Al profundizar en el estudio sobre los fenómenos de la naturaleza, me he persuadido de que nada en ella ha de considerarse increíble. PLINIO |
La hipnosis «clásica», aunque sería más correcto llamar «moderna», se basa en el concepto de supremacía del hipnotizador y ahonda en las propias raíces de la Antigüedad. Por hipnosis moderna se entiende la práctica del hipnotismo nacida y difundida en el periodo histórico de la Edad Moderna, que abarca desde 1492 a 1815. Fue a finales del siglo XIX cuando la hipnosis entró en la universidad, concretamente marcaron un hito las escuelas francesas de Nancy y de la Salpêtriere. Sin embargo, tuvimos que esperar hasta después de la Segunda Guerra Mundial para que se produjera una apertura completa de los ámbitos científicos a favor de la hipnosis: así nació, pues, la hipnosis contemporánea. A la hipnosis moderna se la llama también hipnosis impositiva o directa, y ello es debido a la aplicación de una serie de test iniciales. Después de la aplicación de estos test, y de su consiguiente verificación, se procede a los test siguientes calibrando los ejercicios que siguen.
La valoración está basada en el nivel de aceptación de la prueba propuesta y sólo su superación satisfactoria permite el acceso al siguiente test, que implicará un mayor compromiso con el estado de coparticipación.
Los distintos test están basados en una escala de carácter jerárquico: a medida que se asciende más se profundiza en el estado hipnótico. Para poder pasar a la fase siguiente es necesario que el sujeto haya superado la precedente. El punto débil de dicha propuesta aplicativa radica en el hecho de que basta con que no se supere una fase para que se interrumpa el proceso hipnótico, no permitiendo de este modo alcanzar el siguiente nivel; cuando esto se produce al inicio de la prueba queda interrumpida la posibilidad de poder conducir al sujeto hasta el estado hipnótico. Sin embargo, cuando la interrupción se produce en las últimas fases, esta denotará que el sujeto ha alcanzado ya un cierto estado hipnótico, en el cual se podrán emplear determinadas aplicaciones, propias de ese nivel hipnótico concreto.
La hipnosis impositiva está basada en la instauración de un comportamiento confiado por parte del sujeto hacia su hipnotizador. La palabra clave es confianza, del hipnotizador hacia sí mismo, con el fin de estar a la altura de la tarea que debe desarrollar y del rol que deberá representar; confianza también del sujeto hacia su preceptor, con la total seguridad de que se pone en manos de una persona competente, seria y honesta que lo quiere ayudar a resolver sus problemas o sencillamente ofrecerle la oportunidad de una experiencia fuera de lo común.
Con el término hipnosis impositiva se pone de manifiesto el rol de mando por parte del hipnotizador y el de cierta obediencia por parte del sujeto. De hecho, estos roles corresponden a la verdad, y están basados en la confianza mutua y en la implicación de ambos. Durante la sesión, el hipnotizador asume un rol de carácter institucional que le permite aplicar unas reglas que convergen en el sujeto y que este acepta porque resulta determinante la posición social que, en ese momento, ocupa el hipnotizador.
Para comprender mejor esta relación podemos aludir a la que se instaura entre el maestro y el discípulo. Un buen maestro sabe imponerse, porque es el que prodiga aquel conocimiento útil e interesante del cual carece el alumno.
Cuando, sin embargo, es la autohipnosis la que debe practicarse, se produce un desdoblamiento del comportamiento de los roles, es decir, la persona se aplica a sí misma los conocimientos adquiridos en la práctica de la hipnosis y, al mismo tiempo, se comporta como si los desconociese, aceptando las propuestas aplicadas que él mismo se suministra. En la autohipnosis son autoinducidos monoideísmos sugestivos sobre los que el sujeto fija la atención.
Por desgracia, con la autohipnosis resulta difícil alcanzar los niveles profundos del estado hipnótico, aunque dependa de las características individuales, a causa de la conflictividad de los comportamientos de rol que se instauran, pero sobre todo porque el rol del hipnotizador es puramente racional y lógico, mientras que el del hipnotizado es notablemente irracional y no lógico, de modo que la racionalidad dificulta la implantación del estado diversificado de conciencia en el sujeto, que es siempre él mismo: hipnotizador e hipnotizado. «Recordemos que en el pasado se definía a la autohipnosis como un pequeño trance» (R. Pavese).
Un experimento de hipnosis en una tabla de mediados del siglo XIX
Hay que señalar que las acciones sociales lógicas requieren que el fin objetivo sea igual al subjetivo; mientras que en aquellas no lógicas no hay coherencia entre ambas. Pero así como la comunicación va dirigida a la parte inconsciente, es, en realidad, el «no lógico» el que, huyendo del control de la mente racional, puede provocar los específicos procesos hipnóticos.
La acción social del hipnotizador se manifiesta al suministrar una secuencia intencional de actos, concebidos estos sobre la base de unos determinados postulados, con el fin de alcanzar el objetivo de instaurar, por grados, una serie de estados diversificados de conciencia en los que la realidad subjetiva y los procesos mentales se llevarán a cabo según los esquemas aplicativos.
«En el estado de hipnosis, o de conciencia reducida, se puede hacer creer al sujeto todo aquello que se quiera, incluso las cosas más inverosímiles, siempre y cuando se digan y repitan de forma inteligible. En pleno verano se le puede hacer temblar de frío; si se le da una solución de quinina la agradecerá como si se tratase de una exquisita naranjada; si se le dice que está subiendo por un empinado camino o que está corriendo para alcanzar el tranvía, su respiración y sus pulsaciones serán más frecuentes; si se le da un vaso de agua y se le dice que es aceite de ricino le producirá arcadas y un efecto purgativo, mientras que si se le ofrece un vaso de aceite de ricino como si fuera agua pura, este no ejercerá sobre el sujeto ningún efecto purgativo. Del mismo modo, una comida imaginaria a base de dulces le producirá un considerable aumento del nivel de azúcar en la sangre» (R. Pavese, 1959).
En la «aplicación hipnótica tradicional» las sugestiones verbales están determinadas y pueden considerarse según las siguientes características:
• determinadas según el motivo preestablecido, es decir, el umbral hipnótico que con el test se desea alcanzar;
• determinadas con respecto al nivel de confianza (relación social) que se ha instaurado;
• determinadas con respecto a las características peculiares subjetivas propias de cada individuo.
En cuanto a la finalidad, entiendo la aplicación de determinadas acciones y actos para alcanzar el estado hipnótico necesario. Por ejemplo, sugiriendo al sujeto que no puede mover una determinada extremidad porque está contraída o rígida. Con respecto al nivel de confianza, hay que tener en cuenta el nivel positivo de interacción social, es decir, existe una estrecha relación entre el descenso necesario del umbral de control por parte del otro, en general, y el grado de confianza que el sujeto deposita en el hipnotizador.
Un test de grado particularmente alto no se puede aplicar cuando el nivel de confianza es bajo. Por ejemplo, la ejecución de una orden poshipnótica requiere mucha confianza.
Por último, es preciso tener siempre presentes las características subjetivas de cada individuo; no nos podemos basar en la aplicación de unos postulados fijos y repetitivos. Cada individuo quiere que lo traten según sus características personales. Por eso, el «camino hipnótico» deberá ser tenido siempre en cuenta.
Las modalidades aplicativas de la hipnosis impositiva tienen, pues, siempre en cuenta las puntas salientes de la personalidad del sujeto y, por ello, en cada caso en concreto se aplica un método adecuado.
En definitiva, podemos dividir la hipnosis impositiva en dos métodos principales: el suave y el enérgico.
Método suave
Tono de voz moderado, amigable, participativo. Decir: lo haremos juntos..., estableceremos una relación hipnótica... El sujeto debe sentirse un colaborador, un amigo. Se aplica a sujetos que se consideran tímidos e inseguros pero que, en el fondo, son personas que no aceptan las imposiciones.
Método enérgico
Órdenes contundentes y, algunas veces, bruscas, tono de voz alto. Se debe aplicar a aquellos que están muy seguros de sí mismos o, por el contrario, que son muy inseguros, es decir, que precisan ser guiados con contundencia.
Hipnosis paradójica
En la hipnosis paradójica, la acción del hipnotizador es aquella cuyo acto se considera realizado por un individuo de manera intencionada, con carácter gratificante o sancionador en tiempos variables (anómalos) y con el fin intencionado de manipular la atención del sujeto y modificar, por breve tiempo, los parámetros del estado de conciencia.
En los últimos años la práctica hipnótica ha cambiado considerablemente, y el método impositivo, basado sobre todo en el empleo de las sugestiones verbales, se ha decantado hacia el uso de la comunicación no verbal, a través de la cual el hipnotizador provoca un estado tensorial en el sujeto con su consecuente conflictividad, que es descargada gratificando al hipnotizador mediante la aceptación de los parámetros psíquicos propuestos.
Esta misma técnica ha sufrido algunas modificaciones y se basa principalmente en las informaciones que el hipnotizador emite, pero que no suministra verbalmente. Dichas informaciones son sugeridas al sujeto en forma de un código analógico llamado metacomunicacional.
En algunos casos, son muchos los investigadores que atribuyen a la hipnosis un valor exclusivamente paradójico. Con ese propósito, J. Haley escribió en 1973: «El hipnotizador dirige a la otra persona hacia un cambio espontáneo de su comportamiento. Puesto que una persona no puede responder espontáneamente, se sigue una directriz, por lo que la propuesta hipnótica está basada en una paradoja». En efecto, la práctica hipnótica se basa en pedirle al sujeto que haga aquello que normalmente no haría, por ejemplo, que realice un movimiento involuntariamente, es decir, en contra de su propia voluntad.
Cuando se habla de hipnosis, normalmente nos referimos a una práctica basada en modelos que, a fin de cuentas y más o menos directamente, se remontan a conocimientos científicos y psicológicos. Sin embargo, la historia de la hipnosis es indescifrable y no se puede fechar, ya que se trata de un arte y no de una metodología. Teniendo en cuenta la cantidad de información que hay al respecto, podemos subdividir la historia de la hipnosis en cuatro momentos que conducen a las siguientes orientaciones:
• mágico-religiosa;
• magnético-fluida;
• psicológica;
• neurofisiológica.
Su proceder sigue de cerca los cambios producidos en el ambiente general de la ciencia y, en particular, de la medicina: desde una adhesión a las fuerzas divinas al uso de las energías vitales; de la valoración de las características de la psique hasta el puro fenómeno bioquímico de cada reacción humana.
El cambio gradual de la propuesta de valoración del estado hipnótico y de las relativas prácticas inductivas ha ido negando poco a poco el aspecto místico y metafísico —considerado como un periodo infantil, fantasioso e ignorante—, hacia un modelo cada vez más culto, profano, académico y neurofisiológico.
Orientación mágico-religiosa
Se desconoce el inicio del periodo mágico-religioso, pero sí podemos fijar su declive a finales del siglo XIX. Algunos, erróneamente, rastrean en la Biblia la práctica hipnótica cada vez que se habla de sueño; otros, sin embargo, creen advertir escenarios hipnóticos en la antigua Grecia, como, por ejemplo, en el templo de Esculapio, donde, en un ambiente muy sugestivo, se producían numerosas curaciones. Seguramente no es nuestra tarea profundizar en el tema de la presencia de la conducción hipnótica en el periodo antiguo, pero, personalmente, creo que no es posible conocer los procesos mentales y los estados no ordinarios de conciencia que se establecieron en el pasado.
Con el tiempo, las relaciones sociales han cambiado y, tal como nos muestra la antropología y la sociología, hemos pasado poco a poco de una sociedad concebida como un organismo biológico a una continua y mayor especialización, es decir, de una sociedad mecanizada con intercambio de los individuos, a una sociedad orgánica con diversificaciones y especializaciones individuales.
En el pasado reinaba una conciencia colectiva en la que los fenómenos sociales se daban de forma distinta a la de ahora. Antiguamente no estaba clara la división entre la vigilia, el sueño y el trance; estos estados no estaban bien definidos. Lo que afirmaba la sociedad era indiscutible, además prevalecía la sensibilidad por lo sobrenatural. He aquí, pues, por qué no es posible comparar el estado hipnótico actual con lo que, en el pasado, fue probablemente algo muy distinto.
Orientación magnético-fluida
Este periodo representa el paso gradual del mundo mágico hacia el mundo moderno. En él se entrelazan reminiscencias esotéricas, pero lo que realmente lo distingue es la idea de la existencia de un fluido misterioso, la causa primera de toda función vital. El personaje de referencia es seguramente Paracelso (1493-1541), pero el que le dio consistencia a dicho pensamiento fue el médico alemán Franz Anton Mesmer (1734-1815), con el empleo de lo que él mismo denominó magnetismo animal para distinguirlo de aquel mineral de la calamita. Este inducía a las personas a un sueño particular (sueño mesmeriano) dirigiendo con las manos y la mirada el fluido magnético, cuya acción se desarrollaba en el interior de espacios solemnes.
Franz Anton Mesmer en un grabado del siglo XVIII
Mesmer realizando un tratamiento de grupo
Una caricatura sobre el poder del fluido magnético y el magnetismo animal
Una sesión de mesmerización
En los tratamientos mesméricos participaban personas de clase alta, tal como muestra este grabado humorístico del siglo XVIII
No deseamos profundizar en el mesmerismo porque para ello necesitaríamos mucho espacio, pero sí podemos definir a Mesmer como el precursor actual del hipnotismo; entre otras cosas él fue el creador de numerosos valores a los que, de un modo directo o indirecto, aún hoy se hace referencia.
Orientación psicológica
El término hipnosis fue acuñado en el año 1843 por James Braid (1795-1860), que empleó equivocadamente la palabra griega hypnos, que literalmente quiere decir «sueño», mientras que la hipnosis no tiene nada que ver con eso.
Braid era un cirujano oculista y médico en las minas que se interesó por la hipnosis —en aquel entonces aún no se llamaba así—, al observar las demostraciones teatrales del abad portugués José Custódio de Faria (1776-1819), el cual llamaba al estado hipnótico sueño brillante para determinar que no era debido a un misterioso fluido por lo que se producían cambios de comportamiento aparentemente parecidos a los del sueño.
James Braid, inventor del término hipnosis
Braid llamó a este fenómeno sueño nervioso. Así nació la explicación del monoideísmo, que consideraba que la concentración sobre un determinado objeto o una idea era la causa principal de la inducción hipnótica.
Sus estudios se basaron en la neurología y recurrió a los modelos científico-médicos para explicar lo que erróneamente se llamaba sueño hipnótico. Utilizó la hipnosis con fines terapéuticos en las enfermedades nerviosas y recurrió a la analgesia hipnótica.
Sometió también sus investigaciones al juicio de la Academia médica británica, la cual rechazó examinarlas.
En 1882, Jean Martin Charcot (1825-1893), director de la Salpêtriere, introdujo la hipnosis en el ámbito académico y la definió como una neurosis fácilmente localizable en los sujetos histéricos. Pasó a la historia como el fundador del «gran hipnotismo» y dividió el sueño hipnótico en varias fases progresivas.
Un personaje que hay que destacar en el ámbito psicológico fue Sigmund Freud (1856-1939), discípulo de Charcot, que vio en los fenómenos hipnóticos «la represión de los instintos» y su proyección hacia el hipnotizador.
Freud inició su carrera de terapeuta con la hipnosis, que seguidamente abandonó para profundizar en el método asociativo que hoy en día todos conocemos, aunque en su libro Teoría psicoanalítica (1918) escribió: «La aplicación de nuestra técnica a muchos enfermos nos obligará a unir el oro puro del análisis con el cobre de la sugestión, y la influencia hipnótica podrá también tener un lugar, tal como sucede en los tratamientos de las neurosis de guerra».
Otro personaje importante en la orientación psicológica fue el francés Liébeault (1823-1905), que observó que entre el terapeuta y el sujeto se establecía una relación exclusiva, pese a que el estado hipnótico sea el resultado de una autosugestión guiada desde el exterior.
Más tarde, Liébeault e Hippolyte Bernheim (1840-1919) demostraron que todos los sucesos hipnóticos eran debidos a la sugestión verbal, y definieron el sueño hipnótico como un «estado psíquico particular». Bernheim se opuso a la hipótesis formulada por Charcot sobre el hipnotismo. Junto a Liébeault formó la famosa Escuela de Nancy, en donde se definió la hipnosis como un estado de sugestión exaltado que reside en cada individuo. Para Bernheim,
«los llamados fenómenos hipnóticos existen sin sueño, si se entiende, con este término, el sueño provocado». Las distintas respuestas a las inducciones comportan investigar en los diversos grados de susceptibilidad, basada esta en los factores constitucionales y en el grado de intervención del terapeuta.
Pierre Janet (1859-1947), además de intervenir sobre la mente, decidió actuar partiendo del cuerpo. En 1889, Janet, Charcot y Ribot organizaron el primer congreso dedicado al hipnotismo. Con Janet, la orientación psicológica se decanta hacia la esfera psiquiátrica.
Orientación neurofisiológica
Durante estos últimos años el pensamiento positivista ha intentado encontrar respuestas científicas neurofisiológicas en el estado hipnótico, preanunciadas ya por el ruso Iván Petrovic Pavlov, que barajaba la hipótesis sobre la excitación de ciertas áreas del cerebro en relación con determinadas sugestiones.
En el ámbito neurofisiológico se considera que las sugestiones verbales del hipnotizador modifican ciertas funciones del cerebro. Las investigaciones, partiendo del estudio de los procesos mentales, se han orientado hacia aquellos de carácter nervioso.
Mediante la utilización de la PET (la tomografía y emisión de positrones) se ha observado cómo las vivencias mentales en el estado hipnótico activan los mismos recorridos neuronales de una vivencia real.
El empleo de aparatos de carácter biomédico y de exámenes clínicos ha demostrado que en el estado hipnótico varían muchos parámetros biológicos, como por ejemplo el incremento de sustancias opiáceas endógenas, tales como las endorfinas y las encefalinas.
Además, la medicina suele recurrir al empleo de fármacos adecuados para favorecer el estado hipnótico.
Con esta finalidad se utilizan fármacos a base de escopolamina y, en general, narcóticos barbitúricos en lo que se denomina la «técnica hipnótica química». En 1881, Chambard ya utilizó el cloroformo y el éter en pequeñas dosis para inducir al sujeto al estado hipnótico.
Debemos señalar que en este breve panorama histórico no se han mencionado influyentes personajes que forman parte de la historia del hipnotismo (Kubie, Delure, Bertrand, etc.), por lo que para una mayor profundización sobre el tema aconsejamos leer obras específicas.
A lo largo del tiempo, numerosos investigadores han intentado establecer los niveles de profundidad del estado hipnótico, llamado a menudo sueño hipnótico, con el fin de descubrir indicadores selectivos que resultaran útiles en la valoración de los fenómenos hipnóticos.
En sí mismo, el concepto de profundidad es equivocado, porque la idea de una dimensión de profundidad de un estado de conciencia sólo es útil para fines descriptivos, lo que pone en evidencia el hecho de tener que recurrir a un modelo que permita describir y catalogar en orden jerárquico aquello que durante una sesión hipnótica es observable. El término profundidad alude al concepto de cantidad, que seguramente no es aplicable al de experiencias mentales.
El ojo era el principal agente de fluido mesmérico
Ivan Petrovic Pavlov, fisiólogo interesado en profundidad en los reflejos condicionados de los animales, una etapa fundamental en la historia de la hipnosis
En buena medida, a través del concepto de profundidad del estado hipnótico, se sistematizan las diferentes intensidades observables de los fenómenos hipnóticos. Las numerosas «escalas de valores» son útiles como referencias en el ámbito de la investigación comparada o por necesidad descriptiva. A finales del siglo XIX, la profundidad del estado hipnótico y los relativos cambios psicológicos eran calificados, empleando la terminología de aquel entonces, de tanteos de las cogniciones hipnóticas referentes a Mesmer, Puységur, Faria, Noiset, Lafontaine, Richet y Charcot.
El esquema de la página siguiente muestra el cuadro del hipnotismo sugestivo o magnético-hipnótico extraído del libro El hipnotismo y el medianismo, 1901.
Hasta el periodo de Braid, la hipnosis se relacionaba con la histeria, hasta el punto de clasificar el sueño hipnótico de morboso y artificial. La idea de que los histéricos fueran individuos más idóneos para la hipnosis y de que esta indujese a manifestaciones histéricas estaba relacionada con el entonces concepto del fluido magnético emitido por el hipnotizador, lo que se denominaba magnetohipnotismo.
Recordemos que la histeria se consideraba una afección psíquica propia de las mujeres, hasta el punto de que la palabra deriva de hystéra, que quiere decir «útero».
A continuación exponemos el cuadro del hipnotismo, según las creencias de la época:
Charcot, en el año académico 1884-1885, dividió el sueño hipnótico en tres estados: letargo, catalepsia y sonambulismo.
En el estado letárgico, inducido con el método de la fijación o con los pasos magnéticos, se obtiene la hiperexcitabilidad neuromuscular; es decir, si se actúa mecánicamente sobre un determinado músculo, por ejemplo ejerciendo presión, se obtiene una contracción temporal, debido al nervio que la gobierna. En el estado de letargo, los fenómenos son de naturaleza refleja, con dinamismo casual de orden físico.
En el estado cataléptico actúan respuestas propias de la naturaleza específica del estímulo; por ejemplo, desde la inmovilidad de una parte del cuerpo hasta la catalepsia total que Charcot llamaba rigidez cadavérica.
En el tercer estado, el de sonambulismo, se obtiene la hiperexcitabilidad sensorial.
En este nivel se pueden modificar numerosas actividades fisiológicas; por ejemplo, se puede provocar la anestesia completa o bien alucinaciones de cualquier tipo, y además se puede programar al sujeto impartiéndole órdenes que se manifestarán en la fase poshipnótica.
Charcot (el primero de la izquierda) durante una lección práctica sobre el tratamiento hipnótico
Los niveles de profundidad del estado hipnótico fueron, en un pasado, subdivididos entre cuatro y nueve estados. Sin embargo, en 1947, Roberto Pavese los clasificó en tres principales:
1. Estado subhipnótico: correspondiente al primer grado de la escala de Bernheim, en el que se produce la somnolencia con atenuación de la voluntad y del autocontrol.
2. Estado cataléptico: correspondiente al segundo grado de la escala de Bernheim, en el que el sujeto presenta un sueño ligero. En este estado, el sujeto se comporta como un autómata y acepta todo lo que se le sugiere.
3. Estado letárgico: corresponde al tercer grado de la escala de Bernheim, en el cual se presenta un sueño profundo y la personalidad del hipnotizado ha sido sustituida por otra secundaria, con supresión de la propia personalidad psíquica.
Freud, en su obra Hipnotismo y sugestión y haciendo referencia a August Forel en su texto El hipnotismo (1889), indica aquello que según Forel formaba parte de las posibilidades conductivas hipnóticas:
«La posibilidad de conducir a una persona a una determinada condición psíquica (o mejor, del cerebro), parecida al sueño, constituye el aspecto fundamental del hipnotismo».
A esta condición se la denomina hipnosis. Un segundo grupo de hechos guarda relación con el modo como se puede provocar, o suprimir, dicha condición.
Para ello parece ser que se pueden emplear tres sistemas: mediante la influencia psíquica de una persona sobre otra (sugestión); mediante la influencia (fisiológica) de algunos procedimientos (fijación) como el imán, la mano, etc; y mediante la autosugestión (autohipnosis). Los momentos de la inducción en la hipnosis:
• relajación psicofísica;
• focalización sobre la voz del terapeuta;
• aceptación pasiva de cualquier información;
• asociación al estado de sueño;
• convencimiento de que el sueño es particular (porque permite la actuación);
• aceptación y respuesta a cada sugestión propuesta;
• resolución del estado hipnótico a través de los procesos de deshipnotización.
Características del estado hipnótico (según Tart, modificado):
• mente tranquila, subsistemas fundamentales de la conciencia inactivos o modificados;
• sensibilidad ante las sugerencias con mayor atención y conocimiento, con incremento de la realidad experimental;
• inclusión del hipnotizador en el subsistema del sentido de identidad del yo del sujeto.
En la tabla elaborada por Davis y Husband, la profundidad de los niveles hipnóticos se halla subdividida en 30 grados, llamados tipos de trance, a cada uno de los cuales le corresponde una representación sintomática.
TIPOS DE TRANCE SEGÚN DAVIS Y HUSBAND |
0 ninguno 2 relajación 3 movimiento de los párpados 4 cierre de los ojos 5 relajación física completa 6 catalepsia ocular 7 catalepsia de las extremidades 10 catalepsia rígida 11 anestesia (mano de guante) 13 amnesia parcial
15 amnesia poshipnótica
17 cambio de personalidad 18 simples sugestiones poshipnóticas
20 ilusiones cinestésicas amnesia total 21 capacidad de abrir los ojos sin modificar el trance
23 sugestiones poshipnóticas espectaculares
25 sonambulismo completo 26 alucinaciones visuales positivas poshipnóticas 27 alucinaciones auditivas positivas poshipnóticas 28 amnesia poshipnótica sistematizada 29 alucinaciones auditivas negativas 30 alucinaciones visuales negativas, hiperestesia. |
El término catalepsia ha asumido a lo largo del tiempo numerosos significados, hasta el punto de definir, en un pasado, un estadio intermedio de profundidad del nivel hipnótico. Para Charcot, como hemos visto anteriormente, el estado cataléptico era el que venía a continuación del letárgico y el que precedía al de sonambulismo.
En el estado cataléptico se presentaba una acentuada hiperexcitabilidad de carácter nervioso muscular con el correspondiente estado de aislamiento psíquico de tipo «disociativo mental», en el que aparecía una reducción del campo de la conciencia con una disociación de las funciones neuromusculares afectadas, que se comportaban como si estuvieran aisladas del sistema nervioso. La hiperexcitabilidad neuromuscular era así descrita por Scozzi en 1904: «Si se actúa mecánicamente sobre un determinado músculo o sobre un sistema de músculos se produce su contracción temporal; si se actúa sobre un nervio ejerciendo una ligera presión, se produce la contracción de los músculos que se hallan bajo la dependencia de aquel nervio». Una cosa es cierta: el grado de rendición y de resistencia física de un sujeto en estado cataléptico no se puede alcanzar en el estado de vigilia. El test más representativo consiste en extender al sujeto solamente con la nuca y sus talones apoyados sobre unos soportes, en lo que se denomina como catalepsia puente, muy usada en el hipnotismo teatral. Para F. Granone «en la catalepsia aumenta el tono subcorticoespinal hasta adquirir aquella forma particular de contracción que permite a los músculos mantener, durante un tiempo más o menos largo, la posición proporcionada por ellos» (1989). La catalepsia se atiene al principio que reza: «Cualquier actividad muscular voluntaria puede, en hipnosis, ser modificada». En general, cualquier fenómeno hipnótico en el que actúa una contracción muscular a través de la sugestión puede considerarse un estado cataléptico, desde la rigidez de un dedo hasta todos los músculos del cuerpo.
En la Escuela de la Salpêtrière se creía que la utilización de un imán podía provocar la contracción muscular, y el punto fuerte de su actuación consistía en provocar la famosa «transferencia». Así, por ejemplo, un sujeto que presentaba la extremidad superior izquierda contraída, al colocarle una calamita en la extremidad derecha, esta se ponía rígida, mientras que la izquierda, que estaba contraída, se relajaba.
Bernheim constató que, por lo que respectaba a la acción del imán y la experiencia de la «transferencia», la Escuela de la Salpêtrière se equivocaba. En ese sentido demostró que se trataba de una pura sugestión, y que la explicación debía buscarse en la reactividad sensorial del hipnotizado, el cual se mostraba reactivo a los ruidos más leves y era capaz de comprender que en aquel momento se le colocaba un imán en la extremidad relajada, sabiendo a priori que debería invertir la acción: de ese modo obedecía, pese a no darse cuenta de ello.
Ataque de crucifixión estática en una paciente del Salpêtrière de París en una foto de época
Un interesante experimento, relacionado con la hipersensibilidad de la acción mecánica de los músculos en un estado diversificado de conciencia, fue desarrollado por el doctor Giulio Belfiore y plasmado en el texto El hipnotismo y los estados afines publicado en 1881.
Dicho experimento, llamado del Dumontpallier es recuperado por Scozzi en su libro El hipnotismo y el medianismo, que constituye una fuente excepcional por las numerosas citas referidas al ámbito del hipnotismo:
«El impacto aéreo que se produce en los fenómenos del sueño cubriría toda la periferia cutánea del sujeto y sería advertido de ello por toda la superficie; mejor aún por determinadas zonas dotadas de una mayor sensibilidad; incluso, tal vez, por la oreja. Sin embargo, la acción sería siempre la de un impulso táctil que excitaría los simples poderes reflejos del bulbo y de la médula. Hay una prueba de ello en el experimento del Dumontpallier. Al aplicar la extremidad de un tubo de goma de seis metros de largo al músculo de la tibia de una histérica, en estado de letargo, y colocar el otro extremo cerca de un reloj, se pudo constatar que el músculo se contraía a cada tic tac del reloj.
»El sujeto tenía en aquel punto de la pierna una zona histerógena sobre la que, a una distancia de seis metros, junto con el tic tac del reloj como ruido y, por lo tanto, como agente heterogéneo con respecto a la zona, llegaba la propagación mecánica del tic tac en forma táctil y, por lo mismo, en forma homogénea a la funcionalidad de la propia zona.
»En el estado de letargo, al estar fuera de acción cualquier virtualidad consciente de la psique, no puede hablarse, de hecho, de sugestión. No se producen más que fenómenos reflejos, cuyo dinamismo casual es de orden físico; y su repercusión pertenece a un orden biológico tan elemental como para confundirse fácilmente con una repercusión de orden físico» (1901).
Un cambio del tono muscular que no debe confundirse con la catalepsia es el denominado catatónico. En ese caso el sujeto es el mismo en asumir unas determinadas posturas corporales que mantiene durante un largo tiempo, como si se hubiese convertido en una estatua.
Procedimiento jerárquico conductivo (según los postulados propuestos en este texto):