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SÓLO CUANDO SALIÓ A LA CALLE SE PREGUNTÓ para dónde iba. Nueva York era una ciudad muy grande. Slice podía estar en cualquier parte.

Los principios básicos de la investigación aconsejaban empezar en el último punto donde había estado el asesino. Eso sería en el hospital Monte Sinaí, anoche, sosteniendo una pistola de nueve milímetros. A juzgar por el caos en que se había convertido este caso, Melanie no creía que nadie hubiese entrevistado al personal del hospital para buscar pistas. Melanie paró un taxi. Lo haría ella misma. Y si lograba encontrar a Slice, ya vería cómo capturarlo. No valía la pena preocuparse por eso ahora.

Después de acomodarse en el asiento del taxi y recuperar el aliento, Melanie vio el tubo de cartón rojo que sobresalía de su bolso. Los planos. Eso la hizo pensar en Sophie. Su amiga nunca la había vuelto a llamar a propósito del problema en el parque. Al mirar su reloj, Melanie vio que eran casi las tres. Sophie le debía haber entregado a Maya a su mamá desde hacía un rato. Rápidamente, Melanie llamó a su casa.

“¿Aló?” contestó su madre.

“Hola, mamá, soy yo. ¿Está todo bien?”

“Pues a decir verdad, no. Llevo esperando más de una hora pero tu amiga no ha aparecido. No entiendo por qué tuve que salir temprano del trabajo para venir a sentarme a tu apartamento completamente sola. Yo también tengo un trabajo de verdad, ¿sabes?”

Melanie se quedó estática. Sophie llevaba fuera muchas más horas de las que debería. ¿Habría pasado algo?

Un ruidito persistente se alcanzaba a oír en la línea.

“Ah, un momento,” dijo su madre. “Es la maldita llamada en espera.”

“No, mamá, aguarda ...”

Su madre la puso en espera. Afuera, Melanie veía pasar las calles aceleradamente, por las ventanillas del taxi. Adentro, permanecía perfectamente inmóvil, congelada en el tiempo, como si cada segundo fuera una eternidad. No volvería a respirar hasta saber que su hija estaba a salvo.

Su madre volvió a la línea.

“¿Melanie?”

“Sí. ¿Qué pasa?”

“No cuelgues. Es tu amiga. ¿Cómo es que se llama? ¿Lucy?”

“¡Sophie!”

“Eso es. Sophie dice que necesita hablar contigo.”

“¿Por qué no le dijiste que colgara y me llamara al celular?”

“No me levantes la voz, por favor. No te puede llamar mientras yo estoy hablando contigo.”

“Sí, mamá, tienes razón. Pero dime, ¿Sophie dijo si le había pasado algo?”

“Casi no hablamos nada, por Dios.”

“Está bien, está bien.” Melanie respiró profundo, mientras se decía que gritarle a su mamá en este momento no serviría de nada. “Por favor, dile que me llame a este número enseguida. Tienes el número, ¿cierto?”

“Dámelo otra vez.”

Melanie le dictó el número a su madre, luego colgó y esperó otra eternidad hasta que el teléfono sonara. Finalmente timbró.

“¿Sophie?” contestó Melanie, prácticamente gritando.

“¿Melanie?”

“No tenía tu número de celular, así que no te pude llamar hace un rato. ¿Está todo bien?”

“No importa. Gracias a Dios que te encontré esta vez.”

“¿Por qué? ¿Qué pasa?”

“Un tipo me está siguiendo.”

“¿Te refieres a un ladrón? ¿Dónde estás? ¿Hay algún policía alrededor? ¿Maya está bien?”

“No, no creo que sea un ladrón. Hace un rato estábamos en el parque y nos estaba observando. Después me puso nerviosa. Gracias a Dios llegó más gente y pude escabullirme hacia la calle. Pero ya llevamos un tiempo dando vueltas y todavía nos sigue.”

“Pero ¿Maya está bien?”

“Sí, está bien, aunque hay que cambiarle el pañal. Sabes que no me gusta dejarla con un pañal sucio, pero no quería regresar a tu apartamento y llevarlo a él hasta allá. Creo que tiene malas intenciones.”

“¿Qué quieres decir con “malas intenciones”? ¿Puedes verlo? ¿Cómo es?”

“No, en este preciso instante no lo veo, pero sé que está aquí. Estoy en un supermercado. Probablemente está esperando afuera. Es un sujeto delgado, no muy alto. Corte de pelo normal, rasgos afilados. Y tiene un tatuaje enorme en el brazo. Como un cuchillo chorreando sangre.”

“¡Por Dios! Ése es el tatuaje de la pandilla de los C-Trout Blades. ¡Puede ser Slice!”

“¿Quién?”

“El hombre que mató a Jed Benson.”

Al otro lado de la línea hubo un largo silencio.

“¿Sophie? ¿Estás ahí? ¿Sophie?”

“Eso me temía,” dijo Sophie en voz baja.

“¿Qué? ¿Sophie? ¿Por qué rayos te estaría siguiendo a ti el asesino de Jed Benson? Que me siga a lo puedo entender, ¿pero a ti? ¿Sabes algo sobre el asesinato que no me has dicho?”

“No puedo hablar de eso por teléfono, pero sí. Tiene que ver con la casa de los Benson.”

“¿La casa de los Benson? ¿Qué pasa con ella?”

“Mira, Melanie, esto es grave. Hice algo malo. Ésa es la razón por la que estaba huyendo hacia Vancouver. Necesito que nos veamos en alguna parte para explicarte.”

“¿Qué hiciste?”

“Bueno, para empezar, los planos que mandé al Departamento de Planeación Urbana son falsos. Es decir, eso es una parte. Una parte de lo que hice.”

“¿Falsos? No entiendo.”

“Sé que no he debido hacerlo, pero ese trabajo era tan importante para mi carrera, y Jed me convenció de que estaba bien. Nunca debí prestarle atención a Jed. Él era un hombre malo, Melanie.”

“Sí, lo sé. ¿Qué sabes sobre eso?”

“Oh,” exclamó Sophie, “creo que alcanzo a ver a ese hombre. ¡Está aquí, dentro del supermercado! ¿Qué hago?”

“Está bien, está bien. ¿Dónde estás exactamente?”

“En un Food King que está a unas pocas cuadras de tu apartamento.”

“Lleva a Maya a casa. Las calles entre esa tienda y mi casa siempre están llenas de gente. Estarás bien. Y si tienes suerte, tal vez te encuentres con un policía en el camino.”

“Pero ese hombre verá dónde vives.”

“No me importa. Probablemente ya lo sabe, de todas maneras. Sólo quiero que Maya esté a salvo. Entrégasela a mi madre y espera en el vestíbulo. Llegaré tan pronto como pueda, con la policía, y lo arrestaremos, ¿de acuerdo?”

“¿Estás segura?”

“¡Sí! No puedes dar vueltas todo el día y él no se va a ir.”

“Está bien, entonces haré lo que dices.”

“Trata de actuar de manera natural para que no se dé cuenta de que sabes que te está siguiendo. Y llámame enseguida si tienes algún problema. O mejor llama al 911.”

 

MELANIE LE PIDIÓ AL CONDUCTOR DEL TAXI que la dejara en la esquina en frente de su edificio. Pensó en llamar a la policía del distrito para pedir refuerzos. Pensó en llamar a Dan. Pero no podía decidirse. Seguir el conducto regular en el Departamento de Policía podría atraer a Ramírez. Llamar a Dan ... bueno, podría traer a Dan. Aunque odiaba admitirlo, cualquiera de las dos opciones parecía más peligrosa que ir sola.

Melanie se bajó del taxi de manera apresurada y deliberadamente se negó a mirar por encima del hombro. Suponía que Slice estaba en alguna parte del vecindario. Si lo viera, podría reconocerlo por la fotografía de cuando lo habían fichado, pero no tenía ninguna razón para pensar que él sabía cómo era ella, no todavía, en todo caso. Y Melanie quería que las cosas siguieran así. Muchos años de escribir órdenes de arresto le habían enseñado que mirar furtivamente por encima del hombro, como si a uno lo estuvieran siguiendo, atraía la atención de la gente. Y Melanie no quería que Slice se fijara en ella.

Sophie no estaba en el vestíbulo como habían acordado. ¿Habrían llegado a casa a salvo? Melanie trató de bloquear su mente mientras subía hasta su piso, para no enloquecer de miedo. Se comportó con normalidad durante todo el viaje en el ascensor, e incluso conversó con una señora mayor que vivía en el piso de arriba. Pero cuando llegó a su apartamento, le temblaba la mano mientras metía la llave en la cerradura. Melanie corrió por el corredor hasta la habitación de Maya, donde su madre la estaba levantando del cambiador, con un pañal recién puesto. Melanie arrancó a Maya de los brazos de su madre y la abrazó con fuerza, mientras escondía los labios entre el sedoso pelo negro de la niña.

“¡Nena preciosa! ¡Mamá te extrañó mucho!”

“Mamá,” dijo Maya por primera vez.

“¿Oíste eso? ¡Dijo ‘mamá’!” gritó Melanie y los ojos se le llenaron de lágrimas.

“Ay, Melanie, sólo está balbuceando. Los bebés tan pequeños no pueden hablar,” dijo su madre con impaciencia, mientras cruzaba los brazos bronceados sobre su camiseta rosada y fruncía los labios. “Si estabas planeando llegar a casa tan temprano, ¿por qué tuve que alterar todos mis planes y venir a la ciudad? Trato de darte una mano, pero estás abusando.”

“Siento que seamos una carga tan pesada para ti,” dijo Melanie, mientras abrazaba a Maya con más fuerza.

“Eso no fue lo que quise decir y tú lo sabes. Sólo estoy diciendo que yo soy la que siempre está pendiente de ustedes, y no como tu padre, que nunca se molestó siquiera en venir a conocer a Maya. Pero tú no lo reconoces.”

“¿Tenemos que discutir eso ahora, mamá? ¿Dónde está Sophie?”

“Ah, sí, tu amiga. Una chica muy dulce. Muy amable, a diferencia de algunas personas que conozco,” dijo la mamá y le lanzó a Melanie una mirada de reproche.

“¿A dónde se fue? ¿Está en el baño?”

“No. Se fue.”

“¿Se fue? ¿Cuándo? ¿Dijo algo?”

“Sí. Dijo que te dijera que no te preocuparas, que se lo llevaría lejos de aquí y que fueras a encontrarte con ella en el estanque de los barquitos de motor. Pensé que era un poco extraño. ¿De quién estaba hablando? ¿Tú sabes?”

Antes de que su madre terminara la pregunta, Melanie corrió a la cocina para buscar el número del celular de Sophie, y enseguida se fue.