Escena III

[Una calle]

(Salen Sebastián y Antonio)

Sebastián. No os quise ser molesto ni gravoso; mas ya que halláis placer en molestaros, no os reconvengo más.

Antonio. Me fué imposible quedarme atrás: me puso espuelas mi ansia, aun más aguda que afilado acero. Mas no movióme afán de veros sólo (aunque harto tuve para haber seguido mayor jornada), sino en parte angustia por saber cómo os iba en vuestro viaje por esta para vos ignota tierra, ruda tal vez, no siempre hospitalaria para el extraño que por vez primera la pisa sin amigos y sin guía. Solícito mi amor, con el recelo de estos peligros aguijado, al punto me hizo salir tras vos.

Sebastián. Mi buen Antonio, No puedo contestaros sino gracias, Gracias y siempre gracias. A menudo tal pago logran las mejores obras. Mas si tan firme fuera mi fortuna cual mi intención, más justo premio os diera. ¿Qué haremos? ¿Visitar los monumentos de esta ciudad?

Antonio. Mañana. Por ahora conviene más buscar alojamiento.

Sebastián. No estoy cansado, y rato hay a la noche. Os ruego que saciemos nuestros ojos con los recuerdos y notables cosas que esta ciudad encierra.

Antonio. Perdonadme: No sin peligro voy por estas calles. Presté en naval combate cierto día servicios tales contra las galeras del Conde, que si preso aquí cayese, difícilmente respondiera de ellos.

Sebastián. ¿Quizá mataste a mucha gente suya?

Antonio. De índole tan sangrienta no es mi ofensa; aunque fué tal la riña, y en tal tiempo, que muertos pudo haber por ambas partes. Hubiera sido fácil arreglarlo con devolver las presas que cogimos, cual por amor del tráfico más tarde hizo en su mayor parte nuestra gente. Yo sólo no cedí; por cuya causa, si aquí me ven podrá costarme caro.

Sebastián. Entonces no os mostréis tan sin rebozo.

Antonio. Fuera imprudente a fe. Tomad mi bolsa. "El Elefante" es la mejor posada del arrabal del sur: allí estaremos. Mientras burláis el tiempo apacentando vuestros conocimientos con la vista, encargaré que apronten la comida. Allí me encontraréis.

Sebastián. ¿Y a qué la bolsa?

Antonio. Pudierais reparar en algún dije que quisiereis comprar, y vuestra hacienda no está, me temo, para ociosas compras.

Sebastián. Haré de tesorero, y por un rato de vos me alejo. Antonio. Al "Elefante".

Sebastián. Entiendo. (Vánse)