LA LUZ DEL SOL ENTRABA POR LOS CRISTALES del Javits Center, iluminando desde arriba el tumultuoso paisaje de varios pisos hacia abajo. Melanie llegó al último escalón de la enorme escalera y sintió en la retina el golpe de la luz enceguecedora y los colores brillantes, y le dieron ganas de reír. Fue avanzando entre olas de visitantes: hombres de negocios japoneses vestidos todos del mismo color, visitantes de las afueras de la ciudad, bandas de raperos con gruesas cadenas de oro y diamantes colgándoles hasta la cintura, todos ocupados en subirse y bajarse de relucientes autos que daban vueltas en plataformas alfombradas. Propagandas de automóviles pasaban incesantemente en gigantescas pantallas de video colgadas del cielo raso. Melanie miró hacia arriba, para ver todo el panorama. Un auto azul cobalto de la era espacial le daba vueltas al salón sobre un riel de acero montado a nueve metros de altura.
En medio de este caos, nunca encontraría a Jasmine Cruz si no pedía alguna indicación. Había modelos por todas partes. De todas las razas y colores, todas eran totalmente intercambiables con sus cuerpos de gacela, el pesado maquillaje de los ojos e idénticos sastres de pantalón de cuero azul. Jasmine debía ser muy atractiva para tener este trabajo. Melanie se acercó a la modelo que tenía más cerca, una pelirroja que repartía folletos frente a un auto de carreras amarillo, cuyas puertas se abrían hacia arriba como las alas de una gaviota.
“Discúlpeme,” dijo Melanie, “estoy buscando a mi prima que está trabajando de modelo aquí. Se llama Jasmine Cruz.”
“¿Jasmine? Umm. Si es la chica que estoy pensando, intente en el mostrador de folletos que está justo después de Range Rover. Vaya hasta el fondo, voltee a la izquierda en el estanquillo de Hummer y siga un poco más adelante. Es muy fácil de ver.”
“Gracias.”
Pero seguir las indicaciones resultó muy difícil en un lugar en el que era muy difícil orientarse. Con el fin de crear remolinos en el flujo de visitantes, había pantallas con logos intermitentes y dibujos en tres dimensiones intencionalmente colocados en ángulos curiosos, lo que hacía imposible hacer un recorrido directo. No se podía ver a una distancia mayor de seis metros hacia delante. Abriéndose camino a través de la multitud, Melanie fue avanzando lentamente hasta cruzar el enorme salón del centro de convenciones y llegar a su destino agotada y un poco mareada.
Dos modelos, una rubia y una morena, miraban aburridas desde atrás de un alto mostrador de mármol y madera que exhibía una variedad de folletos de autos brillantes. La morena parecía una princesa latinoamericana sacada de una película de dibujos animados, con unos pómulos tan prominentes que uno se podía cortar con ellos, pelo negro muy lacio y piel color café. Las cejas de la mujer formaban un dramático arco sobre el maquillaje azul brillante de los ojos, que hacía juego con el sastre de cuero.
Melanie se acercó al mostrador, decidida a jugársela. “¿Jasmine Cruz?” le preguntó a la morena.
La mujer pareció confundida. “Oh, ¿usted vino ayer?”
Melanie sacó sus credenciales del bolso y se las enseñó abiertas en la mano.
“Necesito hablar contigo. Creo que sabes por qué, pero si quieres que lo diga, lo diré. Es sólo que ... puede ser embarazoso,” dijo Melanie y miró deliberadamente a la rubia.
Los ojos de Jasmine relampaguearon. “Conozco el sistema. No tengo que hablar con nadie si no quiero.”
La rubia observó con descarada curiosidad.
“Bien, si así quieres que sean las cosas, Srta. Cruz, tendré que advertirte que eres sospechosa de estar involucrada en el asesinato de Jed Benson. En el momento no tienes ningún cargo, pero tengo que hacerte unas preguntas. Creo que lo mejor para ti es que me contestes.”
“No conozco a ningún Jed Benson. Usted sólo me está molestando porque soy de color,” dijo Jasmine y sacudió el pelo con un gesto de desprecio.
“¿Eres boricua?” le preguntó Melanie, imitando con precisión el tono entrecortado del español puertorriqueño de su padre, mientras estudiaba a Jasmine con frialdad.
Jasmine abrió los ojos. “Sí.”
Melanie se dio un golpe en el pecho con la cantidad exacta de arrogancia. “Yo también.” Yo también, así que no me jodas, chica.
“Oh,” replicó Jasmine, con un tono más dócil.
“Y, para tu información, estás por todas partes en los registros telefónicos de Jed Benson. Además, lo sabemos todo acerca de ti y Slice.”
Jasmine contuvo la respiración. “Tampoco conozco a ése. Realmente no conozco a ningún Slice. Voy a tener que pedirle que se vaya o tendré que llamar a los guardias de seguridad.”
“Tal vez no miraste mi identificación con el suficiente cuidado, Srta. Cruz. Puedo asegurarte que los guardias de seguridad no van a estar de tu lado en esta situación.”
Las dos se miraron. Jasmine se veía nerviosa, pero no parecía querer ceder. La rubia rompió el hielo.
“Vete tranquila, querida. Te cubriré por un rato,” dijo la rubia con indiferencia, mientras examinaba sus largas uñas, pintadas del mismo azul del vestido.
Jasmine miró a Melanie un momento más. Luego se encogió de hombros, como si la situación no fuera de su incumbencia. “De acuerdo. Necesito un café, de todas maneras.”
Jasmine salió de detrás del mostrador y comenzó a caminar con indiferencia hacia una escalera, mientras miraba hacia delante. Melanie se hizo a su lado. La escalera llegaba a un mezzanine en el que había puestos de comida y mesas. Las dos se pararon en el mismo escalón y comenzaron a ascender sin decir palabra, como si estuvieran compartiendo la escalera por casualidad.
Melanie se inclinó hacia Jasmine para establecer contacto visual. “Siento lo que dije delante de tu amiga,” comenzó a decir.
Jasmine se dio la vuelta, y giró tanto que casi queda de espaldas. Entonces se quedó observando el piso del centro de convenciones, e hizo un gesto dando a entender que pretendía hacer caso omiso de Melanie.
“Jasmine,” continuó Melanie, con voz tranquila, “traté de no avergonzarte, pero necesitas hablar conmigo. Sabes más de Slice y Jed Benson que cualquier otra persona viva en este momento. Ésa es una posición muy peligrosa. Estoy preocupada por tu seguridad.”
“Mire, está perdiendo su tiempo,” dijo Jasmine con un tono menos agresivo, pero todavía sin mirar a Melanie. “Sí, Jed y yo nos acostábamos y todo eso. Él me daba dinero y cosas, pagó mis implantes. En lo que a mí respecta, eso es todo.”
“Yo sé que no estabas haciendo nada ilegal, Jasmine, pero tienes que explicármelo. Ayúdame a entender.”
“Hay muchas cosas de Jed que ustedes no saben. Algunas mierdas feas.”
“¿Tienen algo que ver con Slice?”
“Le dije que no conozco a nadie con ese nombre.”
“Jasmine, no tiene caso negarlo. Tu teléfono fue interceptado. Tengo una grabación tuya hablando con Slice. Y ciertamente él no parece un tipo muy amable.”
Cuando llegaron al mezzanine y dejaron la escalera, Jasmine se volvió hacia Melanie. Trataba de parecer desafiante, pero el miedo que sus ojos reflejaban socavó su máscara de tranquilidad.
“Me trata mejor de lo que trata a otras chicas,” dijo Jasmine.
“Si te trata tan bien, Jasmine, ¿por qué te ves tan asustada?”
“No estoy asustada,” insistió Jasmine, pero la voz le tembló.
“Vamos, déjame invitarte a un café. Busquemos una mesa. Te explicaré lo que puede hacer mi oficina para protegerte.”
Un largo mostrador metálico con distintas concesiones ocupaba una de las paredes del mezzanine. Melanie vio un aviso de Starbucks en el centro del mostrador y se dirigió hacia allá. Se alegró de que Jasmine la siguiera obedientemente. Con sus bebidas en la mano, esperaron a que se desocupara una mesa, sin hablar. Sólo después de que se sentaron Melanie volvió a traer a cuento el difícil tema de Slice.
“Jasmine, estoy aquí para ayudarte,” comenzó Melanie, mientras Jasmine, con los ojos fijos en la mesa, le daba pequeños sorbos a su frappuccino a través de un pitillo. “Las dos sabemos que Slice es un asesino a sangre fría. Eso te pone en una situación muy peligrosa. Cuanto más cerca estamos de arrestarlo, más nervioso se pone. Cuanto más nervioso esté, aumentan las probabilidades de que trate de eliminar a la gente que pueda declarar en su contra. Con lo que tú sabes, estás en el primer lugar de esa lista.”
“Sé que le ha hecho cosas malas a otra gente, pero siempre es bueno conmigo,” insistió Jasmine y levantó la vista hacia Melanie con gesto de súplica. “Soy la mamá de su hija.”
“¿Tienes un bebé de Slice?”
“Sí, una niña. Destiny. Tiene dos años. Me da dinero para ella, viene a visitarla, le trae cosas. Por eso estoy con él. Quiero que mi hija tenga un padre.”
“Oh,” dijo Melanie, y se quedó callada por un momento. Las palabras de Jasmine la hicieron pensar en su casa. ¿Cuánto se le puede perdonar a un hombre sea quien sea, por ser un buen padre? ¿Debe uno quedarse en una mala relación por no perjudicar a los hijos? En el caso de Jasmine, obviamente la respuesta era no. Quedarse con Slice podría significar la diferencia entre la vida y la muerte. En el caso de Melanie, la decisión era menos severa, la respuesta no era tan clara. No obstante, en el fondo Melanie sabía que no sería bueno para Maya crecer con unos padres que no eran felices juntos.
“Jasmine, ¿puedo decirte algo?” dijo Melanie con urgencia. “Yo también soy madre. Entiendo tu decisión de quedarte con el papá de tu bebé. Pero yo también soy de Bushwick. Sé cómo es la vida allá. Algunos sujetos son bombas de tiempo. Tú lo sabes y yo lo sé, las dos lo sabemos por el lugar donde crecimos. Pueden estar bien en un momento y atacarte al siguiente. Slice es así. Ha matado a veinte personas.”
Jasmine respiró profundo y sacudió la cabeza con horror.
“¿No lo sabías?” preguntó Melanie.
“Sabía que había cometido crímenes, pero no cuántos.”
“Bueno, han sido veinte y eso es mucho. Slice vive de matar gente. Y no lo hace sólo como un medio de ganarse la vida sino por placer. Tal vez a veces te trata bien, pero en la grabación lo oí amenazarte. Por lo que oí, sé que te maltrata.”
Los ojos de Jasmine se llenaron de lágrimas. “Sí, tal vez. Pero lo tengo bajo control. He aprendido a no importunarlo. Ya no me pega tanto ahora.”
“¿Quieres apostarle a eso toda tu vida? ¿Cuánto pasará antes de que Slice tenga un mal día? ¿Cuánto tiempo antes de que digas lo que no debes, o no le prepares la comida tal como le gusta, o el bebé llore muy fuerte? ¿Qué pasará? ¿Quién va a criar a tu hija si estás muerta, Jasmine?”
Jasmine se puso de pie de un salto y dio varios pasos hacia atrás, tumbando la silla metálica. Tenía los ojos fijos en un punto detrás de Melanie.
“¡Jasmine, por favor, espera!”
Melanie también saltó y trató de agarrar la mano de Jasmine, pero la vaga sensación de que alguien se aproximaba por detrás la distrajo. Dejó de mirar a Jasmine por un segundo y se dio vuelta para ver quién estaba allí. En ese momento, la chica salió corriendo y Melanie vio con asombro cómo se lanzaba frenéticamente entre la multitud de clientes que llenaban la zona de comidas, corriendo como si temiera por su vida. Melanie dudó por un segundo si debía seguir a Jasmine o dejar que se calmara antes de seguir conversando. Pero inmediatamente después un hombre pasó corriendo junto a ella, persiguiendo a Jasmine, que se alejaba con su pantalón azul. Jasmine se dirigía a las escaleras que había en el otro extremo del mezzanine y el hombre, vestido con pantalones negros anchos y una camiseta color canela que le llegaba hasta las rodillas, la seguía de cerca. El hombre coincidía con la descripción general de Slice. Mediana estatura, complexión delgada, cabello oscuro pelado al rape. Pero, ¿acaso ésa no era la descripción de mucha gente? Melanie no podía estar segura de que fuera Slice, a menos de que le viera la cara.
Melanie salió corriendo detrás de ellos, gritando el nombre de Jasmine. Jasmine giró, aterrorizada, cuando vio que el hombre la alcanzaba. Mientras Melanie luchaba por abrirse camino entre la multitud, Jasmine se dio vuelta de nuevo y corrió, pero en la carrera se estrelló contra una mujer pasada de kilos que llevaba un vestido negro suelto.
“¡Aaay, maldita perra, creo que me rompiste el brazo!” gritó la mujer obesa y alcanzó a agarrar la solapa de la chaqueta de Jasmine.
Atrapada por la mujer, Jasmine se echó hacia atrás y golpeó a la mujer en la cabeza con toda su fuerza. La mujer cayó al piso con un ruido seco, mientras la multitud se arremolinó alrededor de su prominente figura, lo cual obstruyó todavía más el camino de Melanie. Jasmine salió corriendo. El hombre evitó a los curiosos y siguió persiguiéndola con obstinación. Melanie trató desesperadamente de seguirlos, pero era como nadar contra la corriente, pues cada vez se acercaba más gente a mirar a la mujer que se había caído.
“¡Está inconsciente! ¿Hay algún médico por aquí?” gritó un hombre.
“Llamen al 911,” sugirió alguien más.
Melanie quedó prácticamente detenida en su carrera hacia las escaleras y, con el corazón en la garganta, vio cómo el hombre alcanzaba a Jasmine y la agarraba del brazo. La sonrisa de terror que se dibujó en el rostro de Jasmine cuando él la atrapó fue suficiente para que Melanie supiera lo que estaba pasando. Aunque aún no había visto al tipo con claridad, ya no necesitaba hacerlo. Tenía que ser Slice. ¿A quién más trataría de apaciguar Jasmine con esa lastimosa sonrisa? En ese momento, la muchedumbre se interpuso y Melanie los perdió de vista.
Cuando Melanie alcanzó las escaleras finalmente, ya habían pasado varios minutos críticos. No había visto qué dirección habían tomado Jasmine y Slice y no se veían por ninguna parte. Piensa, piensa. Jasmine estaba tratando de escapar. Seguramente trataba de ir hacia abajo, hacia las salidas. Melanie tomó la escalera que bajaba, y comenzó a buscarlos en el piso de abajo mientras descendía. En todas partes, chicas altas vestidas con pantalones azules de cuero engañaban sus ojos. Ninguna de ellas era Jasmine. Desesperada, Melanie sacó el celular de su bolso y marcó el buscapersonas de Dan, para que la llamara. ¿Dónde diablos estaba Dan? ¿Tal vez ya estaba en el Javits Center buscándola? Por favor, que así fuera. Necesitaba refuerzos, rápido.
Melanie llegó al final de la escalera. ¿Hacia qué lado habría corrido Jasmine? ¿Hacia dónde la habría llevado Slice? Probablemente hacia la salida más cercana, pero ¿por dónde era eso? Melanie comenzó a caminar apresuradamente en la dirección que le pareció la correcta, pero nuevamente la multitud la fue retrasando. Correr en un piso lleno de desniveles era difícil: en un momento la suave alfombra parecía demorar sus zapatos de tacón alto, y al siguiente, sin que se diera cuenta, Melanie estaba caminando sobre una plataforma rotatoria.
Desorientada y sin aliento, casi no se detuvo a investigar cuando varias personas que estaban delante de ella y que habían estado arremolinándose alrededor de un enorme Hummer rojo, comenzaron a hacer señas hacia arriba, hacia la marquesina. Pero entonces oyó sus exclamaciones de asombro.
“¿Qué diablos está haciendo esa muchacha?” preguntó alguien.
“¡Está en el puentecito!”
Melanie miró hacia arriba. Quince metros encima de su cabeza, un frágil puentecito de metal colgaba suspendido, uniendo el mezzanine con el exterior de una garita que vigilaba el piso principal. Jasmine Cruz estaba totalmente inmóvil a medio camino del puentecito, agarrada de la frágil baranda, paralizada de miedo. Allá arriba. En su carrera loca de miedo, Jasmine había optado por subir, irse arriba.
Melanie sacó sus credenciales y comenzó a enseñarlas mientras avanzaba por entre la multitud.
“Oficina del Fiscal General, permiso, permiso,” decía, abriéndose paso a codazos hasta un lugar exactamente debajo del puentecito.
“¡Jasmine!” gritó Melanie tan fuerte como pudo. “¿Qué estás haciendo? ¡Regresa! Regresa y te esperaré al pie de la escalera.”
Jasmine no pareció oírla. No movió un solo músculo. Melanie dio media vuelta y corrió de nuevo hacia la escalera. El teléfono comenzó a timbrar en su bolso. Melanie lo sacó mientras corría y casi lo deja caer.
“¿Aló?”
“¿Me llamaste?” preguntó Dan alegremente.
“¿Dónde diablos estás?”
“Acabo de entrar al estacionamiento. ¿Por qué, qué pasa?”
“¡Slice está aquí! Persiguió a Jasmine hasta un pasadizo que llega hasta la garita de arriba. Estoy tratando de llegar hasta allá para ayudarla.”
“¡Ve! Yo llegaré tan rápido como pueda.”
Melanie colgó y tiró el teléfono dentro del bolso. Estaba a punto de tomar la escalera que subía, cuando un chillido agudo cortó el aire detrás de ella. Cuando se dio vuelta, vio la figura vestida de azul de Jasmine precipitándose hacia el suelo, mientras su pelo negro volaba hacia el cielo.
MELANIE SE SUBIÓ A LA PLATAFORMA GIRATO ria y se acercó a un auto plateado que estaba tan bien iluminado por focos de luz brillante instalados arriba que parecía irradiar una fuerza sobrenatural. Jasmine yacía acostada sobre la espalda, encima de la enorme capota del auto, mirando con los ojos vacíos hacia la marquesina que daba vueltas muchos pisos más arriba. El cuero elástico de su traje de sastre todavía abrazaba cada curva de su cuerpo perfecto, pero sus esbeltas extremidades yacían extrañamente acomodadas, extendidas de manera rígida, con los pies, aún calzados con botas de tacón alto, torcidos hacia adentro. Algunas gotas de sudor brillaban sobre el maquillaje que le cubría la frente.
“Aguanta un poco, mi niña, ya vienen a ayudarte,” dijo Melanie suavemente. La mano de Jasmine estaba colgando del auto. Melanie la tomó y le acarició los dedos largos y delgados, que ya se sentían fríos y encalambrados. Al sentir una ligera presión en ellos, Melanie se acercó en puntas de pies y se inclinó.
“¿Quieres decir algo?” preguntó.
Los labios de Jasmine se movieron, pero no emitió ningún sonido al principio. Melanie se inclinó un poco más y puso el oído junto a la boca de Jasmine.
“¿Qué es? Dime.”
“Des-tiny,” murmuró Jasmine con voz ronca. Su hija. Estaba pensando en su hija, tal como lo estaría Melanie si estuviera a punto de morir.
Dos paramédicos que llevaban una camilla plegable se abrieron camino a través de la multitud de curiosos.
“¡Servicio de Emergencias! Por aquí, por aquí,” gritó Melanie.
“¿Alguien la movió?” preguntó uno de los paramédicos, una mujer alta y negra de voz fuerte, mientras se subía a la plataforma. Tenía una etiqueta con su nombre que decía: B. JONES. “La llamada decía víctima de asalto en el mezzanine.”
“Ésa es otra persona,” dijo Melanie. “Encárguense primero de esta mujer. Se cayó desde ese pasadizo de allá arriba.”
“¿Dos accidentes? ¡Dios mío! Miguel, pide refuerzos mientras le pongo un collar,” le dijo Jones a su compañero, mientras sacaba del maletín un collar ortopédico. “Postura de descerebración, indica daño cerebral. ¡Tenemos que llevarla enseguida!”
Melanie se retiró de ahí, mientras rogaba que todavía se pudiera hacer algo. Pero Jasmine soltó un suspiro largo y profundo y luego dejó de respirar.
“¡Mierda! ¡Está apnéica!” le gritó Jones a su colega y luego se trepó a la capota del auto y comenzó a tratar de resucitarla, mientras los ojos de Jasmine miraban, sin ver, la luz que entraba por la marquesina.
¿ESTÁS SEGURA DE QUE ERA ÉL?” LE PRE guntó Dan a Melanie, mientras veían cómo la camioneta de los forenses que se llevaba el cuerpo de Jasmine Cruz se marchaba del estacionamiento del Javits Center.
La tarde estaba caliente y no sentía el aire. El sol abrasador la golpeaba mientras que ella luchaba por respirar en medio del humo de los autos. Dan y la policía habían inspeccionado el Javits Center exhaustivamente, pero aparentemente Slice había huido sin dejar rastro.
“¿Cuántas veces te lo tengo que decir?” exclamó Melanie con furia, exaltada por el hecho de que no hubieran podido detener a Slice para salvar a Jasmine, o por lo menos para aprehenderlo después de los hechos. “Nunca le vi la cara, ¡pero yo sé que era él!”
“Hice que cerraran las salidas tan pronto como colgué contigo. Un guardia en cada puerta, no pudieron pasar más de cinco minutos después de que hablamos.”
“Obviamente eso no fue lo suficientemente rápido para atraparlo.”
“Estoy tratando de mantener la mente abierta, pero tú también debes hacerlo, ¿está bien? Sólo escucha esta hipótesis. Estabas presionando a Jasmine. Ella se asusta, se levanta y sale corriendo enloquecida, estrellándose contra la gente a diestra y siniestra. Le pegó tan duro a esa mujer que le fracturó la quijada, ¿sabías? Un tipo la agarra. No Slice, sólo algún idiota al que molestó por estrellarse contra él. El tipo la agarra, pero no le hace nada. Fin de la historia, ella está tan asustada que corre hasta el pasadizo y se cae. Es un accidente. Cientos de personas lo vieron. Todos dicen que perdió el equilibrio accidentalmente.”
Enfadada, Melanie sacudió la cabeza. “¡No, de ninguna manera!”
“¿Por qué no?”
“¡Porque no! El tipo se acercó por detrás de mí. Jasmine sólo corrió porque lo vio venir por encima de mi hombro. Y él la siguió, yo lo vi. La siguió hasta la escalera, por lo menos nueve metros a través de un salón lleno de gente, antes de agarrarla. ¡Así fue! Te lo estoy diciendo, ¡era Slice! Yo no estoy diciendo que él la haya empujado. Pero la persiguió hasta llevarla allá. Él hizo que se cayera.”
Dan miró a Melanie fijamente y una sonrisa condescendiente comenzó a dibujarse en su cara.
“Está bien. Melanie Vargas está tan absolutamente segura de que eso fue lo que ocurrió, que eso fue lo que ocurrió.”
“No trates de seguirme la corriente. Eso no me gusta.”
Dan suspiró. “¿Qué quieres que diga? Sinceramente, mirando los hechos, pudo ser Slice, pero pudo no serlo. Nunca le viste la cara, así que no puedes asegurarlo. Incluso si lo atrapáramos, no podrías identificarlo. Además, tal vez te molesta la idea de que Jasmine se haya asustado después de hablar contigo, haya huido y se haya caído del puentecito, ¿no es verdad?”
Melanie le agarró el brazo a Dan con fiereza, enterrándole los dedos en el antebrazo. “¡No puede ser! No estarás sugiriendo seriamente que estoy imaginando cosas para no tener que sentirme culpable, ¿verdad? Yo no soy así.”
“Ay,” dijo Dan y miró hacia abajo, hacia la mano de Melanie. “Está bien, retiro lo dicho.”
Melanie lo soltó. “Lo siento,” dijo.
“¡Dios, no quisiera tener que enfrentarme contigo en un callejón oscuro!”
“Puede que esté impresionada, pero sé lo que vi.”
“Está bien, entiendo.”
“¿Ni siquiera te importa que esta chica esté muerta?”
“Desde luego que me importa. Jasmine era un miembro de la sociedad, aunque andara con ese animal de Slice. No era una mala chica, y en realidad era una buena madre.”
“¿Madre? ¿Tú sabías de su bebé?” preguntó Melanie y miró a Dan con suspicacia.
“Oh,” dijo él, sorprendido, “sí.”
“¿Sabías que tenía una hija de Slice?”
“Sí,” dijo Dan y se encogió de hombros. “Supongo que alguien me lo dijo en algún momento.”
“¿Cuándo te enteraste? ¿Por qué no me lo mencionaste cuando te conté de la grabación anoche? ¡Actuaste como si ni siquiera creyeras que ella era la novia de Slice!” dijo Melanie, y dio un paso hacia atrás, retorciéndose las manos. “¿Qué diablos está pasando?”
“Vamos, cálmate, ¿de acuerdo? Vamos por mi auto y te explicaré.”
“¿Cómo vas a explicar eso? Siento como si me hubieses mentido, Dan. Y será mejor que no lo hayas hecho, pues eres la única persona en la vida en la que puedo confiar ahora.”
Cuando dijo eso, Melanie se dio cuenta de cuán cierto era y eso la asustó tanto como cualquiera de las cosas que habían pasado recientemente.
Dan se acercó a Melanie, mirándola con sus intensos ojos azules. Tenía una cara tan sincera. Una cara tan atractiva e inocente, típicamente americana. ¿Podría estar mintiendo con una cara como ésa?
“Melanie, por favor. No te enojes conmigo. Te prometo que quiero atrapar a ese tipo tanto como tú, ¿de acuerdo?”
“Entonces, ¿por qué ocultar el hecho de que Jasmine y Slice tenían una hija?”
“Estaba protegiendo a una fuente.”
“Y porque estabas protegiendo una fuente, ¿me mentiste?”
“Oye, no te mentí, ¿está bien? Tal vez no revelé todos los detalles, pero eso es muy diferente.”
Melanie no dijo nada y sacudió la cabeza con incredulidad.
“Tienes que entender,” dijo Dan. “Tengo mis propias prioridades y obligaciones. Todo agente las tiene. Pero aun así somos del mismo equipo.”
“¡Qué bien, me alegra oírlo!”
“¡Así es! Y tú no deberías dudarlo. Me estás haciendo enojar, ¿sabes?”
“¿Yo te estoy haciendo enojar a ti?”
“¡Sí!”
Dan miró hacia otro lado, aparentemente molesto. Melanie sentía una fuerte necesidad de tocarlo, pero mantuvo las manos a los lados. Obviamente Dan tenía su propia agenda, y ella no tenía idea de cuál era. Tal vez todo el asunto era una farsa de principio a fin, su admiración por ella, la manera como la miraba. Melanie se sorprendió al descubrir cuánto le dolía pensar eso. Pero se lo merecía por ser tan débil. Desde el instante en que se conocieron le pareció atractivo. Sabía que estaba en un momento muy vulnerable debido a la traición de Steve y sin embargo bajó la guardia. Eso no fue inteligente. Tenía que ponerle punto final. Lo combatiría con más fuerza. Mantendría los ojos abiertos. Se diría todo el tiempo que no debía confiar en él, que no debía sentirse tan atraída.
Dan miró a Melanie. “Sólo estoy molesto porque me importa lo que piensas.”
¿Será posible?, quiso decir Melanie. Con todo lo que hemos pasado, puedo ver más allá de tus mentiras.
“Dan, por favor,” dijo Melanie, en cambio. “¿Podríamos concentramos en Jasmine ahora?”
“Claro,” dijo Dan y sus ojos revelaban recelo, como si esperara que ella dijera algo más que lo hiriera.
“¿Sabes cuál es la dirección de Jasmine?” preguntó Melanie. “Tenemos que notificar a sus parientes más cercanos.”
“¿Nosotros? Ése no es nuestro trabajo. Alguien de la oficina del forense ...”
“Lo haremos nosotros,” dijo Melanie enfáticamente.
Dan miró a Melanie y se dio cuenta de la importancia que eso tenía para ella.
“Está bien. Sé donde vive. Vamos, mi auto está abajo en el estacionamiento.”
DESDE LUEGO, JASMINE VIVÍA EN BUSHWICK. Dan parecía conocer la zona, así que Melanie se contuvo de darle instrucciones. Ella sabía que si él tomaba el camino más directo, pasarían por su vieja calle, frente a la casa en la que había crecido. Melanie se propuso no mencionarlo.
Estaba mirando por la ventana y, bam, ahí estaba. Habían pasado muchos años desde la última vez que la había visto. La casa de ladrillo se veía exactamente igual. Tal vez un poco más pequeña, pero el paso del tiempo crea engaños como ése. La peluquería que había reemplazado al almacén de muebles de su papá en el primer piso todavía estaba ahí. A través de la ventana Melanie alcanzó a ver a Inés, la dueña, sentada en una silla, fumando. Se veía igual que antes. Obesa, con un lunar enorme encima del labio. No había ningún cliente. Era asombroso cómo estos pequeños negocios podían sobrevivir año tras año sin tener prácticamente ningún ingreso. El almacén de su padre era así, apenas se mantenía. Hasta que un día ya no se sostuvo más. Los letreros estaban en inglés y en español. PAGUE Y LLÉVESELO. PÓNGALE PRECIO. Al final del día, mientras que el camión del Ejército de Salvación se llevaba lo que había quedado, el tío Freddy le entregó a su madre un fajo de billetes. “Pero ¿dónde va a trabajar Papi cuando regrese?” había preguntado Melanie con angustia. Su madre sólo la había mirado, luego había entrado en la casa.
“¿Estás bien?” preguntó Dan, mientras la miraba con preocupación.
“Sí.”
“Me da mucha pena lo de Jasmine. Primero Rosario, y ahora Jasmine. Eso es mucho en dos días.”
“Sí.”
Melanie no tenía ganas de hablar. Miró pasar las calles que le resultaban tan familiares hasta que llegaron a la calle de Jasmine.
El apartamento era exactamente como se lo esperaba: un tercer piso sin ascensor, con paredes descuidadas y olor a orines en los corredores, pero aparte de eso estaba bien. Habría podido ser mucho peor. Mientras estaban en el corredor, Melanie oyó el llanto de un niño en el interior. Miró a Dan con expresión sombría y tocó el timbre.
Una mujer entreabrió la puerta y se asomó, sin quitar la cadena. Era bajita y gorda, con el pelo negro encrespado con permanente, pero tenía los ojos de Jasmine.
“Sí, ¿quiénes son ustedes?” Una niñita de ojos negros se agarró de las piernas de la mujer, mientras lloriqueaba un poco. Melanie se acordó de Maya. La mujer empujó a la niñita hacia atrás.
“Mi nombre es Melanie Vargas. Estoy buscando a la familia de Jasmine Cruz.”
“Los Servicios Sociales ya estuvieron aquí la semana pasada. ¿Por qué otra vez?”
“No, no soy de la Administración de Bienestar Social, señora.”
“Ah. Parece una trabajadora social.”
“No. ¿Es usted familiar de la Srta. Cruz? Me temo que tengo malas noticias,” dijo Melanie.
“Soy la mamá.”
“¿Podemos entrar? Vengo con mi colega, agente especial O’Reilly.”
La mujer quitó la cadena y dio unos pasos hacia atrás. Melanie entró en el pequeño vestíbulo. No tenía muebles, la única decoración era una imagen enmarcada de la Virgen María. Al fondo, una enorme televisión en la que estaban pasando una telenovela en español, estaba colocada frente a un sofá desvencijado, dominando el salón. La niñita se fue caminando y se sentó detrás de ellos, frente a la televisión. Recogió del piso un biberón con jugo de manzana, se lo puso en la boca y procedió a hacer caso omiso de ellos.
La mamá de Jasmine miraba a Melanie con los ojos muy abiertos. La expresión de su cara era horrible. Seguramente sabía lo que estaba a punto de oír.
“Sra. Cruz ...”
“Yolanda. Dígame Yolanda.”
“Yolanda, lo lamento, pero su hija fue asesinada ...”
“¡Ay, Dios mío!” gritó la mamá de Jasmine, y comenzó a mecerse hacia delante y hacia atrás, mientras sollozaba. “¡Dios mío, Dios mío! ¡Mi hija preciosa!”
Mientras la mamá de Jasmine sollozaba, Melanie le dio unos golpecitos en la espalda, pero sin resultado. Se sentía tan impotente. No había nada que pudiera hacer por esta mujer, entonces ¿para qué había insistido en venir? ¿Para ver la situación con sus propios ojos? ¿Para ser testigo de su dolor? Como si necesitara más motivación para hallar al asesino ... alguien con su historial. Como si no entendiera completamente las consecuencias de dejar suelto a alguien como Slice. Ella lo entendía mejor que cualquier otra persona, tan bien que se quedó sin palabras. Dan se hizo cargo de la situación.
“Déjeme ayudarla, señora,” dijo con gentileza, y llevó a la mujer hasta el sofá. Melanie trajo un vaso de agua y un rollo de toallas de papel de la diminuta cocina.
“¿Hay alguien que pueda venir a acompañarla?” preguntó Dan.
La Sra. Cruz tomó una de las toallas que Melanie le dio.
“Abajo,” dijo con voz apagada, “mi vecina, Carmen.”
“¿Cuál es el teléfono?” preguntó Dan, mientras sacaba su teléfono celular.
“No, no tiene teléfono. Sólo baje.”
Dan le hizo una señal a Melanie y salió por la puerta. Melanie se sentó junto a la Sra. Cruz en el sofá y le pasó el brazo por los hombros temblorosos. La mujer levantó la cara, manchada por la mezcla de lágrimas y rímel.
“¿Dónde está? ¡Quiero verla! ¡Quiero ir a donde está!”
Melanie le explicó el procedimiento para identificar y reclamar el cuerpo de Jasmine. La Sra. Cruz volvió a llorar.
“Fue él, ¿no es cierto?” preguntó, entre sollozos. “¿Junior? Yo le dije a Jasmine que ese hombre la iba a matar algún día. Pero ella no me escuchó. ¡Ay de mí!”
“¿Quiere decir Slice? Sí.” Melanie sacó una tarjeta de su billetera y se la entregó. “Mire, si él viene por aquí, o si usted lo ve, actúe como si no supiera nada, ¿está bien? Pero llámeme. Aquí está mi número. ¿Lo hará?”
“Sí, claro. La llamaré,” dijo la Sra. Cruz y tomó la tarjeta y la estudió a través de las lágrimas. “¿Fiscal?”
“Estoy investigando a Slice por un asesinato. Creo que su hija sabía algo sobre eso y ésa fue la razón por la que él fue tras ella hoy. Entonces, ¿me llamará si lo ve?”
“Sí, créame, quiero atrapar a ese bastardo.”
“Bien. Gracias.”
Dan regresó con una mujer delgada de mediana edad, que llevaba una camisa de denim, unos pantalones blancos de hacer ejercicio y sandalias de plástico.
“¡Ay, Yolanda, qué terrible!” gritó y corrió a los brazos de la Sra. Cruz. Las dos se sentaron juntas en el sofá a sollozar. Dan y Melanie salieron en silencio y cerraron la puerta al salir.
En el auto, ninguno de los dos quería hablar sobre lo que acababan de presenciar.
“¿Cuál es nuestro siguiente movimiento?” preguntó Melanie, mientras trataba de alejar de su mente las imágenes del apartamento.
“Envié la descripción de Slice al Departamento de Policía y a todas las agencias federales. Además, estoy sacudiendo a todos los soplones de Brooklyn.”
“Muy bien, sólidas tácticas de policía, pero eso no es lo suficientemente rápido. ¿Qué le va a impedir volver a atacar mientras tú estás haciendo todo eso? La ciudad es tan grande. Hay tantos lugares en los que se puede esconder. Y no tenemos suficientes recursos para seguir todas las pistas.”
“Ésas son las limitaciones con las que tenemos que trabajar. Y ninguna va a mejorar en un futuro próximo.”
“Llevamos un buen tiempo diciendo que probablemente Amanda Benson será la próxima víctima. Así que voto porque nos instalemos en su habitación y no nos movamos de ahí hasta atraparlo. No voy a dejar a ese animal en la calle para que vuelva a cometer otro crimen.”