Capítulo 1

EL AMOR no HACE MAL al PRÓJIMO

El argumento del “cristiano gay”: El amor es el cumplimiento de la ley y no hace mal a su prójimo. Pero la enseñanza eclesiástica de que la práctica homosexual es pecado ha hecho un daño enorme a muchas personas LGBT excelentes y, por lo tanto, no está amando. Si hemos de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, debemos apoyar a nuestros hermanos y hermanas LGBT.

La respuesta bíblica: Si bien es cierto que muchos “cristianos gays” han sido heridos por la iglesia y, si bien es cierto que esta a menudo ha fracasado miserablemente en alcanzar con compasión a las personas LGBT, la mayor expresión posible de amor es decirle a la gente la verdad de Dios, sabiendo que sus caminos son mejores.

JUSTIN LEE ES EL fundador de la Red Cristiana Gay. En su importante libro Torn [Desgarrado] cuenta la historia de su vida con doloroso detalle.1 Llamado “Godboy” [niño de Dios] cuando era adolescente a causa de su devoción por Cristo, se sorprendió al descubrir que no se sentía atraído por el sexo opuesto, como todos sus amigos y compañeros. ¡Más sorprendente aun fue el descubrimiento de que se sentía atraído por el mismo sexo!

Al igual que muchas otras personas que han vivido a través de este trauma espiritual y emocional, a menudo lloraba hasta dormirse, rogando a Dios que lo cambiara, sólo para descubrir que sus deseos amorosos y sexuales no cambiaban. ¿Qué iba a hacer?

Él sabía que no podía actuar en cuanto a esos deseos—después de todo, era soltero y cristiano, así que actuar en cuanto a sus impulsos sexuales estaba prohibido—pero tenía toda su vida por delante. ¿No iba a poder casarse nunca y tener hijos? ¿Estaba destinado al celibato a menos que Dios lo cambiara?

Como cuenta en su historia, en su profunda agonía y por devoción al Señor, prometió ser célibe el resto de su vida, si eso era lo que su Padre celestial requería. Pero, ¿lo era? ¿Qué decía la Escritura?

Así que se entregó al estudio intenso de los pasajes bíblicos relevantes en Génesis, Levítico, Romanos y 1 Corintios, luchando con la Palabra, queriendo encontrar la verdad, sólo para concluir que todavía no estaba seguro.

Él escribe:

Sin embargo, la incertidumbre fue más que lo que podía soportar, y temió convencerse a sí mismo de algo que no era correcto a los ojos de Dios, por lo que decidió que tendría que comprometerse a ser célibe a menos que Dios cambiara de alguna manera su manera de pensar, pero aun esto no encajaba con él.2

Y entonces la luz se encendió. Lee llegó a la conclusión de que había un principio superior, un principio innegable, basado en el cual sería perfectamente correcto delante de Dios el que dos gays o dos lesbianas hicieran entre sí un compromiso monógamo para toda una vida; es decir, que entraran en un “matrimonio” entre personas del mismo sexo. Era la ley del amor, la regla de oro.

Como lo dijo Jesús: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:12; Ver también Mateo 22:37-39). O, en palabras de Pablo:

No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

—ROMANOS 13:8-10; VER TAMBIÉN GÁLATAS 5:14

Lee explica la evolución de su pensamiento:

Pensando en estas normas, se hizo mucho más fácil interpretar los pasajes difíciles de las Escrituras de manera coherente. Sí, había esclavos en tiempos de la Biblia, pero, ¿no exige el amor ágape desinteresado su libertad? Las reglas acerca de cubrirse la cabeza y la longitud del cabello tenían un propósito en la cultura de Pablo [ver 1 Corintios 11], pero si no tienen relevancia fundamental en nuestra comisión a amar desinteresadamente a Dios y a nuestro prójimo, entonces, guiados por el Espíritu, podemos hacerlas a un lado hoy.3

A continuación, Lee trató de aplicar “esas normas a la cuestión de la homosexualidad” reconociendo, por supuesto, que había “muchos tipos de comportamiento homosexual” que eran claramente egoístas, dirigidos por la carne y no por el verdadero amor, incluidas cosas como violación, prostitución y explotación infantil.

Pero supongamos que dos personas se amaban con todo su corazón, y querían comprometerse uno al otro ante los ojos de Dios a amarse, honrarse y apreciarse; a servirse desinteresadamente y a animarse entre sí, para servir a Dios juntos; a ser fieles por el resto de sus vidas. Si fueran de sexos opuestos, lo llamaríamos santo y hermoso, algo que celebrar. Pero si cambiamos una sola cosa: el sexo de uno de esos individuos—aunque se mantengan el mismo amor, altruismo y compromiso—, de repente muchos cristianos lo llamarían abominable y condenado al infierno.4

El presidente Barack Obama evocó un enfoque similar a la Escritura cuando indicó el 9 de mayo de 2012, lo ya por todos conocido:

En cierto momento, acabé concluyendo que, para mí personalmente, es importante avanzar y afirmar que creo que las parejas del mismo sexo deberían poder casarse… La raíz de lo que pensamos es que, no sólo que Cristo se sacrificó a sí mismo por nosotros, también tenemos la Regla de oro; ustedes saben, tratar a los demás como a ustedes les gustaría que los traten.5

En efecto, esto se ha convertido en uno de los argumentos más contundentes en el debate del “cristiano gay”: la ley del amor nos obliga a aceptar a las parejas del mismo sexo. Ciertamente, la humanidad común lo requiere. Es más, negarles el derecho a casarse y estar juntos a esas parejas comprometidas del mismo sexo no sólo viola la ley del amor. Es negarles a ellos el derecho a amar. El antropólogo Patrick Chapman expresa esto en el título de su reconocido libro: Thou Shalt Not Love: What Evangelicals Really Say to Gays [No amarás: Lo que los evangélicos dicen realmente a los gays].6

¿Qué cristiano compasivo y sin prejuicios querría decir a sus hermanos y hermanas en el Señor que son gay: “No amarás”? ¿Es esto, entonces, lo que nosotros como seguidores de Cristo les estamos diciendo en realidad a ellos? El periodista John Shore, cristiano profesante, afirma que la respuesta es enfáticamente (y trágicamente) sí. Así que escribe:

Aquí está la gran diferencia entre la homosexualidad y otros pecados: No hay pecado que yo pueda cometer que, en virtud de haberlo cometido, me haga incapaz de amar o ser amado. Puedo cometer un asesinato. Puedo hurtar. Puedo robar. Puedo violar. Puedo beber hasta morir. Puedo hacer cualquier cosa terrible en absoluto y nadie afirmará que, inherente a la condición que me hizo hacer eso, por naturaleza, soy simplemente incapaz de dar o recibir amor.

Nadie le dice al bebedor crónico, o al glotón, o al adúltero, o a cualquier otro tipo de pecador, que deje de experimentar el amor. Sin embargo, eso es exactamente lo que muchos cristianos insisten que hagan los gays.7

¿Es esto realmente así? Shore continúa:

Cuando usted le dice a una persona gay que se “resista” a serlo, lo que en verdad le está diciendo “lo que usted realmente quiere decir” es que sea célibe.

Lo que usted verdadera y realmente está diciendo es que quiere que se condene a una vida carente de la clase de amor perdurable, romántico, de pareja que todas las personas, incluidos los cristianos, entienden como casi la mejor parte de estar vivo.8

¿Qué, pues, estamos diciendo a una persona gay que quiere seguir a Cristo? Según Shore, este es nuestro mensaje:

Quédate solo, estás exigiendo. Vive solo. No sostengas la mano de nadie. No te acurruques en el sofá con nadie. No te abraces con alguien en la noche antes de dormir. No tengas a nadie con quien charlar mientras tomas café por la mañana.

No ates tu vida a la de otro. Vive toda tu existencia sin conocer esa alegría, ese compartir, esa paz.

Simplemente dile “no” al amor.

Quédate solo. Vive solo. Muere solo.

La “tentación pecaminosa” que los cristianos siempre están instando a las personas LGBT a resistir es el amor.

Ahora bien, ¿no es gracioso que el amor fuera la cosa en la que Jesús expuso muy claro el deseo de que sus seguidores extendieran a los demás? Es tan gracioso que hace que usted ría hasta que le dan ganas de llorar. [En la primera edición de este libro, Shore llamó a esa posición “idiotez cruel”].9

¿“IDIOTEZ CRUEL”?

Entonces, ¿es “idiotez cruel” negarle a una persona gay el derecho de amar a otra persona, sobre todo si lo hacemos en el nombre de Cristo? ¿Es esto lo que la iglesia practica: “odiar a tu prójimo” en vez de “amar a tu prójimo”? Esta es la tesis de Linda Patterson, una excristiana heterosexual, ahora lesbiana agnóstica y abogada litigante civil, autora del libro Hate Thy Neighbor: How the Bible Is Misused to Condemn Homosexuality [Odia a tu prójimo: Cómo se emplea mal la Biblia para condenar la homosexualidad]. 10 ¿Tiene ella razón?

El autor judío, Dr. Jay Michaelson, que ha enseñado tanto en la Facultad de Derecho de la Universidad de Boston como en la Escuela de Divinidad de Harvard, se hace eco de la posición de Justin Lee en su importante libro God vs. Gay? The Religious Case for Equality [¿Dios vs. Gays? El caso religioso de la igualdad].11 Después de adaptar el lenguaje bíblico (de Génesis 2) para argumentar que “No es bueno que una persona [el hombre] esté sola [solo]”,12 Michaelson refiere las palabras de Jesús (cuando este cita Levítico 19:18), que nos dicen “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39).13

Basando su argumentación en las enseñanzas de Jesús, Michaelson escribe:

Un estudioso del Nuevo Testamento ha escrito que “cualquier interpretación de la Escritura que dañe a las personas, oprima a la gente o la destruya no puede ser correcta, no importa cuán tradicional, histórica o exegéticamente respetable sea”. Este es un punto crucial. Si nos enfocamos en “la cuestión de la homosexualidad” con una perspectiva legal, académica o hermenéutica, no vamos a llegar a ninguna parte religiosamente. Todos los argumentos funcionan y los antigay son tan inteligentes como los progay. No, para ser miembros responsables de una tradición de fe, primero debemos abrir nuestros corazones, permitirles ser quebrantados por las desgarradoras historias de gays que han sufrido la exclusión, la peste y el odiarse a sí mismos, y ser animados por las historias inspiradoras de la integración, el amor y la celebración. Esta es la evidencia que debemos reconocer en nuestras deliberaciones, y si no está disponible de inmediato, entonces debemos buscarla. Cualquier disposición teológica que no incluya en su procedimiento un largo período para escuchar, está en la bancarrota moral y al borde de lo blasfemo.14

Esas son palabras fuertes, sin duda. Michaelson afirma que estamos en “bancarrota moral” y “al borde de lo blasfemo” si no escuchamos estos argumentos.

En pocas palabras, se nos dice que el rechazo a los homosexuales y las lesbianas les ha causado dolor y destrucción; que aceptarlos como hermanos y hermanas les ha traído vida y liberación. Seguramente sólo hay una forma en que la iglesia puede ir desde aquí.

Michaelson continúa:

Ninguna tradición religiosa nos dice que cerremos los ojos, endurezcamos nuestros corazones y nos paremos firmes contra las exigencias del amor. A pesar de que de vez en cuando nos pueda ofrecer refugio en un mundo incierto, la rigidez de espíritu no es el camino a la salvación. Por el contrario, nuestras diversas tradiciones religiosas exigen que seamos compasivos, amorosos y cuidemos de los demás, incluso de otros a los que quizás no entendamos. La Regla de oro exige reciprocidad y compasión e igualdad básica. Traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes, denles los mismos privilegios, civiles y religiosos, que ustedes quieren para sí mismos. Estos son los principios religiosos fundamentales, que se encuentran una y otra vez en la Biblia y en miles de años de enseñanza religiosa. La compasión exige que indaguemos en la vida de las personas homosexuales y descubramos si el “otro” es como nosotros o no. Busquen la verdad y la encontrarán. Es más, ella los encontrará a ustedes.15

Sí, este es el argumento central que está siendo levantado por homosexuales y heterosexuales por igual: el amor requiere, incluso exige, que reconozcamos, abracemos, aprobemos y hasta celebremos uniones comprometidas del mismo sexo.

Gene Robinson, el primer obispo abiertamente homosexual ordenado por la Iglesia Episcopal, lo dice todo en el título de su libro del 2012, respaldado por el presidente Obama: God Believes in Love: Straight Talk About Gay Marriage [Dios cree en el amor: Hablemos del matrimonio gay].16 ¿Quién puede discutir con el amor? Como afirma el pastor gay Romell Weekly en su página electrónica JudahFirst.org: “Estamos comprometidos con la defensa de la verdad de la Palabra de Dios, aplicada correctamente a través del lente del amor… La Escritura es el oponente más fuerte de la opresión, la marginación y la privación de derechos”.17

Respondiendo a la pregunta “¿Qué haría Jesús?”, Robinson escribe:

Nadie puede decir con certeza lo que Jesús pensaría y haría en respuesta al desarrollo del siglo XXI. Pero para mí, es difícil imaginar que Jesús no asumiría una actitud amable y de apoyo hacia el amor que sienten entre sí dos personas del mismo sexo. ¿Puede alguien imaginar que Jesús denunciaría y condenaría a dos hombres o dos mujeres que se han enamorado, prometiéndose vivir en una relación fiel, monógama, con intenciones para toda la vida, y que ahora buscan el estado civil y el sacramento eclesiástico del matrimonio? Yo no puedo.18

El profesor William Stacy Johnson del Seminario Teológico de Princeton, un heterosexual casado, plantea un argumento similar en su volumen de 2006 A Time to Embrace: Same-Gender Relationships in Religion, Law, and Politics [Un tiempo para aceptar: Las relaciones del mismo género en la religión, el derecho y la política].19 Él concluye su libro con estas palabras:

El tiempo para la consagración plena del amor comprometido exclusivamente entre parejas del mismo sexo está por venir. Hay razones teológicas, políticas y jurídicas de peso para que hagamos todo lo posible para acelerar su llegada. Es más, es hora de que aceptemos a los que durante tantos años han anhelado fervientemente ser tratados como partes iguales y valiosas de la familia humana.20

El pastor presbiteriano Jack Rogers escribe aun más apasionadamente en su libro Jesus, the Bible, and Homosexuality: Explode the Myths, Heal the Church [Jesús, la Biblia y la homosexualidad: Explote los mitos, sane la iglesia],21 y también es un franco aliado de la comunidad LGBT. Según Rogers, nosotros “no estamos viviendo de acuerdo a los ideales de nuestro Salvador y soberano, Jesucristo, cuando discriminamos injustamente en contra de cualquier grupo de personas en medio nuestro”.22 En efecto, él afirma que: “Actuar injustamente debilita nuestro testimonio de Cristo en el mundo. Yo creo que sólo seremos una iglesia santa y sana cuando todos nuestros miembros reciban el mismo trato”.23

Sí, para Rogers, Johnson, Robinson, Michaelson, Chapman, Lee y todos aquellos que están de acuerdo con ellos, esto difícilmente es una cuestión teológica abstracta. Se trata de personas reales—a menudo personas amables, dedicadas, solícitas y piadosas—que tienen vidas reales. ¿Acaso no nos compele la ley del amor a aceptarlos plenamente? Seguramente el amor no los condenaría ni ahuyentaría, ¿verdad?

Rogers relata cómo él y su esposa, Sharon, pasaron una noche en la casa de una pareja gay, reunidos con otras parejas de gays y lesbianas en un momento en el período 2001-2002:

Conocimos a dos señores mayores, Dick y Jim, que en ese momento habían estado juntos por cuarenta y siete años. Uno de ellos me dijo que vivía todos los días con el temor de que serían “marginados” y de que perdería su trabajo. Sin embargo, persistían en cuidar uno del otro. Muchas de las parejas allí habían estado juntos por veinte años o más y todos por diez años o más. Recuerdo una amiga heterosexual que me dijo que en su círculo de amistades, alguien que hubiera permanecido casado durante más de cinco años era un caso excepcional. La gente que conocí [esa noche] eran simplemente cristianos normales, fieles, que mostraban un profundo compromiso entre sí.24

¿Echaría Jesús a esa gente a un lado? ¿Los llamaría sodomitas y pecadores viles, dignos de condenación? ¿Qué haría el amor? ¿Qué querría Jesús que hiciéramos nosotros? Un comentario en una página web cristiana ofrece esta sencilla respuesta: “La ley de Cristo es simple: Amar a Dios, amar a los demás como Dios los ama a ustedes. De aquí brota toda la ley vigente y la gente puede aceptar la gracia de Dios, independientemente de la orientación sexual”.25

En su libro, This We Believe: The Christian Case for Gay Civil Rights [Esto creemos: El caso cristiano por los derechos civiles de los gays], C. S. Pearce, que es una heterosexual casada, escribe que: “Al afirmar ese nombre, cristiano, aspiramos a ser como Cristo, a vivir en la bondad y la misericordia, con compasión y amabilidad para con todos”.26 Ella apela a sus lectores “en el nombre del Dios de amor” y nos recuerda que “tenemos la oportunidad de usar nuestra fe para mostrar compasión y valor, empatía y justicia”. Y cierra el prefacio con esta oración: “Que el amor de Cristo prevalezca”.27

Pearce comienza el capítulo 2, “Pare de herir”, con estas palabras: “Nadie debería ser separado del amor de Dios. Ese es el mensaje maravilloso de todo el Nuevo Testamento. Sin embargo, al exigir que las personas LGBT cambien su esencia misma para conectarse a ese amor, estamos poniendo enormes barreras entre ellos y Dios”.28 Y advierte a los cristianos tradicionales que es mucho lo que está en riesgo, señalando que “si la posición cristiana tradicional sobre la homosexualidad no es apoyada por fundamentos bíblicos, intelectuales o compasivos y continúan aferrándose a ella, ustedes comparten la responsabilidad de las consecuencias”, las cuales incluyen a personas LGBT que se van de la iglesia y, peor aun, que cometen suicidio.29

Argumentando su posición, Pearce sostiene que:

Hay más de 2000 versículos en la Biblia que describen la inmensa preocupación y amor de Dios por los pobres y los oprimidos, y muy pocos que se ocupan de la homosexualidad. Pero en un mundo lleno de pobreza, desastres e injusticia, algunos cristianos en vez de eso se centran en presionar por leyes que legalicen la discriminación de las personas homosexuales, muchos de los cuales sin duda encajan en la categoría de oprimidos. Eso va en contra del amor hacia nuestro prójimo predicado por Jesús en los evangelios.30

¿Le estremecen a usted estos argumentos por su peso? ¿Apelan a su amor por Dios y su amor por toda la creación? ¡Ciertamente yo los siento graves!

M. W. Sphero, un defensor apasionado del “cristianismo gay”, es más fuerte aun:

Por lo tanto, si bien es cierto que usted hace todo lo posible por amar a su prójimo como a sí mismo a través de sus acciones (ya que el sentimiento no tiene nada que ver con ello); ¿no aceptaría, afirmaría, apoyaría y defendería a su prójimo gay como le gustaría—y necesitaría—que lo trataran a usted de la misma manera… especialmente si usted hubiera—al menos hipotéticamente—nacido gay? ¿No parecerían la homofobia, la intolerancia, las excomuniones, las exclusiones, las condenas injustificadas, la incitación a la violencia, las discriminaciones en el trabajo y la iglesia, y el ostracismo en contra de los gays y lesbianas estar muy en contra de la propia voluntad de Dios desde ese punto de vista?31

Él pregunta:

¿No queremos ser amados por otros como ellos se aman a mismos? ¿No querríamos ser amados por los demás como Dios mismo nos ama… sin condiciones y sin ataduras? Esto por sí solo debería ser razón suficiente para que la religión organizada comenzara no sólo a aceptar, sino además a defender y proteger activamente a su prójimo gay y lesbiano como una cuestión de política “cristiana” universal.32

Sphero resume su posición con 1 Juan 4:8, lo cual cita con énfasis: “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”.33 Por lo tanto, sostiene, afirmar que la Biblia está en contra de la práctica homosexual “no es más que simplemente un secuestro diabólico del evangelio por fariseos homofóbicos egoístas de los tiempos modernos”.34

¿ESTÁN LOS CRISTIANOS ATERRORIZANDO Y OPRIMIENDO A LOS HOMOSEXUALES?

De acuerdo a estos sentimientos, Rod Brannum-Harris, en su autoproclamada “pieza de ataque”, afirma que sólo los falsos cristianos—“los fariseos entre nosotros”, para usar el título de su libro35—rechazan a los “cristianos LGBT”. Él llama a los evangélicos conservadores “contorsionistas bíblicos” y “cristianos farsantes”, aunque su tono y retórica pueden ser diferentes a los de algunos de los que acabo de citar, él expresa los sentimientos de muchos otros:

Es hora de que los cristianos volteen—metafóricamente hablando—las mesas de los que abusan de la Biblia para aterrorizar y oprimir a otros, que promueven el miedo y el odio en el nombre de Dios. Desafío a los cristianos a hacerle frente a la blasfemia que se refiere a la negación de que Dios asigna orientaciones sexuales diferentes, para poner fin al daño generalizado, sin sentido, infligido por tal blasfemia.36

¿Están los cristianos conservadores realmente usando la Biblia “para aterrorizar y oprimir a los demás”? ¿Estamos realmente promoviendo “el miedo y el odio en el nombre de Dios”? ¿Somos culpables de “blasfemia”? ¿Estamos infligiendo “daño generalizado, sin sentido” a algunos hijos amados del Señor, solo a sus divinamente asignadas “orientaciones sexuales diferentes”?

Incluso Mel White, pionero del movimiento “gay cristiano”, fundador y líder de Soulforce, se ha involucrado en una retórica similar. Sus escritos han pasado de relato biográfico, Stranger at the Gate: To Be Gay and Christian in America [Extraño en la puerta: Ser gay y cristiano en Estados Unidos],37 a ser francamente confrontacional, como Religion Gone Bad: The Hidden Dangers of the Christian Right [Religión dañada: Los peligros ocultos de la derecha cristiana].38 Es más, en la segunda edición prácticamente sin cambios de este libro, el título Religion Gone Bad se cambió por Holy Terror: Lies the Christian Right Tells Us to Deny Gay Equality [Terror santo: Las mentiras que la derecha cristiana nos dice para negar la igualdad gay].39 ¿Es la derecha cristiana en realidad culpable del “terror santo”?

Las cosas han llegado al punto en que, cuando la Convención Bautista del Sur reafirmó que el “matrimonio” entre personas del mismo sexo no era un derecho civil (como se esperaba plenamente que hicieran), White escribió un artículo titulado, “Resista al ‘Terrorismo’ de los Bautistas del Sur”. Aunque no llamaba a la violencia física, reiteró el llamamiento a otro tipo de resistencia agresiva:

Soy un activista viejo y cansado del siglo veinte. Ustedes son activistas del siglo veintiuno con las herramientas de internet que podrían ser utilizadas para poner en marcha un poderoso movimiento de resistencia nueva. Eso sí, no esperen a que alguien más lo haga. Por favor, por el bien de millones de nuestros hermanos y hermanas que son víctimas del terrorismo santo, ¡resistan!40

Las líneas de batalla, por tanto, han sido claramente dibujadas, y esta es realmente la gran pregunta que la iglesia de principios del siglo veintiuno confronta: ¿Cuál es el deseo de Dios en este asunto? ¿Cuál es la opinión de Él? ¿Que está diciendo su Espíritu? ¿Qué está escrito en la Palabra? ¿Qué quiere Cristo que hagamos?