Tu destino son tus hábitos
Tener una buena actitud en la vida, positiva, proactiva, ejemplar e inspiradora, es imprescindible. Pero tan importante o más que las actitudes son los hábitos, porque, ¿de qué sirve una buena actitud si no se traduce en una acción perseverante y orientada a un resultado? He aquí que Nasrudín plantea la solución al dilema del juez: el que se ha esforzado merece la compensación material porque ha tocado el producto, porque ha trabajado y ha sudado; mientras que el otro, tumbado a la sombra de un buen árbol, simplemente diciendo de vez en cuando «¡Vamos, tú puedes!», merece una compensación al nivel de su implicación.
Desde el confort, merece que se lo compense con el ruido de la moneda, porque si el primero se ha dejado la piel literalmente en su tarea, el segundo simplemente ha mirado cómo el otro trabajaba.
Nuestra vida son nuestros hábitos, y nuestros hábitos son acciones constantes que forjan una trayectoria de logros y aprendizajes. Sin acción no hay transformación, y una buena actitud sin acción se queda en ilusión. No vivimos de intenciones, vivimos de concreciones.