EPÍLOGO

LAS 10 ÁREAS DE LOS TRABAJOS DEL FUTURO

Cuando los jóvenes me piden consejos sobre qué estudiar y les digo que sigan la carrera que más les guste, se los digo por experiencia propia. Cuando yo era un adolescente y buscaba un lugar en la vida, sabía que quería ser periodista, que no era una profesión bien remunerada, ni lo es actualmente. Pero era mi pasión desde los 13 años, cuando comencé a escribir en cuadernos escolares diarios de viajes imaginarios inspirados en National Geographic y otras revistas. Probablemente mi pasión por el periodismo y la política me vino desde niño, en mi Argentina natal, porque tenía un abuelo político —yo lo llamaba “el concubino” de mi abuela, porque nunca se casaron y vivían en casa de mi abuela— que era escritor y diputado. Yo pasaba casi todos los días por su casa, de regreso de la escuela, y estaba fascinado por el mundo de libros y periódicos entre los que vivía. Y me deslumbraba su estilo de vida: escribía por las mañanas, dormía la siesta después del almuerzo, y varias veces por semana tenía visitantes en la casa con quienes entablaba apasionadas discusiones sobre los temas políticos del momento hasta altas horas de la noche. De niño miraba todo eso como magnetizado: me parecía mucho más divertido que trabajar de 9:00 a 5:00 en un banco o en una compañía de seguros.

Tras la muerte de mi padre, cuando tenía 15 años, sufrí un dolor del que creí que nunca me recuperaría y me refugié en el mundo de los libros. Me convertí en un adolescente bastante retraído, casi introvertido. Años después, sin saber qué carrera estudiar —ninguna universidad seria en Argentina tenía la carrera de periodismo en ese momento—, estudié derecho y comencé a trabajar como pasante en una revista de actualidad llamada Análisis. A los 23 años, cuando le comuniqué a mi madre que iba a ser periodista, reaccionó con obvia preocupación. ¿De qué iba a vivir?, me preguntó. El periodismo siempre fue uno de los trabajos más sacrificados y peor pagados. Ella quería que entrara en el negocio familiar, una fábrica de materias primas para confiterías, y que algún día me hiciera cargo o fuera un alto ejecutivo de la compañía. Pero, mirando retrospectivamente, creo que no hacerle caso fue una de las mejores decisiones de mi vida, porque tenía una pasión.

Si un joven o una joven tienen la fortuna de tener una pasión, deben seguirla. Porque, hagan lo que hagan, si les gusta lo que hacen lo harán con mucho mayor dedicación y empeño que cualquier otra cosa. Ése fue mi caso. Cuando me fui de Argentina en 1976 y obtuve mi maestría en periodismo en la Universidad de Columbia en Nueva York, me encontré sin trabajo y en un país que no era el mío y debía desenvolverme con un acento que de inmediato me identificaba como un migrante. Sin embargo, nunca se me cruzó por la cabeza hacer otra cosa que no fuera periodismo. Decidí que tenía que entrar en una empresa periodística como fuera, haciendo cualquier trabajo. Debía entrar en el edificio, para luego encontrar la oportunidad de trabajar en lo que quería. Y así fue: conseguí un trabajo de traductor nocturno del inglés al español en la sede de la agencia de noticias Associated Press en Nueva York.

Era un trabajo muy arduo —el turno era desde la medianoche hasta las 8:00 de la mañana, y muchas veces había que hacer dos o tres turnos seguidos— y estaba muy por debajo de mis calificaciones como graduado de una de las mejores escuelas de periodismo del mundo y con una carpeta bastante nutrida de artículos publicados en Argentina. Sin embargo, era el único trabajo que conseguí. Trabajé de traductor nocturno en Associated Press durante tres años —no era nada fácil ir a trabajar a medianoche en los inviernos helados de Nueva York— hasta que logré que me pasaran al turno de día. Ahí empecé a tener más contacto con mis jefes, les comuniqué mis deseos de ser reportero, y después de algún tiempo comenzaron a enviarme a cubrir algún evento cuando un reportero estaba de vacaciones o había faltado por estar enfermo. Así, poco a poco, pasé de ser un suplente ocasional a uno frecuente y me abrí un camino hasta que logré hacer periodismo en Estados Unidos.

Por eso, hasta el día de hoy, cuando los estudiantes me preguntan cómo conseguir su primer trabajo en lo que les gusta después de haber terminado sus estudios, siempre les digo: “Entren en el edificio de la empresa donde quieran trabajar o inventen su propia empresa. Si quieren trabajar en una empresa existente, entren en el edificio por donde puedan, ya sea como pasantes o haciendo cualquier tipo de tarea. Si están académicamente preparados, realmente quieren hacer un trabajo y se hallan dentro del edificio, tarde o temprano algún jefe les va a dar una oportunidad, o va a haber una vacante para ocuparla”. Pero la condición fundamental para ambas cosas —entrar en una empresa como sea o inventar una— es que uno haya identificado un trabajo que le apasione y esté dispuesto a sacrificarse por lograr su meta. En mi caso, nunca hubiera aguantado trabajar años como traductor nocturno desde las 12:00 de la noche hasta las 8:00 de la mañana si no hubiera tenido una pasión y soñado con trabajar en periodismo.

¿Qué pasa con quienes no tienen una pasión claramente identificada o tienen más de una? En ese caso, les recomiendo darle una mirada a la siguiente lista de ocupaciones del futuro. No es una lista completa —nadie sabe todos los trabajos que generarán las nuevas tecnologías—, pero resume los pronósticos de la mayoría de los futurólogos que entrevisté para este libro. A largo plazo, más allá de 2030, una gran parte de las nuevas fronteras en el mundo laboral se dará en el campo de la exploración espacial —¿seremos jardineros en Marte?— y la ingeniería genética. Pero a más corto plazo, en la década de 2020, la mayor parte de los trabajos se darán en 10 áreas genéricas que ya se están viendo despuntar. Se trata de las siguientes:

1) Los asistentes de salud: el aumento de la expectativa de vida y el envejecimiento de la población mundial harán que los trabajos que tienen que ver con el cuidado de la salud —incluyendo los consejeros médicos que nos ayudarán a interpretar los diagnósticos de las computadoras, las enfermeras, los psicólogos, los nutricionistas, los masajistas y los entrenadores físicos— sobrevivan a la automatización y sean cada vez más importantes. A los trabajadores de la salud tradicionales se les agregarán varios otros que tendrán una formación interdisciplinaria, como los expertos en medicina robótica que se encargarán de manejar los robots cirujanos en los hospitales, los graduados en ingeniería médica que tendrán a su cargo la impresión de piel con impresoras 3D en cirugías reconstructivas a partir de las células de los pacientes, y los farmacéuticos expertos en robótica, que supervisarán la fabricación de medicamentos personalizados basados en la genética de cada persona.

Y, dentro de los asistentes de salud, los trabajos relacionados con la gente de edad avanzada serán los más requeridos. Entre 2014 y 2030, el número de personas mayores de 65 años en el mundo aumentará en 300 millones y requerirán ayuda, empatía y calidez humana que las máquinas tardarán mucho en ofrecer. En países como China, Alemania, Italia y Japón, alrededor de 25% de la población tendrá más de 65 años.1

Aunque los ancianos en Japón ya tienen sus mascotas robóticas con forma de foquitas a las que pueden acariciar y generarles reacciones que simulan alegría, nada de eso podrá suplir —por lo menos en el futuro previsible— a un ser humano que puede mirar a otra persona a los ojos, tomarle la mano y transmitirle cariño.

En el Reino Unido, la primera ministra Theresa May nombró en 2018 una “ministra de la soledad” para ayudar a los nueve millones de personas en el país que llevan vidas solitarias. Se trata de 14% de la población británica, aunque en algunos sectores, como los adultos mayores, el porcentaje llega a más de 33. Según me explicó sir Simon McDonald, el jefe del servicio exterior británico, uno de los principales motivos de la creación del nuevo cargo fue buscar formas de ahorrar en gastos estatales de salud mediante actividades sociales para darles un propósito de vida a los ancianos y la creación de centros juveniles para prevenir la depresión de los adolescentes. “La soledad destruye vidas y le cuesta una enorme cantidad de dinero al erario público”, me dijo McDonald.2 La comisión parlamentaria recomendó crear la nueva agencia tras señalar que la soledad puede ser más dañina para la salud que la obesidad o que fumar.

No sería raro que uno de los trabajos más comunes en el futuro sea el de “caminadores de personas”. No es broma: el Centro de Estudios del Futuro del Trabajo, el instituto de investigaciones de la empresa de servicios de tecnología Cognizant, coloca a los “caminadores y habladores” entre los trabajos que tendrán mayor salida laboral en 10 años. El estudio titulado “Los 21 trabajos del futuro” dice que con el aumento de la longevidad y el creciente desempleo tecnológico, los “caminadores de personas” no sólo serán empleados por los gobiernos, sino también serán contratados por los ancianos o sus familias en forma particular a través de plataformas de internet para gente sola.

Así como Uber pone en contacto a los conductores de autos con gente que requiere sus servicios, se crearán plataformas de internet que permitirán a los ancianos contratar a un “caminador” o a un “compañero de conversación” y pagarle por hora para conversar o pasear. “Las investigaciones académicas han demostrado que los ancianos que están conectados con el mundo tienen el doble de posibilidad de seguir sanos que los que pasan la mayor parte de su tiempo solos”, dice el estudio.3

Quienes brinden este servicio deberán pasar un riguroso control de antecedentes, pero para muchos se tratará de un trabajo ideal. Al igual que los conductores de Uber, podrán elegir sus horas de trabajo, y aceptar o rechazar labores. Y, gracias a estas plataformas de internet, ni los ancianos ni sus acompañantes estarán necesariamente atados a la misma persona: cualquier acompañante profesional que reciba un pedido de compañía de un anciano podrá ver en su pantalla quiénes fueron los últimos caminadores o conversadores que lo visitaron, qué calificación le dieron al cliente, cuáles son los temas de conversación favoritos de la persona y de qué trataron las más recientes conversaciones con sus últimos caminadores. En otras palabras, cualquier nuevo caminador o conversador podrá retomar el diálogo donde lo dejó su antecesor.

¿Esto parece tirado de los pelos? No lo es más de lo que hubiera sido hablar de un nutricionista personal o de un paseador de perros, hace apenas algunos años. Y no hay motivo por el cual muchos longevos deban terminar su vida —como ahora— agolpados en hogares de ancianos donde muchas veces hay unas pocas cuidadoras para hacerse cargo de una gran cantidad de personas. La atención individual a los ancianos, ya sea mediante visitantes caseros, caminadores por hora o conversadores virtuales, será uno de los trabajos más comunes para quienes no tengan estudios terciarios en el futuro próximo.

2) Los analistas de datos, ingenieros de datos y programadores: los datos serán el producto más valioso en los próximos años —el petróleo el siglo XXI, como ya los llaman muchos— y quienes se dediquen a su exploración y análisis tendrán trabajo asegurado. Ya hoy todo tipo de industrias —desde bancos hasta restaurantes— están reclutando a la mayor cantidad de analistas e ingenieros de datos que puedan para identificar nuevos clientes y retener los que ya tienen. El crecimiento de las clases medias de China, India y otros países emergentes resultará en un aumento de 1 000 millones de consumidores en el mundo para 2025, y un incremento de 50% en el gasto mundial en tecnología para 2030.4 Eso significará mucho más trabajo para los analistas de datos.

Hasta las pequeñas empresas como los restaurantes deberán tener un jefe de datos que produzca perfiles de sus clientes —incluida su fecha de cumpleaños y sus platos preferidos— para hacer ofertas personalizadas o para explorar las redes sociales e identificar potenciales clientes por sus comidas o ambientes preferidos. Los estudios de cine analizarán las redes sociales para ver si nos gustó una película y ofrecernos otras similares, o productos de mercadotecnia asociados con ellas. Y los analistas de datos también rastrearán las redes sociales para saber exactamente a qué hora del día estamos leyendo nuestro Twitter o Facebook, para poder enviarnos una publicidad personalizada precisamente en ese instante.

Antes, estos análisis de datos los hacían ingenieros o científicos con maestrías o doctorados que cobraban altos salarios. Pero con el creciente uso de plataformas de minería de datos como Tableau.com o Domo.com, cada vez más gente con conocimientos básicos de computación podrá trabajar en la exploración de datos para todo tipo de empresas. Muchos se dedicarán exclusivamente al análisis de tendencias en las redes sociales. Si en Facebook o Twitter corre el rumor de que mucha gente se está intoxicando después de comer tomates, los analistas de datos de los supermercados enviarán un memorándum a sus jefes pidiendo que saquen los tomates de los escaparates más visibles, y que eviten el color rojo en sus avisos publicitarios durante los próximos seis meses. Los jefes de datos serán, y en muchos casos ya son, los principales asesores de los presidentes de empresas.

3) Los policías digitales: a medida que la economía se traslada al mundo digital, hará falta proteger cada vez más a las empresas contra los ataques cibernéticos. Así como cualquier empresa tiene un policía en la puerta, cualquier negocio deberá tener un policía digital, o muchos, para que sus datos no sean robados por algún adolescente travieso, un grupo de ciberespionaje profesional ruso, los gobiernos de Corea del Norte o China. Según funcionarios estadounidenses, China tiene un departamento gubernamental especializado —la unidad 61398 del Ejército Popular de Liberación, con sede en Shanghai— para hackear gobiernos y empresas extranjeras.

Los hackers o ciberpiratas son cada vez más ambiciosos. El robo de emails de la campaña de Hillary Clinton en 2016 —atribuida por la CIA, el FBI y la NSA a personas allegadas al gobierno de Rusia, que luego le pasaron los datos a WikiLeaks— desestabilizó las elecciones del país más poderoso del mundo y ayudó a elegir al presidente Trump. El hackeo de Yahoo! en 2013, que se conoció tres años después, puso en riesgo los datos personales de más de 1 000 millones de personas. El ataque cibernético a Equifax, una de las tres empresas de reportes de créditos más grandes de Estados Unidos, dio lugar al robo de información personal de 143 millones de estadounidenses en 2017. Ni siquiera Saudi Aramco, la empresa petrolera más grande del mundo, se ha salvado: en 2012, un grupo de ciberpiratas vinculados con el gobierno de Irán introdujo un virus en el sistema de la empresa petrolera que afectó a 30 000 de sus computadoras y paralizó temporalmente sus actividades.

Se estima que los gastos o la inversión mundial en seguridad cibernética se van a duplicar de 3 trillones de dólares en 2016 a 6 trillones de dólares en 2021 y que los empleos en el sector se triplicarán de 1 millón a 3.5 millones en ese mismo lapso.5 El mundo se ha vuelto más dependiente de internet a medida que el número de personas en línea a nivel global se ha casi duplicado de 2 000 millones de individuos en 2015 a 3 800 millones en 2017 y llegará a 6 000 millones de personas en 2022, es decir, 90% de la población mayor de seis años proyectada en el mundo.6

El fenómeno cibernético está produciendo oportunidades de chantajes y piratería, de modo que cada vez más se requerirán policías digitales. Para los ladrones, el botín ya no está en los bancos de ladrillo, sino en los bancos de datos. “La escasez de mano de obra calificada en ciberseguridad es peor de lo que sugieren las estadísticas. El desempleo en ciberseguridad ha caído a 0%”, afirma Steve Morgan, director de la revista Cybersecurity Market Report.

4) Los asesores de ventas: gracias a la mayor productividad y el crecimiento de las clases medias, el consumo mundial aumentará más de 23 trillones de dólares entre 2015 y 2030, según el McKinsey Global Institute.7 Y a medida que las tiendas físicas sean reemplazadas por el comercio en línea, harán falta especialistas que puedan asesorar al público sobre las cualidades y el precio de cada producto. Los asesores de ventas reemplazarán a lo que hoy llamamos vendedores. En algunos casos se llamarán especialistas o genios, como ya se autodenominan quienes atienden al público en las tiendas de Apple, y nos ayudarán a navegar por la creciente cantidad de productos a nuestra disposición. Las personas que realicen esta labor deberán tener una mayor preparación académica y mejores dotes de comunicación que muchos de los actuales vendedores. Su misión será, más que vender un producto lo antes posible, la de educar a los consumidores y crear relaciones de confianza para ganar su lealtad a largo plazo. Uno de sus principales requisitos laborales será saber sonreír y contagiar el buen humor, algo que los humanos seguirán haciendo mucho mejor que los robots.

5) Los cuidadores y programadores de robots: las ventas de robots industriales a escala mundial se quintuplicarán de 253 000 unidades vendidas en 2015 a casi 1.3 millones de unidades en 2025, lo cual requerirá muchos ingenieros y mecánicos para darles apoyo técnico.8 Harán falta desde ingenieros en robótica para aceitarlos hasta programadores para actualizar su software.

Lo mismo ocurrirá con los asistentes virtuales y otras máquinas inteligentes. Los asistentes virtuales como Alexa o Cortana necesitarán responder preguntas cada vez más complejas, para lo cual necesitarán ser alimentados con respuestas. Alexa podrá leer millones de noticias en cuestión de segundos e informarnos —a partir de los datos disponibles—cómo ha votado el Congreso de Estados Unidos, pero necesitará ayuda humana para responder preguntas sobre las que no hay nada escrito. Por ejemplo, no podrá saber cuáles son los nuevos proyectos de ley que están considerando los legisladores y que aún no han salido a la luz. Para eso, resultará indispensable un ser humano que haga un llamado telefónico y alimente al asistente virtual con la información que logre recabar. Los autos que se manejan solos requerirán humanos para alimentar sus algoritmos con factores imprevistos y excepciones a las reglas, como cuando hay un desvío en una ruta para hacer reparaciones, o cuando la neblina nubla la visión de los sensores del automóvil. Los robots serán cada vez más sofisticados, pero seguirán necesitando asesoramiento humano.

Entre los trabajos técnicos que más se desarrollarán en el futuro estarán los de los inspectores y mecánicos del internet de las cosas, el sistema por el cual los aparatos estarán conectados entre sí. Gracias al internet de las cosas, el sensor del cartón de leche en nuestra casa le avisará directamente a nuestro refrigerador que nos estamos quedando sin leche y el refrigerador le pedirá directamente al supermercado que nos envíe una reposición, sin ninguna intervención humana. Eso requerirá personas que puedan monitorear y ocuparse del mantenimiento de los millones de sensores que se encontrarán en todas partes.

Ya hoy, varias ciudades están colocando sensores en su infraestructura para avisar cuando hay una gotera en una tubería de agua o de gas, para evitar accidentes y reducir gastos. Con el advenimiento de los carros que se manejan solos, las carreteras, puentes y túneles tendrán sensores conectados a los vehículos para avisarles de potenciales hechos imprevistos, como un área resbaladiza por una llovizna. Barcelona ya tiene un sistema de alumbrado público que enciende las luces sólo cuando se acerca algún automóvil o peatón, en lugar de tenerlas prendidas todo el tiempo con el consiguiente gasto de energía. Otras ciudades tienen sus estacionamientos conectados a la red, lo cual permite a los conductores saber dónde hay lugares disponibles.

En un futuro no muy lejano, ya no necesitaremos un pasaje de avión —ni quizás un pasaporte— para viajar: sensores biométricos leerán los datos de nuestros rostros y los cotejarán con nuestras huellas digitales. Un mundo en el que casi todas las cosas estarán interconectadas necesitará gente para instalar sensores, darles mantenimiento, integrarlos entre sí e inspeccionarlos para asegurarnos de que no habrá desperfectos que puedan generar situaciones caóticas o hasta peligrosas. Así como hoy el mantenimiento de los aviones es una cuestión de vida o muerte, también lo será la manutención de los sensores en la infraestructura de las ciudades: nadie querrá correr el riesgo de que un sensor roto en una autopista les dé una señal equivocada a los autos que se manejan solos y los dirija a un precipicio.

6) Los profesores y maestros: con la creciente automatización de los empleos, harán falta cada vez más profesores y maestros para educar a la gente a manejar los robots y realizar tareas cada vez más sofisticadas. Habrá dos tipos de empleos: aquellos en que los robots supervisarán a los humanos y aquellos en que los humanos supervisarán a los robots. Y estos últimos serán los mejor remunerados y los que requerirán mayor educación. El viejo esquema en el que uno estudiaba de joven y aplicaba lo que había aprendido durante el resto de su vida se ha vuelto obsoleto. Lo que estudiamos en la universidad hace 10, 20 o 30 años ya es algo prehistórico en la mayoría de nuestros trabajos. Tendremos que estudiar de por vida, en periodos intermitentes, para actualizarnos y reinventarnos según los requerimientos del mercado laboral. Quienes no estudien o no sigan estudiando se quedarán cada vez más atrás.

Aunque robots tutores como el Profesor Einstein reemplacen a muchos docentes, harán falta maestros escolares y prescolares para ayudar a los niños a encontrar su vocación y enseñarles habilidades blandas, como la ética, la empatía, el trabajo en equipo, la persistencia y la tolerancia al fracaso. Y harán falta profesores universitarios para atender las necesidades de educación de por vida para cientos de millones de personas. Los robots y las tabletas van a reemplazar muchas de las funciones de transmisión de conocimientos que hoy cumplen los maestros, pero no van a poder ser tan efectivos como los humanos para fomentar la curiosidad de los niños y para mantener permanentemente actualizados y motivados a los adultos.

7) Los especialistas en energías alternativas: con la creciente alarma mundial por el cambio climático y el abaratamiento de los costos de las energías limpias, como la energía solar y eólica, surgirán decenas de carreras relacionadas con las nuevas industrias verdes. Se necesitarán cada vez más científicos especializados en energías renovables, y arquitectos e ingenieros encargados de montar plantas y hacer que las fábricas, los edificios y los vehículos sean más eficientes o se conviertan para poder usar energías alternativas. La Agencia Internacional de Energía del gobierno de Estados Unidos estimó en 2015 que a escala mundial se invertirán 16.5 trillones de dólares hasta 2030 en plantas y proyectos para reducir las emisiones de gases tóxicos que aumentan el calentamiento global.

Aunque la decisión de Trump en 2017 de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París del Cambio Climático podría retrasar un poco las inversiones en energías limpias, activistas del cambio climático como el Nobel y exvicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, afirman que son optimistas acerca del cumplimiento de las metas del Acuerdo de París. En una entrevista sobre el tema, Gore me dijo que muchos de los principales estados norteamericanos han decidido acatar las metas del Acuerdo de París, le guste o no a Trump. “California, Nueva York, Washington y varios otros estados, así como varias otras ciudades, se han comprometido a hacer lo que Trump se ha negado a hacer”, me dijo Gore. “Y muchos de estos estados y ciudades tienen las herramientas para empezar a reducir las emisiones de gases tóxicos”, señaló. Agregó que ciudades como Georgetown, Texas, han decidido convertirse 100% a energías renovables.9 China ya ha anunciado enormes inversiones en energías alternativas e India se ha puesto como meta depender en 40% de energías renovables para 2030. Con o sin Trump, las inversiones mundiales en energías limpias seguirán creciendo y requerirán millones de nuevos trabajadores.

8) Los artistas, deportistas y creadores de entretenimiento: a medida que el promedio de la gente está trabajando menos horas y tiene cada vez más trabajos temporales y flexibles, habrá más tiempo para el ocio y más necesidad de contratar trabajadores en industrias creativas como el cine —ya sea en pantallas o en visores de realidad virtual—, la música, el arte y la literatura. El acortamiento de la semana laboral que ya estamos viendo en países como Holanda generará una mayor demanda de contenido para entretener a la población. El auge de las series de televisión de Netflix, HBO y Amazon ya es prueba de este fenómeno. Y otro tanto ocurrirá con la industria de los deportes, cuando aumente la popularidad de las competencias deportivas escolares y vecinales que se transmitirán en directo a nuestros celulares o nuestros hogares. Tendremos más tiempo libre, más ansias de pasarlo lo mejor posible y más acceso a espectáculos que antes no estaban en nuestro radar.

9) Los creadores y diseñadores de contenidos comerciales: a medida que aumenta el comercio en línea y los consumidores toman sus decisiones de acuerdo con lo que ven en internet, harán falta más creadores de contenidos visuales, diseñadores y escritores de blogs y artículos publicados en redes sociales para promocionar empresas y productos. Como lo señalábamos al hablar de la industria gastronómica, los restaurantes contratarán a sus propios diseñadores de internet, escritores, artistas y videógrafos para promocionar su decorado y sus menús. Cada plato tendrá su historia y un análisis detallado de sus ventajas y desventajas nutritivas.

Los sitios de internet de cada empresa, o cada deportista o artista profesional, se convertirán en verdaderos medios de comunicación. Lo mismo ocurrirá con las empresas automotrices: mientras que antes los compradores iban a ver un automóvil a la concesionaria, hoy lo estudian en internet y sólo van a la sala de muestras para convalidar su decisión. Eso hará que los portales de internet sean mucho más importantes que las salas de ventas y requerirán creadores de contenidos cada vez más talentosos.

Asimismo, el paso de la producción masiva al de la producción individualizada gracias a las impresoras 3D requerirá más y mejores diseñadores. Mientras que actualmente un diseñador de ropa manda producir cientos de miles de copias de la misma camisa en China, en el futuro muchos de nosotros bajaremos de nuestra pantalla el diseño personalizado que más nos guste, y lo produciremos en una impresora 3D en nuestra casa. En lugar de un diseñador para cientos de miles de camisas habrá miles.

Y los diseñadores crearán no sólo productos, sino también estilos de vida. Con el internet de las cosas y las casas inteligentes con todos los aparatos interconectados, harán falta diseñadores de estilo de vida que nos ayuden crear nuestro entorno. Nos ayudarán a coordinar las luces de nuestro hogar para que se enciendan solas con la intensidad que queramos cuando entremos y las combinarán con la música de nuestra preferencia. Las posibilidades serán tantas que la mayoría de nosotros se sentirá abrumado para programar nuestros aparatos interconectados sin ayuda de un diseñador de estilo de vida externo.

10) Los consejeros espirituales: los sacerdotes, imanes y rabinos tendrán su trabajo asegurado durante mucho tiempo, así como todos los demás guías espirituales. Como ya ha ocurrido desde hace varios años, la disgregación de las familias y la creciente soledad de la gente en la era de las comunicaciones digitales están generando una mayor necesidad de contratar gurúes espirituales para que le encontremos un sentido a nuestra vida. Y será muy difícil que los robots o los algoritmos, por más que tengan casi todas las respuestas disponibles, puedan reemplazar el toque personal y la calidez de un guía espiritual. Los retiros espirituales y los cursos de mindfulness se multiplicarán. Y quienes los dirijan no serán asistentes virtuales, sino personas verdaderas, en muchos casos invocando sabidurías milenarias.