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¿Hasta qué punto lo deseas?
Desde que tenía uso de razón, Omar se entrenaba para ser el mejor corredor de su país. A sus catorce años, ya llevaba seis ejercitándose todos los días con la ilusión de ser el campeón y participar en pruebas internacionales.
Sin embargo, siempre había alguien mejor que él. Cada año aparecía algún atleta revelación que conseguía mejores marcas. Pensaba que, de este modo, sería imposible que pudiera alcanzar su sueño. Su entrenador decía que tenía unas condiciones físicas excepcionales para el deporte. ¿Qué era, entonces, lo que fallaba?
Escuchando la radio con sus padres, una tarde Omar descubrió al Maestro del Éxito. Una periodista entrevistaba a un anciano muy sabio que vivía en una cabaña de pescadores no muy lejos de donde él residía.
Pensando que aquel hombre podía darle la solución a su problema, decidió ponerse en camino e ir a visitarlo para que compartiera con él sus secretos.
Lo encontró sentado a la sombra de una choza hecha con cañizo, con una túnica desgastada como único ropaje.
—¿Es usted el Maestro del Éxito? —le preguntó con cierta incredulidad.
—Así me llaman… —respondió el hombre apacible—. ¿Esperabas encontrarme en una mansión?
El muchacho se encogió de hombros, sin saber qué decir. El anciano siguió hablando:
—¡Ya tuve muchas mansiones! Tantas que ni con cien criados podía atenderlas todas. En mi garaje había una docena de coches de lujo. También compré un castillo rodeado de viñedos, campos de cultivo grandes como países…, incluso tuve un avión privado para viajar adonde me apeteciera del mundo.
—Entonces ¿cómo es que…? —El visitante no se atrevió a terminar la frase.
—¿Cómo es que vivo pobremente? Muy fácil, después de tenerlo todo, tras la muerte de mi esposa, esperé a que mis hijas terminaran sus estudios y se establecieran por su cuenta. Entonces, por fin, me permití ser dueño de lo único que ansiaba tener realmente: tiempo. Ahora estoy como al principio, cuando era un joven como tú que no tenía nada.
—Entonces… —dijo el chico, asombrado— ¿usted puede ayudarme a conseguir el éxito?
—¡Por supuesto! Sin embargo, antes tendrás que responder a esta pregunta: ¿hasta qué punto lo deseas?
—¡Lo deseo más que ninguna otra cosa en el mundo! —respondió Omar convencido.
—Muy bien… —musitó el sabio—. Entonces, te espero aquí mañana al amanecer.
Dicho esto, se retiró dentro de su choza.
Emocionado, Omar pasó el resto del día pensando en qué podía ser eso que el sabio iba a enseñarle y que cambiaría su vida para siempre.
Al día siguiente, bajo la luz del alba, tal como habían quedado, Omar acudió puntual a la choza del anciano, y se lo encontró preparando unas cañas de pescar en la orilla del mar.
Cuando vio llegar a su pupilo, el Maestro le ordenó:
—Ayúdame a llevar estas cañas hasta el embarcadero, nos sentaremos allí a pescar.
Sorprendido, Omar hizo lo que le pedía.
En cuanto estuvo todo listo, se sentaron el uno al lado del otro. El joven discípulo pensó que, mientras pescaban, el sabio le revelaría sus secretos pero el hombre no rompió su silencio.
Cansado de esperar, finalmente dijo:
—Maestro, no me cabe duda de sus conocimientos ni de sus éxitos en el pasado, pero no le he pedido ayuda para aprender a pescar. Necesito saber cómo ser el mejor corredor del país.
Justo en aquel momento, la caña de Omar empezó a moverse. Un gran pez se debatía con el anzuelo.
—¡Justo a tiempo! —exclamó el anciano con entusiasmo—. Estás a punto de conocer el gran secreto.
Acto seguido, agarró la caña de Omar y, haciendo girar el carrete, llevó a la superficie el pez y lo liberó del anzuelo.
El pez se movía con desesperación en la cesta del pescador, sacudiéndose a un lado y a otro en un baile atormentado.
—¿En qué crees que piensa el pez en este momento? —le preguntó el sabio a su discípulo.
—En volver al mar para poder respirar —dijo Omar mientras observaba al pez en su lucha de vida o muerte—. Piensa en el agua con todas sus fuerzas.
—Pues ahí tienes el secreto del éxito —concluyó el maestro, devolviendo compasivamente el pez al mar—. Cuando te entregues a lo que quieres lograr con la pasión de este pez, entonces alcanzarás el éxito.