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Juntos, multiplicamos nuestro valor
Una fábula cuenta que, hace millones de años, nuestro planeta vivió una glaciación como nunca antes se había visto. Tan intenso era el frío que dejó congelada gran parte de la superficie terrestre.
A consecuencia de ello, muchos animales perdieron la vida y la helada acabó con prácticamente toda la vegetación del planeta. La falta de alimento, sumada a las bajísimas temperaturas, hizo que muchas especies se extinguieran.
Comprendiendo la gravedad de la situación, los erizos decidieron entonces unirse en grupos para así salvarse. De este modo se protegerían y también se darían calor entre sí.
Además de compartir los alimentos que entre todos desenterraban de la tierra helada, por la noche, cuando el frío era más intenso, se juntaban para calentarse mutuamente. Sin embargo, las espinas de sus espaldas causaban pinchazos y rascadas entre unos erizos y otros. Para muchos resultaba molesto.
Esto provocó que algunos miembros del grupo decidieran alejarse hasta morir congelados. Los demás se vieron obligados a tomar, como especie, una decisión de vida o muerte: o se acostumbraban a tolerar las espinas de sus compañeros o se extinguirían.
Tras algunos abandonos que tuvieron un final trágico, el resto de los valientes erizos vieron clara la solución. Deberían estar juntos ante la adversidad.
Para gozar del calor del otro, tuvieron que aprender a convivir con las molestias y las pequeñas heridas involuntarias que les pudieran causar sus compañeros. No obstante, estas incomodidades no eran nada en comparación con lo que les esperaba si cada uno trataba de soportar la noche glacial en solitario.
Así fue como los erizos lograron sobrevivir.
Tras aquel duro invierno, además, aprendieron dos cosas. La primera es que hay dificultades que necesitan del trabajo de todos para salvarlas. La segunda es que, aunque haya cosas de los demás que nos molesten —lo mismo les sucede a los demás con nosotros—, cuando nos tratamos con cariño, resultamos invencibles. Quince millones de años después de su aparición en la Tierra, los erizos siguen existiendo.