EL PODER
DEL INCONSCIENTE

 

 

El inconsciente es el signo del poder creador,

el consciente es el de la habilidad;

el inconsciente es infinito e inagotable,

y forma aquella zona misteriosa de la que se brota toda la poesía

y de donde provienen todas las religiones y las sociologías.

THOMAS CARLYLE

 

 

El título de este capítulo es realmente altisonante debido al empleo de la palabra poder; en realidad, la semejanza querer/poder guarda relación con el propósito de este capítulo. A menudo se emplea el término inconsciente en contraposición a la estructura de la parte consciente de nuestra psique. Los modelos propuestos para explicar el inconsciente son muchos, pero ninguno de ellos satisface plenamente las expectativas de la conciencia. Si ya es una tarea ardua establecer cuáles son las características y los procesos de la conciencia, más arduo aún resulta cuando se habla de aquello que no se conoce, como es el caso del inconsciente. Freud había sembrado ya el dilema: «¿Cómo podemos llegar a conocer el inconsciente? Naturalmente, lo conocemos sólo de una forma consciente, después de que haya sufrido una transformación o un desciframiento en algo consciente». Por lo tanto, el propio descubridor del inconsciente comprendió la imposibilidad de su conocimiento y llegó a la conclusión de que el inconsciente se presenta como un sistema energético y como lógica. Jean Piaget (1896-1980) se refirió a un «inconsciente afectivo» y a un «inconsciente cognitivo», y a propósito de este último escribió: «El inconsciente cognitivo consiste en un conjunto de estructuras y de funcionamientos ignorados por el sujeto, salvo por los resultados» (1970). Para poder traducir fragmentos del inconsciente, sólo se puede hacer a nivel de la conciencia. Por eso la hipnosis (pero no sólo la hipnosis) ofrece la oportunidad para desentrañar esta parte inmensa de nuestra realidad psíquica. Dicho de otra manera, para poder conocer el potencial del inconsciente es preciso saber antes qué se entiende por conciencia ordinaria. Por desgracia, este objetivo peca de presunción y, como ocurre a menudo, debemos contentarnos con fragmentos de la verdad, es decir, con simples verosimilitudes. Con ello, hay que señalar que el estado de conciencia ordinario es considerado el estado de conciencia de base.

 

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La conciencia y el inconsciente, según una primera interpretación dada por Freud, son representados como «habitaciones»

 

 

La conciencia nunca está estabilizada sino que siempre es fluctuante; es, además, notablemente compleja y está compuesta por un gran número de estados discretos. Según Charles T. Tart (1977), un estado discreto de la conciencia se estabiliza a través de cuatro procesos:

 

1. estabilización de carga (atención/concienciación);

2. estabilización por feedback negativo (corrigiendo el funcionamiento de estructuras/subsistemas);

3. estabilización por feedback positivo (reforzando y suministrando experiencias gratificantes);

4. estabilización por restricción (limitando la gama).

 

La conciencia se presenta como un sistema de partes interaccionadas y recíprocas. El primer postulado para tratar la conciencia es la concienciación o, mejor dicho, la autoconcienciación. Sólo a través de ella se puede conocer el contenido del inconsciente.

La atención consciente permite modificar el estado de conciencia para poder rescatar parte de aquello que es inconsciente. «La posibilidad de abrir y desarrollar las potencialidades latentes más allá de la norma cultural, de adentrarse en un estado de conciencia alterado, reestructurando provisionalmente la conciencia, es la base del enorme interés actual por estos estados» (Charles T. Tart, 1977).

En su libro Estados de conciencia, del cual ha sido extraída la cita, Tart rechaza el término conciencia alterada ya que, entre otras cosas, presenta una connotación negativa, y sugiere recurrir a la expresión estado de conciencia discreto explicando que es «una estructura o configuración singular y dinámica de estructuras psicológicas, un sistema activo de subsistemas psicológicos» (ibídem). En este libro recurrimos sobre todo a la expresión estado diversificado de conciencia, pese a que han aparecido otras denominaciones para los estados de conciencia: no ordinarios, reducidos, otros, no comunes...

Con este propósito es importante hacer hincapié en algunas reflexiones sobre cómo diversificar la conciencia del inconsciente, sabiendo de antemano que eso no es posible. Postulados, directrices, experimentos, son secuencias absurdas aplicadas a una investigación que sólo puede concebirse sobre un plano metafísico, desde el momento en que real e irreal son elementos psíquicos fluctuantes entre sí. De este modo podemos afirmar que el estado de conciencia ordinaria es un estado de ilusión: «Si un sueño y su ambiente y su imagen durasen cada noche con la misma duración que en el estado de vigilia diurno, el individuo no lograría discernir cuál de las dos sería su verdadera vida» (R. Pavese, 1959). Para poder adentrarnos en el inconsciente, si es que este existe, tenemos a nuestra disposición algunas estrategias mentales, como las sugestiones, la voluntad, las asociaciones, la imaginación, o bien podemos recurrir a prácticas y disciplinas como la hipnosis, la meditación, la dinámica mental, etc., teniendo en cuenta que muchas de las dinámicas que permiten el contacto con el inconsciente se desarrollan espontáneamente, por ejemplo a través de los trances chamánicos y de la mística en general. Una interesante propuesta acerca de la interpretación de la calidad del inconsciente es la que ofrece Mateo Blanco en su libro Inconscio come insieme infiniti («Inconsciente como conjuntos infinitos») (1981), en donde expone la teoría del pensamiento «simétrico» del inconsciente. Este modelo puede utilizarse también para explicar algunos sucesos de la hipnosis. La dicotomía consciente/inconsciente aparece clara y sin posibilidad de inversión: consciente es aquello de lo que tenemos conciencia, e inconsciente es aquello que está fragmentado, ocultado por la mente. Blanco, como psicoanalista y epistemólogo, desarrolla la idea de inversión de los factores, tal como sucede con la imagen virtual incongruente de una mano vista en el espejo. El resultado conduce a desentrañar aquello que está oculto en el inconsciente: por ejemplo, la parte consciente, controlada por el superyó, trata cada elemento de un conjunto y lo somete a control, mientras que el inconsciente hace exactamente lo contrario: trata una cosa individual como si fuera un conjunto. Mateo Blanco establece, a propósito de la «simetría», dos principios fundamentales: el principio de generalización y el principio de simetría.

En el principio de generalización, el inconsciente relaciona cualquier cosa con un conjunto y cada subconjunto con grupos, y así sucesivamente. Sin embargo, el inconsciente no puede aislar o fraccionar.

En el principio de simetría, hallamos los conceptos de especulación y de inversión, con la peculiaridad de que el inconsciente trata cualquier relación inversa como si fuese idéntica. Por ejemplo, si yo soy hijo de mi padre, mi padre no puede ser mi hijo (relación consciente), mientras que para el inconsciente, a partir del momento en que yo soy hijo de mi padre, también mi padre puede ser hijo mío. De modo que si yo soy más alto que tú, también tú eres más alto que yo; o si hoy es anteayer, ayer también es pasado mañana. En el sueño, en las fantasías, dichas simetrías se manifiestan a menudo, si bien también en los estados hipnóticos se puede desarrollar este proceso, y es comprensible si recurrimos al modelo propuesto por Blanco. Así, por ejemplo, en hipnosis, se le podrá decir a un sujeto que si abre los ojos verá a todas las personas sentadas en pie y a todas aquellas que están en pie, sentadas; o todos los varones con falda y a todas las señoras con pantalones, etc., y eso será aceptado por el inconsciente. De ello se deduce, pues, por qué el inconsciente no puede someterse al principio de contradicción, por ser esta una actitud propia de la mente consciente. En el fondo, la metáfora y los silogismos se presentan como un lenguaje propio del inconsciente, precisamente por el principio de las «redes de simetría». De Blanco a la hipnosis ericksoniana el paso es breve; no por azar el gran hipnotizador americano Milton H. Erickson recurría a las ambigüedades fenomenológicas, a las metáforas, al metalenguaje, según el asunto: «Si yo te conduzco a ti hacia la hipnosis, tú me estás conduciendo a mí hacia la hipnosis».

En efecto, el estado hipnótico no sólo es un «hecho del sujeto», pues entre hipnotizador e hipnotizado hay una continua interrelación de los hechos que se desarrollan en el escenario hipnótico. La metáfora, al representar algo distinto de aquello que se comunica, permite hablar al inconsciente: «La comprensión de la metáfora implícitamente comporta la extracción de relaciones generales por un ejemplo particular y el reconocimiento de que estas relaciones generales se apliquen también a otro ejemplo particular» (M. Blanco, 1981).

En las conducciones hipnóticas, Erickson, profesor de psiquiatría en la Universidad de Wayne, recurría al pensamiento simétrico y sugería: «Y mi voz te acompañará y se transformará en la voz de tus padres, de tu maestro, de tus compañeros de juegos e incluso en la voz del viento y de la lluvia...» (1983). Los métodos ericksonianos provocan en los sujetos los estados hipnóticos sin que estos puedan saber que se les ha aplicado fórmulas hipnotizantes.

 

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Las dimensiones interactivas en el ámbito de la conciencia humana

 

PROPIEDADES DEL INCONSCIENTE

Puede ser controlado a través de las sugestiones y de la comunicación analógica.

No puede pensar por su cuenta.

Es como si tuviese una vista perfecta.

Es como una poderosa memoria.

Puede controlar también las funciones involuntarias del organismo.

Está en condiciones de recurrir a metacanales sensoriales, es decir, de ir más allá de los conocidos cinco sentidos.

Está en estrecha relación con la naturaleza y percibe sus leyes.