50

UN SEGUNDO DESPUÉS, DAN Y OTROS TRES AGENTES irrumpieron en la habitación, con las armas en la mano. Dan se lanzó sobre Rommie, que cayó al piso. Enseguida se vio un relámpago saliendo del cañón del arma de Rommie y se oyó un estallido ensordecedor. Segundos después cayó del cielo raso una lluvia de pedazos de yeso.

Dan aterrizó sobre Rommie, logró quitarle el arma de la mano herida y la arrojó lejos. Rodaron sobre el cuerpo de Slice, dándose puñetazos con furia, hasta que Dan terminó encima de Rommie y lo golpeó con la culata de su propia arma. Rommie se encogió aturdido. Dan cogió a Rommie de los brazos, retorciéndoselos brutalmente, le dio la vuelta y le puso las esposas. Rommie suspiró derrotado, mientras todo su cuerpo se desinflaba, haciéndose más pequeño, como si su misma carne comprendiera que todo había terminado. Dos de los agentes lo levantaron. Rommie se tambaleó entre ellos, con los ojos hundidos y en shock, mientras lo arrastraban hacia la puerta. Melanie casi sintió pena por él. El tercer agente, con el arma todavía en la mano, fue a examinar el contenido del cuarto secreto.

Dan se arrodilló y le tomó el pulso a Slice, luego se puso de pie y miró a Melanie. Su vestido y su cara estaban llenos de sangre.

“Yo le disparé,” confesó Melanie, y comenzó a temblar otra vez de arriba abajo.

“¿Tú lo mataste?” preguntó Dan y la miró con una mezcla de preocupación y admiración.

“Sí,” dijo Melanie, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas que comenzaban a correrle por las mejillas. Dan se le acercó y le secó las lágrimas con los dedos.

“En primer lugar,” dijo Dan, mientras se inclinaba sobre las manos de Melanie para examinar la cinta de las muñecas, “tienes que saber que le hiciste un gran favor a la humanidad. Ese maldito desgraciado era un asesino a sangre fría. Nunca se iba a detener. Tienes que pensar que lo que hiciste fue salvar vidas.”

“Bueno,” dijo Melanie, todavía temblando.

“Piensa cuántos asesinatos había cometido. Y si tú no lo hubieses detenido esta noche, la próxima habrías sido tú. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo?”

“Sí.”

Dan rompió la cinta con la uña y después le dio un tirón. Cuando la retiró de las muñecas de Melanie, la cinta hizo un ruido fuerte. Melanie sacudió las manos y sintió cómo la sangre volvía a fluir por sus dedos entumecidos.

“Eso me lleva a mi segundo punto,” dijo Dan. “Debes sentirte muy orgullosa de haber sobrevivido a esto. Estoy orgulloso de ti. Entre este pedazo de basura que está aquí en el suelo y ese psicópata de Ramírez, la mayor parte de los policías y agentes que conozco se habrían acobardado. Pero tú no. Tú los venciste. ¿Sabes en qué te convierte eso?”

“¿En qué?” preguntó Melanie, con voz trémula, levantando la vista hacia Dan con ojos enormes.

Dan le quitó el pelo de la cara. “En una sobreviviente. Eres muy valiente. Eso es lo que debes llevar siempre contigo por el resto de la vida. Si alguna vez vuelves a encontrarte en una situación difícil como ésta, tienes que mirar atrás y decir: ‘Yo maté a Slice. Un asesino con veinte muertos encima y yo lo saqué del camino. Soy una sobreviviente.’ Eso es lo que tienes que decir, ¿me oyes?”

“Sí, sé que tienes razón, pero ...”

“Sin peros. Yo entiendo que no te gusta estar en medio de un tiroteo. Ésa se supone que es mi parte. Pero aquí era un asunto de vida o muerte. No tenías elección. ¿Me oyes?” dijo Dan y tomó la cara de Melanie y la miró directo a los ojos.

“Sí. Gracias. Eso ayuda,” dijo Melanie y respiró profundo.

Dan la soltó y fue hasta donde yacía Sophie, todavía inconsciente detrás del escritorio.

“¿Está bien?” preguntó Melanie y se arrodilló al lado de Dan. “Es amiga mía. La arquitecta de la que te hablé.”

“Está inconsciente, pero tiene buen pulso. ¿Qué le pasó?”

“Aparentemente la drogaron para traerla aquí. No sé qué le dieron, pero me preocupa que le hayan dado una sobredosis.”

“No te preocupes. Cuando la gente se toma una sobredosis se nota enseguida. Les empieza a salir espuma por la boca y dejan de respirar. Ella está bien, sólo está inconsciente. Tendrá un terrible dolor de cabeza al despertar, eso es todo.”

El otro agente salió del cuarto secreto. “Vacío,” dijo, “pero es una caleta.”

“¿Vacío?” preguntó Dan y se puso de pie. “Mi informante me dijo que Benson tenía doscientos kilos de droga escondidos ahí.”

“Aparentemente Nell Benson se la robó,” explicó Melanie.

“¿Qué?”

“Es una larga historia.”

Dan se rio. “Tuviste una tarde realmente excepcional. Me muero por oír los detalles,” dijo y se volvió hacia el otro agente. “Llama una ambulancia para que se lleve a la mujer que está en el suelo, y avísales a los de Medicina Legal que vengan a recoger a esta escoria.”

“Claro, enseguida,” dijo el agente.

Melanie se puso de pie. “¿Dónde está Randall?” le preguntó a Dan con cautela, pues no estaba muy segura de cuánto sabía Dan sobre la participación de Randall.

“Lo llevé al Departamento de Investigaciones Internas y lo dejé allá.”

“Ah,” asintió Melanie, con tono comprensivo.

“¿Tú sabías?” preguntó Dan incisivamente.

“Lo sospechaba. Y, claro, después de esta tarde, lo sé todo. Rommie me lo confirmó. Realmente lo siento. Debe ser difícil para ti,” dijo Melanie, al ver el dolor en los ojos de Dan.

“La gente es una porquería.”

“Eso mismo dije yo cuando me enteré. Pero Randall es un buen hombre en el fondo. Quiero que salga bien de esto. ¿Qué pasará ahora? ¿Sabes?”

Dan encogió los hombros. “Declaré a su favor. Es lo mínimo que puedo hacer después de todas las cosas que hemos pasado juntos, pero después de eso ya no me importa. Con todas las cosas en las que estuvo involucrado, está muerto para mí,” dijo Dan con amargura.

“Vamos, sé que te sientes decepcionado, pero parece que Randall estaba bajo mucha presión. Ramírez lo tenía sentado sobre un polvorín.”

“No lo excuses,” dijo Dan, moviendo la cabeza en señal de desaprobación. “Estaba preocupado por su empleo y su pensión, pero ¿y qué? Todo se reduce a un asunto de dinero. La misma mierda que ha hecho caer a todos los policías corruptos desde el comienzo de los tiempos. Mi viejo me lo dijo desde que era un niño: en este trabajo uno enfrenta tentaciones cientos de veces al día, si dudas una sola vez, estás perdido.”

“Bueno, espero que cuando las cosas se calmen, lo pienses otra vez y tal vez le des otra oportunidad a Randall. Aunque tengo que admitir que me siento aliviada por tu actitud. Tenía ciertas dudas sobre ti, ¿sabes?”

“¿Sobre mí?”

“Sí, tú. Cosas que sabías y no debías saber. La manera como abriste la caleta del Correcaminos en ¿qué, sesenta segundos? Eso me pareció una historia bastante increíble.”

“Sí, tienes razón. ¿Un tipo con mi coeficiente intelectual cómo podía descubrir el código así de rápido? Ni modo.”

“Estoy hablando en serio.”

“Yo también.”

“¿Qué estás diciendo? ¿No fuiste tú el que abrió la caleta?”

“Bigga la abrió. Él descubrió el código.”

“Entonces me dijiste mentiras.”

“Sí, se podría decir que sí ... aunque una mentirita blanca ... Mira, Bigga era mi informante. Por el que tú estabas preguntando. Fue un buen informante hace un tiempo, pero luego se echó a perder. Participó en el crimen. No devolvía mis llamadas. Las cosas no estaban bien. Si tú hubieses sabido que lo había atrapado, me habrías dicho que lo encerrara enseguida, ¿no es así?”

“Sí,” admitió Melanie.

“Claro, y habrías tenido razón. Especialmente después de que nos disparó, ¿no? Pero yo sabía que él me podía llevar directo a Slice. Cuando regresé a la propiedad de Benson, estacioné en la parte de abajo del camino y lo atrapé por sorpresa. No fue muy difícil. Estaba en la casa de Benson, hablando por el celular y comiendo Doritos. Lo tuve esposado cerca de diez segundos. Lo hice abrir la caleta como muestra de su buena voluntad y lo dejé ir. Yo sabía que tú no lo ibas a aprobar, así que no dije nada. Pero, mira, Bigga se lució. Pidió ayuda en el momento justo. Te salvó la vida.”

“¿Él? ¿Qué hizo? ¡Fui yo la que te llamé!” exclamó Melanie.

“Sí, recibí tu mensaje. Me confirmó la información de Bigga, pero en realidad yo ya lo sabía. Eso fue bueno porque nos dio un tiempo extra que fue crítico. Cuando Bigga me llamó yo estaba en Investigaciones Internas con Randall. Tenía que llegar hasta aquí, conseguir refuerzos, rodear el sitio. Créeme, le debes mucho.”

“Increíble. Todo con el pretexto de ir por comida china.”

Dan se rio con timidez. “En realidad Bigga sí compró comida china antes de hacer la llamada. Tenía un paquete cuando lo recogimos. Espero que le haya alcanzado para un rato. Está sentado allá afuera, en una patrulla, esposado y listo para hablar contigo, con la esperanza de que le reduzcan un poco la pena por cooperar con la justicia.”

“¡Caramba! Tal vez debería ir a estrecharle la mano.”

“Bueno, no es para tanto,” dijo Dan, con una carcajada, mientras llegaban los paramédicos para encargarse de Sophie.

 

MELANIE SALIÓ DE LA CASA EN MEDIO DEL crepúsculo y respiró profundo. Después de la tormenta, el aire tenía un sabor tan definido y limpio como el agua helada. Había patrullas y ambulancias estacionadas frente a la casa, y las luces se reflejaban en el pavimento negro. Su casa estaba a sólo unas cuadras, pero Melanie tenía que terminar antes unas cuantas cosas aquí.

Como sabía que tenía que dar una declaración detallada, Melanie se dirigió hacia el grupo de oficiales que estaban junto a las patrullas. Alcanzó a ver a Rommie esposado en una de las patrullas y a Bigga en la otra. No obstante, mientras se acercaba, la pared de uniformes se abrió y Bernadette salió de entre los oficiales, vestida con unos jeans ajustados, botas de tacón alto y chaqueta. Se apresuró a llegar hasta Melanie con los brazos extendidos.

“¡Melanie, gracias a Dios!” aulló Bernadette y la abrazó. “¡Estaba tan preocupada por ti! Después de que se me pasó la rabia, es decir, como tú ya no estás asignada al caso Benson, no lograba imaginar qué demonios estabas haciendo.”

“¿Cómo llegaste aquí?” le preguntó Melanie, zafándose enseguida del abrazo de Bernadette.

“Me llamó tu marido. Estaba asustado. Quería venir a buscarte él mismo, pero me negué a darle la dirección exacta. No necesitamos la interferencia de civiles. Pero ese hombre obviamente te adora, Melanie. Está al borde de un ataque de histeria,” dijo Bernadette.

Melanie miró a su jefa con ojos de hielo. Bernadette no estaba exenta de culpa en este fiasco. Su descuido había permitido que Rommie encontrara a los testigos de Melanie. Su continuo escepticismo, incluso después de que Melanie le contó sobre las huellas dactilares, había ayudado en los sucesos. Si Bernadette le hubiese prestado atención antes, algunas personas inocentes todavía podrían estar vivas y toda la situación de hoy se habría podido evitar.

Bernadette vio la frialdad en la expresión de Melanie y se amilanó. “No sé qué estás pensando, amiga, pero, por favor, tienes que creerme que no sabía nada.”

Melanie se quedó mirándola. “Te creo que no sabías nada. Pero tú has debido darte cuenta. Después de lo que pasé hoy, no esperes que te saque del apuro.”

“Sí, ya sé, ya me enteré de todo. ¡No puedo creer que le hayas disparado a Slice! Estoy muy impresionada. Me refiero a que ese sujeto era un peso pesado. Y míralo de esta manera: si hubieras atrapado a Slice y lo hubieras llevado a juicio, habrías pedido la pena de muerte, ¿no es así? Llegaste al mismo resultado, pero te ahorraste años de apelaciones.”

“Bernadette, esto no es una broma.”

“Está bien, está bien. Veo que estás molesta. ¿Qué quieres que diga? ¿Que tenías razón?” preguntó Bernadette.

“¡Sí! Eso estaría bien para comenzar.”

Bernadette movió la cabeza con irritación. “Está bien. Resultó que tú tenías razón y te felicito por la astucia del trabajo investigativo. Pero tienes que admitir que, desde mi perspectiva, tu teoría no parecía muy plausible antes de esta noche. Yo tenía derecho a confiar en Romulado, después de todo. Y no por nuestra relación personal, sino por sus quince años de servicio.”

“Ay, vamos, te alerté,” dijo Melanie. “Incluso te conté sobre el informe de huellas dactilares y tú no le diste importancia.”

“Al mirar hacia atrás, admito que cometí algunos errores de juicio. Tal vez no te tomé con la suficiente seriedad. Romulado te acusó de ciega ambición y había suficiente verdad en esa teoría para convencerme. Me equivoqué. Merecías que confiara más en ti. ¿Estás bien ahora? ¿Satisfecha?”

La aflicción que se escondía debajo de la actitud jactanciosa de Bernadette le quitó a Melanie cualquier posibilidad de sentir placer por su victoria. La traición de Ramírez era para Bernadette una tragedia personal de una magnitud tan grande que Melanie no quería ni pensarlo. Además, ¿quién era ella para venir a predicar sobre traiciones? Tal vez la mentira de Rommie había sido mayor, pero Melanie también había confiado en Steve y se había equivocado. Y había desconfiado de Dan, cuando no debió hacerlo. Su capacidad para juzgar el carácter de los hombres estaba lejos de ser acertada.

“Gracias por admitir que te equivocaste, Bern,” dijo Melanie, relajándose un poco. “Y ahora que me lo explicaste, entiendo por qué confiaste más en Rommie que en mí. Cuando alguien cercano a uno le miente en la cara, es natural que uno le crea.”

“La gente lo puede engañar muy fácilmente a uno, Melanie. Ésa es una lección difícil que he aprendido en la vida. Uno nunca conoce a otra persona tanto como cree.” Bernadette miró con añoranza hacia la patrulla donde estaba Rommie.

“Lo siento, Bern.”

Bernadette se irguió. “No tienes que sentir pena por mí, querida. Estaré bien. De todas maneras, a primera hora voy a llamar para ver si puedes entrar en ese programa de consejería de la policía para manejar el estrés post-traumático. Y quiero que te tomes el día mañana.”

“De ninguna manera. Todavía hay muchos cabos sueltos que hay que atar. Por ejemplo, tengo que redactar una petición para anular la sentencia de Delvis Díaz, puesto que ahora sabemos que fue Slice el que mató a los Chicos de Flatlands. Y tengo que revisar el asunto de Securilex,” dijo Melanie.

“Ah, sí, eso me recuerda algo. ¿Quién te nombró a ti supervisora, señorita? ¿Desde cuándo tienes la potestad de asignar tareas?” preguntó Bernadette.

“Ah,” dijo Melanie, riéndose. “¿Te refieres a Joe Williams?”

“Sí, eso es exactamente a lo que me refiero. Acabo de firmar una orden de arresto contra un tal Dolan Reed que tenía las iniciales de Joe y no las tuyas.”

“¡Caramba, eso fue rápido! ¡Ese Joe es un mago!”

“Aparentemente esta tarde se entregó otra testigo, una mujer joven de la firma Reed ...”

“¿Sarah van der Vere?”

“Sí, y ella tenía una espantosa historia sobre extorsión y suicidio. La Policía Estatal de Connecticut arrestó a Reed hace unas horas en su casa de campo. Estaba borracho como una cuba y diciendo incoherencias sobre volarse la tapa de los sesos.”

“Vaya, vaya, ése sí que es un caso interesante. Interesante y lleno de documentación. Joe merece trabajar en él, Bern.”

“¿Acaso me oíste decir que no? Joe te puede dar una mano esta vez, pero la próxima, te vas a ganar un castigo por insubordinación. ¿Entendido?” dijo Bernadette con tono de regaño, aunque la sonrisa de su rostro lo contradecía.

“Sí, señora.”

“Muy bien,” dijo Bernadette, pero luego su sonrisa se volvió triste y desapareció por completo. “Escucha, tengo que ir a ver qué hacemos con Romulado. Tendrá que confesar, desde luego, pero al menos puedo ayudarlo a conseguir un buen abogado. Te veo más tarde.”

Bernadette respiró profundo y se dirigió hacia las patrullas. Melanie la vio alejarse con un cierto grado de decepción, mezclado con un sentimiento de respeto. Bernadette saldría de esto fresca como una rosa. Siempre lo hacía.

 

MELANIE SE QUEDÓ OBSERVANDO LA CALLE LLENA de gente, con una vaga sensación de ansiedad e inquietud. Cuando vio a Dan O’Reilly hablando con uno de los policías, el alivio palpable que sintió le dijo que él era lo que estaba buscando, aunque no se había dado cuenta.

Dan debe haber sentido que ella lo estaba mirando, porque enseguida levantó la vista y sus miradas se encontraron. Luego le dio unas palmaditas en el brazo al policía y se disculpó. Mientras caminaba hacia ella, ambos mirándose fijamente, Melanie sintió que el corazón le saltaba.

“Oye,” le dijo Dan cuando llegó hasta donde estaba ella. “Ven acá.”

La tomó de la mano y la llevó hasta un rincón oscuro, cerca de la entrada del sótano, lejos de la multitud, donde nadie podía verlos. Melanie no se opuso en lo más mínimo. Cuando Dan la atrajo hacia sus brazos y la abrazó contra el pecho, que se sentía fuerte y firme como el acero, Melanie cerró los ojos y sus labios se abrieron. Los labios de Dan sobre los suyos se sentían dulces y exigentes a la vez. Cuando se separaron después de un momento, Melanie estaba prácticamente sin aliento.

“No te voy a mentir,” dijo Dan con tono severo. “Me estoy enamorando tanto de ti, Melanie, que no sé qué voy a hacer.”

“Lo dices como si fuera una maldición.”

Es una maldición. Estás casada.”

“Tienes razón,” dijo Melanie, suspirando. Dan no quería olvidar las complicaciones. Ella tampoco debería hacerlo.

“¿Qué podemos hacer?” dijo Dan, mientras la tomaba por los hombros y la miraba a los ojos. ¿Qué era lo que le pasaba con este hombre? ¿Sería la firme caricia de su voz, la claridad de su mirada, su estupenda altura? Melanie prácticamente temblaba cada vez que él la tocaba. Trató de decirse que era la tensión acumulada, pero ni ella se lo creyó.

“Yo sé lo que debería hacer,” dijo Melanie. “Debería decirte que no podemos vernos por ahora. Que tengo que resolver las cosas con mi marido.”

“Pero él no te trata como tú te lo mereces,” protestó Dan. “Lo vi en tus ojos desde el instante en que nos conocimos. Me dije: Aquí hay algo mal. Esta chica me necesita. Y mira, era cierto.”

“No es tan simple,” dijo Melanie, en voz baja. “No sólo tengo que pensar en mí, también tengo que pensar en mi hija. El divorcio es una cosa realmente difícil para los niños. Créeme, lo viví en carne propia.”

“Oh. Nunca lo habías mencionado,” dijo Dan.

“Sí. Mis padres se separaron. Mi padre vive en Puerto Rico. Tiene otra mujer, otra familia. Nunca lo veo.”

“Lo siento.”

“Aunque es una historia muy vieja, en cierto modo no lo es. Me afecta de varias maneras. Y definitivamente me hace pensar mucho sobre si quiero terminar mi matrimonio.”

“Eso lo entiendo y lo respeto. Tomas seriamente los compromisos. Pero un mal matrimonio tampoco es bueno para los niños. Además, ¿qué hay de esto? Quiero decir, ¿qué pasa con ... nosotros? ¿Acaso esto no es ... es decir, ¿tú no ...”

Melanie levantó la mano y le puso los dedos en la boca para que se callara. “¿Esto? Esto es una cosa muy fuerte, Dan O’Reilly. Como ninguna otra cosa que hubiese sentido antes.”

Dan se quitó la mano de Melanie de la boca y se la besó, mientras la miraba a los ojos con un júbilo que no se molestó en esconder. “Entonces, no hay problema. Esperaré. Puedo ser muy paciente.”

“¿Aun si no sé cuánto va a tardar? ¿O cómo terminarán las cosas? Quiero ser completamente honesta contigo.”

“¿Acaso todavía no me conoces? No me asusto, no me doy por vencido. Tú haz lo que tengas que hacer. Yo no me iré a ninguna parte.”

Melanie movió la cabeza con un gesto de confusión. “Ni siquiera estoy segura de si nos deberíamos seguir viendo mientras trato de aclarar mi situación.”

“Podemos vernos todo lo que tú quieras. ¿Qué tal si yo te llevo un buen caso? ¿Algo relacionado con terrorismo, tal vez? Hay muchas cosas pasando en la Avenida Atlantic en estos días. Podemos trabajar juntos, andar por ahí, tal vez almorzar o tomarnos algo de vez en cuando.”

“Tal vez,” dudó Melanie. “Pero no quiero ponerte en una posición difícil.”

“Oye, preciosa, estás hablando con el Sr. Disciplina. Soy el rey de las duchas frías. Puedo mantener las manos quietas si estamos trabajando en un caso.”

“Tal vez tú puedas, pero yo no estoy segura de poder,” dijo Melanie. Después de todo, ¿no lo había imaginado ya? ¿No eran amantes ya? Melanie se conocía bien y, más que eso, sabía cuánto lo deseaba.

“Vamos, al menos di que podemos trabajar juntos,” dijo Dan. “Piensa en todo el bien que podemos hacer. Los ciudadanos de bien cuentan con nosotros para que mantengamos seguras las calles. Y piensa en todo lo que nos podemos divertir, tú y yo, encerrando entre los dos a los criminales.”

Melanie se rió. “¿Cómo podría negarme a algo como eso?”

“No puedes.”

“Está bien, pero escucha. Por lo pronto somos el mejor equipo de representantes de la ley y nada más. ¿Entendido? Lo demás está por verse.”

“Sí, señora. Es un trato.” Los ojos de Dan estaban clavados en los de Melanie. Ella sabía que él quería tocarla, pero no se atrevería. Dan dio un paso hacia atrás. “Pero me gustan los desafíos. Así que no pienses que esto es el final. Sólo es el comienzo. Y tendrás noticias mías, digamos, a primera hora de la mañana.”

Dan dio media vuelta y se marchó, sonriendo, con paso confiado y sin mirar hacia atrás.

 

UNO DE LOS PARAMÉDICOS QUE VINO A ATENDER a Sophie le examinó los ojos a Melanie con una linterna y le dijo que no necesitaba ir al hospital. Así que Melanie se demoró un rato mientras daba su declaración a un detective y después se fue a casa.

La avenida Madison estaba hirviendo de gente, la oscuridad empapada de lluvia se veía maravillosa gracias a los suntuosos despliegues de las vitrinas de los almacenes y a la gente vestida con ropa costosa que caminaba por ahí. A Melanie todavía le vibraba la cabeza, pero cuando respiró el aire de la noche, sintió una sensación de claridad y esperanza. Este caso le había aclarado la mente de una manera extraña. Estaba lista para comenzar la próxima etapa de su vida. Trabajaría duro, sería una buena madre para su hija y pensaría en qué le depararía el futuro a su lastimado corazón. Pero Dan tenía razón. Melanie era una sobreviviente. Y eso era algo maravilloso.