Para cualquier hombre o mujer que posea el don, o la desgracia, de tener una mente ávida de saber, es muy importante obtener toda aquella información que desee con el fin de que una vez las exigencias del intelecto estén satisfechas el corazón pueda entonces hablar. MAX HEINDEL |
El hecho de poder dedicar 15 o 20 minutos a vosotros mismos cada día, en el silencio de una habitación, tumbados en vuestra cama o cómodamente sentados en una butaca, no es una manera de malgastar el tiempo, al contrario, es una forma de establecer las bases para poder vivir una jornada distendida y tranquila.
Si el ánimo es sereno y la mente lúcida, será más fácil afrontar los problemas cotidianos. Los obstáculos se relativizan, se saca un mayor provecho del trabajo, se es más tolerante con los demás.
Lo que realmente puede resultar extraño es que el hecho de dedicar algunos minutos a la relajación psicofísica, muchas alteraciones o trastornos desaparecerán como por arte de magia. Personas que padecen cefaleas, dolores reumáticos, asma, presión alta, exceso de colesterol, etc. podrán ver cómo desaparecerán o disminuirán estos trastornos y cómo recuperarán la salud. No sólo muchas personas con sobrepeso han visto cómo desaparecían sus kilos de más, sino que otras también han dejado de fumar. Todo eso es posible porque muchos de nuestros trastornos son debidos a un estilo de vida equivocado. Por ejemplo, muchas personas que tienen la necesidad de tomar alimentos dulces se refugian en los pasteles para colmar la falta de afecto y de comprensión, y muchas veces lo que les falta es el contacto epidérmico (la caricia) que se halla en nuestro interior desde que nacemos. La ternura que se desea tener es proyectada entonces hacia la búsqueda del alimento dulce y, en este caso, asume el rol de integrar, de colmar un vacío presente en el alma de la persona.
Lo mismo sucede con el vicio del tabaco, que en el fondo es la constatación de una gran inseguridad. Inconscientemente, llevar un cigarrillo colgando de los labios está relacionado con el significado del pezón materno y, por lo tanto, da seguridad. El tabaco es un antiestrés psíquico: para encender el cigarrillo es preciso efectuar diversos gestos que requieren un cierto tiempo (abrir el paquete, coger el cigarrillo, buscar el encendedor, encenderlo, etc.). De hecho, los fumadores fuman más en las fiestas, en las reuniones, en presencia de personas con las cuales no se tiene confianza, y todo ello para paliar la tensión o la sensación de inseguridad.
La relajación cotidiana, la meditación, el yoga, el zen, etc. —además de su elevado valor humano y de proporcionar una guía espiritual— consiguen eliminar la ansiedad cotidiana, las frustraciones, los sentimientos de culpa y las fobias. El mundo se muestra distinto, todo va bien, aunque en realidad nada haya cambiado alrededor, salvo sólo el punto de vista, la óptica, la actitud interior. Si uno está relajado, la sonrisa surge de forma espontánea, las personas se saludan efusivamente, se intercambian algunas palabras con los vecinos o con el taxista. La vida parece distinta, como si nos pusiéramos un par de gafas rosas.
Todos creemos que nos comportamos como es debido y que siempre son los otros los que se equivocan. Tenemos algún que otro defecto, pero los demás tienen muchos más. Nuestro inconsciente siempre encuentra la solución a todo con tal de salvaguardar nuestra propia autoestima. Son siempre los demás los que resultan antipáticos, son siempre los demás los que son ariscos.
Pensemos en todas las personas que nos resultan desagradables,
¿estamos realmente seguros de que sólo es por culpa suya? No hay duda de que con algunas personas resulta muy difícil estar de acuerdo (porque son demasiado distintas a nosotros), pero seguramente es imposible no estar de acuerdo con todas. Intentemos cambiar nuestro comportamiento y nos daremos cuenta de que la culpa de una relación social difícil era, en parte, también nuestra. ¡Cambia... y el mundo cambiará!
Los estímulos de tipo social pueden ser causa de estrés. Un disgusto, un insulto, una crisis de celos crean reacciones psíquicas, pero también bioquímicas, que desencadenan ansiedad, estrés y depresión.
También las emociones inducidas, como ver una película o una representación con una carga emotiva muy fuerte, pueden desencadenar estados de estrés momentáneos. Del mismo modo, una situación pasajera inducida puede desencadenar acciones interiores psíquicas de carácter latente y renovar un estado de estrés exógeno. De modo que, después de haber visto una película, el sujeto padecerá durante unas horas o días (con una actividad onírica particularmente cargada de estímulos) un estado de estrés que aparentemente se desvanece con el tiempo.
Entre las principales emociones de estrés hay que destacar los celos, el odio y el rencor. Estas, por reacción, comportan sufrimiento, angustia y, en algunos casos incluso, la idea de matar a aquel considerado el culpable de dicho estado.
Los ritos de magia negra se basan precisamente en el odio producido por un estado de estrés desmesurado. Tengamos, pues, en cuenta que el estado emocional forma parte de la actividad psíquica del hombre. Cada acción es el resultado de una gratificación o penalización, ambas útiles para la psique, para crear el estado de elección, de discernimiento, que conduce al conocimiento. Por lo tanto, un equilibrio adecuado de estrés positivo y de estrés negativo forma parte de la normalidad de cada individuo. Sin embargo, cuando una situación extremadamente desagradable o agradable se instala con violencia, el equilibrio se rompe y es reemplazado por una respuesta de carácter paradójico que conduce a una inestabilidad psíquica alarmante.
Tensión y distensión: una vez más nos encontramos frente a dos opciones que, contrapuestas, crean el estado de equilibrio. Sabemos que el estado de tensión de un músculo indica el estado de contracción de las fibras musculares y que, cuanto más óptima es esta contracción, tanto mejor es el resultado muscular. La fuerza muscular depende del tono del tejido, pero los músculos sometidos a un trabajo intenso se fatigan y necesitan el debido reposo, es decir, la distensión. Cuando, sin motivo alguno, los músculos se mantienen en tensión, estos, además de producir un cansancio precoz, disminuyen también el umbral de reacción.
Los músculos reciben la orden de acción o de reposo del cerebro, es decir, de la actividad psíquica del sujeto. Un temor imprevisto puede bloquear completamente los músculos de una persona, o bien una fuerte emoción o una alegría pueden contraer los músculos del cuello y de la laringe, produciendo una afonía que puede durar varios días.
El dualismo tensión-distensión
La tensión-distensión, antes que un hecho fisiológico, es un hecho psicológico. La tensión es para muchas personas una mala costumbre que, continuamente, los pone en un estado de alerta injustificado. Para anular las tensiones, es necesario aislarlas, descubrirlas y conocerlas.
Para comprender mejor el dualismo tensión-distensión, intentad sentaros cómodamente y cerrad los ojos, y luego cerrad con todas vuestras fuerzas la mano derecha en un puño. Al cabo de unos segundos disminuid lentamente el apretón hasta que sintáis una sensación de pesadez en el brazo; incluso añadiría que no podréis levantarlo hasta que no haya pasado un cierto tiempo. Habréis provocado la «distensión», que consiste en la total relajación de los músculos afectados y no en una operación intermedia.
Cuántas veces nos creemos que estamos relajados y, sin embargo, tenemos el ceño fruncido, las mandíbulas tensas y los glúteos contraídos y no nos damos cuenta. Pues bien, empecemos por descubrir estas tensiones analizando las diversas partes musculares del cuerpo, sintiendo la presencia de las zonas que están en tensión. Una prueba muy simple que puede haceros aumentar el grado de reacción al estado de distensión, y por lo tanto de relajación, consiste en apoyar el brazo derecho, la parte cercana al codo, sobre el índice de la mano izquierda, y después retirar bruscamente el dedo que hace de soporte. Si vuestro brazo derecho está relajado, caerá hacia abajo como un peso muerto, como si fuese un objeto que cayera al suelo; sin embargo, si aunque sólo por un instante, permanece contraído, suspendido en el aire, significa que no está relajado. Con este método tan sencillo se puede saber qué se entiende por distensión completa.
Hemos visto que la orden tensión y distensión es un factor psíquico. Pues bien, así como la mente actúa sobre el cuerpo, del mismo modo un resultado obtenido proporciona a la mente una importante gratificación. Todos sabemos que, si damos en una diana, hacemos un trabajo o escalamos una cumbre, nos sentimos interiormente felices. Cuando un sujeto aprende las técnicas de distensión, adquiere confianza en sí mismo, lo que le proporciona seguridad, tranquilidad y autoestima. El Yo ha superado un obstáculo y como reacción gratificante nos hace sentir más confiados, valerosos, voluntariosos, etc., es decir, aumenta nuestra autoestima.
La autodistensión
La autodistensión, la relajación psicofísica, puede actuar y curar todos aquellos trastornos de la psique que, somatizados, pueden desencadenar las más variadas alteraciones, como migraña, úlcera, eccemas, etc. La confianza en uno mismo puede inducir a que una persona deje de fumar o que se aplique en el estudio o que mejore la carga agonística en el deporte. Las ventajas psicofísicas de la relajación son:
• mejor metabolismo;
• menos ansiedad;
• estabilización cardiaca y respiratoria;
• aumento de la velocidad de los reflejos;
• aumento de la concentración;
• aumento del aprendizaje;
• capacidad de relajarse ante una orden;
• capacidad de controlar las disfunciones menores;
• armonía entre cuerpo y mente;
• agudeza de los sentidos.
Estamos en condiciones de valorar la relajación según las siguientes sensaciones:
• sensación de bienestar;
• desconocimiento de las sensaciones físicas;
• cuerpo pesado;
• autocontrol;
• sensación de relajación;
• desconocimiento del ambiente;
• visualizaciones claras;
• estado de conciencia pasivo;
• leve aturdimiento;
• sensaciones de leve mareo;
• sensación de placer y no querer despertarse.
LAS FASES DE RELAJACIÓN |
En el plano físico, la relajación se alcanza a través de las siguientes fases:
• tensión extrema; • ligera sudoración en las manos; • sensación de vigor; • situación de bienestar; • capacidad de observación; • reposo físico; • inicio de la relajación; • aumento de la sensación de tranquilidad.
En el plano mental podemos, sin embargo, reconocer las siguientes etapas de la conciencia activa al alcanzar la completa relajación:
• conciencia activa; • pensamientos normalmente claros; • pensamientos agradables y sencillos; • pensamientos menos activos; • presoñolencia; • aumento de la sensibilidad; • conciencia pasiva; • ofuscamiento total de los sentidos. |
Reacciones reflejas
Se llaman reacciones reflejas a todas aquellas que se desencadenan automáticamente sin que la parte consciente se de cuenta de ello. En los ejercicios de autorrelajación, se emplean las reacciones reflejas porque facilitan la tarea y mejoran el resultado.
Una característica reacción refleja es la que se produce en los globos oculares, pues basta una ligera presión durante unos segundos para restablecer un ritmo cardiaco normal (reflejo bulbo-ocular cardiaco). Sin embargo, cuando la mirada está dirigida hacia arriba y los párpados están bajados, se configura un estado de presueño con emisión de ondas alfa por parte de la corteza cerebral. Por lo tanto, es aconsejable, después de haber entornado los ojos, desplazar la mirada hacia arriba, intentando fijarla en un punto alto en la frente, entre las cejas, aproximadamente un centímetro más arriba y a dos centímetros de profundidad, donde más o menos estaría situada la glándula hipofisaria.
Una reacción refleja dictada por el condicionamiento se produce cuando utilizamos siempre la misma habitación y la misma cama. Sabemos, de hecho, que un ambiente familiar otorga una cierta seguridad. Por eso, la utilización de la propia habitación y de la misma cama o butaca mejora el buen desarrollo de la sesión.
Por último, hay que tener en cuenta el estado reflejo más importante, es decir, el mental.
El hecho de asumir ya la posición propia de la sesión y de estar dispuestos a iniciar el ejercicio provoca, automáticamente como reflejo, sensaciones de calma, tranquilidad y distensión, que van acompañadas de auténticos cambios psíquicos y fisiológicos. Estamos, pues, en presencia de un factor bioquímico, y no se trata sólo de una conjetura, como ya se ha dicho al hacer referencia a los estudios de los reflejos condicionados de Pavlov.
Con el entrenamiento, estos actos reflejos mejoran cada vez más, poniéndonos en condiciones para instaurar, en cualquier parte donde nos encontremos y pensando sólo en el ejercicio, un estado de distensión y de calma.
Los preliminares de la relajación
Siempre corriendo, siempre agitados, siempre ansiosos, y en el fondo sin saber por qué ni para qué.
El hombre moderno se halla rodeado de mecanismos complejos. La tecnología le permite hacer cosas que cincuenta años antes resultaban impensables. Y sin embargo, en lugar de estar contento y sereno, se enfurece cada vez más y entra en crisis más a menudo. ¿Por qué?
El avión, la televisión, el ordenador no pertenecen a la dimensión humana; por el contrario, un paseo por los bosques o a la orilla del mar hacen que el hombre se sienta vivo y arraiguen en él aquellas agradables sensaciones que inmerso en el caos urbano no consigue encontrar.
Las enfermedades nerviosas están cada vez más difundidas y los médicos compiten entre ellos para acuñar nuevos términos: trastornos neurovegetativos, sintomatología de crisis depresiva, psicosis de confusión mental y muchas más. Y aquí está, pues, la somatización, es decir, convertir en físico un trastorno psicológico: úlcera, duodenitis, estreñimiento, insomnio, etc. Pues bien, la mejor cura para todos estos trastornos es simplemente «la tranquilidad». «Resulta fácil decirlo, y difícil, sin embargo, de ponerlo en practica», puede pensar más de un lector en este momento.
No cabe duda, y hay que tener en cuenta que no se pueden curar los trastornos psicológicos con fármacos, sino sólo con una cura que actúe en el mismo plano: por lo tanto, no nos queda más que nuestra propia mente. Resultará difícil salir de un círculo vicioso que se ha creado a causa del estrés, pero si alguien os toma de la mano, os ayuda, os indica el camino, y si vosotros confiáis en ese alguien, veréis que todo será bastante sencillo, fácil e incluso agradable. Esta persona no hará más que utilizar vuestros propios recursos, vuestras propias energías, las mismas que han provocado poco a poco el desequilibrio, sólo que estos recursos y estas energías serán ahora utilizadas para reparar y devolverle la salud. Esa persona que puede ayudaros puede ser el médico, el amigo, un pariente, o simplemente un libro, concretamente lo que nos propone este texto.
Cada uno de nosotros lleva en su interior el bien y el mal, la alegría y la tristeza, la locura y la sabiduría, y de nosotros depende su elección. Iniciamos nuestro encuentro con una serie de sugerencias de carácter práctico que resultarán indispensables para alcanzar un buen estado de relajación psicofísico y que os permitirán alcanzar elevadas metas. Para empezar, no hay que hacer nada con prisa, y es preciso tener más tiempo a nuestra disposición del que en realidad necesitaremos. El ambiente debe ser tranquilo, la iluminación tenue, preferiblemente con luz azul, que invita más fácilmente al estado de relajación.
Siempre que sea posible utilizad la misma habitación, de modo que creéis una cierta seguridad y una costumbre. Las mejores horas son las de la noche y las de la mañana; los ejercicios deben realizarse en horarios alejados de las comidas, que, por otro lado, deben ser ligeras. La ropa debe ser cómoda, y será indispensable aflojar toda indumentaria que apriete, especialmente el cinturón, la corbata, el cuello de la camisa; más adecuado sería realizar los ejercicios en pijama o en camisón.
La posición más apropiada es la supina, aunque puede resultar perjudicial para aquellos que sufren de artrosis, para los obesos y también para las mujeres embarazadas. Hay que tener en cuenta además que las piernas nunca deben estar cruzadas y que la cabeza debe estar bien apoyada de manera que favorezca la relajación de los músculos del cuello.
El ambiente debe carecer de ruidos molestos; si no fuese así, utilizad sonidos adecuados, como música relajante y a bajo volumen. A las personas que les gusten los perfumes orientales pueden rociar la habitación con estos aromas (sándalo, incienso, rosa, almizcle, etc.).
Las mujeres deberían abstenerse de realizar los ejercicios de tipo superior durante la menstruación; por el contrario, en ese periodo, la relajación les resultará notablemente beneficiosa.
Quien desee utilizar ventajosamente el campo magnético terrestre deberá tener en cuenta que en posición supina deberá colocar la cabeza hacia el Norte magnético y los pies hacia el Sur, mientras que en posición de sentado, el rostro deberá estar dirigido hacia el Norte magnético, lo cual puede detectarse con una simple brújula.
Un último consejo: en la posición de sentado, no se deben llevar zapatos de suela aislante, porque dichas suelas provocan una acumulación de carga electroestática que genera mucho nerviosismo.
Ahora pasemos a un ejemplo práctico, escogiendo para ello la posición supina. Estáis extendidos sobre una cama ni muy rígida ni muy suave, con la cabeza apoyada directamente sobre el colchón o sobre una almohada baja, las piernas extendidas con la punta de los pies apuntando hacia el exterior (en esta posición los músculos están relajados), y los brazos dispuestos a lo largo del cuerpo con las palmas de las manos hacia abajo. Ahora realizáis un movimiento con la cabeza para encontrar una buena posición. Cerráis los ojos y fijáis la mirada en un punto imaginario entre las cejas y desplazado un poco hacia arriba (esta es la posición en la que se encuentran normalmente los ojos cuando dormimos).
Realizaréis entonces una serie de respiraciones profundas para oxigenar la sangre: inspiráis por la nariz (de modo que el aire al recorrer las fosas nasales ricas en capilares llegue caliente a los pulmones), aguantáis la respiración durante un par de segundos, luego expulsáis el aire por la boca, como si estuvierais soplando para apagar una vela. Continuáis así durante unos minutos para luego retomar la respiración normal, y comenzáis a aplicar las diversas técnicas de dinámica mental. ¡Buena relajación!