23
¿Qué necesitas en realidad?
Hace más de dos mil años, un joven afligido fue a visitar a Chuang Tzu, un conocido filósofo famoso por su inteligencia. El joven, cansado de la vida que le había tocado vivir, explicó así su situación:
—Me siento muy desafortunado, maestro. Por lo que más quieras, ¡ayúdame y enséñame el camino del Tao para alcanzar la felicidad!
—Está bien. He ayudado ya a muchos como tú, pero antes de mostrarte el Tao, tu camino, necesito que me cuentes por qué eres infeliz —pidió Chuang Tzu.
—Mi desdicha proviene del hecho de no tener absolutamente nada —respondió el joven a la vez que le mostraba las manos vacías.
—¿Qué es eso que veo ahí, pues? —preguntó el maestro señalando las manos del muchacho.
—¡Nada! Como bien puedes ver, mis manos están vacías.
—Exacto, tienes dos manos —dijo Chuang Tzu con una sonrisa—. Así pues, no es verdad que no tengas nada.
—Soy desafortunado porque no tengo casa —continuó lamentándose el joven.
—¿Y dónde vives, entonces?
—En ningún sitio. Ya te he dicho que no tengo casa.
—¡Te equivocas otra vez! —contestó Chuang Tzu—. Vives en tu cuerpo, y esa es tu verdadera casa.
Sin palabras para rebatir al maestro por segunda vez, el joven entonces declaró:
—Soy infeliz porque no tengo a nadie, estoy completamente solo.
—¿Y con quién vives, entonces? —preguntó Chuang Tzu.
—¡Con nadie! Obviamente, si no tengo casa, ni mujer, ni familia… —respondió el joven irritado—. ¡Significa que no tengo a nadie en el mundo!
—Tampoco eso es cierto. Te tienes a ti, vives contigo mismo —le hizo ver el maestro—. ¿Qué mejor compañía podrías tener?
A punto de rendirse ante todas aquellas respuestas que lo dejaban fuera de combate, el joven finalmente juntó las manos e imploró:
—Por favor, maestro, enséñame mi camino, el camino del Tao.
—¿Y para qué necesitas ese camino? —le respondió Chuang Tzu amablemente—. Visto que ya tienes todo lo que necesitas, puedes ser completamente feliz.