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El instrumento más bello del mundo
Érase una vez un viejo músico conocido por su capacidad de tocar de manera distinta al resto de los mortales. Tal era su popularidad que era conocido en el mundo entero, e iban a visitarlo instrumentistas de toda clase, doctos profesores y muchas otras personas que viajaban días enteros solo para oírlo interpretar.
Un día llegó a la ciudad un joven estudiante que, postrándose ante él, le dijo:
—Maestro, vengo de muy lejos buscándote.
—Y ¿qué quieres de mí? —le preguntó el anciano.
—He oído decir que tocas el arpa sin cuerdas, cosa que me maravilla. ¿Cómo es posible hacerla sonar? ¡Nada me gustaría más que escucharla!
—Toco el arpa sin cuerdas y la flauta sin soplar, y así con muchos otros instrumentos —concedió el maestro.
Asombrado, el joven estudiante estaba que no cabía en sí de gozo. Sabía que ese viaje de días merecería la pena, pero todo era aún mejor de lo que había imaginado.
Dicho y hecho, el sabio tomó un arpa que no tenía cuerdas dentro del marco. Permaneció quieto, moviendo las yemas de los dedos en el aire, mientras el discípulo lo observaba con estupor.
Cuando llevaban un buen rato sin que nada sucediera, el visitante empezó a removerse, como si estuviera incómodo dentro de su cuerpo.
—¿Qué te pasa, no te gusta la música? —le preguntó entonces el maestro.
El joven no se atrevía a expresar lo que realmente sucedía, así que se limitó a balbucear sin decir nada. El maestro volvió a tocar mientras el joven palidecía cada vez más, sin atreverse a hablar.
Finalmente, el anciano decidió ayudarle y lo interpeló:
—No has oído nada, ¿verdad?
El discípulo asintió, avergonzado.
—Podrías haberme pedido que tocase más fuerte —dijo el maestro con una sonrisa pícara.
El joven se encogió de hombros, sin saber qué contestar.
—No habrías escuchado el arpa de todos modos —le dijo el maestro benévolo—, porque se trata de una música que solo puede sonar dentro de ti. El arpa que se toca sin cuerdas está dentro de tu alma. Solo tienes que querer escucharla.
Y así fue como la mágica música del sabio empezó a sonar dentro del joven. Aquel día comprendió que la melodía más preciosa es la que mana, naturalmente, de nuestro interior.