DE LOS PRELIMINARES
A LA PRÁCTICA

 

 

La palabra y la voluntad del hombre sabio y perfecto

se cumplen siempre.

PATAÑJALI

 

 

En este libro se utiliza la expresión estado hipnótico cada vez que se hace referencia al cambio del estado de conciencia relativo a la hipnosis. A menudo se entrecruzan otros sinónimos, otros términos, como sueño hipnótico o trance hipnótico. Personalmente no coincido con dichas denominaciones, porque su significado está muy alejado de la propia hipnosis. El término inconsciente es sustituido por el de preconsciente, porque el proceso natural de la conciencia hace que en algunos casos, como el sueño, puedan emerger los contenidos del inconsciente hacia la parte consciente, es decir, desde las profundidades hacia lo alto, y por lo tanto, antes del consciente, o sea, el preconsciente.

Por lo que respecta a la relación que debe establecerse entre hipnotizador e hipnotizado, me inclino por una relación amigable, en la que ambos se tuteen; con algunos sujetos no es conveniente de una forma inmediata, pero sí a partir de la segunda sesión. Sin embargo, debo decir que en este libro, cuando hago referencia a los ejemplos de aplicación, he decidido utilizar el usted.

Otro aspecto es el que se refiere al contenido del texto, en el cual está presente un «ítem hipnótico» que es tan sólo un ejemplo conductivo. La hipnosis es, en su conjunto, una auténtica disciplina, compleja y variada, en la que convergen conocimientos de lo más dispares. La elección de un postulado, tal como se aplica, viene determinada por la sencillez aplicativa que permite, al mismo tiempo, alcanzar el objetivo que conduce, o autoconduce, al estado hipnótico.

 

 

Interacción hipnótica

 

Cada vez que dos o más sujetos modifican su comportamiento en función del comportamiento de los demás, es posible captar el significado de interacción social. En hipnosis, la interacción social es obligatoria y no sólo deseable.

Entre el hipnotizador y el sujeto (o los sujetos) debe establecerse un intercambio que permita el desarrollo del ítem hipnótico. Entre el hipnotizador y el hipnotizado se instaura tácitamente una especie de contrato que prevé —a cambio de una prestación que conducirá a un fin— una aceptación total de las órdenes impartidas. Es como si los dos decidieran: «Yo te prometo darte aquello que deseas y a cambio debes aceptar cualquier cosa que yo te proponga»; de este modo, el hipnotizador establece la meta que hay que alcanzar y el sujeto se presta a colaborar al máximo.

Así pues se puede afirmar que el sujeto que no acepta las sugestiones hipnóticas no ha entendido cómo se aplica la hipnosis, o está tan ensimismado y tan orgulloso que no mantiene los pactos establecidos. Cuánto más inteligente es el individuo, más fácilmente comprenderá que se trata de una interacción social con un intercambio recíproco de comportamientos sociales.

Debemos recordar que en el juego es fácil detectar el prototipo de interacción social, así como en su extremo encontramos la guerra. En el fondo, la práctica hipnótica se parece a un juego con intercambio de dones: yo te doy una cosa a ti y tú me das una a mí. Yo, como hipnotizador que soy, te doy el conocimiento, y tú, como hipnotizado que eres, me das tu confianza.

El intercambio es el tipo más frecuente de interacción social, y por intercambio se puede entender también un comportamiento de agradecimiento; así, por ejemplo, ante un saludo caluroso se puede responder con una sonrisa. En el diccionario de L. Gallino leemos qué debemos entender por la palabra intercambio: «La presencia de un sujeto individual o colectivo que pretende, en su favor, influir en la acción de otro sujeto que controla un objeto que a él le resulta agradable, ofreciéndole a cambio otro objeto menos agradable» (1978). Esta definición evidencia la convicción de que cada actor social cree que aquello que le viene dado vale más que cuanto él ofrece.

Los niños, cuando intercambian sus juguetes, se sienten atraídos por el objeto del otro y ambicionan cambiarlo por el suyo propio, convencidos de que aquel será más valioso.

Con frecuencia, uno de los componentes del intercambio es el dinero, que tiene menos valor para quien lo da que para quien lo recibe. Si compro un coche, me siento más satisfecho de tenerlo que si tengo su equivalente en dinero, mientras que para el vendedor sucede exactamente lo contrario.

Vemos, pues, por qué es importante que el sujeto desee intensamente alcanzar un determinado objetivo mediante la técnica hipnótica, pues de ese modo el hipnotizador percibirá que el sujeto aceptará todo aquello que él le proponga porque lo considerará de gran importancia. A través de la interacción social se desarrolla la socialización. Y así como el individuo está considerado un ser social por los aprendizajes presentados con más o menos coerción por la sociedad, así también en el ítem hipnótico el hipnotizador modela al sujeto como individuo hipnotizado que deberá actuar con relación a las reglas que le serán impartidas. Se podría afirmar que el estado hipnótico transforma la conciencia típica en conciencia diversificada. La diversificación se obtiene mediante las acciones cargadas de sentido que el hipnotizador ejecuta sobre el sujeto para poder alcanzar el objetivo. La técnica hipnótica que permitiría la acción está formada por reglas que utilizan determinadas cualidades del inconsciente, que permiten poco a poco la transformación al estado de conciencia.

 

 

Interacción entre objeto y sujeto

 

Cuando un ser humano es identificado con un código, perdiendo su identidad de ser y el derecho de existir por aquello que es, se sentirá como un objeto. Eso se produce en numerosas ocasiones a lo largo de la vida de un individuo: en la mili, durante una estancia en un hospital, frente a un funcionario...

El verdadero yo quiere sentirse vivo y presente y ser también partícipe de los acontecimientos. Debe creer que puede emitir un juicio y no sentirse un adorno decorativo en el ambiente, sino una parte activa de él.

A muchos de vosotros os habrá pasado que alguna vez os hayan llamado: «¡Eh, tú!», pues bien, en este caso la reacción será de antipatía y fastidio, porque nos han hecho sentir una cosa o un animal, y no un ser humano. Este comportamiento relacional no puede utilizarse en el ámbito de la sugestión hipnótica y, para aclarar aún más el tema que nos ocupa, leamos un párrafo de Metzger: «La gran diferencia que existe para muchas personas es que para que adopten un determinado comportamiento es preciso dirigirse a ellos mismos, servirse de la mediación del núcleo de su propio yo o bien actuar directamente —para alcanzar un objetivo que desde un punto de vista externo da exactamente lo mismo— sobre sus miembros en el caso de la constricción, sobre sus impulsos o deseos en el caso de la seducción o sobre sus costumbres indeseadas en el caso de la sugestión terapéutica. Sólo en el caso de la primera forma natural de influencia tenemos la sensación de ser tratados como personas, mientras que en el caso de la segunda nos sentimos rebajados a cosas, incluso cuando en la autosugestión la influencia surge de nosotros mismos» (W. Metzger, 1941). Si, por ejemplo, durante las sugestiones nombramos una parte del cuerpo: «Ahora tu brazo se pondrá cada vez más rígido», nosotros dedicamos nuestra atención al brazo, como si este no formara parte del sujeto.

Sin embargo, si nos referimos al Yo, comunicando, por ejemplo: «Ahora tú te sientes muy bien, cálmate y escucha todo lo que te digo...», entonces el sujeto es tratado como una persona.

En algunos pasajes técnicos es útil despersonalizar al sujeto intentando insertar las sugestiones constructivas; otras veces es necesario recurrir al yo para transmitir sentimientos y adquirir confianza.

Podemos, además, subdividir las sugestiones que tratan al sujeto como objeto en penalizantes, y aquellas que lo tratan como persona en gratificantes.

 

 

Relación comunicativa entre hipnotizador e hipnotizado

 

Cualquier tipo de comunicación (verbal o no) precisa de algunas características básicas para que pueda producirse el intercambio informativo. El hipnotizador asume el rol de Agente, y el sujeto, el de Receptor. Para que el sujeto comprenda (consciente o inconscientemente) el mensaje, debe antes conocerlo; cuanto más se acerca a su cultura, más se establece el vínculo comunicativo.

Enumeremos a continuación tres cualidades indispensables:

 

1. FUENTE: debe considerarse competente y desinteresada. El hipnotizador es competente porque conoce la técnica hipnótica, y su modo de proceder es desinteresado porque actúa para satisfacer las necesidades del sujeto.

 

2. SINTONÍA: debe ser comunicativa a fin de que se establezca un equilibrio entre hipnotizador y sujeto.

 

3. FINALIDAD: el mensaje debe satisfacer las exigencias psicofísicas del sujeto, que acepta gustoso lo que se le ofrece (quiere resolver los problemas). El sujeto no debe plantearse el problema de seleccionar del ambiente aquello que le resulta más útil desde el momento en que identifica en la figura del hipnotizador la información o sugerencia que él necesita.

 

 

El ambiente

 

De la práctica hipnótica forma parte una variable de enorme importancia: el ambiente operativo, es decir, el lugar elegido en donde se desarrolla la acción hipnótica. Los espacios utilizados en la sesión hipnótica influyen en los resultados obtenidos, sobre todo cuando se recurre a la hipnosis clásica. En ciertos lugares es más fácil aplicar la hipnosis que en otros, y cuando eso es posible es conveniente elegir un ambiente idóneo para poder llevar a cabo la práctica hipnótica. La habitación deberá presentar una iluminación tenue, lo ideal sería poder graduar la luz; el ambiente debe ser sobrio, sin reclamos que lo relacionen con la magia y el esoterismo. Es preciso disponer de una butaca cómoda y reclinable y, si es posible, provista de brazos. Al inicio de la práctica y, particularmente en las primeras sesiones, los ruidos producen molestias en el sujeto, al cual le cuesta relajarse, por eso es necesario atenuar los ruidos molestos con un murmullo. Yo, personalmente, utilizo un generador de «ruido blanco» al que se le llama injustamente «somnífero electrónico», que genera un murmullo parecido al ruido de una cascada. No es conveniente recurrir a las piezas musicales, porque influyen en la sesión, aunque estas pueden utilizarse sólo en la primera fase, cuando se invita al sujeto al estado de relajación, pero aun así deberán ser piezas no marchosas, sino de música analógica.

 

 

FACTORES IMPORTANTES

1. Simpatía (no desmoralizarse).

2. Actitud de seguridad.

3. Rechazar el fracaso.

4. Estar relajados (el sujeto percibe cualquier nerviosismo nuestro).

5. Actitud serena y segura (y hablar poco).

6. Para ser hábiles es preciso creerse hábiles, y para creerse hábiles es preciso desearse hábiles.

7. No sentirse ridículos, aunque se ejecuten gestos extraños. Aquel que se sienta ridículo no conseguirá hipnotizar.

 

 

Sugerencias

 

Conviene tener en cuenta las siguientes:

 

Los sujetos no deben saber que sois novatos en la materia.

No apliquéis la hipnosis a parientes cercanos.

No rectifiquéis delante de los sujetos.

Aclarad a los sujetos que no realicen ellos mismos los experimentos de hipnosis porque es peligroso (incluso para su salud), eso los asustará y así desistirán de querer probarlo.

Decid que cualquiera puede hipnotizar, pues basta con tener el conocimiento de la técnica.

Utilizad siempre la misma butaca y la misma habitación.

Procurad que la hipnosis se realice en casa del hipnotizador y no en casa de los sujetos (son ellos los que deben desplazarse) a menos que no pueda hacerse de otro modo.

Tened a mano la ficha de los sujetos y los experimentos.

Si no se conoce al sujeto, es conveniente familiarizarse con él antes de iniciarse en la práctica hipnótica.

Adaptación: es preciso cambiar las técnicas de vez en cuando, de lo contrario se desarrolla una costumbre, porque el sujeto conoce ya el test y su continuación.

No improviséis la práctica, hay que prepararla.

Explicad que la hipnosis no existe, que sólo existe la autohipnosis, es decir, el autogobierno del propio sujeto.

 

 

Sistemas inductivos

 

Son básicamente cuatro los métodos mediante los cuales se aplican los distintos sistemas inductivos del estado hipnótico. Por norma general no se suele recurrir solamente a uno de ellos, sino que se utilizan todos a la vez, en función de la personalidad del sujeto y de sus respuestas en los test inductivos.

 

 

Colaborador

 

Método suave, parecido al comportamiento del maternage, por lo tanto afectivo y protector. En este sistema desempeña un papel importante la simpatía y la confianza que el sujeto deposita en el hipnotizador. La estima conlleva a una aceptación espontánea de todo lo que se propone. Cuanto más fuerte es el vínculo entre hipnotizador e hipnotizado, más estrecho será el nivel de colaboración.

En este tándem, la figura del hipnotizador debe ser altamente significativa, pues es aquella que, como un padre o una madre, guía a sus propios hijos. El hipnotizador se convierte en el tutor que, con su saber, se dirige hacia los adecuados escenarios cargados de alcanzables dones.

 

 

Impositivo

 

Se trata del sistema más autoritario y fuerte al que se puede recurrir. El hipnotizador debe ser asumido por el sujeto como «otro autoritativo», que en el ámbito sociológico viene definido «como aquel que tiene un poder real sobre el sujeto o en alguna forma de autoridad más o menos legítima» (Gallino, 1989).

Con el sistema impositivo se obliga al sujeto a renunciar a la crítica. Para Freud la hipnosis es una técnica autoritaria y coercitiva.

En la aplicación de las técnicas hipnóticas, las determinadas imposiciones transmitidas al sujeto están sabiamente dosificadas y sólo sirven para disminuir el umbral de crítica racional. Por ejemplo, decirle al sujeto que se quite el reloj o cualquier collar forma parte de la imposición, pero en ese contexto no se entiende como una acción coercitiva, ya que el sujeto creerá que la petición forma parte de la praxis. En el método impositivo, el sujeto se ve obligado a aceptar las sugestiones por una imperiosa necesidad de deber dictada por el inconsciente.

 

 

Engañoso

 

El sujeto es guiado para que acepte comportamientos no habituales. La aplicación engañosa se lleva a cabo de manera muy sutil, de modo que, desde el punto de vista consciente, el sujeto no es capaz de percibirla. Como mucho, se trata de engaños de carácter fisiológico y de acciones inmotivadas o trucos perceptivos.

Los engaños a los que recurre el hipnotizador son ingenuos y no pueden comportar daño alguno. Por ejemplo, se invita al sujeto a que junte los talones cuando, en realidad, ya los mantiene juntos; o bien se le invita a que fije su atención, con los ojos cerrados, en un punto en el centro de la frente y, al mismo tiempo, a que intente abrirlos, diciéndole que no lo conseguirá. En realidad, si desplaza la mirada hacia arriba, que es la posición de los globos oculares durante el sueño, resulta imposible, al mismo tiempo, abrir los ojos.

 

 

De intercambio

 

En el ámbito del sistema inductivo del intercambio se establece el proceso de «adaptación», en el cual el sujeto se «adapta» a los requisitos de comportamiento que el hipnotizador le propone, disminuyendo el umbral de tolerancia y aceptando la «fusión» de los conceptos. La adaptación es el fruto de la interacción del «ambiente hipnótico», que, aunque sea coreográficamente, contribuye a facilitar dicho proceso.

Para el sociólogo americano Talcott Parsons (1902-1979), la referencia a las ciencias biológicas nos conduce al concepto evolucionista, en el sentido de que el sujeto debe (imperativo funcional) adaptarse pasivamente a un determinado ambiente que, a partir del cual, se convierte en prioritario. El ambiente al cual se hace referencia es el «hipnótico», que se presenta también como «ambiente social» particular y extraordinario. En el proceso hipnótico entre hipnotizador e hipnotizado se establece una relación social en el curso de la cual cada uno modifica el propio comportamiento con relación a los cambios o a la acción del otro. La puesta en juego que ofrece el hipnotizador es la de alcanzar un fin, un objetivo, al cual el sujeto anhela llegar. Este último aceptaría indiscutiblemente todo lo que le sea propuesto con tal de conseguir el propio fin. Se produce una especie de intercambio, en el sentido de que el hipnotizador proporciona el conocimiento de la práctica hipnótica y el sujeto, a cambio, se somete a ella. Trasferido a un plano más elemental se podría explicar con la hipotética frase: «Si haces aquello que te digo, serás premiado». Dicha proposición se podría definir como intercambio o reciprocidad. El sujeto, una vez ha aceptado someterse al ítem hipnótico, se siente prácticamente obligado a intercambiar el favor con la observación de los modelos hipnóticos aplicables. En el contexto «del ambiente hipnótico», el proceso de intercambio se incrementa notablemente, sobre todo porque se trata de una situación extraordinaria y anómala.