ¿Sabes? la compañía de seguridad se quejó. Reconozco que tienes agallas para bajar al archivo muerto a esas horas. Pero la próxima vez por favor sé un poco más cuidadosa con la puerta de emergencia, o vamos a tener que empezar a pagarles horas extras por investigar falsas alarmas.”

“No es que oyera un ruido y me asustara, Bern. Había alguien allá abajo. Perdimos valiosas pruebas.”

“Melanie,” dijo bruscamente Bernadette, “el criminal sacó dinero de tu billetera, ¿no es así?”

“Sí, pero ...”

“Entonces no me des información parcial, señorita, eso es engañoso. El dinero es la clave. Obviamente algún portero robó tu dinero y, en el proceso, se llevó también la evidencia por error. Probablemente la tiró en un bote de basura anoche mismo cuando iba camino a comprar droga con tu dinero.”

“¿Y eso es todo? ¿Ya encontraste la explicación del asunto sin hacer ninguna investigación?”

Bernadette suspiró. “Mira, entiendo que estés perturbada. El hecho de que un testigo sea asesinado es una cosa muy traumática. Hay una tendencia natural a verlo como una cosa mayor de lo que es, como el resultado de una horrible conspiración. Pero eso sólo es el resultado de los nervios. ¿Quieres mi consejo? Cálmate, haz tu trabajo y deja de inventarte teorías locas.”

Melanie miró a Bernadette con desaliento. No podía creer que su jefa no estuviera preocupada por las fallas en la seguridad, que no la estuviera ayudando. Luego se le ocurrió que Bernadette tenía un terrible conflicto de intereses en este caso. El escuadrón de Rommie Ramírez había sido el encargado de proteger a Rosario anoche. El policía con el corte de pelo militar había abandonado su puesto para responder a una llamada de narcóticos. ¿Acaso Bernadette ya sabía eso? ¿Acaso temía que una investigación terminara afectando negativamente a su novio y haciéndole daño a su carrera, que ya estaba bastante embromada? ¿Acaso Bernadette permitiría que sus sentimientos personales influenciaran su juicio profesional de esa manera? Obviamente Bernadette estaba loca por Rommie. Pero encubrir algo tan importante podía poner en riesgo su propia carrera. Melanie respetaba mucho a Bernadette para creer que tal cosa fuese posible. No obstante, no podía negar que estaba actuando de una manera extrañamente indiferente.

“Quédate tranquila,” continuó Bernadette, “nadie te culpa por lo que le pasó a tu testigo. Cuando uno se enfrenta a un asesino tan inteligente y despiadado como éste, es lógico tener algunos reveses.”

“¡Rosario no fue un revés, era una persona!” dijo Melanie. “En algún lugar hay una fuga de información y, hasta donde sé, dejaron su puerta sin vigilancia deliberadamente. Creo que necesitamos una investigación.”

Bernadette achicó los ojos. “Cuando dices algo así me cuesta trabajo decidir si eres estúpida o, simplemente, imprudente. ¿Dices que quieres pedir una investigación? Esas cosas nunca salen como la gente se imagina, ¿sabes, Melanie? Si yo fuera tú, primero me aseguraría muy bien de que mi propia casa está en orden antes de pedir una investigación.”

“¿Qué quieres decir con eso?”

“¿Quieres saber cómo localizó a Rosario el asesino y si hubo una fuga de información? ¿Has examinado tu propia conducta? ¿Acaso fuiste descuidada con la información? ¿No sería posible que fuese en realidad tu culpa y no la de alguien más?”

Melanie se quedó callada, pensando en la dirección que había puesto en la autorización para usar un auto y que nunca tuvo tiempo de borrar, en la llamada que había hecho a la oficina del gran jurado para pedir un turno, en sus otras acciones de las pasadas veinticuatro horas que pudieran haber divulgado el paradero de Rosario. ¿Qué pasaría si había sido su culpa? Dios, ¿cómo podría vivir con esa culpa? A Melanie le dolió el estómago, lo cual se debió reflejar en su cara porque Bernadette dijo:

“Uh, eso pensé ... Bien, supongo que ésa es la razón por la que estoy aquí. Para enseñarles a ustedes, los aprendices, a pensar antes de hablar,” dijo Bernadette con una sonrisa presuntuosa.

“Traté de tener mucho cuidado ...”

“Claro que lo hiciste. Y si se te escapó algo, estoy segura de que fue un accidente, querida. Ése es mi punto, ¿ves? No empieces a buscar culpables porque nadie es perfecto.” Bernadette se puso de pie y se dirigió a la puerta. “Y hablando de no ser perfectos,” dijo y señaló el escritorio de Melanie, lleno de pilas de citaciones sin abrir, “tu escritorio es un desastre. Ordénalo antes de que algo más se pierda, ¿quieres?”

“Está bien.”

“Y otra cosa. Romulado me dice que Amanda Benson todavía no está bien. Así que mantente alejada de allá, ¿de acuerdo? Concéntrate en otra cosa por un tiempo. Después de todo, tienes muchas otras cosas que hacer.”

Después de que Bernadette salió, Melanie revisó mentalmente todos sus actos. Estaba segura de que nunca había divulgado el paradero de Rosario a nadie fuera de su oficina. Si alguien de la oficina copió la dirección y se la dio a alguien más, esa persona era cómplice del crimen. Pero quien podía esperar que ella pudiese prever la traición de alguien más, ¿o sí? No, ella tenía derecho a confiar en su propia gente. Sólo cuando se sintió cómoda con eso comenzó a ver que Bernadette la había manipulado. Bernadette le había dado la vuelta al asunto, había hecho que Melanie se preguntara por su propia conducta, la había distraído. Y la había dejado con las manos vacías. Sin ayuda para investigar las fallas en el sistema de seguridad, y sin más personal. Melanie estaba decidida a resolver estos crímenes, pero necesitaba recursos y apoyo. Melanie comenzaba a tener un mal presentimiento.

 

EL TELÉFONO DE MELANIE TIMBRÓ UNOS MINU tos después.

“Hola, ¿qué hay de nuevo?” dijo Dan. “Pensé que era un buen momento para contactarte.” La voz de Dan alegró tanto a Melanie que se asustó.

“¿Siempre te comunicas con el fiscal cada cierto número de horas?” preguntó Melanie sin aliento.

“Contigo sí. ¿Me has extrañado?”

Jugar con él este juego era peligroso. Melanie podía terminar completamente loca por este tipo si no tenía cuidado. Bajó la vista hacia la mano y observó su dedo sin anillo, mientras anhelaba la seguridad que le daba su anillo de matrimonio. Cuando lo llevaba puesto, sabía cuál era su sitio en este mundo. Sabía dónde estaban los límites.

“¿Ha pasado algo nuevo?” le preguntó Melanie a Dan.

“Pues sí. Uno de mis informantes me acaba de dar una pista sobre Jasmine Cruz,” dijo Dan.

“Bueno, eso sí son buenas noticias, porque estaba examinando los registros telefónicos de Jed Benson y ella está por todas partes.”

“¡No me digas!”

“Sí. Estoy empezando a pensar que ella es, tú sabes, el eslabón entre Slice y Jed Benson.”

“¿Qué hay en los registros telefónicos?”

“Numerosas llamadas en el último año desde el teléfono celular de Jed Benson a dos números a nombre de Jasmine Cruz. Un teléfono fijo y uno celular, así que la llamaba a su casa y a su celular. Y estoy hablando de varias llamadas por semana, por lo general a altas horas de la noche. Y llamadas largas, también.”

“¡Caramba! ¿Dijiste que todas desde su celular y no desde su casa?”

“Sí, así es. No la llamaba desde su casa.”

“¿Sabes qué significa eso?”

“Desafortunadamente lo sé. El desgraciado la estaba escondiendo de su esposa.” Melanie estaba pensando en los inocentes recibos telefónicos de su propia casa, que no reflejaban la traición de Steve. “Tengo la sensación de que Benson era un mujeriego. Sarah van der Vere prácticamente admitió que tenían una aventura. Y estos registros sugieren lo mismo acerca de Jasmine.”

“Buen trabajo, compañera. Puede que en este instante hayas acabado de resolver el crimen, pero creo que también acabaste con nuestra jurisdicción.”

“¿Por qué?”

“Lo que tenemos aquí es un clásico crimen pasional, ¿no crees? Benson se arrimó al árbol equivocado. Se metió con la mujer de Slice. Tan simple como eso. Nada de venganza por la persecución, ni nada de eso.”

“Umm, tal vez.” ¿Tendría razón Dan? Era una solución simple y elegante, pero no parecía toda la respuesta. “Pero ¿qué pasa con esa llamada telefónica de hace cuatro años? ¿La llamada de la interceptación telefónica a los Blades que se robaron anoche y en la que Slice y Jasmine estaban hablando de Mighty Whitey?”

“Tal vez no estaban hablando de Benson.”

“¿Y luego Jasmine Cruz aparece coincidencialmente en los registros telefónicos del celular de Benson cuatro años después? No lo creo.”

“Umm, tal vez tienes razón.” Los dos se quedaron callados, pensando. “¿Y qué tal esto? Tal vez en la llamada de la interceptación Slice estaba tratando de extorsionar a Benson o algo así. Tal vez tenían fotos de él con Jasmine, y si no pagaba, le contarían a su esposa.”

“Podría ser. Pero esa llamada fue hace cuatro años. ¿Cómo nos trae eso hasta el asesinato de Benson ahora?”

“Buena pregunta. No sé. Pero apuesto a que sé quién sabe.”

“¿Jasmine Cruz?”

“Sip.”

“¿Y dónde está?”

“Imagínate. Está trabajando como modelo en la Gran Exhibición Automotriz.”

Melanie se rió. “Caramba, ha progresado. Genial, me encanta la Exhibición Automotriz.”

“¿De verdad? A mí también.”

“Entonces vamos.”

“Lo único es que estoy en Brooklyn y los puentes están cerrados porque hay algún tipo de actividad policial.”

“Bueno, entonces ...”

“Nos vemos allá, pero empieza sin mí.”

“Tendré el caso concluido y listo para cuando aparezcas.”

“Trato hecho.”