Primero, lo primero
Stephen Covey, uno de los pensadores más lúcidos del siglo XX, fue un buen amigo al que tuvimos el placer de conocer y con el que compartimos escenario de conferencias en alguna ocasión. Su sencillez y su humildad revelaban una gran sabiduría, que expresaba en sentencias breves como «Primero, lo primero» o «Primero, lo importante, y luego, lo urgente», o frases que se han hecho famosas y que la gente repite sin conocer la fuente, como «Lo importante es que lo importante sea lo más importante».
En este relato se integran estas tres frases y el pensamiento de nuestro amigo. A veces perdemos el tiempo intentando entender la causa de los problemas cuando lo que conviene es solucionarlos.
Eric Berne, el terapeuta que creó una herramienta poderosísima de crecimiento personal conocida como «análisis transaccional», utilizaba esta frase con sus pacientes: «Cúrese primero, analícese después».
En ese sentido, la solución que proponen Covey y Berne es tremendamente práctica: primero, ocupémonos de que aquello que duele, molesta o no funciona sea reparado de inmediato, y luego, por supuesto, analicemos las causas y los orígenes para evitar que se repita. Es decir, debemos ser prácticos: primero, la acción sanadora; luego, la reflexión preventiva.