EL CELULAR SUENA Y LO DESPIERTA.
“¿Aló?” dice.
“¿Qué haces, dormir?”
Despertarlo así. Qué maldita grosería. El imbécil no se da cuenta de que él ya vive con los pelos de punta por la manera como se cagó el trabajo la otra noche.
“Sabes que trabajé anoche. ¡La puta madre por llamarme!”
“Sí, ya sé. ¡Y qué trabajo!”
“Tú sigues, maldito. Por despertarme.”
“Está bien, está bien.”
“Y me llamas aquí.”
“¿Crees que lo haría si no supiera con certeza que es seguro? Además, esto es importante. Tenemos que hacer algo con algunos de los otros enseguida.”
“Mejor me dejas tranquilo. Yo decido, ¿entendido? Ahora voy por la arquitecta, esa maldita china.”
“Tienes que olvidarla a ella por ahora. No es importante.”
“¿Qué dices? Yo decido, mi hermano. En lo que a mí respecta, ella era el objetivo del trabajo. Si no conseguimos esa información, no nos pagan.”
“Tenemos que pensar en la supervivencia. Tenemos dos problemas. Primero, Barbie Doll tiene que desaparecer. Rápido, antes de que hable.”
“Ése no es mi problema. Es tuyo. Mátala tú.”
“Voy a hacer de cuenta que nunca dijiste eso. Segundo, Jasmine.”
“¿Qué pasa con Jasmine?”
“Sabe demasiado. Y si deciden apretarla, se rendirá en diez segundos. Es un eslabón débil.”
El hombre hizo una pausa. “Sabes que Jasmine es la mamá de mi hijita, ¿no?”
“Bueno, mira lo que uno descubre. Nunca antes te vi acobardarte ante una tarea. Muy refrescante,” dijo e hizo un ruido con la lengua.
“¿Te parece gracioso?”
“Lo que sea. No te estoy diciendo cómo manejarlo. Sólo digo que hay que hacer algo. Así que olvídate de la arquitecta y haz algo con las otras dos.”
“Pareciera que me estás dando una orden.”
“No es una orden. Sólo un buen consejo.”
“Mejor que no te encuentre, desgraciado, por joderme tanto.”
Colgó el teléfono y lo arrojó contra la pared. Maldito gusano, venir a decirle cómo hacer lo suyo, decir que no se hace cargo de las cosas. Se va a encargar, está bien. Pero él decide quién, cuándo y dónde. Él decide, nadie más. Y un día muy pronto, va a decidir que ese cabrón tiene que desaparecer. Muy pronto.
Se levanta y saca un poco de Gatorade del refrigerador. Esa mierda nunca se daña, uno la puede dejar ahí un año entero y siempre sabe a lo mismo. Por lo menos algo en lo que se puede confiar. Vuelve a sentir el zumbido en la sangre, gracias a ese maldito gusano jodiéndolo de esa manera, cagándose en su concentración. La cabeza le late. Tiene que tratar de calmarse. Tal vez bajará al sótano a ver a No Joke en su cuarto especial. Además, tiene que limpiar lo que quedó del festín de No Joke. Él hizo el trabajo anoche y fue el maldito perro el que se quedó con la recompensa. No es justo. Las cosas están mal. Necesita enderezarlas.