El hambre que lleva al logro
A menudo creemos que queremos algo, cuando en realidad es solo un capricho. Un ejemplo claro son las personas que dicen que quieren conseguir ciertas cosas pero argumentan que no tienen tiempo para dedicarse a ello. Si realmente quisieran conseguirlas, encontrarían el tiempo necesario.
En nuestro caso, siempre que hemos deseado profundamente escribir un libro, hemos sacado horas de donde hemos podido para hacerlo realidad.
El combustible fundamental para el logro, para la consecución de objetivos, es el hambre. Pero no nos referimos a la necesidad física de alimento, sino al hambre profunda, emocional, que nos lleva a movilizarnos; el hambre espiritual que nos da fuerzas para seguir el anhelo de nuestro corazón.
Esta clase de hambre es lo que el Maestro del Éxito enseña al chico del cuento.
A veces no somos conscientes de lo mucho que deseamos algo hasta que estamos a punto de perderlo. Por lo tanto, la pregunta que debemos formularnos es: ¿tengo verdaderas ganas de llevar esto a cabo?
Si postergamos las cosas que queremos hacer, o nos invade la pereza, o de alguna manera van pasando los días y no encontramos el momento de ponernos manos a la obra, significa que en realidad no tenemos tantas ganas de conseguirlas.